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PRESENTED TO
THE LIBRARY
OF THE
UNIVERSITY OF TÓRONTO
BY
THE VARSITY FUND
FOR THE PURCHASE OF BOOKS IN
LATIN-AMERICAN HISTORY
LUIS DONOSO I
CAStiA4634-SAHTIAW
HISTORIA
DE LOS
DIEZ AiOS DE U ADMINISTRACIÓN'
HISTORIA
DE LOS
DE DON MANUEL MONTT,
POR
3. 7ICIIÍU KACKSlflU.
REVOLÜCIOS DEL SUR.
Tomo IV.
SAMIAGODE CHILE.
IMPRENTA CHILENA,
CALLE DFX PEUMO, ESQUINA DE LA DE HUÉRFANOS, MjJí, 29.
1862.
r
1121615
CAPITULO I.
US ESCARAMUZAS DE LA GUERRA CIVIL.
Don Joaquín Riquelme amaga con nna montonera la población de
Linares i se insurrecciona el mismo dia la villa de Molina. —
DonNemecio Antunez i el cura Méndez. — Roberto Souper. —
Su vida, carácter i aventuras. — Prisión de estos ciudadanos i
su envió a la capital desde Talca. — Souper subleva la guardia
que los conduela en Quechereguas. — El mayor Banderas.—
Cómico combate de Lontué. — Souper pasa el Maule con una
partida de veinte ¡ cinco hombres para reunirse al coronel don
Domingo Urrutia, — Ataca éste el pueblo del Parral i es recha-
zado. — Importancia de sus operaciones en el Maule. — El in-
tendente del Nuble es obligado a abandonar a Chillan i reple-
garse al Longaví. — Fuerzas de que se componía la división del
coronel García.
I.
Los primeros hechos de armas, o mas propiamente, las
primeras escaramuzas de la revolución de! sur en 1831, tu-
vieron lugar el dia clásico de Cbile. El 18 de setiembre, en
efecto, el patrióla don Joaquín Riquelme amagaba con una
C UIsTOniA DK LOS DIEZ AÑOS
monlonfera do 80 hombres la pf»blac¡on (ie Linares, en la
provincia del Maule, i ese mismo dia, don íloberlo Souper, el
cura íion Domingo Méndez i don Nemecio A n lunes, ponían en
conmoción la villa do Molina en la provincia de Talca.
ÍI.
Enconlrabansc todas las personas que hemos nombrado
perseguidas por su complicidad en la asonada del 20 de abril ;
Hiquelmo en calidad de detenido bajo de fianza en la provin-
cia de Talca, i Anlunes, Méndez i Souper presos en la cárcel
de aquella ciudad (I).
(I) El motivo ostensible de su captura i el auto cal)eza de
proceso de su sumario consistían en una carta escrita por Riquel-
me al cura Méndez, desde Curicó, el 21 de abril, anunciándole la
revolución que habia tenido lugar en Santiago el dia anterior. A
esta carta, Méndez, que se encontraba en Molina, agregó una
posdata que firmó don Nemecio Antunes, i como en esta última
se refiriese algo de la cooperación de Souper, resultó que los cua-
tro nombrados quedaron comprometidos por el descubrimiento
de la carta que fué vendida o entregada por error a la autoridad.
I'arrce que el mozo que la JIovaha equivocó los nombres de dos
vt'citíos de Talca que tenían el mismo apellido i de los que uno
era opositor i otro iníjiisterial, siendo el último quien hizo el
dt nuncio al intenleiife. La carta de Iliquelme i la posdata aña-
dida por Méndez i Antunes estaban concebidas en estos términos.
Señor don Domingo Méndez^
Cuvicó, abril 21 de 1851.
Mi apreciado amigo:
ufando este mozo con el objeto de anunciar a U. que ayer a las
seis de la mañana se sublevó el batallón Valdivia i tomó la pbiza
principal de Santiago; esta noticia le ha llegado al gobernador boi
ii las nueve i le ordenan reúna el batallón de este pueblo i lo
acuartele para librar las armas. Los Monttistas están acholados
con eí espreso este. Conviene pues ipie inmediafamente lo partí-
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 7
Era Anluncs un opuleolo agricultor, propiciarlo Je la ha-
cienda (lo Quochoroguas, en uno de cuyos potreros está si-
tuada la pintoresca villa de Molina, mas como un feudo de
aquel mayorazgo que como una aldea de la República.
Conocíase a Méndez solo como a un viejo sacerdote, tan
instruido como ardiente, antiguo ¡ jenuino pipiólo que ejercía
desdo algunos aflos,con marcada preferencia sobre su ministe-
rio, la propaganda de su fé política, teniendo entonces por
estrecho teatro el curato de Molina, anexo también como una
capellanía a la hacienda de Quechereguas.
En cuanto a Souper, el mas importante de estos ajita-
dores, vamos a detenernos un instante. Tenemos que hacer
el difícil ensayo de un retrato sobro una tela movediza que
el viento ajila en todas direcciones i cuyas costuras se re-
vientan a cada rasgo de la pluma. Invocamos pues toda la
¡nduljencla do los críticos, pues acaso es inevitable al escritor
salirse del severo marco de la historia para entrar en el
cipe a Rafael Cruz para que este haga otra esprpso a Linares a
Pando i sea puesto en conocimiento del coronel Urrutia en el
acto. Mucho le recomiendo esta dilijencia pues que conviene sea
sabida por mis amigos.
Son las dos de la tarde i ya están en el caartel los cívicos. Co-
muníquele esto al señor Antunes. J)e U. su amigo iS. S. — Joa-
quín Riquchne.
P. D. — Haga el espreso a Talca en el momento que esta reciba.
Adición.
Molina, abril 21 de 3851.
Son las cuatro déla tarde i no hai mas tiempo que decirle. Voí
de aquí a mandar aviso a Souper a S. Rafael para que prepare el
escuadrón de Pilarco. Rien, valor ¡ no hai que turbarse ! — Nemecio
Antunes.
Advertimos que la carta de Riquelme que publicamos es según
una copia subministrada por don José L. Claro i Ja arlicion á<i
Antunes ha sido tomada del Progreso del 17 de junio de 1851.
8 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
campo (leí romance al Iratarse de hombres lan especiales
como el prcslijÍDso soldado cuyas aventuras vamos a narrar
i que en si mismas consliluyen el argumenlo acabado de una
novela.
III.
Es Roberto Souper hijo de un antiguo capitán del ejército
ingles i nació en Canlerbury, la patria del jeneral Miller,
héroe americano, como aquel ha sido héroe de Chile. A se-
mejanza de otroestranjero ilustre que sirvió a nuestra patria
i le sacritícó su vida, el coronel Tupper, Roberto Souper que
pareció haber recibido, junto con la analojía del nombre, la
de labizarria, la posición, i la lealtad, habia nacido, se puede
decir así, en nna cuna de Gerro. Casi todos sus hermanos,
como los hermanos de Tupper, fueron soldados i hombres de
aventuras. Uno de ellos habia muerto heroicamente en el
sitio de Oporlo, defendiendo aquella plaza contra el preten-
diente don Miguel de Portugal i otro pereció en un duelo,
en una de las Antillas inglesas, en las que se encontraba do
guarnición. Roberto era de los menores entre ocho o diez
hermanos que sobresalían por el ardor ¡ la osadía de su ca-
rácter.
Puesto su padre a media paga, después de la batalla de
Waterloo, i no contando para subsistir sino con un escaso
sueldo, emigró, como es costumbre entre sus compatriotas,
al norte de Francia donde la vida es tanto mas barata cuanto
es forzosamente modesta. Nuestro campeón comenzó pues la
carrera de sus esludios, que es como si dijéramos la carrera
de sus aventuras, en el puerto de Calais. Apesar de estar do-
tado do un injenio rápido i de una estraordiuaria facilidad
DE I,A ADMINISTRACIÓN JIONTT. 9
para hacer la achiuisicion tío fisos esUulios jcnerales que
consliluycu la educación de un (jcnllemnn ingles, Souper,
quo es en verdad un verdadero jenlü-liombre por sus moda-
les i sus conociinieulos en el dibujo, la historia, i la literatura
(no asi en el uso de los idiomas), pasaba sin embargo lósanos
(\ci su turbulenta niñez en una perpetua cimarra, i él mismo
nos ha referido que le gustaba mas ir con los püiuelos de la
calle a tirar piedras a las ventanas de la Prefectura, durante
la revolución de 1830 ¡ a buscar camorras a las bandas de
tambores de su edad, que asistir al aula protestante de
Calais, donde a su turno era su victima el pobre presbite-
riano que le enseñaba a descifrar la Biblia.
Cuando Souper tenia diez i seis a diez i siete años, regresó
a Inglaterra, i apenas puso el pié en la tierra del spleen i del
suicidio, se apasionó de una romántica «miss» en un hotel
de Londres, donde la ventura habia llevado a los dos aman-
tes. Hubo suspiros, billetes, citas al balcón i todo ai! con-
cluyó con una caja de fulminantes que se tragó el galán en
un momento de fulminante despecho. . .Solo la robustez do
un estómago lozano i remedios oportunos salvaron a nuestro
héroe de aquel tósigo que propiamente usado, habría sido
suficiente para malar un batallón entero o despoblar un par-
que ingles de todas sus liebres i faisanes.
Por los consejos de su familia i de su burlado amor, Sou-
per resolvió emigrar, i en cierto hermoso dia, se metió en uno
de esos colosales Indiamen (buques de la India] cuyos más-
tiles forman verdaderos bosques en ambas riberas del Ta-
ra esis.
El joven emigrado vivió algunos años en Calcuta como de-
pendiente de comercio o en otras profesiones industriales,
hasta que habiendo reunido algunos fondos, regresó a Ingla-
terra.
2
10 HISTORIA DK LOS DIEZ ANOS
Antes xJe embarcarse en las aguas del Ganges, había, sin
embargo, tomado parlo en una empresa, cuya temeridad
estaba raui de acuerdo con su inquieta índole. Encontrándose
un dia a la mesa con los oficiales de un Tejimiento ingles
que guarnecía aquella colonia, se propuso por uno de los
concurrentes, a influjos del vino, tomarse por asalto un pe-
queño fuerte dinamarqués, cuya bandera flotaba en la opuesta
orilla como una sombra ¡ una tentación para el orgullo ingles.
La calaverada se puso en el acto en ejecución, los oficiales
se embarcaron en algunos boles, sorprendieron a los centi-
nelas, ¡ por un instante, se hicieron dueños del puesto, com-
prometiendo gravemente a su gobierno en una cuestión di-
plomática. Inútil es decir que Souper fué de los primeros
en aceptar el convite de sus camaradas i en ponerlo en
obra.
De regreso en su patria, el joven viajero sintió en su pecho
el hastío que la vida acarrea al espíritu cuando estrecha sus
horizontes al rededor de nuestro inquieto e insaciable ser.
Con el ausilio de sus amigos ¡ de su familia, Souper resolvió
entonces pasar de la categoría de emigrado a la de coloni-
zador, i se dirijió a Australia llevando consigo ganados, má-
quinas i obreros, todos los elementos necesarios para fundar
una considerable propiedad rural en aquel vasto i feraz con-
tinente.
Referir la vida del colono Souper en Australia es contar
su existencia posterior de hacendado en Chile, con la sola
diferencia del cambio de teatro. Cazerias salvajes en los
bosques, rios pasados a nado, esploraciones en los desiertos,
peleas cuerpo a cuerpo i a balazos con los indios feroces de
aquellas comarcas, i sobre todo eslo, un asiduo e intelijenle
trabajo: hé aquí los diferentes matices de aquella existencia,
condenada por su propia naturaleza a la mas inalterable
DE I.A ADMINISTRACIÓN MONTT. 11
monotonía. Aposar dft todo, Sonpor, en cinco o seis aHos do
fatigas, consiguió reunir un mas (\\u) mediano capital, dchido
parlicularnienle a la crianza i mejoramiento del ¿íanado la-
nar, del que iiabia llevado ik Inglaterra algunas piezas cs-
cojidas.
VI.
Por esta época, llegó a oídos del joven colono de Australia
que dos de sus parientes se hablan establecido en Chile,
siendo uno do éstos la esposa de don Ricardo Price, uno de
los mas antiguos i honorables comerciantes ingleses que
hayan residido en Chile 1 el otro Mr. Edmundo While, rico
consignatario establecido en Valparaíso. Arabos eran primos
hermanos de Souper, i esta circunstancia le indujo a hacer
un viaje a Chile, calculando que en este país podría dar
mayor impulso a sus negocios do campo. Dejó estos, en con-
secuencia, en poder de un lercero, i por el año de 1840, se
hizo a la vela con rumbo a Valparaíso.
Souper contaba entonces 23 años de edad I era un gallardo
i robusto mancebo. Su rostro tenia un ceño varonil que sen-
taba bien a la elegancia i soltura de sus modales un si es
no es aristocráticos, que la vida salvaje no había alterado
en lo menor, porque en ningún país ni en raza alguna es
mas cierto aquel proverbio castellano de que eljenio i la
figura no cambia hasta la sepullurn, que entre los ingle-
ses. Sus atractivos sociales i la posición de sus deudos
le abrió pronto los salones de la capital i el joven geníle-
man pasó entre nosotros algunos días de holganza i de buen
tono.
12 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Pero, ^a poco andar, supo que sus ¡nleresos habían recibido
un fracaso irreparable por la infidelidad de un depositario ;
i entonces Souper, dejando el frac, vistió el poncho del chile-
no, i desde ese dia, fué nuestro paisano, i de tal modo, que
no hai chileno que pueda decirse mas chileno que el agrin-
go Souper»,.
En su desgracia, encontró nuestro joven huésped un amigo
jeneroso en su pariente Price; i como fuera mui intelijenle
en la labranza, le confió la administración de su valiosa ha-
cienda de Semita, situada en las faldas de las cordilleras
que riegan el Nuble i el Perquilauquen. Ahí llevó Souper
una vida según su carácter i según sus hábitos. Cansó todos
los caballos de la hacienda; trasmontó las cordilleras; asistió
a las «parlas» de los pehuenches en sus valles andinos; se
hizo el amigo de todas aquellas tribus pastoras a quienes
confiaba sus invernadas de ganado; visitó las pampas; oyó
contar las hazañas de los Pincheiras en los sitios de sus
mas desesperadas proezas, i por último, rodeado de sus
compadres, i como si fuera él mismo un cacique nómade,
lomaba parte en sus salvajes festines, bebiendo en cueros
de potros sus agrias chichas mezcladas con la sangre de sus
feroces pujilatos. No faltó tampoco al ardoroso ingles el culto
de alguna beldad indíjena, i mas de una vez, los ásperos
farellones de los Andes escucharon a la caida de la tarde
el canto de aquella Pocahonlas araucana que embelesaba las
horas del cautivo capitán Smilh
Por otra parte, Souper se granjeó entre la jente mas civi-
lizada de aquellos parajes una reputación harto singular, a
la que daban razón algunas de las excentricidades de su
travieso humor. Como era ingles, teníanle en consecuencia
por hereje, i como tal, corrióse luego entre los sencillos cam-
pesinos de Semita que el guisado favorito de su mesa eran
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 13
los niños asados ( I ). Otras veces, el joven ingles so daba a
ejercicios mas íilanlrópicos entro sus scmojanlcs. Cuéntase
qno durante un verano entero so entretuvo en viajar por
los pueblos do la provincia del Maule, llevando un galillo
do barbero en las alforjas, con el que sacaba muelas a des-
tajo a todos los pacientes, i como hiciese la operación (¡ralis,
sallan estos en tropeles a su paso. Uno de los vecinos mas
influyentes do aquella provincia, don Juan Antonio Pando,
fué una do las víctimas aliviadas por Jos ferreos dedos do
aquel singular cirujano.
De esta curiosa pero característica manera, vivió Souper
en el sud durante cerca de diez años, haciéndose amar de
cuantos le conocían por la jovialidad de su carácter í los ras-
gos de jenerosldad i valentía que se citaban de él con frecuen-
cia. Entre los últimos, se referia que una mañana en que los
presos do la cárcel de Talca se habían insurreccionado i salí-
dose al campo armados con los fusiles de la guardia, montó
(1) Souper nos ha referido que esta patraña cundió de tal ma-
nera entre los huasos de Semita, que los niños se subían a los
árboles o saltaban las cercas cuando lo divisaban. Ocurrió tam-
bién que vivía en la montaña una mujer sumamente gorda, i
como se asustase esta infeliz con la noticia «del gringo come
niños de Semita», preguntó a un vaquero si la comería también
a ella. El huaso, que era ladino, contó a su patrón aíjuel lance i
para tranquilizar a la pobre montañesa le encargó el último
decirle con reserva que no tuviera cuidado porque él no comia
carne humana sino en tiempo de manzanas, pues estas abundan
silvestres en aquella latitud.
La mujer se mantuvo quieta, pero apenas comenzó a pintar
la fruta en los árboles, desapareció de su guarida
Estas anédoctas no son por cierto estrañas entre nosotros. Como
un pavoroso recuerdo persona!, podemos decir que en aquella mis-
ma época las sirvientes de nuestra casa nos habían persuadido que
4 i HISTOniA DE LOS DIEZ ANOS
Souper a caballo, lan luego como supo el atentado, i dándoles
alcance en un estero, armado simplemente de un garrote,
trajo al suelo a varios cabecillas, obligando a rendirse a los
demás.
Por esta época, hizo Souper aquello que hacen de mejor,
según unánime confesión, todos los cslranjeros que habitan
nuestro suelo. Casóse i casóse con chilena, que es como casarso
dos veces, es decir, con la mujer ¡ el anjel en ocasiones í otras
con la mujer i el diablo... porque es un hecho averiguado entro
las hijas de Eva do nuestro Paraíso, que entre las quo son
elejidas por cstranjeros, no hai medios colores. Souper tuvo
la suerte de los primeros, unióse a una señorita Guzman i
Cruz, que en su nombre llevaba una garantía contra el jenio
del mal, i avecindóse en Talca donde aquella vivia. Reliróso
en consecuencia de Semita i púsose a trabajar en una peque-
ña hacienda llamada San Rafael, en la subdelegacion de Pilarco,
propiedad de su señora 1 donde hoi vive.
el señor Price (nuestro vecino entonces en la calle déla Merced, de
esta capital) tenia cola, porque era tiereje; asi es que verle i escon-
dernos era un suceso diario, cuando aquel l)uen señor se dirijia
por las lardes a su paseo favorito del tajamar Que niuclio
entonces que en los campos de Semita creyeran antropófago al
pobre Souper?
Acordamos indicar aquí que nuestro amigo, de quien hacemos
esta prolija reseña por satisfacer la curiosidad que su nombre
de estranjero ha despertado entre nosotros, nos contó una buena
parte de su vida, cuando dividíamos una celda de la Penitencia-
rla en febrero de 1859. Tuve yo la advertencia de apuntar la
mayor parte de los incidentes mas notables de su carrera; pero
habiéndosenos estraviado esas notas i negándose Souper a co-
municarnos noticia alguna (pues hasta para evitar que saliese
su retrato en este volumen nos ha escrito una carta de un pliego
lleno de la mas sincera modestia), nos hemos visto obligados a
recurrir a nuestros imperfectos recuerdos.
PE LA ADMINISTRACIÓN MOMT. 1S
V.
En los mismos días en que Soiiper saboreaba su luna de
miel, comenzaron a hacerse sentir los primeros rujidos dei hu-
racán de 185 1. Souper, desdo luego, por simpatías de corazón
i por comunidad de ideas, pues es hombre bastantemente
ilustrado, se alistó en el bando liberal; i cuando se anunció
como candidato un jeneral que tenía el mismo apellido de su
mujer, el bizarro novio a quien habría bastado para hacerse
partidario de aquel nombre el ser una galaoteria conyugal,
so declaró el mas entusiasta adepto de aquel caudillo, que
entraba en la lisa política como a la arena de un palenque.
Asi sucedió que cuando el recado del cura Méndez llegó a
San Rafael, a las dos de la mañana del 22 de abril, Souper
saltó de la cama, cargó sus pistolas, ensilló su caballo i fuese
a galope a Talca, donde algunos vijilantes, puestos en celada,
le prendieron aquella mañana. Un indiscreto o un traidor ha-
bía dado aviso anticipado de la carta de Kiquelme, que ya
hemos citado, al intendente de Talca.
Souper pasó amarguísimas horas en su prisión, al punto
de que un día, habiendo tenido una riña con un centinela
a quien le arrebató la bayoneta del fusil por entre los barrotes
de su calabozo, intentó colgarse de una viga de puro despe-
cho; i habría realizado su intento, que era como él mismo ha
dicho «un ensayo de suicidio político», cuando le salvaron,
advirtiendo sus guardianes el estertor de su sofocada respira-
ción. Por lo demás, Souper pasaba las tediosas horas de su
encierro haciendo las caricaturas de todos los oficiales de
guardia que custodiaban la cárcel (cu cuyo ejercicio tenia una
IG HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
admirable ¡rívcnliva] o cantando en la vihuela las mas eslram-
bólicas tonadas, o escribiendo, p()ríin,a sus amigos sus penas
i sus alegrías de patrióla. De estas úllimas revelaciones que-
remos citar aquí una que es singularmente característica í
que cierra con propiedad esto desaliñado pero no desemejante
retrato. Dirijiéndose a uq sobrino (1) del jeneral Cruz que
acompañaba á éste en su residencia de Santiago, le escribía,
en efecto, con fecha de 20 de mayo de 1851, a propósito de
su adhesión a aquel caudillo, las siguientes palabras, con su
peculiar estilo epistolar. — «Póngame a las órdenes i dispo-
sición de mi jeneral i dígale, a mas, que espero todavía hom-
brear el fusil ¡ de pelear a su lado en su causa i por mi patria
adoptada ; que la benigna Providencia le ha nombrado a ser
el defensor i el escudo de Chile i que con el ejemplo de su
patriotismo de él, su honradez, firmeza i desinterés, Chile
tomará el vuelo en la civilización i con pasos jigantescos re-
conquistará lodo lo que ha perdido en estos veinte años airas.
El pais lo asimila al trigo con los yelos. Sale la hoja, pero, al
íin, los yelos lo aplastan e impiden su desarrollo. Asi ha sido
el pobre Chile ! La opresión de los veinte años no ha dejado
lucir sus virtudes, mientras tanto que las maldades han ido
macollando ; pero ahora, con nuestro sol, nuestro jeneral Cruz,
el peso, el yelo de las malas leyes se quitarán ¡ la planta
llegará a dar su espiga cargada de productos. — Viva Chile i
viva la patria i viva el jeneral Cruz!»
Tal era el hombre tan simpático como estraño, tan popu-
lar como temido, que debía ponerse al frente del primer
tumulto armado que tuviera los visos de un combate, co la
guerra civil de 1831,
(1} Don José Luis Claro, que ha tenido la bondatíde confiarnos
esta carta orijinal, asi conio algunos otros papeles de interés
histórico.
DE L\ ADMIiNlSTRACION MOMT. 17
VI.
Receloso, en cícclo, el inlcndcnlc de Talca, don Pedro
Nolasco Cruzal, hombre de bellísimas prendas individuales i
do una probidad ejemplar, lanío en lo privado como en la
política, resolvió enviar a Santiago a Souper i a sus compa-
ilcros, luego que supo con alguna cerlidurabrc el movimiento
de Concepción.
En la madrugada del IS de setiembre, despachólos, en
consecuencia, con una escolta de milicianos do caballería al
mando del sárjenlo mayor don Samuel Banderas, oficial va-
liente, chilolo de nacimiento, que existía en Talca en calidad
de segundo jefe del batallón cívico de aquella ciudad.
Llegados los reos a la villa de Molina, pusiéronse a la mesa,
i mientras Banderas salía a tomar algunas medidas, Souper,
que durante la marcha se había ganado unos pocos soldados,
echóse sobre los centinelas, i al grito de revolución ! i viva
Cruz!, loda la partida depúsolas armas. Los inquilinos de
Antunes se habían reunido también en esos momentos, a la
voz de los mayordomos deQuechereguas, i ocurrían, en cua-
drillas armadas de garrote, «a quitar a su patrón». £1 levan-
tamiento de la villa de Molina, que tanto sonó entonces como
un alio hecho político, quedó pues consumado de aquella
manera, i fué, no un motín, sino una jarana de huasos quo
ocurrieron al encuentro, mas como si se tratara de un rodeo
o de una trilla, que de salvar la patria.
El único que intentó hacer alguna resistencia fué el sor-
prendido mayor Banderas; pero encontrándose perdido, se
dirijió a Souper, e hincándose de rodillas, le pidió lo pasase
con su propia espada, porque en su pundonorosa descspcra-
3
18 lIlSTOniA DE LOS DIEZ aSOS
cion, esclamíba que no quería sobrevivir a lance lan desdo-
roso. Souper se esforzó en consolarlo i aun le indicó que se
alistara en su bando, yendo arabos a reunirse con el jeneral
(]ruz al otro lado del Maule, lo que el leal chilole, no des-
niinliendo osla vez su raza, rehusó con entereza.
Souper I Méndez, ganando minutos, pusiéronse a organizar
los pocos elementos militares que había en la villa, pues te-
mían ser acometidos el mismo dia por fuerzas destacadas de
Curicó ¡ de Talca, adonde había volado en alas de la ponde-
ración la nueva del tumulto. Depusieron al gobernador don
José .\nlonío Maturana (un anciano inofensivo que, en el pavor
de la primera alarma, huyó al campo i se fracturó una pierna
al escalar una elevada tapia), i nombraron en su lugar al
vecino don José María Ilurriaga ; tomaron posesión del estan-
co, reunieron caballos i armas, i por fin, montaron una fuerza
do cíen hombres, entre los que había solo quince o veinte
capaces de entrar en campaña, contándose entre estos la
mayor parle de los milicianos que habían custodiado a los
reos desde Talca. El cura Méndez, con su prestijiode párro-
co, era el mas activo i eficaz segundo de Souper, mientras que
Antunes, hombre tímido i enfermizo, se había puesto en salvo,
dejando, sin embargo, órdenes a sus administradores para
que auxiliasen jenerosamentc a sus amigos con cuantos re-
cursos existieran en la hacienda de Quechereguas.
Vil.
En esla disposición encontrábanse los revoltosos de Molina
al caer la larde del 18 de setiembre, cuando el gobernador
de Ciiricó, un hombre bueno i sencillo del apellido de Fuen-
zalí'la. «deseando quitar, dice él mismo, con relación a! al-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONFI. 19
borolo (le Wülinil, esa piedra de escándalo que servia de obs-
táculo a las cüiiiunicacioiips i a los Iranscunles. . .» (I),
resolvió mandar un pequeño ejércilo de liuasos contra los
huasos do Molina, conüando su mando a un oficial llamado
Merino.
Cuando ya las sombras de la noche calan sobre el campo,
avistáronse las dos divisiones enemigas. El ardoroso Méndez,
con sus solanas amarradas a la cinlura, comandaba los de
Molina. Merino se avanzaba con los curicanos. Pero el pode-
roso rio Lonlué se interponía todavía entre los combatientes,
«cuando (para contar este descomunal combate con las
propias palabras del narrador oficial de tan cómico lance) (2),
habiendo pasado la partida curicana el rio Lontué i aproximán-
dose hasta cerca de Quechereguas, donde los revollosos estaban
situados, salioron estos al encuentro en número de ciento, según
cálculo, mal armados, pues varios cargaban las vainas sola-
mente de sus sables ¡ otros garrotes. Estando a la vista estas
fuerzas, i a la cabeza de la enemiga el presbítero Méndez,
hizo este la apariencia de apretar sus monturas, como pre-
parándose para una carga. ... El teniente Merino se dispuso
a esperar i resistir, aun cuando se hallaba ofuscado con no-
ticias adversas. . . . Pero al estrecharse unos i otros, cuenta
este gobernador digno de la ínsula Barataría, los revolucio-
narios, apcsar de su doble número i de las malas lanzas del
piquete de caballería de mi parle, los revolucionarios, digo,
concluye el historiador curicano (como sacando la última
(1) Comunicación ofieial del gobernador de Curicó al Ministro
del lulerior, fecha de 22 de setiembre 18j1. (Archivo del Ministe-
rio del Interior).
(2) Comntiicacion oficial de Fuenzalida, fecha 19 de setiembre.
(y r chivo del Ministerio del Interior).
20 HISTOniA DE LOS DIEZ A^OS
brisma de respiración que aun lo quedaba en el pecho), se
conluvieron manifestando debilidad ¡ temor.»
De esta burlesca manera i sin mas contratiempo que la
fractura de la pierna del gobernador de Molina, menos feliz
que su colega de Curicó, que escapó solo con un grandísimo
susto, terminó la rebelión del departamento de Lonlué, que
hizo palidecer muchos rostros en la capital. Souper, entre-
tanto, habia conseguido, por único fruto de aquel trastorno,
armar 25 hombres escojidos i con ellos, llevando a Méndez de
capellán castrense, so dirijió a la provincia del Maule a pres-
tar a la revolución el poderoso auxilio de su brazo i de su
jeneroso entusiasmo. Según una comunicación del intendente
de Talca, que habia despachado también fuerzas considerables
sobre Molina, habíase avistado aquella partida, al ponerse el
sol el dia 20, en los llanos de Perqnin, i a las 10 de aquella
noche, súpose que habia pasado el Maule por uno de sus va-
dos de cordillera. Ese mismo dia, el gobernador Fuenzalida
ocupaba triunfalmenle a Molina, «quitando asi aquella piedra
de escándalo en que se sentaban los transeúntes i detenía las
comunicaciones».
VIII.
Mientras los acontecimientos que acabamos de referir te-
nían lugar de esta parte del Maule, sucedíanse otros de harto
mas grave imporlaucia en la ribera meridional de aquel rio,
cuyos vados son las llaves que cierran o abren las puertas
de la capital.
Hemos dicho que don Joaquiu Riqucime amagaba el dia 18
la aldea de Linares, con una montonera colecticia ; mas, ha-
biendo asumido una actitud cncrjicacl gobernador de aquella
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 21
población, don Andrés do la Cruz, ¡ sabiendo, por otra parle,
que el coronel don Domingo l'rrulia habia levantado la ban-
dera de la insurrección en la vecindad del Parral, que era
el pueblo do su residencia, resolvióse Riquelrae, hijo políüco
do aquel, a marchar en su ausilio, para tentar un golpe de
mano sobre aquella villa, no monos importante por sus re-
cursos militares, pues sus hijos son en estremo belicosos, que
por su posición eslratéjica, en el centro de las vastas planicies
intermedias entre el Nuble i el Maule, que es por consiguien-
te, el punto mas adecuado para cortar las comunicaciones
entre el sud i norte en aquella dirección.
IX.
Era el coronel don Domingo Urrutia en 48o1, uno de los
mas antiguos soldados de la República. Habia conquistado
sus grados i su nombradla de valiente en los campos de bata-
lla que dieron libertad a Chile, i uno de sus miembros muti-
lados, que le habia merecido el apodo guerrero de el manco,
atestiguaba una de sus mas celebradas proezas. Ayudante do
campo del jeneral O'üiggins en 1814, encontróse en aquella
inmortal jornada de Rancagua en la que es fama no hubo un
solo cobarde, porque los que no recibieron la muerte, fueron
a buscarla sable en mano sobre las lineas enemigas. ílrrulia,
al cargar sobre una trinchera, habia recibido una herida que
le inutilizó completamente el brazo.
Ascendido después a coronel, rico en propiedades de la-
branza, padre de una numerosa i bien relacionada familia,
habíase hecho el patriarca del pueblo del Parral i de su co-
marca vecina, donde tenia sus haciendas. En política repre-
taba, por tanto, en la provincia del Maule, el mismo rol que
22 HISTOniA DE LOS DIEZ ASOS
ejercía en la du Concepción el jeneral Cruz, tle quien era
amigo intimo i camarada íicstie la infancia. Tan pronto, pues,
como se inició en el sud la candidatura de aquel caudillo,
Urrutia se hizo su mas celoso i activo cooperador en todos los
pueblos que se esliendcn cnírc el Maule i e! Nuble.
X.
Inroedialamcnlc que llegó al Parral la noticia üei alzamiento
del sud, Urrutia tomó en consecuencia el campo ; reunió sus in-
quilinos i los do algunos hacendados opositores como los Oses,
Ibafiez i otros, i una vez reunido con Riquelme, intimó rendición
al pueblo del Parral a las 1 1 de la mañana del dia 1 9. El gober-
nador de la villa don Santiago Urrutia, joven animoso ¡ sobrino
del coronel, encerróse, sin embargo, en el cuartel del pueblo con
cuarenta fusileros milicianos e hizo una valiente defensa du-
raulo hora i media, obligando a los asaltantes a retirarse
desconcertados con pérdida de un muerto i varios heridos.
Aquella fué la primera sangre vertida en la guerra civil ¡ uu
triste augurio de las catástrofes que iban a sucederse. . . .
El jefe revolucionario de la importante provincia del Maule
se veia rechazado en el pueblo de su residencia i por uno de
sus propios deudos. Retiróse, en consecuencia, el viejo cau-
dillo, no poco despechado, a las sierras de Ninhüe i Quirihüe
que forman la ceja montañosa de la costa en la provincia del
Maule, hacia el sud do Cauquenes.
XI.
El movimiento de Urrutia, apesar de su fracaso, habia te-
nido, sin embargo, resuUados de gran importancia. Pur una
DK I,A ADMINISTRACIÓN MONTT. 23
parle, ponia en conmoción loda la provincia del Maulo i ohli-
gaba al inlendcnlo Nccocbea a des¿¡;uarnecer los pueblos do
la cosía, como Conslilucion ¡ Cauqucnes, para socorrer a la»
villas de la llanura, i por la oira, lo que era do mucho mas
grave trascendencia, ponia al ¡nlcndcnle del Nuble en la dura
necesidad de abandonar su provincia con las fuerzas que ha-
bía acantonado en Chillan.
El coronel Garcia viendo, en efecto, que sus comunicaciones
con el Maule, i por consiguiente con la capilal, estaban cor-
tadas, púsose en el acto en movimiento, replegándose sobre
el Maule i abandonando a la revolución toda la provincia del
Nuble (bien que deprovista de sus mejores elementos de
guerra) i una gran parte de la del Maule, pues solo se detu-
vo a orillas del Longavi, 12 o 13 leguas al sud de Talca.
El coronel don Ignacio Garcia no era, como su émulo en el
Maule, un soldado de la independencia. Hablase distinguido
solo en la guerra civil ¡ desde Lircay, donde era capitán de
Cazadores a caballo, databan sus ascensos. No se habia la-
brado una reputación lejitima de bravo; pero reunia en alto
grado las cualidades de refinada astucia e incansable actividad
que consliluyen el mérito militar i político de los caudillejos
del sud. El gobierno habíale nombrado por esto intendente
del Nuble, i era el centinela avanzado que teníala autoridad
en la raya déla amenazante provincia de Concepción.
Con una rara dilijencia i una enerjia de espíritu no menos
notable, Garcia habia reunido en Chillan una poderosa i lucida
división que iba a ser el núcleo ¡ la parle mas eficaz del
ejército destinado a salvar al gobierno de su inminente ruina.
Componíase aquella de los dos disputados escuadrones de Ca-
zadores a caballo, que, como hemos dicho, habían llegado a
Chillan con el coronel Riquelme en la noche del 21 de setiem-
bre, de la compañía de cazadores del Ynngay, compuesta
24 HISTOUIA DE LOS DIEZ AÑOS
(le 100 honibres que mandaba el bizarro capitán don José
Campos, del escuadrón de la Laja, quo habla salvado el mayor
Aguilera ¡ que constaba de 70 plazas, de otro escuadrón do
Chillan al mando del comandante liriscño, con la fuerza de
130 hombres, i por último, del brillante i disciplinado bata-
llón cívico de Chillan al mando del octojenario coronel don
Cleraente Lanlaño i que contaba 430 plazas. Estas fuerzas
pasaban de 800 hombres de exelente tropa, i se aumentaron
después a mas do mil con seis compañías cívicas que García
reclulü en San Carlos, Cauquenes i el Parral.
Habiendo llegado Riquelme en la noche del 21, como hemos
visto, con la división de la frontera, García se movió de Chi-
llan en la mañana del 23, habiendo destacado previamente
30 cazadores al mando del sárjente mayor don Manuel Gaz-
muri para socorrer el Parral i San Carlos contra los ataques
de Urrutia.
El mismo dia de su partida, se acampó en San Carlos, i al
día siguiente, en el Parral, pues como se le desertaron en
gran número las fuerzas de milicias que traia de» mas allá del
Nuble, resolvió retrogradar hasta el Longaví, a donde llegó con
estraordinaria presteza, interponiendo este rio entre la revo-
lución del sud i la resistencia de la capital que se adelantaba
ya hasta el Maule.
Uno o dos días después de haber acampado García su divi-
sión en la márjen derecha del Longavi, el jeneral Búlnes
llegaba a Talca con su estado mayor.
Había pasado el período de las escaramuzas ¡ de las guerri-
llas. Iba a abrirse en grande escala la campaña de la guerra
civil.
CAPITULO lí.
ORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO DEL GOBIERNO.
Se pone en marcha para el sud el jeneral Búlnes. — Accidentes (Je
sil viaje hasta Talca. — Aspecto de las poblaciones del tránsito
en presencia de la revolución i medidas políticas que se adop-
tan. — Diario de campaña del secretario del jeneral en jefe don
Antonio García Reyes, — Recomendaciones honrosas que hace
el presidente de la República a este personaje i al auditor de
guerra Tocornal. — Recursos militares de la provincia de Gol-
chagua. — El jeneral en jefe se dirije a Longaví, pero regresa
desde el camino a Talca, para pedir refuerzos al gobierno. —
Solicita la presencia del Ministro de la Guerra en el cuartel
jeneral i se pone aquel en marcha. — El jeneral Búlnes se tras-
lada a la división de vanguardia. — Aspecto formida¡)le que
presentaba la revolución en aquellos momentos. — Palabras de
Garcia Reyes. — Llega al cuartel jeneral el juez de letras de
Concepción Sotomayor con las primeras noticias fidedignas de
los acontecimientos del sud. — Se retira la división de vanguar-
dia a Longomilla, i se teme «o poder organizar el ejército en
la mürjen sud del Maule. — Comienzan a llegara Talca i al cam-
pamento do Ghocoa los cuerpos del ejército. — Desconfianzas
que se abrigan sobre la fidelidad del batallón Chacabuco. — Se
traslada el cuartel jeneral a Chocoa. — Se recibe la noticia del
triunfo de Petorca i es celebrada con salvas de artiJleria.— Pro-
^; 4
26 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
clama que con este motivo dirije el jeneral Búlnes al ejército, —
Revista jeneral del ejército que tiene higar el 22 de octubre. —
Proclama del jeneral Búlnes en esta ocasión. — Precipitado viaje
que hace a la capital el coronel Gana con el Gn de solicitar re-
fuerzos para los cuerpos decaballeria i artillería. — Organización
de las tres armas del ejército. — El comandante don Santiago
Urzua. — Muévese el ejército liácia el Nuble.
A las dos ¡ medía de ia tarde del 21 de setiembre de I8d1,
emprendió su marcha ai sud, desde la capital, el jeneral Búl-
nes, nombrado jefe del ejército de operaciones que iba a
organizarse en Talca, o, mas probablemente, en Chillan (como
se creia en esos momentos) contra los rebeldes de Concepción.
Acompañábale, ¡en una esteosa fila de carruajes de posta,
loda la plana mayor que liabia nombrado en la capital en
las cuarenta ¡ ocho horas anteriores (1). En la madrugada
(1) «En la noche del 19, dice el secretario del jeneral Búlnes
don Antonio Garcia Reyes, en su interesante diario de campaña
citado en la advertencia del volumen anterior, se recorrieron los
diversos medios de acción que podian emplearse, i se pulsearon
los elementos de que el gobierno podia disponer. Después de
echar miradas en grande por este orden sobre el asunto grave que
Tenia a complicar la situación de ia República, los miembros del
gobierno i nosotros nos retiramos, dándonos cita para el siguiente
dia temprano. » I en seguida añade, aludiendo a ios preparativos
hechos durante todo el dia 20. «Fu(* grande la actividad que
desplegó el jeneral durante todo el dia para disponer lo conve-
niente a su marcha. Todo a su alrrededor estaba en movimiento,
i atendía simullúneamente a la organización del ejército, supro-
Tision de armamento, municiones, la correspondencia, lat com-
binación de planes, de operaciones militares i diversas providen-
cias en el orden poh'tico.»
En el apéndice de documentos, bajo el nú.m. 1, damos publici-
dad ai notable documento del que copiamos estas palabras. El
UK I.A ADMINISTRACIÓN MONTT. 27
do aquel mismo ilííi, lKi!)íaiisc puesto lambion cu marcha 50
Granaderos a cabalio, al mando del comandante don José
Tomas Yávar, con el ohjolo do servir do escolta a los
viajeros.
II.
Detúvose el jeneral en jefe, la nocbe de su partida, en la
hacienda de Nos, a orillas del iMaipo. Hizo llamar aquí al
comandante Silva Chaves que reorganizaba el batallón Cha-
cabuco en San Bernardo i le dio orden de dirijirse a San
Fernando para completar la recluta de su cuerpo. Con un
objeto análogo, hizo adelantarse hasta Curicó al ¡nlelijente
oficial don Caupolican de la Plaza para que prestase ayuda
al comandante Yañes en el enganche i equipo del escuadrón
de Lanceros, que este debia levantar en aquel punto.
La segunda jornada del jeneral Búlnes le condujo solo hasta
Rancagua ¡ la del siguiente dia, hasta San Fernando. Pocas
leguas antes de llegar a esta villa, la mas triste i la mas
atrasada de la República, en atención a sus recursos, reci-
diario del señor García Reyes, con la escepcion de uno o dos pasa-
jes, es una pieza digna de iu historia, por la templanza de su estilo,
la claridad de su juicio i el espíritu a todas luces imparcial con
que ha dictado sus impreáiones. Es lástima que no esté del todo
completo, pues solo lo siguió hasta el dia en que el ejército del
gobierno se puso en marcha sobre el Nuble, a principios de no-
viembre. Esta deficiencia está, sin embargo, completamente
salvada con el estenso parte de las operaciones de aquel ejército
que presentó el jeneral Búlnes al gobierno en enero de 1852 i
que fué redactado por García Reyes, con su característico estilo
brillante i a veces pomposo en demasía. E>te último documentóse
publicó en la Memoria de la Guerra de 1852 i comienza precisa-
mente en la época en que termina el diario de García Reyes que
publicamos.
28 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
bió en e! porlczuolo de Pelequen las primeras noticias que
pintaban de una manera alarmante el movimiento del sud.
El intendente revolucionario Vicuña le escribía de potencia a
potencia, como hemos referido ya, invocando su gloria i sus
servicios para salvar el país, anulando la írrita elección del
presidente' Monlt i convocando al pueblo a comicios cons-
tituyentes.
En el cuarto día de viaje (24 de setiembre), alojóse el je-
neral en Curicó; i confirmada ya en este punto, por comu-
nicaciones oficiales, la gravedad de los acontecimientos que
tenían lugar ultra-Maule (una de cuyas consecuencias mas
alarmantes era la retirada de Chillan del coronel García i el
abandono de las líneas del Ilata i del Nuble), escribió al go-
bierno de la capital, exijiendo que se demorase el envío de la
espedicion organizada en Valparaíso i que de un momento a
otro debía embarcarse para el norte. Acelerando entonces
^ su marcha, llegó a Talca en la tarde del día 25, habiendo
recibido en Camarico, a poca distancia de aquella ciudad,
nuevas evidentes que atribulan a la revolución del sud un
carácter formidable (1).
(1) «Estas ocurrencias, dice García Reyes en su diario, con re-
lación a las noticias recibidas en Camarico, eran de siniestro
agüero. La provincia entera de Concepción aparecia en armas
contra el gobierno. El jeneral Cruz, cuyo nombre no habia figu-
rado hasta entonces en ia lista revolucionaria, se habia quitado
la máscara, escribiendo a Venegas para que se adhiriese al mo-
vimiento, según lo comunicaba reservadamente el intendente del
Nuble. Sobretodo, el abandono de Chillan i el retiro de la división
que la guarnecía debían producir un efecto moral de mucha tras*
cendencia a los pueblos. Bajo la iníluencia de estas impresiones,
añade en seguida, llegamos a Talca, a cuyas puertas salieron a
recibirnos el intendente don Pedro Nolasco Cruzat i el coronel
Letelier. »
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 29
III.
El aspecto do las poblaciones quo el joneral en jefe había
recorrido en su Iránsilo ofrecía el fuerlo contrasto do las
pasiones que dividían los ánimos en aquella época escepcional
de tan violento enardecimiento político, como ni antes ni mas
lárdese viera jamas igual entre nosotros. Recibióle, en efecto,
eí pueblo do Cancagua con arcos triunfales ; el de Rengo con
una lucida cabalcata, a cuya cabeza venia el gobernador don
Antonio Lavin, i por último, el de Curicó con un improvisado
baile. Pero en Molina i en Talca, el semblante de los vecinos
habla tenido para los viajeros harto distinto ceño. «Nos pusi-
mos en marcha, dice el secretario del jencral en jefe en su
diario citado, aludiendo a la primera de estas dos últimas
poblaciones, siendo bien notoria la indiferencia i aun la des-
cortesía con que los vecinos de Molina vieron pasar al jeneral
i su comitiva» i respecto de la acojida que les hacia el mas
importante de los pueblos del sud en un sentido militar, ¡
que por tanto iba a ser el cuartel jeneral de la resistencia, el
narrador afiade solo estas palabras que pintan mas bien un
desengaño que un enfado. «Ninguna do las demostraciones
que habíamos recibido en los demás pueblos nos lisonjearon
en ésta. »
Pero aun en las poblaciones en que se había hecho mani-
festaciones oüciales de regocijo, notaba el sagaz caadillo do
la resistencia los síntomas del profundo descontento conque
era recibido por los pueblos do la República su mal apadri-
nado candidato. En Rancagua, donde comienza en Chile la
provincia, después que se han salvado las puertas de la om-
nipotente capital, no se observaba ajitacion visible de ningún
30 lllSTOlilA DE LOS DIEZ iÑOS
jéncro,^ lo que podía esplicarse por el rol que aquel pueblo
está llamado a desempeñar, como un suburbio polilico de la
capilal, i lambicn por la influencia del popular gobernador
que entonces la rejia. Era este el ciudadano don José Her-
mójenes Alamos, joven enlusiasla i lleno de prendas perso-
nales, que se había consagrado con un jeneroso ardor a la
causa de sus simpatías. Pero en Rengo, ya la opinión apa-
recía sin máscara. Los pudientes vecinos Hivas, Labarca i
Madaríaga hacían una dcsembosada oposición, ¡ casi a pre-
sencia del jeneral Búlnes, había tenido lugar en aquel pueblo
una riña entre dos individuos por diferencias políticas, saliendo
uno de ellos herido. En Curicó, los dos bandos opuestos
estaban mas caracterizados, alistándose en uno i otro las mas
influyentes familias del departamento. A la cabeza del círculo
crusista, estaban los ciudadanos don José María Labbé i
don Francisco Javier Muñoz; i era tal el encarnizamiento que
comenzaba a apoderarse ya de los espíritus, que el último
se encontraba arrestado en su casa. En el mismo San Fernan-
do, capital de la provincia de Colchagua, notóse cierta flo-
j3dad en el ánimo del intendente don Juan Nepomuceno Parga,
por lo que se hizo venir de la capital, como en calidad de
asesor político, al joven don Julián Riesco, que se había
hecho conocer en aquel pueblo por rasgos de encrjía cívica,
mientras desempeñaba la primera majislratura judicial de
la provincia, durante las elecciones de 1849. Igual medida
adoptóse en Talca, adjuntándose al intendente Cruzal, con la
comisión de comandante de armas, al coronel don Bernardo
Letelíer, hombre enérjíco i vecino relacionado en aquella
población.
El jeneral Búlnes había delegado en sus dos consejeros
interinos García Reyes i Tocornal todas las facultades que
requerían las medidas puramente políticas que era preciso
DF LA ADiMINMSTRACION MONTT. 31
acordar; ¡ asi sucedió quo eran a'iiiollos cíudadtinos, i parli-
cularmenlc el úllimo, el que en cada uno de los puoblos do
)a vía habiasc esfurzado en aplacar los espiriUis, tratando
do conciliar las pretensiones encontradas de los vecinos, a
tín de que prestasen una uniforme cooperación a los es-
fuerzos quo iba a tentar el gobierno para salvarse. En estos
pasos cnmplian los dos procónsules politicos de la revolu-
ción del sud enviados por la capital, un noble encargo del
jefo del Estado i, al mismo tiempo, obedecían a las instruccio-
nes mas inmediatas del jeneral eu jefe a cuyas órdenes ser-
vían (I). «El presidente nos hizo especial encargo a Tocor-
nal ¡ a mí, dice en efecto García Reyes en su diario, de quo
cuidásemos empeñosamente do informarnos do las necesi-
dades de los pueblos que visitáramos en la marcha i le pasá-
semos formulados los proyectos de decreto que nos pareciesen
convenientes, ofreciéndonos desde luego que serian acojídos
i ejecutados empeñosamente. También nos encargó quo re-
gularizásemos en lo posible la administración i diésemos
informe detallado de todo lo que debiera estar en su noticia,
rcqniriéndonos muí especialmente que procurásemos desar-
mar las injustas prevenciones políticas que se tenían por
algunos c inspirar confianza en las intenciones del gobierno.))
(1) He aquí como se espresa el secretario del jeneral Búlnes con
relación a los sentimientos personales de este jefe, i los suyos
propios ai hablar de los acontecimientos de la villa de Molina.
«Kl gobernador es hombre de carácter i está desencantado de las
«speranzas que algunos pon( n en los medios pacílicos i conci-
liatorios para aquietar un pueblo revolucionado. A fé, que tiene
razón! El jeneral, que no comprende este sistema i es excesiva-
mente opuesto a lodo procedimiento vigoroso i decisivo en polí-
tica, aconseja que la responsaltilidad del atentado cometido se
echase sobre pocas cabezu'í, que so llamase por bando a los pró-
fugos para que volviesen a sus hogares i labores i se desarmase
el aparato do persecución que pudiera existir.»
32 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
IV.
Los elcnienlos de guerra que había reunido en su marcha
el jeneral en jefe, no lisonjeaban, sin embargo, su ánimo,
desmintiendo la creencia jeneral de que las comarcas de la
provincia do Colchagua, cuajadas de una robusta población,
serian un inagotable depósito de brazos para la resistencia.
Sin contar el disminuido batallón Chacabuco, que quedaba
acuartelado en San Bernardo, no aparecían elementos en
todo el territorio que se estiende por mas de 60 leguas del
Cacbapoal al Maule, para formar una división demás de 500
hombres capaces de lomar el campo.
De los batallones cívicos de Rengo, San Fernando i Curicó>
apenas estaban listos 300 hombres, encontrándose en la
capital de la provincia 116 hombres del primer cuerpo, al
mando del capitán Márquez, habiendo marchado un número
igual de San Ferniindo a sofocar el alzamiento de Molina a las
órdenes del coronel Porras. En cuanto a los batallones cívicos
do Rancagua i Talca, que eran los mas fuertes, hallábase la
mayor parte del primero en Santiago desde la sublevación
del Chacabuco, i el de la última ciudad no manifestaba dis-
posición alguna para hacer servicio fuera de su propio cuar-
tel, según lo declaró al jeneral en jefe, al dia siguiente de su
llegada, el mismo comandante don Santiago Urzúa. En esto
mismo dia (26 de setiembre), se encontraban listos solo 163
infantes del batallón de Rancagua (1).
En milicias de caballería era, al contrario, abundante on
estremo el territorio comprendido entre Rancagua i Talca.
(1) Libro Miscelánea del Ministerio de la Guerra.
DE LA ADMINISTRACIÓN MOKTT. 33
I*cro os sabido quo, en nuestras guerras civiles, csla clase do
tropas, si es posible decirlo así, solo forman un cjércilo do
oslómagos que devoran las vacas asadas en los fogones del
campamcnlü. A falla de jinetes útiles, el jeneral en jefe
habia recomendado que se activara, en cuanto fuera posible,
la compra de buenos caballos, a cuyo fin so babia señalado
una tarifa que ascendía de una onza de oro a treinta pesoS
i se babia destinado para su adquisición tres mil pesos en
Rancagua, dos mil en Rengo i tres mil en Curicó.
V.
Mas, como ya dijimos en el capítulo anterior, el verdadero
núcleo del ejército del gobierno estaba en la división de
Chillan salvada por García. Comprendiólo así el jeneral en
jefe, i al dia siguiente de su llegada a Talca (26 de setiem-
bre), so ponia ya en marcha para el Longaví, con el objeto
de inspeccionar aquellas fuerzas, cuando le dio alcance un
espreso de la capital, por el que le anunciaba el gobierno (a
consecuencia de las indicaciones que aquel le habia dirijido
desde Curicó sobre la gravedad de los sucesos del sud) quo
habia dado orden de suspender el envió de la división desti-
nada a la Serena i que una buena parte de esta se dirijiria
a Constitución, al mando del coronel don Manuel García.
Regresó con este motivo el jeneral en jefe aquel mismo
dia al cuartel jeneral de Talca, para dictar las providen-
cias militares que este cambio de operaciones exíjia. Hacién-
dose cargo, de momento en momento, de cuan formidable
aspecto presentaban los acontecimientos en las tres provin-
cias sublevadas del Maule, Nuble i Concepción, i particu-
larmente, de la Araucanía, a cuyas lanzas el jeneral Búlncs
3
34 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
aparentaba Cerner mas quo a ningún otro elemento de guerra,
pidió en el acto a la capital el inmediato euvio del bata-
llón Buin i de una brigada de seis piezas de artillería. Solici-
tó ademas que so alistara ¡ se remitiera a Talca 150 mil
tiros a bala i de fogueo, 2,000 fusiles, 2,000 sables i 100
rail pesos en dinero para la comisaria, a mas de los 40 mil
con que se había dotado ésta en la capital. El jeneral en
jefe, que se veía también agoviado de atenciones, roga-
ba al gobierno con instancias despachase al ejército al mi-
nistro de la guerra don José Francisco Gana, excelente jefe
de estado mayor, cuya ausencia se hacia sentir tanto mas
vivamente cuanto que el jeneral Búlncs no tenia las cualida-
des especiales que este ramo mililar exije. Sus deseos se
habían anticipado en cierta manera, sin embargo, porque
habiendo tenido un disgusto el coronel Gana, a presencia del
presidente de la República 1 en su propio despacho, con el
ministro de justicia Lazcano, a consecuencia de la redacción
de una nota del Ministerio de la guerra que el último im-
pugnó, hizo aquel inmediatamente su renuncia. Pero púsose
término a la dificultad enviando a Gana al sud, con reten-
ción de su empleo de ministro de la guerra, i aunque en
realidad no se hizo oficialmente cargo del estado mayor del
ejército del gobierno, cuya comisión desempeñaba el jeneral
Rondizzooi, prestó, desde su llegada a Talca, a principios de
octubre, eficaces servicios a la organización del ejército.
VI.
Acordadas estas medidas el mismo dia 26, el jeneral en
jefe se puso en marcha con dirección al Longavi en la ma-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 00
ftana siguicnlc. Penosas impresiones trabajaban el ánimo
del caudillo do la resistencia al acercarse a la vanguardia
do su ejército, que, en realidad, no exislia todavía sino en
decretos. La revolución so presentaba ahora en toda su pu-
janza. Circulaban en o! campamento de Longavi Jas ardorosas
proclamas que el jcneral Cruz dirijia al ejército, i la impre-
sión que producia en los espíritus se tiacia visible en un
desaliento jcneral. La deserción disminuía por momentos las
fuerzas de vanguardia, i en un solo dia (2 de octubre), en-
contrándose el jeneral Bíilnes en el sitio, so hablan marchado
al sud sesenta soldados del batallón cívico de Chillan. Sabía-
se, al mismo tiempo, que el coronel Urrutia estaba próximo
a apoderarse de la capital del Maule, abandonada por el
intendente Necochca, que no contaba con fuerzas suficientes
para defenderla. Por otra parte, el gobernador de Quirihüe
don Manuel Tomas Martínez, antiguo jefe del ejército, se
habia defeccionado, entregando a la revolución aquella im-
portante posición que cierra sobro el Itata las cadenas bajas
del litoral, en cuyo riñon está situado Cauquenes. Diversas
montoneras mandadas por un Martínez de Lara, un Fuentes
i otros, recorrían ademas aquel territorio, habiéndose hecho
completamente dueñas de la populosa costa de Chanco, i lo
que es mas, amagaban de cerca a Constitución, cuyo puerto
importantísimo en aquellas circunstancias, habia sido ¡ra-
prudentemenle desguarnecido por el oficial de marina don
Leoncio Scñoret, gobernador de aquella plaza. Habíase di-
rijído este jefe, al parecer sin órdenes, con mas de cien
infantes, hacia Cauquenes, de donde le fué forzoso retrocede,,
a toda prisa. Temía, en consecuencia, el jeneral en jefe, con
sobrada razón, que los revolucionarios del sud se apoderasen
de esta posición, medíanlo la superioridad que les daba en
la mar la posesión del vapor Arauco; i cierlamenle, que si
36 HISTORIA DÉ LOS DIEZ AÑOS
se hubiera acometido por aquellos tan acertada i fácil em-
presa, la ruina del gobierno habríase hecho inminente. La
movilidad, tan indispensable a las revoluciones populares
i que al principio se habia malogrado con la pérdida de ios
Cazadores, alcanzábase así con mas ventajas por la mar.
Puesta la vanguardia del ejército Penquisto en Conslilucion,
la linea de operaciones del jeneral Búlnes quedaba en el
acto desbaratada, i lo que era mas grave, colocábase aquella
en actitud de apoderarse de todos los refuerzos que en aquella
dirección fuesen enviados de Valparaíso i aun del propio
vapor Cazador, en que aquellos debían venir.
La situación de los defensores del gobierno hacíase pues
mas crítica cada hora que pasaba. «El fuego de la revolución,
decía García Ueyes en su diario, sin disputa habia lomado
pábulo, i los ánimos de las poblaciones estaban alarmados i
constreñidos por ella. Nuestras operaciones no encontraban
cooperación i ayuda espontánea, ni aun mediana con ausilio
del dinero: lo probaba la escasez irremediable de noticias (1).
Todo esto, añadía, sin embargo, no era obra de odiosidad
sino de la actitud de la revolución i de la debilidad de los
(1) Es un hecho singular el que solo por el juez Jde letras de
Concepción don Rafael Sotomayor, dejado en libertad por el jeneral
Cruz, se supiese en Talca, después cerca de un raes, los pri-
meros pormenores del movimiento de Concepción. Aquel fun-
cionario se habia embarcado en Talcahuano en el buque de vela
Marsy i tan pronto como llegó a la capital (el 3 o 6 de octubre),
se le comisionó para que fuese a dar cuenta de las noticias que
traia al jeneral Búlnes. Llegó, en consecuencia, a Talca el 9 de
octubre; pero era tal el aislamiento en que los partidarios del pre-
sidente Montt habían vivido en Concepción, que aun ignoraban
algunos de los hechos mas públicos que hablan tenido lugar en
derredor suyo. Sotomayor, por ejemplo, contaba que el jeneral
Baqucdano habia ido a Talcahuano a hacerla revolución, la noche
del 13 de setiembr»?, cuando es sabido que él permaneció en Con-
cepción, siendo Alemparto el que dirijió aquel movimiento^
DE LA ADMINISTRACrON MONTT. 37
medios con que se sostenía la causa del gobierno. Las cosas
cambiarían do aspecto tan pronto como bubíoso un cuerpo
do tropa suíiciento a disposición del jencral para emprender
sobre el enemigo. Entonces el cuartel jeneral so adelantaría
a Chillan, se estrecharía el teatro en quo obra el enemigo ¡
so procuraría sofocar, antes que terminar con sangre, la re-
volución.»
VIL
flízose pues preciso abandonar la línea del Longaví, que
era ya la tercera posición perdida por el ejército del go-
bierno. El día 3 de octubre dispuso el mismo jeneral en jefe
que el coronel García moviese su campo hacia el valle de
Longomilla, cuyo rio cubriría el flanco derecbo del ejército,
que no tenia este reparo en el Longavi, i ponía también
atajo a la deserción que diezmaba aquellas fuerzas. El día
cualro quedó pues establecido el campo en la hacienda de
Chocoa, a dos leguas del Maule, operación que por sí sola
indicaba la flaqueza de los elementos de resistencia que el
gobierno podía oponer en aquellos momentos a la revolución.
Ese mismo día escribía, en efecto, el secretario del jeneral
en jefe a sus amigos de la capital, que juzgábase ya difícil
en el cuartel jeneral organizar la resistencia en la ribera
sud del Maule, ¡ tal era la triste realidad de las cosas
en aquellos momentos (1). Mas, quien hubiera podido ima-
(1) «Se hablaba (en las comunicaciones al gobierno de la capi-
tal) en la intelijencia de que el enemigo emprendía su marcha
hacia las orillas del Maulo, sin que nos diera tiempo talvezpara
organizaren la ribera sud de este rio las fuerzas con que debía-
mos resistirles. Se díú orden al Chacabuco para que se pusiese en
marcha.» Diario de García Beijes.
38 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
jinarse qiieSa tardanza de los jefes de la revolución, a quienes
curaplia poner la mas eslraordinaria presteza en sus noovi-
niienlos, hubiera de dar lugar, no solo a que el ejército del
í^obierno conservase sus posiciones do ultra-Maule, sino que
después del trascurso de mes i medio cumplidos recobrase
otra vez las líneas del Nuble?
I sucedió, sin embargo!
VIII.
Pasado, en verdad, el primero i mas terrible embale del
conlajioso movimiento popular que habia prendido en el sud
i dejados los jefes de la resistencia en holganza para hacer
sus preparativos, cambióse, irremediablemente, en pocos dias,
el aspecto de las cosas, i antes de tres semanas, encontrábase
listo, como por encanto, en la marjen izquierda del Maule, un
lucido ejército, para abrir la campaña sobre los rebeldes de
Concepción.
El 9 de octubre hablan llegado, en efecto, al cuartel jone-
ral de Talca i al campamento de Longomilla, a la vez, los pri-
meros refuerzos de tropa veterana que iban a convertir en
un verdadero ejército de operaciones la división de vanguar-
dia. El coronel García, que había desembarcado en Constitu-
ción el día 5, con la mitad del batallón Buin, conducido desde
Valparaíso por el Cazador, se incorporó a la división del
sud en Chocoa, i el comandanle don Erasmo Escala lomó
cuarteles al mismo tiempo en Talca con una brigada de arti-
llería compuesta de 4 obuses i 4 piezas de batalla. Conducía
ademas esto acreditado jefe considerables pertrechos ¡ 50
mil posos en dinero.
Al dia siguiente, 10 de octubre, desfiló por las calles de
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 30
Talca, no sin cierto mal ceño que alarmó a los adidos a
la causa del gobierno, el balalion Chacabuco quo conducia
Silva Chaves (1 ), i qnc completado en San Fernando, liabia,
salido de esta villa, con dirección al sud, el 7 de octubre.
El II so movió desde Talca, hacia el campamento de Chocoa,
el balalion Colchagua, compuesto de las compañias do Rengo
i San Fernando, de que ya hemos hecho mención. El 14 lle-
garon lo,s Lanceros organizados por Yañes en Curicó i el 1G
se dirijió toda la fuerza acantonada en Talca hacia Longomi-
lla. Este mismo dia,se trasladó a Chocoa el cuartel ¡eneral
del ejercito de operaciones.
Presájios venturosos rodearon desde aquel momento al
ejército que en aquel mismo sitio iba a sellar el triunfo, sino
de sus armas, al menos de su disciplina. Al siguiente dia de
su llegada, las bandas de música do los cuerpos i el estam-
pido del canon anunciaban a los soldados quo sus camaradas
del norte hablan desecho en Petorca las huestes de la revo-
(1) «El aspecto jeneral del batallón, dice García Reyes en sn
diario, el jesto i semblante de los soldados, al desfilar al frcnle
del jeneral en su marcha de camino, desagradó a todos los cir-
cunstantes. Pocos momentos después, se recibieron informes fide-
dignos que corroboraban la notica que se tenia del mal estado de
este cuerpo. Desde su venida de Santiago, babia esparcido voces
alarmantes sobre su fidelidad, anunciando que tan pronto como
recibiese municiones se sublevaria.» Apesar de las manifestacio-
nes de seguridad que hacia el comandante del cuerpo i de haber-
se dado a éste dos meses de paga, la desconfianza no se calmó,
i aun dijese que una noche, el cuartel en que aquel estaba alojado
en Talca fué rodeado por tropas, pues se suponía en rebelión a
los soldados. El descontento de la tropa parecía, sin embargo,
indudable, pues pocos dias mas tarde (12 de octubre], se espulsó
del cuerpo a un sarjento Verdugo, después de una horrorosa vapu-
lación, por haber proferido palabras de simpatía en favor del je-
neral Cruz. Poco después, se rebajó a soldados rasos cuatro cla-
ses del mismo batallón en el campamento de Chocoa.
40 niSTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
lucion (l).'Ties días después (20 de octubre), se présenlo
enChocoa el lucido balallon Talca; i estando ya completo el
ejército en sus tres armaí?, resolvióse el jeneral en jefe a
abrir la campana.
ÍX.
Quiso, con este objeto, hacer una revista preparatoria de
sus fuerzas, i en consecuencia, el 21 de octubre, al mes cabal
de su salida de Santiago, ordenó que todos los cuerpos for-
masen de parada. «La línea estaba arreglada, dice un testigo
presencial (2), como en el campo de batalla. Las cora-
pañias de cazadores del Buin i del Yungay hicieron ejercicio
de guerrilla en las dos alas de la linea con cartuchos de fo-
gueo. La infanleria era mandada por el coronel don Manuel
íiarcia i la caballería por el coronel don Ignacio. Después de
varias evoluciones con fuego, se les díó descanso, i un grito
(1) El jeneral Búlnes hizo circular en consideración de esta
noticia la siguiente proclama, que copiamos del diario del coman-
te Silva Chaves.
«Las fuerzas del orden acaban de confundir a los rebeldes de|
Norte en las ccrcanias de Petorca.
• Soldados, esta victoria es el preludio de la que vais a obtener
sobre los revolucionarios del sur. Vuestros compañeros de armas
■volverán victoriosos a unirse a vosotros en esta empresa de gloria-
Vosotros acreditareis sin duda que sois (an biavos como ellos.
Un esfuerzo mas, i la Patria afianzará para siempre sus institu-
ciones i su prosperidad.
Búlnes.»
(2) Don Santiago Lemus, oGcial de la secretaria del jeneral Búl-
nes en carta a su padre, fecha 24 de octubre, que orijinal tene-
mos a la vista.
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 41
unánímo resonó en elcam()oiIc Viva eljeneral Búlnes! Viva
el urden!)) (1 ).
X.
Aquella revista puso de manüieslo, sin embargo, un nota-
ble vacio que se observaba por los jefes ¡uleüjentes en la orga-
nización del ejército. La infanloria era exelenle i numerosa,
pero la caballeria no guardaba proporción alguna en su nú-
mero con relación a aquella tropa, pues solo se contaban 180
Cazadores a caballos i los 30 Granaderos que servían de es-
colta al jencral en jefe. La arlilleria estaba aun en un pié
(1) Con motivo do esta revista, el jeneral Búlnes dirijió a su
ejército la siguiente proclama que tomamos de la Civilización del
30 de ocluhre.
n Soldados — La revista jeneral de ayer me ha dejado lleno de
satisfacción. Los cuerpos de las diversas armas han mostrado una
instrucción militar que les hace honor. Yo he presenciado el en-
tusiasmo que les inspira la causa que están llamados a sostener,
i estoi orgulloso de hallarme a Ja cabeza de soldados tan hábiles
i tan patriotas.
«Doi las gracias, a nombre del Gobierno, a los jefes i oHciales
que han sabido cumplir tun bien con sus deberes i preparar ea
tan breve tiempo los cuerpos que se han puesto a sus órdenes.
<í Soldados: — Peleamos bajo la bandera de la República; de-
fendemos las autoridades lejítimas que ella se ha dado; vamos
a combatir la anarquía que amenaza consumir en un inslante Jos
bienes inmensos que una paz bienliechora de 20 años liaLia pro-
porcionado a nuestro país. El Cielo ha de bendecir Jos esfuerzos
de los que sostienen tan bella causa.
«En pocos dias mas,' marcharemos sobre el enemigo. Llevad
desde luego la conciencia de que obtendréis sobre él, como valien-
tes, una espléndida victoria.
Vuestro jeneral
Manuel Búlnes,)»
6
42 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
mas desvcnlajoso, pues solo exislían 30 ailüleros vcleranos
para manejar ocho piezas de calibre.
Conferenció el jeneral Búlncs aquella misma larde con el
coronel Gana, que era su consejero mas íntimo i mas eficaz
en asuntos de eslratejia, sobre los medios de obviar aquellos
males, í determinóse, en el acto mismo, que el último se dirí-
jiera a la capital aceleradamente a solicitar los auxilios ne-
cesarios. El coronel Gana llenó su comisión con una presteza
tan admirable, que habiendo salido el 22 de Chocoa, estuvo
do vuelta el 28, permaneciendo de incógnito solo una noche
en la Moneda. En su Iránsilo por los pueblos de Colchagua,
movilizó varios destacamentos de caballeria, a fuerza de rue-
gos, i en Santiago obtuvo del asustadizo gobierno, ya un
tanto tranquilizado con la victoria dePelorca, que se despren-
diese del escuadrón de Granaderos a caballo que servia de
escolta al Presidente i de los pocos artilleros que aun queda-
ban i que componían en aquellos días la única guarnición
veterana de la capital.
Estas fuerzas, habiéndose puesto en marcha el dia 23 do
octubre, llegaron a Chocoa el dia 29, ¡ casi al mismo tiempo
(30 de octubre), se incorporaba al ejército la otra mitad de!
batallón Buin, que se habia batido en Petorca al mando del
mayor Peñailillo, i que el Cazador habia desembarcado en
Constitución el dia 24.
El ejército de operaciones estaba completo i en número
que pasaba de 3,000 hombres. Faltaba solo darle una tijera
organización en la distribución do sus jefes ¡ oficialidad para
ponerlo en estado de abrir en el acto la campaña.
DE LA ADMINISTIIACION MONTT. 43
Xf.
Formóse, en consecuencia, el plan de organización que so
adoptó i para dar a la infanlcria do linea un solo cenlro, un
rejiraienlo conipuoslo do los batallones Buin ¡ Chacabuco^
bajo la denominación de! primero do estos cuerpos, confián-
dose su mando al coronel don Manuel Garcia. Mandaban el 2."
batallón el comandante Silva Chaves i el valiente oficial don
Basilio Urrulia, en calidad de mayor, teniendo este mismo
puesto en el primero el bizarro i malogrado Peñailillo. Cons-
taba este rejiraiento veterano de 070 plazas i el objeto
principal que se habia tenido al organizarlo en esta forma,
era oponerlo al rcjimienlo Carampangue que se sabia a la
sazón habia formado el jeneral Cruz en los Anjeles.
Entregóse el mando del Chillan de línea, compuesto do las
compañías de infantería cívica de San Carlos, Parra! i Linares,
sobre la base de la compañía de cazadores del Yiingai, al
joven capitán que mandaba éstas, don José Campos, quien, a
semejanza de Peñailillo, debía morir en el puesto del honor,
alentando a sus soldados. Los tres batallones de infantería
cívica tenían también jefes acreditados. El Chillan, al co-
mandante don José María del Canto, que había reemplazado
al octojcnario Lantaño, el Colchagua, al esforzado coman-
dante don Juan Torres, retirado hacia pocos meses de la
asamblea de Aconcagua por sospechas de desafección al
bando Montlisla, i por último, el Talca, a don Santiago Urzúa,
joven tan distinguido por su carácter como por su civismo (1),
(1) Don Santiago Urzúa era natural de Talca i pertenecía a
una familia de rango i acaudalada. Habíase hecho conocer como
un jí'iven sdrio i moderado, ¡ desde sus primeros anos se habia
44 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
i a quien 'se había agregado en calidad do sárjenlo mayor
al bizarro oficial de estado mayor don Caupolican do la
Plaza.
Componíase de esla suerlc la infantería del ejércilo del
gobierno do seis batallones que formaban una fuerza de 1814
hombres, de los qué, algo menos de la mitad eran veteranos.
Púsose esta arma, que constituía por mucho la superioridad
del ejército de operaciones, bajo las órdenes del coronel don
Manuel García.
La caballería tenia una composición análoga. Constaba de
500 soldados do linea i 7o0 de milicias, formando un total
do 1250; pero, como es sabido, solo podia contarse como
fuerza eficaz con los escuadrones de tropas regladas. De
éstas, los Cazadores a caballo, que tenia 200 plazas i eran el
cuerpo favorito del ejército, estaban mandados por el coman-
dante Venegas, que había recibido (10 de octubre) la efec-
tividad de su grado de teniente coronel, en premio de su
supuesta fidelidad al gobierno. Mandaba ios Granaderos (182
consagrado a la carrera del comercio, sirviendo en la casa de un
respetable pariente, el señor don José María Silva Cienfuegos. El
estudio de los idiomas había sido su ocupación predilecta i poseía
notablemente el ingles, lengua a que era sumamente aficionado,
acaso porque había en su carácter í aun en su organización
física muchos rasgos de la raza sajona. Era retraído, por carácter,
de los asuntos políticos, pero la amistad que profesaba a don An-
tonio Varas, su amigo desde el colejio, le hizo tomar una parte
activa en la revolución, sacrificando su reposo, su fortuna í acaso
muchas de sus mas íntimas simpatías. Solo a su prestijio entre
los cívicos de Talca ¡ a la jenerosídad con que les obsequiaba,
debióse el que este cuerpo se prestase a tomar parte en la cam-
pana. Por lo demás, es sabido que la batalla de Longomilla
tuvo lugar en su propia hacienda de Reyes, cuyas casas fueron
destrozadas por el plomo ¡ el fuego, ürzua obtuvo una jenerosa
indemuizacion por estos perjuicios, i murió poco después (en
18o2) de una manera repentina, en los baños de Colína.
DE LA ADMINISTRACIÓN MÜNTT. 45
plazas), el comanda lUo clon José Tomas Yavar i los Lanceros
oí teníanlo coronel don José Antonio Yaíios.
Las milicias estaban divididas en ocho escuadrones, do los
que tres formaban el rcjimienlo de Caupolican, compuesto do
los huasos de «la huasa Colchagua» i los otros tenian el
nombre de sus respectivas localidades, a saber: Laja (CO
plazas) comandante Aguilera ; Chillan (104 plazas) coman-
dante Briseño; fíancagiia (102 plazas) comandante Meló; i
por último, los escuadrones de Linares i Curicó que Icnian
84 jinetes el primero i 126 el segundo.
Todas las fuerzas de caballería se pusieron bajo la direc-
ción del coronel de aquella arma don José Ignacio García.
La artillería, por último, constaba de 9 piezas con 100 arti-
lleros, escasa dotación, en verdad, pero cuya deficiencia su-
plían en gran manera el celo, el entusiasmo, i sobre todo, el
probado denuedo de su joven comandante donErasmo Escala.
Estaba dividida la brigada en dos balerías compuestas de cua-
tro obuses, cuatro piezas de batalla i un pequeño cañón de
montaña que los soldados habían bautizado con el nombre
do el zorrito.
£1 total del ejército con que el jeneral Búlnes iba a abrir
la campaña se componía, según eslos detalles auténticos, do
3,345 hombres (comprendiendo 26 jefes i 133 oficiales) dis-
tribuidos en 6 batallones de infantería, 13 escuadrones de
caballería i una brigada de artillería. Su equipo, en vestua-
rio, armamento, municiones, hospitales, maestranza, comi-
saría ¡ demás ramos de guerra era completo i lo animaba
ademas un sincero entusiasmo por la causa que defendía (I).
(1) Véase en el documento iiúm. 2 el estado jeneral de las fuer-
zas del ejército del gubierno, quo tomamos de la Memoria del
Ministerio de la Guerra de 1852.
4G HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
XII.
Organizado, pues, de esta manera, el ejército de operacio-
nes i resuello el jencral Búlnes a aprovechar lodas las ven-
tajas de la ofensiva, levantó su campo de Clíocoa el 2 do
noviembre, disponiendo la marcha al Nuble en tres divisiones
sucesivas.
Componíase la división de vanguardia de la caballería ve-
terana mandada por el coronel don José Ignacio García, la
del centro de una gran parto do la infantería, bajo las órde-
nes del coronel jefe del rejimiento Buin, i la de retaguardia,
de algunos cuerpos de infantería i escuadrones de milicia que
custodiaban el parque, provisiones i bagajes. Iba al cargo de
la última el coronel don Manuel Riquelme.
El jeneral en jefe se puso también en marcha el mismo
dia3 (1), dejando órdenes para que se enviase por mar un
(t) He aquí la única nota en que el jeneral Búlnes dá cuenta
al Ministro de la guerra de este movimiento. Está copiada del
orijinal existente en el Ministerio de la guerra.
Cuartel jeneral del ejkrcito de
operaciones sobre el sur.
Núm. 97.
Longoiiiilla, noviembre 3 de 1851.
«Ayer ha comenzado a moverse este campo para aproximarse
al enemigo, i hoi ha desocupado completamente su alojamiento
para ponerse en marcha. El cuartel jeneral se moverá también
hoi mismo.
«Lo digo a U. S. para que se sirva ponerlo en conocimiento
de S. E. el Presidente de la lliípública í anunciarle que tan pron-
to como arribe a las inmediaciones del Nuble, le trasmitiré un
informe exacto del ejército i de los accidentes que ocurran en
la campaña.
Dios guarde a U. S.
Manuel Búlnes.»
Al scñui Miuistio de la Guerra,
1)K LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 47
ausilio (lo tropas ¡ armas al mayor Zúniga. Suponía el joncral
Búlnos ocupado a aquel en sublevar la Araucanía, a rclaguar-
ília del joncral Cruz, i so ¡inajinaba que iba a cojcrlc, como
dico la csprcsion vulgar de nucslra milicia, cnlrc dos fuegos.
XÍIl.
Es pues ya tiempo de volverla visla hacia los acontecimien-
tos que lenian lugar al sur del Nuble, ¡ que liemos dejado
suspensos en el penúltimo capítulo del volumen anterior con
la llegada del jeneral Cruza Concepción, que ponía término
a los aprestos e incertidumbres de la revolución, para iniciar
el período do la organización militar ¡ de la guerra civil.
CAPITULO III.
APRESTOS MILITARES DE LA REVOLUCIÓN.
Decrétase en Concepción la formación de dos batallones de infan-
tería i un escuadrón lijero, antes de ia llegada del jeneral Cruz-
— Aprestos militares en las fronteras.— Eusebio Ruiz. — Su ca-
rrera de soldado, su carácter i sus operaciones tan luego como
estalla la revolución. — El comandante don Manuel Zañartu.
—Sus servicios i su rol revolucionario en 1851. — Su diario de
campaña i carta que escribe al autor en 1856. — Su conducta
en presencia de la revolución i esfuerzos que hace para sofo-
carla. — Carácter de este jefe. — El comandante Lara ocupa a
Qulrihue i se reúne al coronel Urrutia en las cierras del Nin-
hüe. — Desacertado envió del vapor Arauco, conduciendo a la
comisión déla Serena al puerto de Coquimbo, i salutación qno
ésta dirijió al pueblo de Con.;c'pcion. — Combate del Arauco i
del Meteoro en la boca de la Qairiquina. — Progresos de la in-
surrección hasta fines del mes de setiembre»— Enfermedad del
jeueral Cruz.
Dejábamos, al finalizar el penúltimo capitulo del volumen
que precedo, a la revolución del sud fatalmente paralizada
7
50 histouta de los diez akos
en sus aprestos militares por la penosa enfermedad que ago-
viaba al jeneral Cruz. Yacia este en su lecho, esforzándose
por encontrar en los alientos de su espíritu las fuerzas que
fallaban a su naturaleza desfallecida. Nunca sobrevino un
contratiempo mas grave i mas fuera de tiempo a una em-
presa destinada a sostenerse ¡ a triunfar solo por el entu-
siasmo i la dilijencia de sus defensores. La revolución habia
podido tener lugar sin la presencia del jeneral Cruz, porque
aquella era solo la forma moral de la ajilacion que sacudia
a la república. Pero la organización militar no podia llevarse
a cabo en ninguno de sus detalles sin su cooperación inme-
diata i sin el prestijio que comunica a ledas las voluntades
la presencia del que las dirijo hacia un fin determinado.
II.
El comandante de armas Baquedano, el intendente Vicuña
i don José Antonio Alemparte que tenia particularmente a
su cargo el departamento de Talcahuano i la organización de
la marina revolucionaria, hablan tomado, sin embargo, me-
didas militares de importancia desde el momento en que
estalló la insurrección, i muchos dias antes de contarse con
la decidida adhesión del jeneral Cruz al movimiento. El dia
1 5, en efecto, 48 horas después de dado el grito de rebe-
lión, se habia mandado levantar un batallón de línea en
Concepción, comisionándose al ayudante de la intendencia
don José Antonio González para el enganche de ios volunta-
rios. Al siguiente dia 16, se acuarteló el batallón cívico de Con-
cepion i se puso bajo. un pié de guerra con el nombre de
Batallón cívico nim. I, que fué después cambiado por el de
DE LA AD.MIMSIIIACION Mü.MT. Si
(itiiu, en memoria de la vicloria que, en la porlada de eslo
nombre, alcanzó en Lima el ejércilo chileno en 1838.
Empeñados los jefes del movimiento en adelantar su ¡n-
llucncia i sus armas hacia el norte, determinaron también
alistar con toda presteza un escuadrón de caballería com-
puesto en su mayor parte de veteranos retirados, a fin de
reemplazar de esta manera, en cuanto fuese posible, la fu-
nesta ausencia de los Cazadores. El 18 de setiembre se
comisionó a don Francisco Prado Aldunale para que orga-
nizara esta tropa a la lijera, elijiendo del batallón civico
los hombres que fuesen mas aparentes para aquel servicio,
i ordenóse al mismo tiempo, con fecha 21 de setiembre, quo
se comprasen 500 caballos, distribuyéndolos proporcional-
mente en los cinco departamentos de la provincia. El dia 23
estaba ya listo, bien montado i armado de carabina í sable,
(pues de esta última arma se habia encontrado un repuesta
de mas de 200 completamente nuevos i un gran número de
corazas en el almacén del cuartel militar de Concepción)
un escuadrón lijcro. Púsose éste a las órdenes del valeroso
joven don Ramón Lara, antiguo .oficial del batallón Aconca-
gua que habia hecho con lucimiento la campaña del Perú
en 1839, i que se encontraba asilado en Concepción, perse-
guido por la asonada que habia acaudillado en San Felipe el
5 de noviembre del año anterior. Diosele por capitanes de
compañía a don Hermójenes Urbislondo, joven entusiasta i
esforzado, que habia sido puesto en prisión i en seguida des-
terrado, a consecuencia del motín de abril, i al antiguo capi-
tán de Cazadores a caballo don José Antonio Sanhueza. agre-
gado entonces a la asamblea de Concepción. El mismo dia
23, movióse esta fuerza hacia el ítala con el objeto de apoyar
las operaciones del ambulante coronel ürrutia que no con-
laba para dominar las provincias del Nuble i del Maule
52 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
sino con tropeles do buasos armados de cliusos i malas
lanzas. El sárjenlo mayor don Benjamín Vidcia siguió a Lara
con una pequeña fuerza de infantería cívica.
líl.
Pero lodos estos aprestos no salían del recinlo de la des-
mantelada ciudad de Concepción, donde, como hemos visto,
estaba el corazón, mas no el brazo do la revolución. Era en
las fronteras donde debian reunirse las huesles guerreras que
debían llevar aquella a la capílal de la República en la punta
de sus lanzas; i así era que se miraba con cierla tibieza toda
medida que no fuese dirijida a levantar en masa aquellas
belicosas poblaciones de la raya de la Araucanía.
Dos hombres iban a presentarse, entretanto, en aquellos
parajes, como los opuestos emblemas de grandeza i mez-
quindad que debian caracterizar las campañas de la revolución
del sur. El uno era el litan de nuestras batallas, i su nombre
glorioso resonaba desde su niñez en todos los ámbitos de las
Fronteras con el raájico preslíjio de esas trompas bélicas con
que los caciques araucanos avisan a sus tribus que ha lle-
gado la hora de amarrar sus lanzas i montar sus caballos de
guerra. Llamábase Eusebío Ruíz, i a su voz, no había un solo
jínele en ambas riberas del Bíobío i del Vergara que no toma-
se la brida i empuñase el sable para correr a recibir sus
órdenes. Era el olro don Manuel Zañarlu, el comandante
del batallón Carampanguc que asumió, durante la revolución
del sur, la triste responsabilidad de todos los hechos en que
los hombres de principios i los soldados de valor rehusaron
tomar parle. Ruíz fué con Urizar el primero en desplegar
al aire la bandera de la insurrección militar en los campos
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 53
(lol sud, asi como fueron los primeros en morir sobro el
campo dül bonor. Zañarlu, al contrario, se óslenlo el mas
empeñado i egoisla enemigo de aquella rebelión, que después
de una victoria en gran manera malograda por su culpa, iba
a ahogarse en la mísera pusilanimidad de su pecho de soldado
en aquel oprobioso lauco de Purapel.
IV.
Euscbio Ruiz había víslo la luz en Nacimiento, madriguera
de leones, antes que población de pacíficos colonos, avanza-
da hacia adentro de la frontera araucana.
A los 15 años de edad, tomó las armas, alíslándose como
soldado distinguido en el cuerpo de Cazadores a caballo, quo
mandaba el coronel Freiré en 1817 i en el que servía, con la
graduación de teniente, su hermano Ventura Ruiz, otra délas
lanzas que han dado alto renombre a Nacimiento. Hallóse,
por consiguiente, en todos los encuentros que en aquel año
nos hicieron dueños de la raya del Biobio, conquistando cada
uno de los fuertes que profejen sus vados, a filo de sable.
Penetró uno de los primeros en la plaza de Nacimiento el 8
de mayo de aquel año; apoderóse en seguida de Santa Juana,
bajo las órdenes del valiente Cienfuegos, llamado vulgar-
mente el Tacho por la ronquera de su voz, i sostuvo, por últi-
mo, durante cuatro meses el sitio a que fué reducido Freiré en
el fuerte de Arauco, después de haberlo perdido Cienfuegos
junto con la vida. Cuéntase que, en uno de estos ataques, el
iuesperlo recluta de Cazadores echó el cartucho a la carabi-
na con la bala en el fondo, por lo que el tiro no partió ; re-
conviniéndolo en el acto su inmediato jefe, que era entonces
el capitán don Salvador Puga, la respuesta de Ruiz fué tirar
54 HISTORIADE LOS DIEZ AÑOS
la carabiiia'al suülo ¡ desnudür el sabio i esclamantlo: esta
es la arma de los bravos!, se arrojó en medio de las filas
oiienilgas (1).
Durante la campaña de 1818, Ruiz confirmó su valor con
su sangre. Prolejiendo la retirada del ejército, recibió una
lanzada en las llanuras do Qacchereguas, que él se hizo
pagar empero, a sus anchas, en la p'anicie do Espejo, pocos
días mas tarde. Sabido es que su cuerpo, con Freiré a la
cabeza, rompió al fin ol cuadro del Burgos en la derrota de
Maipo.
De las batallas en que el joven Ruiz peleaba como jinete,
pasó en breve a los encuentros de la mar. Embarcado con
Lord Cocbrane en 1819, encontróse en el asalto de Pisco ¡ en
el combate de la Puna, a la entrada del rio Guayaquil, donde
fué herido de bala. Un año después, volvemos a encontrarle
en el sud, recibiendo otra herida de lanza en un encuentro
{29 de diciembre de 1820], en el que su bravura dejó atóni-
tos a sus soldados i al enemigo mismo que le acosaba.
Boleado su caballo en un encuentro con las tropas de Bena-
vides en la vecindad de Chillan, rodeóle un enjambre de
indios que le asestaban sus lanzas, mientras sus compañeros
iban a rehacerse a corla distancia para emprender una nueva
carga. Defendióse Ruiz con increíble destreza, durante muchos
minutos, con su lanza, i cuando los suyos llegaron a rescatarle,
le encontraron todavía en pié, con el cuello atravesado de una
herida, única lesión que había recibido (2),
Durante todo el año de 182!, sirvió bajo las órdenes do un
oficial que era digno de mandar a tan valeroso soldado, el
(1) Noticia comunicada por el coronel don Salvador Puga a don
Pedro Félix Vicuña.
(2) Este dato nos lía sido comanicado por el señor comandante
don José Anlonjo Yañes.
l)K LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 55
capitán don Manuel lU'ilnes. A su lado, recibió dos heridas da
lanza en las vegas do ]\lulclicn, habiéndose inlcrnado hasla
las márjcnes del Caiilin, en o! corazón de la Araucania. Desdo
aquí, se adelantó hasta Valdivia con 100 cazadores i 300 in-
dios aliados, pernianociendo un año entero vagando en las
fragosidades do aquellas comarcas, que resonaban con el
terror do su nombre. Durante toda esta terrible campaúa,
estuvo interceptado por el enemigo ; i cuando se presentó de
nuevo sobre el Biobio, con su tropa destrozada por la inter-
perie i los combates, habriasele creído el jefe de una infernal
cohorte de macilentos espectros.
Antes de cerrarse la era dolos combates de la independen-
cía, Ruiz volvió a recibir el fuego de los enemigos de su pa-
tria. Unas de las últimas balas que se dispararon en las fron-
teras por los fusiles realistas, le hirió en un brazo, durante un
encuentro que sostuvo en Arauco al lado del valeroso coronel
Picarte. «Tenia fama de valiente, dice uno desús émulos do
aquella época i con mucha justicia, por su arrojo en los com-
bates» (I). Lleno de cicatrices i con la nombradla de un
bravo sin segundo, residía Eusebio Ruiz en Concepción cuando
estalló la revolución de 1vS29. En el acto, toma partido en el
bando que acaudillaba su antiguo coronel don Ramón Freiré,
i sin mas preslijio que el de su nombre, pónese a la cabeza
de una compañía de Cazadores a caballo que logró seducir
en el pueblo de Yumbel ; entra con ellos en Concepción, pone
en arresto al coronel Cruz, que mandaba aquella plaza i a
quien sorprende en su cuartel, i después de reunir conside-
rables fuerzas de milicias í algunos indios, marcha en ausílío
del coronel Viel, que sitiaba a Chillan con las tropas consti-
(1) El jeneral Baquedano— Carta privada al aotor, fecha de
Concepción, mayo 17 de 1862.
56 HISTORIA DE LOS DIEZ aSOS
tucionales.' líasenos referido que en una de las salidas que
hizo la cabalieria velerana de la plaza sitiada, compuesta de
laü húzarcs, Ruiz, montado en un soberbio caballo mulato
que había pertenecido al coronel Quintana (llamado el Moro),
la cargó con sus cazadores i en el entrevero, trajo al suelo
con su propio- sable once de sus contrarios (1).
El desastre de Lircay envolvió a Huiz, como a tantos otros
jcalessaldados de Chile, i habiendo emigrado al Perú, arras-
tró durante muchos años una exislencia errante i azarosa.
Encontrándose por acaso en Santiago diez años mas tarde, i
se lo designó oficialmente como una de las víctimas de aque-
lla inicua trama de rufianes, que se ha llamado golpe de
Estado, i que es conocido con el nombre histórico de la farsa
de Bazan i Bisama. Ruiz fué procesado con el senador Be-
navenle, el comandante do la guardia cívica Aldunate i otros
ciudadanos acusados de haber alentado contra los días del
jeneral Búlnes, a quien se quería hacer mártir, para con-
vertirle después, mediante la virtud del estado de sitio, en
presidente de la República. Absuelto en esta causa, forjada
por los palaciegos del candidato oficial, volvió a su vida
peregrina, sobrellevando con ánimo entero los contratiempos
de su mala estrella política, cuya tenue luz siguió, empero,
leal e impertérrito hasta el heroico ¡ lastimero lance que
puso fin a sus dius. Sabemos solo de los diez últimos años de
la existencia de Ruiz, que fué subdelegado de Chañar<:¡llo
en Copiapó i que habiendo acumulado con su industria i aho-
rros una pequeña fortuna, se habia retirado a vivir tranquila-
mente en su pueblo natal de Nacimiento.
(1) Don Bornardino Pradol, qae era p\\ aquella época dueño
del caballo ijue montaba Ruiz, nos ha referido este lance.
l)E LA AiniIMSTllACION MOMT.
Encontróle ahí la noticia del levantamiento de Concep-
ción, que, por cierto, no ora un misterio para él. En el acto,
montó a caballo, i dirijióso a los Anjeics para ponerse do
acuerdo con Urízar, a fin de sujetar el escuadrón de Caza-
dores que estaba en aquella plaza a las órdenes de Venegas.
?Jas, por desgracia, a su llegada, aquellos iban ya en marcha
hacia Chillan, después de haber burlado los esfuerzos de
Urizar para detenerlos. Ruiz, sin embargo, no vaciló en se-
guirlos i después de haberse puesto de acuerdo con Pradel
(que como vimos llegó a los Anjeles el mismo dia de la
partida de los Cazadores), galopó 1 i leguas hasta darles alcance
cerca de Cholvan donde se puso al habla con Venegas. Con-
testó éste a sus ardientes interpelaciones con palabras eva-
sivas solamente; i aunque algunos soldados quisieron regresar
con él, no lo consintió, a menos que no volviese todo el es-
cuadrón. Cuando regresó a los Anjeles, i dio aviso a Pradel
del mal éxito de su empeño, el jeneroso soldado se contenió
con decir — No importa! tengo catorce mil pesos que consa-
grar a la patria i no 7ios harán tanta falta los Cazadores (1).
Marchóse, en consecuencia, a los pueblos avanzados de la
frontera como Nacimiento, Santa Juana i Arauco, reunió las
milicias, elijió los soldados mas a propósito para la guerra í
dióse tanta prisa en sus aprestos que, a fines de setiembre,
tenia ya reunido un lucido rejimiento de 300 lanceros, todos
voluntarios. Enviáronse a este cuerpo todas las corazas que
existían en Concepción, por io qno se le dJó el nombre do
(1) Dato comunicado por don Bernardino P.-adcl.
58 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Dragones de la frontera. El 19 de soliemhrc se habia es-
pedido por el inlendenlc Vicuña el decreto de organización
de aquellas fuerzas, nombrando coronel del rcjimientoa Ruiz,
coraandanle al oficial veterano don Pedro Alarcon, i sár-
jenlo mayor al capitán Zapata, antiguo soldado de los Pin-
cbeiras.
VI.
Era Eusebio Ruiz en 18i]l un allélico anciano de rostro
tostado, frente descubierta, pelo completamente cano, nariz
grande i aguileña, alto, fornido, con músculos de fierro, ¡ un
semblante entre terrible 1 severo. Temíanle mas que le amaban
sus subalternos. Era incansable en los ejercicios de su profe-
sión, pues no gustaba tener ociosos a los soldados. Dábales
el ejemplo de la sobriedad en los campamentos i era de
aquellos raros jefes que cuando dan en los campos de ba-
talla la voz de acuchillar al enemigo , no dicen a sus filas
os sigo! sino seguidme! Pasaba entre sus superiores por
insubordinado, porque no reconocía fila ni oia en los com-
bates otro toque de Jos clarines que el que sonaba al degüe-
llo o a la victoria. Podía acaso tildársele de cruel, porque
sableaba sin piedad i por su propia mano ; pero si su repu-
tación de hombre se menoscaba con este juicio, su Hombra-
día de soldado queda ilesa i mas imponente todavía. Era, en
suma, Ensebio Ruiz uno de esos hombres que nacen para la
guerra, viven en ella de sus propias heridas i, al fin, en-
cuentran en un surco del campo la fosa de su gloria i de su
sacrificio. Héroe mas que soldado, león mas que hombre,
su memoria vivirá entre los chilenos mientras haya proezas
militares que contar i mientras sea preciso conservar altos
UE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. o9
cjfimplos (lo civismo lopiíhlicaiio i do Icallad iiolilica qiio
jormen la escuela do los dcronsorcs de la patria.
Vil.
Fué en lodo opuesto a Euscbio Huiz en su misión revolu-
cionaria el comandante del Carampanguc don Manuel Za-
fiarln,i si reunimos en estas pajinas sus nombres, no es, en
verdad, por hacer sombra al del último con una gran memo-
ria, sino porque el hondo contraste de sus caracteres i de
sus hechos so arranca por sí solo de los acontecimientos
que narramos. Ruiz era, en las fronteras, el brazo de la insu-
rrección. Zañarlu, al contrario, fué el espíritu tenaz de la re-
sistencia. Por lo demás, su reputación de soldado no podia
menoscabarse al ponerla en parangón con la de aquel in-
signe guerrero, porque el comandante Zañartu, a quien se
ha llamado con tanta amargura «traidor» i «cobarde», fué
en su juventud uno de los mas brillantes oficiales de nuestro
ejército, i en 1851 no se hizo nunca digno de aquellos apo-
dos, si es que la franqueza a toda prueba en la conducta de
los hombres es bastante a ponerlos a cubierto de la sospecha
de la doslealtad. La culpa única de Zañartu, en 1851, fué
el de ser un enemigo descubierto de la revolución a que él
solo por motivos personales prestó la ostensible adhesión do
sus servicios.
VIII.
Don Manuel Zañarlu i Opaso habia nacido en Concepción,
en el primer lustro del presente siglo (1804). Su familia era
00 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
oscura, piics él mismo dice, en un documento que daremos
Juego a luz, «que Icnia mas de caballero por costumbres que
de orijen», pero los brazos de su madre habían mecido en
cada uno de sus hijos un soldado. Sus hermanos don Vicente,
don Alejo i don José Maria, mas conocido con el nombre del
Pato, se habrán distinguido en la milicia, desde los primeros
años de la independencia, el primero como comandante del
Carampangue, i adquiriéndose el segundo la reputación de
un valiente en el arma de caballería.
Don Manuel habia tomado servicio, como Ensebio Ruiz, en
^8\l. Era entonces un niño de 13 años i recibió el bautis-
mo del plomo, comportándose bizarramente delante de las
trincheras de Talcahuano, en el asalto memorable del 6 de
diciembre de aquel año, en e! que recibió una herida de bala.
Fué uno de los soldados del núm. 3 de Arauco (después Ca-
rampague) que siguieron al capitán don José Maria de la
Cruz hasta escalar las palizadas del fuerte i que siendo los
primeros en la embestida, retrocedieron los últimos.
Ya antes Zañartu habia hecho su ensayo en la acción de
Curaquilla a las órdenes del temerario Catalán Molina i en
el asalto i sitio de Arauco con el bizarro Freiré, cuando
pasando a nado el batallón núm. 3, en medio del fuego ene-
migo el rio Carampangue, cambió aquel su nombre por del
si lio de &u hazaña.
Hizo, después de haberse batido en Maipo, la segunda i
tercera campaña de aquella guerra de Concepción, en la que
no se daba ni se pedia cuartel, durante 'los años de 1817,
1820 i 1821, encontrándose, como jefe de la reserva, en ¡a
batalla de las vegas de Saldias, que cerró, en las goteras de
Chillan, el cuadro de aquella era de horrores, de la que el
sangriento Benavides i el caballeresco mariscal Freiré fueron
los protagonistas.
DE LA Administración montt. 01
Terminada la guerra do la independe iicia, no volvemos a
encontrarlo sino el año do 1830, cuando habla terminado la
guerra civil. Era enlónces Zañarlu capitán del rcjiraientode
Húsares que cubría la guarnición de Santiago, i habia servido,
desde 1821, en dislinlos cuerpos i principalmente en los de
caballeria, como en los Dragones, Escolla Dircctoriai i, por
último, en el Rejiraionlo de Cazadores. Mas, en aquel año,
volvió a incorporarse a su antiguo cuerpo, de quo era jefe
su hermano don Vicente, a consecuencia de un lance que
estuvo a punto do perderle (1).
Distinguióse después Zañartu en la segunda campaña del
Perú como sárjenlo mayor del Cararapangue, i a su regreso
a Chile, recibió poco mas larde el mando de este cuerpo.
llacia muchos años que cubría los fuertes de la Frontera
con su aguerrido batallón, cuando, a principios de 1851, el
jeneral Cruz, de quien era intimo amigo desdo que habían
servido juntos en aquel cuerpo en 1817, le ordenó trasla-
darse a Arauco con una compañía de su cuerpo (la de gra-
naderos, capitán Molina), con el objeto de disciplinar el ba-
tallón cívico de aquel departamento i adelantar la delineacion
de aquel pueblo, azotado por tantas calamidades durante las
guerras fronterizas.
Encontrábase pacificaraenfe ocupado en aquel fuerte cuando
se hizo la proclamación del jeneral Cruz, i desde luego, le
(1) Filé juzgado en un consejo de guerra, en diciembre de 830,
por haber tirado un pistoletazo a uno desús subalternos, con
cuya mujer vivia en ilícitos amores. Coudenúseie por sentencia
de 15 deinayo de 1831 a una prisión de seis meses en un ca5tillo
i a la separación de su cuerpo. Presidió el consejo el jeneral don
Manuel Blanco Encalada i fueron vocales los oficiales Ansíela,
Lattapiat, don Pablo Silva, don Nicolás Maruri i los coroneles
López i Obejero. El procesóse encuentra archivado en la coman-
daucia de armas de esta capital.
62 HISTORIA DE LOS DIEZ aSOS
prestó, ea su carácter de ciudadano i como amigo, su mas
empeñosa adhesión. No por esto creía comprometer su res-
ponsabiüdad como jefe militar;! al contrario, sucedió quo
cuando llegaron hasta su retiro las voces de que el Caram-
pangue apo varia en caso necesario la rebelión armada, es-
cribió a un amigo suyo, prohombre del bando Monltisla en
Concepción, haciéndole las mas sinceras protestas de su ad-
hesión a la autoridad (1).
Vino después a Concepción, nombrado elector por el de-
partamento de Lautaro, i dio su voto al jeneral Cruz, habiendo
tenido antes la delicadeza de ofrecer la renuncia del mando
de su cuerpo al intendente Viel, para alejar asi toda sospe-
cha de connivencia en los planes revolucionarios que entonces
se susurraban (julio de 1SB1) en Concepción. Es escusado
decir que aquella no le fué admitida i con justicia, porque no
habia quizá entonces en todo el ejército un solo oíicial que
estuviese mas distante de pensar en adherirse a una revo-
lución armada, que el comandante del Carampangue.
Sabíase solo que Zañarlu, abominando de corazón las re-
vueltas, profesaba al jeneral Cruz tal amistad ¡ tan profundo
respeto que no sabría negarle ni aun el mas arduo sacrificio,
i bajo este presentimiento, contábase con su cooperación
personal, bien que a esta no se atribuyera gran importancia,
desde que se disponia del Carampangue por medio de algu-
no de sus oficiales i particularmente del mayor Urízar. Hi-
cjerónse, sin embargo, algunas tentativas para sondearlo mas
directamente en sus intenciones. En los primeros días de
(1) Carta a don Ignacio Palma, fecha de Arauco marzo6.de
1851, en contestación a la que aquel ie escribió con fecha 4 dd
mismo mes i que publicamos en los documentos del apéndice en
el tercer volumen. La carta a que ahora aludimos puede verse
en el documento núm. 3 del presente volumen.
I)K LA AÜMIMSTIIACIÜN MONTT. (13
soliembie, so lo rcmilicron con cl ayutlaiilc do su cuerpo
fjOO pesos en dinero (produelo de las libranzas Iraidas por
don Francisco Vicuña de Santiago i de ios que so dicroQ
2,000 pesos al mayor trizar i 5 rail a don Itcroardino Pradel,
para impulsar la revolución en losAnjeles i en Chillan) i unas
cuanlas varas de paño encarnado para obsequiar a los caci-
ques. Pocos dias mas tarde i ya en la antevíspera de la revolu-
ción (I I de setiembre), se presentó en Aiauco el ciudadano
don Juan José Arleagaconel tin de participarle la inminencia
del movimiento. Pero Zañartu se limitó a devolver friamenle
el dinero, diciendo que no tenia en que invertirlo i a Artea-
ga dióle por toda respuesta que ignoraba absolutamente los
planes para cuya ejecución iba a pedirle su apoyo. Esteno
era en manera alguna una deslealtad. Era, al contrario, la mas
franca i esplícita animadversión profesada por él al movi-
miento revolucionario que iba a estallar en su provincia
natal, sostenido por las bayonetas de los soldados que el mismo
mandaba.
XI.
Así sucedió que, cuando llegó a sus manos la caria del
intendente revolucionario Vicuña, de que ya hemos dado
cuenta (1), desconoció en el acto su autoridad i antes do
(1) Zanarlu nunca habla esquivado, sin embargo, la manifes-
tación de sus simpatías de hombre por la causa de Concepción.
Contestando a don Pedro Félix Vicuña (a quien hadia conocido
en casa de su compadre don Manuel Serrano, cuando estuvo en
Concepción), le dice en una carta fechada en Arauco el 1.° de
agosto i que orijinal tenemos a la vista, refiriéndose a la noticia
que aquel le comunicaba de las medidas fuertes que se atribuía
al gobierno, las siguieiiles palabras. «Si el gobierno, como ü. in-
04 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
cerrar su ncspucsla, quo lambieii hemos publicado, envió un
espreso a los Anjeles al inlenfienle legal don Beqjamin Viel,
para ponerse a sus órdenes con loda su Iropa.
I sin desmenlir con el hecho la promesa, tan pronto como
recibió la conleslacion de aquel, llamándolo a Uerc, con el
objeto do marchar de acuerdo, a fin de ir a sofocar la aso-
nada de Concepción, púsose en marcha el dia 18 i llegó a
Rere el 22, habiendo sabido, a su paso por Santa Juana, i con
profundo disgusto, según refiere él mismo en su diario de
campaña (1), la sublevación de Urízar, la que habia tenido
fiere, quiere que se prenda a los que no le son afectos, es preciso
mandar un ejército, pues tendrán que aprisionar a todos los ha-
bitantes de la provincia con escepcion de una docena i no creo que
los hombres estén dispuestos a dejarse amarrar.»
(1) Publicamos íntegro en el apéndice, bajo el núm. 4, este im-
portante ¡ esfenso documento. Escrito por Zañartu para su jus-
tificación, hácesenos un deber de lealtad el darlo a luz, cuando
le acusamos, i tanto mas cuanto que en él ha sido un acto de
difícil condescendencia el ponerlo a nuestra disposición. Por lo
demás, el diario de Zañaríu, retrata, si es permitida la espresion,
de cuerpo entero a su autor. Ahí se verá al jefe revolucionario,
que ni un solo momento deja de ser el comandante del Caram-
pangup, acordándose solo de la ración i del pres de sus soldados,
alabando las hazañas de su» oficiales o derramando una lágrima
sobre los que hablan sido inmolados; pero maldiciendo, al mismo
tiempo, todo lo que no estuviera dentro de los cuadros de su cuer-
po, i particularmente, a la revolución, a su idea i a sus caudillos,
en cuanto éstos eran los representantes de esa idea.
Damos cabida, a continuación, a la carta que este jefe se sirvió
dirijirnos, hace seis años, cuando, solicitamos por la primera vez
su diario. Ella manifiesta cuales eran sus ideas en aquella época
respecto de la publicación que hoi hacemos, i las que en el dia
parecen un tanto modificadas. La carta dice así:
Señor don Benjamín Vicuña Mackcnna.
Coucepcion, noviejiibre O do 1858:
Muí señor mió:
£s en mi poJcr su estimable carta fecha 30 del mes pasado, en
DE LA ADMINISTRACIÓN MÜNTT. C'i
lugar, en los Anjcles, como hemos visto, en la madrugada
del 17 de scliembre.
que me manifiesta que, movido por un motivo de bien público, al
que está ligado su ínteres directo, le obliga a dirijir.se a mi con
el objeto de que le proporcione una copia de mi diario i documen-
tos interesantes que existen en mi poder, para consultarlos en
obsequio de la verdad i la justicia i ocuparse en la redacción
final de la obra relativa a los sucesos de la revolución de 1851.
Impulsado yo también por esos nobles sentimientos que a U. lo
animan i anheloso por que se pongan en trasparencia aquellos
hechos, para que el mundo entero conosca a los hombres quo
figuraron en ese aciago movimiento, me seria raui grato condes-
cender con U., si no me lo prohibiera la convicción en que estoí
de que no es llegado el tiempo que juzgo conveniente para pu-
blicar loque esciibí en la campaña de aquella desgraciada época.
Hace mas de tres años que otras personas se insinuaron con-
migo para que les diera las mismas copias que U. solicita con el
fin que ü. me indica, pero me les negué absolutamente, tanto
por la causa anteriormente espuesta, cuanto porque, habiendo
sido yo el blanco de la calumnia, me fué necesario agregar al
diario ciertos hechos de los hombres que no se saciaban de de-
nigrarme, i que, apesar de haber presenciado sus malas acciones,
había prescindido antes espontáneamente de hacer reminiscencia
de ellas. Muí seguro de no haber cometido un solo crimen que
pudiera avergonzarme i me hiciera indigno del aprecio que con mis
buenos servicios me tenia conquistado desde mí juventud, quise
dejar inédito lo que escribí, esperando que con el tiempo se descu-
briera todo lo que entonces se creia inescrutable, i se convencieran
los hombres que se ocupaban en chismes para lograr su deseado
fin de minorar mi reputación, i esta idea no me engañó, pues, a
escepcion de dos o tres estúpidos i obstinados, todos los demás
han variado de concepto i de lenguaje. En esta virtud ¿no seria
una indiscreción cooperar por mi parte a que se publiquen cosas
que yo sé i pueden exacerbar los ánimos de los hombres que, per-
suadidos de que lo que se hablaba cinco años antes eran solo
patrañas i viven ahora en tranquilidad conmigo? Me parece
que sí.
Apesar de mi negativa, confieso a U. que estoi ávido por leer
la historia de los acontecimientos del año 51, con tal que se es-
cribiera con injenuidad e independencia, i ojalá que U., con su
9
66 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Fué diTieÜ al comandante Zafiartu enlcndersc con el inlen-
dcnle Viel, porque su decidida voluntad de contribuir a sofo-
car la insurrección, se estallaba contra las vacilaciones de
aquel funcionario. Al íin, éste, no encontrando ya partido que
tomar, nombró a Zafiartu, en representación del gobierno de
Santiago, comandante de la alta i baja frontera con calidad
de asumir la intendencia de la provincia, si él se veía obli-
gado a retirarse. Con este titulo i con el carácter de un ver-
dadero delegado de las autoridades de la capital, sedirijió
Zañarlu a los Ánjeles, donde solo después de muchos dias
de ansiedad (el 28 de setiembre), resolvió aceptar el movi-
miento revolucionario, declarando antes espresamenle a don
Bernardino Pradel (quien le interpelaba sobre sus intenciones,
a nombre del jeneral Cruz) que se adhería a la revolución
solo en fuerza de su amistad personal i de ninguna manera
por los principios que ella proclamaba (1).
suficiente i conocida capacidad, se empeñara en redactarla ¡nle-
rrogándome a mí, si lo juzga conveniente, sobre algunos heclíos
que quiera rectificar, pues, liabiendo sido testigo ocular de todo Lo
que acaeció antes i después de la campaña, puedo darle noticias
ciertas, porque, a mas de ser veraz, conoscoel descrédito en que
caeria la obra de un historiador que, por no informarse bien,
escribe falsedades.
Suplico a ü. escuse las faltas de esta carta escrita por un vieju
soldado que se suscribe de U. atento S. S. Q. B. S. M.
Manuel Zañartu.»
(I) Nos ha comunicado estas palabras tesfuales el mismo señor
Pradel. Atribuyóse por algunos la poca voluntad de Zañartu para
aceptar el movimiento después que su cuerpo (esceptuando ia
compañía de granaderos que se encontraba cu Arauco) estalla su-
blevado, a los celos que abrigaba por que no se le habia nombrado
intendente de su provincia natal, como lo habia hecho el jeneral
Viel en representación del gobierno. Circulóse entonces la voz de
que Zañartu habia dicho a su amigo don Juan José Arteaga, «que
era una vergüenza el quedos sanliaguinos como Carrera (nacido
•de i.a adminms1"i\;vcion tíONtt. í)7
X.
El (lüsgraciiulo comantlanlc ZanarUi, a (juioii el vul^o se
lia acosliimbrado a mirar como el espcclro de la revolución
(le 1851, no era sin (¡mbargo un mal chileno. Poseía, al con-
Irario, deles que honraban su carácter como hombre i como
jefe. Era pródigo de su fortuna, aunque en los negocios en
que intervenía en su carácter público desplegaba la mas
acrisolada honradez. Tenia pocos amigos, porque su jenio
adusto le enajenaba voluntades, pero servia con lealtad i de-
sinterés a los que tenian alguna preferencia en su corazón.
Como jefe militar, era, sin duda, uno de los mas distinguidos
(le nuestro ejército. Habíase borrado, aun entre sus contem-
poráneos, la memoria de las hazañas de su juventud, pero
lodos lo reconocían sus relevantes cualidades militares. Tenia
una vasta instrucción en el arte de la guerra i estaba dotado
(le una intelijencia mas que suficiente para su ejercicio, como
se demuestra en las líneas que • de él transcribimos en el
presente libro. Pasaba por el mejor disciplinario entre los ofi-
pi\ el Rosarlo del Paraná) i Vicuria fuesen los dos intendentes de
)as provincias reheladas», manifestación característica cuya vera-
cidad confirma el mismo Zañartu. En una serie de respuestas que
este jefe se sirvió dirijirnos en abril último a otra de preguntas
que, nos permitimos hacerle sobre las principales acusaciones que
contra él se levantaban, dice, en efecto, estas palabras tan caracte-
rísticas como la jenialidad a que aluden. «Lo de los intendentes es
cierto que lo dije porque cstrañaba que ni en Coquimbo ni en mi
pueblo hubieran hombres que desempeñaran esos destinos i por-
qué, hablando francamente, me disgustó mucho que allá en su
tierra no mas se hallen capacidades para desempeñar empleos,
como que hasta ahora seles confieren aunque sean los mas insig-
nificantes.»
68 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
ciales que en aquella época mandaban cuerpos, i era estraor-
dinaria su dedicación al trabajo. Amábanle sus soldados, ape-
sar (le su severidad, por las larguezas que usaba con ellos,
abriéndoles su bolsa, i también porque acertaba a manejar-
los por la influencia de esas mujeres que siguen los balallones
de Cbiie como una sombra de harapos ¡ de escuálidos senos
que alimentan la prole de los vivaques. La rabona, ese ser raro,
criollo de la América, mitad hembra, mitad soldado, que en-
tre nosotros ha encontrado su tipo en la sárjenlo Candelaria,
era uno de los resortes que mantenían siempre palpitante la
popularidad del comandante Zañarlu entre sus subalternos.
Su principal defeclo era la estrechez desús miras políticas.
Zañarlu era un arribano por sus cuatro costados, un pen-
quislo, hasta el tuétano de los huesos. No aborrecía a la capi-
tal, porque en el odio hai muchas veces honra, pero la de.--
deñaba. Todo hombre que fuera santiaguino era su enemigo,
sin mas delito que el haber nacido a orillas del Mapocho i no
en las del Diobio. Era, en suma, un hombre por escelencia en-
\idioso. Por esto, la mayor fatalidad que cupo a la revolución
fué aceptar sus innecesarios servicios, prestados con evidenlo
mala voluntad, asi como la mayor de sus desgracias perso-
nales, oríjcn (le la vida de marlirios que ha arrastrado hasta
hoi, maldito como Judas, fué el haberse alislado bajo las ban-
deras do una insurrección que él reprobaba en su concien-
cía i cuyos promotores detestaba con la hiél de su corazón.
XI.
Comprometido ahora de una manera pública i cuando ya
habían trascurrido dos semanas desde que la revolución do-
minaba toda la provincia, el comandante del Carampangue as-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. G9
cciuüdo ahora a coronel, púsose a alistar los cuerpos do ¡nfan-
leria quo se organizaban en los Anjeles, mientras Uuiz ponía
sobro las armas las milicias de caballería do la raya del
Biobio.
Tal era el estado do las operaciones militares en las fronte- '
ras, en los últimos dias del mes de setiembre.
XII.
Adelantábanse aquellas al mismo tiempo sobre la línea del
ítala i sucesivamente sobre la del Nuble, a medida que el
intendente de esta provincia se replegaba sobre el Maule con
la división de Chillan. Mientras el coronel Urrutia recorría con
sus montoneras las sierras deNinhüe, acechando el momento
en que debia descender sobre las vastas planicies en que
está situada la capital del Nuble, Lara pasaba el ítala, el 27
setiembre, con su escuadrón de carabineros, i en la mañana del
28 desocupaba a Quirihüe, entregado en parlamento por su go-
bernador el teniente coronel Mar.linez, después de haber cele-
brado el aparato de una falsa capiluiacion. Reunido Lara a
ürrutia con considerables refuerzos de milicias de caballería
1 algunos infantes de Quirihüe, dirijiéronse arabos hacia Chi-
llan, cuya plaza estaba en completa acefalia, desde que la
abandonara el coronel Garcia el dia 23 de setiembre.
De esta manera, las montoneras del Maule venían a ser la
vanguardia del ejército de Concepción en la márjen meridio-
nal del Nuble, mientras que las milicias de esta provincia i
algunas de las fronteras iban a formar la vanguardia del
ejército de Santiago a orillas del Maule.
7l) HISTORfA DE LOS DIEZ ANOS
XIII.
Al propio tiempo quo se gafaba lerreno por las fuerzas
lijeras ile la revolución, hacíanse aclivos aprestos en Talca-
Imano para alistar el vapor Arauco, cuyas ruedas habrían sido
las alas salvadoras de la revolución, si una mano aleve no
hubiera venido a detener su impulso, en mala hora. Don José
Antonio Alemparle, segundado por el inleiijcnte capitán Ángu-
lo, había armado aquel buque con un poderoso cañón i puesto
ademas en estado de servicio un bergantín norte-americano
llamado A. B. que estaba embargado en la baiiia de Talca-
huano i al que se bautizó con el nombre de jeneral Baque-
dano.
Túvose, al principio, la acertada ¡dea de enviar el Arauco
a Valdivia con el objeto de traer una brigada de artillería quo
existía en los castillos de aquella plaza i una considerable can-
tidad de municiones que se había acumulado el año anterior,
cuando se pensaba abrir la campaña contra los indios de Puan-
cho. Abandonóse esta resolución, en seguida, por lamas atre-
vida i, acaso mas feliz, de dar una sorpresa a Caldera i apode-
rarse de los ínjenles caudales que por lo común se encuen-
tran en la aduana de aquel puerto. Mas, al fin, llegóse a
adoptar la mas ridicula i la mas infructuosa de las combi-
naciones que iban sucediéndose cada día. A ejemplo de las
autoridades revolucionarías de Coquimbo, que se apoderaron
violentamente del vapor Fireflij para enviar a Talcahuano
un canónigo, así las autoridades de Concepción determinaron
despachar el Arauco a Coquimbo, para llevar de regreso a ese
mismo canónigo i a su comitiva (I). El 26 de setiembre se
(1) En el documento núm. 7 i subsiguientes del Apéndice del
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 71
(liiijia, en cfoclo, el vapor Araiico, al mando del capitán
Ángulo, para hacer el desairado o inúlil crucero que hemos
referido ya ostensamontoencl tomo 1.", al hablar del embar-
go do los vapores en el puerto de'Coquimbo por las fuerzas
británicas.
Al regresar a Talcahuano el vapor /Irawco de su malhadada
ospedicion, lo atacó valientemente el bergantín Meteoro en
la boca de la Quiriquina. El encuentro fué rápido pero recio.
primer volumen, hemos insertado varias piezas relativas a la
inisioQ de los enviados de Coquimbo a Concepción. Por ahora,
solo tenemos que añadir la siguiente salutación que los comi-
sionados dirijieron a Concepción ai dia siguiente de la llegada
del jeneral Cruz. Dice así:
«A CONCEPCIÓN.
¡Ilustre pueblo!
Cuaudo zarpamos de nuestras playas, para traeros la noticia
de nuestra revolución por la causa de la República, el corazón
nos avisaba que vosotros ya erais libres.
Veniamos a un pueblo que en la historia de Chile tiene una
pajina mui distinguida.
Hemos tenido el honor de observar prácticamente esa verdad.
Nos retiraremos contentos, nos iremos con la satisfacción de
que este ilustre pueblo se ha puesto a las órdenes del gran je-
jieral Cruz, i, por ahora, bajo los auspicios del antiguo e imper-
térrito mártir de la democracia, don Pedro Félix Vicuña.
Nos abrazaremos en Santiago, donde está el laurel del jeneral
Cruz.
Allí diremos: Chile será República protejida por un padre da
la independencia.
¡Viva la República!
¡Viva Cruz!
¡Viva Vicuña!
¡Vivan Baquedano i Alemparte!
¡Viva Concepción!
Concepción, setiembre 21 de 1851.
José Joaquín Vera. — Juan Nicolás Alvarez. — Rafael Piaarro,
— Rufino Rojas. ■^José Ramos. — Juan Akarez.))
72 HI5T0R1A DE LOS DIEZ AÑOS
Ignórase €l daño que el vapor causara al buque del go-
bierno , poro en aquel no ocurrió otro accidente que la
pérdida de tres dedos de una mano que arrebató una bala
de canon al valiente capitán de artillería don Mauricio Apo-
lonio, que mandaba la pieza de grueso calibre del Arauco.
Esta escaramuza tuvo lugar el 30 de setiembre, i como
el bloqueo do Talcahuano se mantuviese con suma estrictez
por el Meteoro, Alemparte resolvió sorprenderlo en su fon-
deadero cerca de la Quiriquina. Hizo venir con este objeto
unos cien remeros del Tomé i Penco-viejo, alistó algunos
boles i, aunque asaltado de incertidumbres, se encontraba
ya a punto de llevar a cabo su ponderada empresa, cuando
dio lugar a que, por la captura del Arauco, se fustrase aque-
lla del todo, como en breve veremos, causando a la revolu-
ción un daño irreparable.
■
XIV.
Tal era el estado de las cosas en Concepción ¡ losAnjeles,
cuarteles jenerales de la insurrecion, i en Talcahuano i el
Ítala, los puertos mas importantes de la vanguardia de aque-
lla, cuando el jeneral Búlnes llegaba al Longaví i, lleno de
sobresalto, hacia replegarse su propia vanguardia hacia la
ribera del Maule.
La revolución se ostentaba poderosa, pero un tanto inerte.
La funesta dolencia que tenia postrado al jeneral Cruz se
hacia sentir como una calamidad en todos los puntos en que
la revolución habia penetrado, al principio, con la celeridad
de una conmoción eléctrica.
Aguardábase pues con impaciencia el que se restableciese
la salud del caudillo i se creía por todos que, una vez puesto
DE LA AUMIMSTIUCIüN MÜMT. 73
aquel en el lomo de su caballo, solo se apearla en el des-
canso do las jornadas que iba a contar con su ejército entro
el Biobio ¡ el Mapocho,
Cuanto se engañaban, sin embarí^o, los sagaces ¡ bien ins-
pirados revolucionarios que asi pensaban!
10
CAPITULO IV.
LA ARAUCAHIA.
El jeneral Cijuz, restablecido de sus achaques, se dirije a los Anje-
les. — Error de esta resolución i sus funestas consecuencias, —
Prisión i íuga del comisario jeneral de indíjenas don José An-
tonio Zúñiga. — Carrera i carácter de este caudillejo. — La
Araucanía en 1851. — Zona de la Costa. — Zona de los Llanos.
— Los caciques Golipí i Catrileo. — Los HuiUches. — Maguil Bue-
no. — Carácter estraordinario de este bárbaro. — Llega el jeneral
Cruz a los Anjeles i entusiasta acojida que le hace el pueblo.
— Nota del gobernador Molina con este motivo i respuesta del
jeneral Cruz. — Cartas impacientes por la acción que escriben
el mismo Molina i el gobernador de Santa Juana al intendente
Vicuña. — Sábese en Concepción i en los Anjeles la noticia de
que Zúñiga trataba de sublevarlos indios de la costa i medidas
que se toman en consecuencia. — El jeneral Cruz se resuelve a
sacar rehenes de las tribus araucanas para asegurar la tranquili-
dad de las Fronteras i celebra, al efecto, un parlamento en los
Anjeles. — Funesta tardanza de estas operaciones. — Como los
Araucanos entendían la política de los chilenos i las causas déla
guerra en 1851. — Análogas esplicaciones del vulgo. — El jeneral
Cruz eleva a Tejimiento el batallón Carampangue i decreta la
formación del batallón Alcázar.
Solo en los úl limos días de setiembre, comenzó a recobrarse
el jeneral Cruz de la gravé enfermedad que le aquejaba.
7G HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Desde sujecho de dolor, el viejo soldado se ocupaba, con la
minuciosidad que es pncuiiar a su carácter, de todas las
prividcncias militares que las circuuslancias iban exijiendo;
pero su ausencia de los centros en que la revolución aco-
piaba sus elementos, hacíase sentir ya en demasía.
Al fin, el l.° de octubre sintióse con fuerzas para montar
a caballo i ponerse en campaña. Era ya sobrado tiempo, por-
que su activo i poderoso rival hacia una semana a que habia
pasado el .Alaule acelerando los aprestos de la resistencia.
II.
En el estado de las cosas durante aquellos dias, la revolu-
ción asignaba a su caudillo solo dos puestos. O bien en Chillan,
a la cabeza de la vanguardia, como habria sido mil veces
mas acertado, o bien en los Anjeles, solo de tránsito i para
dejar sus órdenes a los jefes que disponían de las Fronteras,
a fin de que marchasen tras sus pasos en dirección al Nuble.
El jeneral Cruz adoptó el último partido, i los aconteci-
mientos que vinieron en breve a rodearle, cuando cumplía
esta resolución, probaron que la estrella de su deslino iba en
breve a perderse entre rojizas nubes. Hubo en la revolución
del sud un solo momento, después de la pérdida de los Caza-
dores, en que pudo evitarse la catástrofe de Longomilla, i
este fué el día en que, restablecido el jeneral Cruz de sus
males, hubiese torcido la brida de su caballo hacia el norte,
dando la voz de marcha a las entusiastas, aunque desorgani-
zadas masas, que batían sus palmas al verle pasar. Pero acor-
dóse solo el viejo soldado de la República de que era el
jeneral en ¡efe de un ejército, i para su mal i el de la patria,
olvidóse que los pueblos le habían aclamado su supremo
caudillo revolucionario.
DE l7\ admimstuaciün montt. 77
Unaconlccimiciilo falalcoboncstahü, sinomhargo, en parlo,
la resolución del jencral Cruz para Irasladarse a lu.s Atijclos
¡ cslablecer en aquel punió su cuartel jeneral cluraiile la
mayor parle del mes de octubre. La csplicacion do e.sle su-
ceso exije que volvamos airas unos breves inslanlcs.
iir.
Cuando ol valeroso i no menos prudcnle que csfoizado
Eusebio Ruiz segundó en Nacimiento la sublevación que ha-
bía estallado en los Anjeles el 17 de setiembre, a la voz del
mayor Urízar, creyó indispensable poner en arresto al comi-
sario jeneral de indíjenas don José Antonio Zúñiga (sin disputa
el hombre mas importante de la Araucanía después del je-
neral Cruz, i del cacique Maguil Bueno] i pidió en el acto
inslrucciones a Concepción sobre lo que debería hacer con
aquel peligroso caudillejo, de quien se sabia era un ciego
partidario del gobierno de la capital que lo tenia a sueldo, i
particularmente del jeneral Búíqes, su favorecedor desde
tiempos ya remotos.
Por desgracia, la carta de Ruiz fué entregada al inten-
dente Vicuña (el 23 de setiembre), en los momentos en que
ésle se dirijia a Talcahuano a despachar su correspondencia
por el vapor infles, Driver, que regresaba ese mismo dia a Val-
paraíso. En la prisa de aquella coyuntura, remitió Vicuña la
comunicación de Ruiz al jeneral Cruz para. que le contestase,
pues él estaba mas al cabo del carácter i de la importancia
del comisario Zúñiga ; mas, fuera estravio, fuera descuido, el
espreso que habia venido de Nacimiento regresó sin llevar
órdenes sobre aquel particular. Resolvióse entonces Ruiz a dar
suelta al comisario de Indios, exijicndole antes su palabra de
78 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
que se pi;escnlar¡a en los Anjelcs a disposición del inienden-^
te de la provincia. En consecuencia, en uno de los úilimos
dias do setiembre, marchaba Zíiñiga a los Anjelcs, bajo la
garantía de su honor I acompañado por su antiguo camarada
el capitán Zapata, a quien Ruiz había encargado vijilarlo
i hacerle cumplir su empeño, cuando, al pasar un sendero,
hurlólo Zúñiga con una eslralajema i se internó en la tierra,
escribiendo, sin embargo, una carta a uno de sus amigos, en
la que decía «se retiraba al interior solo por huir compromi-
sos i que su propósito era asilarse entre las pacificas tribus
de la costa, con cuyo único íin se dirijia al antiguo Tuerte
deTucapcI.»
IV.
Era Zúñiga uno de aquellos terribles indutlados de ios
Pincheiras que, después de haber sido sus mas famosos lugar
tenientes, se hicieron en breve sus espías i después sus ver-
dugos. Oriundo de una familia española avecindada en el
fuerte de Arauco, donde aun conserva aquella algunas tie-
rras, lomó partido con los realistas, como todos los habi-
tantes cristianos de ultra-Biobío, desde los primeros com-
hales de la independencia. Dolado de un ¡njenio vivo, había
adquirido, siendo todavía niño, tal destreza en el manejo
de la lengua araucana, que pasaba por el mas elocuente
de los lenguaraces, i tenia, por consiguiente, en las parlas i
juntas de guerra de los caciques, el doble prestijío de su
inlelijencia como intérprete i de su valor como soldado, pues
se le contaba entre los mas valientes capitanejos de la tierra.
Hizo, de esla suerte, una cruda guerra a la República, hasta
que el bando de los Pincheiras fué deshecho, mas por el oro
I)E LA ADMINISTRACIÓN MOMT. 70
que por el acero; i como pros(araon aquellas ciicunslancias
servicios de considoracioi), dcjóscic en la Araucanía con el
carácler do comisaiio jencral do indios, especio de procónsul
de ios cristianos, que representa a la Hcpública entro los
bárbaros, i tenia por consiguienle entre ellos gran autoridad.
Pasaba, sin embargo, Zúñiga como un hombre artero,
pérfido i tan audaz como sanguinario. Los caciques, los ca-
pitanes de amigos i los lenguaraces, que eran sus aliados o sus
satélites, le hablan cobrado por esto mas temor que respeto
i, en el fondo de sus pechos, tan aleves como el de su jefe,
acechaban la ocasión de vengarse de todos sus actos de
violencia i de rapacidad.
Por otra parte, el preslijio de Zúñiga estaba circunscrito a
los indios de la costa de Árauco propio (I), enire los que
(1) El verdadero nombro, en nuestro concepto, del territorio
de los bárbaros es el de Araucanía, como comprensivo de la raza
i de ios cuatro antiguos Butalmapus, que ya no existen. Lus indí-
jenas llaman Arauco solo la zona de la costa. He aquí lo que, a
este mismo respecto, escribía don Bernardino Pradel, desde el
interior de la Araucanía, a un amigo suyo (ilon José Maria Guz-
man), en una carta fechada en Perquenco, julio 20 de 1861, i
que hemos recibido en copia, después de estar escrito el presente
capítulo.
«Los propiamente araucanos no son otros que los que quedan
en la costa de este nombre, i, cabalmente, son los únicos semi-ci-
vilizados que se diferencian en todo de las costumbres bárbaras
de las innumerables tribus que componen los indios chilenos.
«Hasta hoi no puedo saber positivamente, añade Pradel (tra-
tando de esplicarse la aulonomia de aquella nación desconocida
que, en realidad, no tiene ninguna), las tribus de los naturales que
pretenden entenderse con el gobierno de Chile. Lo que sé es que
la cordillera llamada del Viento, se atribuye que demarca el te-
rritorio Arjentino con el de Chile, i que, tomando este punto, solo
desdé ahí tenemos indios, siendo los Pehüenches; i siguiendo al
sur, tocamos con los de Lonquimay, que habitan entre dos cordi-
lleras. Desde allí, se desprenden to las las diferentes ramas de
80 UISTOKU DE LOS DIEZ AÑOS
habia nacido, pero quo son los mas inofensivos. Los Lia-
nistaSy que reconocían por jefes a los soberbios Colipi (lio i
sobrino) ¡ los Huiliches, que habitaban en las faldas de la
cordillera, bajo el cclro de Magull, el verdadero rei do la
Araucania, le eran bosliies o desdeñaban su poder.
V.
nácese preciso, en esta parle, echar una rápida ojeada so-
bre el Icrrilorio do la Araucania, para liacerse cargo de los
sucesos en que los bárbaros, como luego veremos, serán lla-
mados a tomar parle.
La zona de Chile, do que son absolutos señores los Arau-
canos, entre el Biobio i el Cautín o Imperial, conserva los
caracteres de la topografía jeneral de la República, aunque
revestidos de una pasmosa grandiosidad. Todo es mas her-
coidilleras que forman la faja con que cierran las provincias de
Arenco, ValJivia, Chüoé, hasta tocar con Magallanes.
«Si los indioj Potiüeiiches i Lonquimay son chilenos, parece
qne deben serlo también los que habitan de la otra parte de la cor-
dillera de VillaiTÍca, pues esas tribus las reputaron, en tiempo de
la Conquista, a favor de Chile, i fueron visitadas por los misioneros
que ellos llamaron Evechinches, Huillipavos, Jahuavinos, Cá-
chala, Tülapelin. En el dia son llamados Indios de fusil, que
visten calzón corto, usando estribo de palo en su montura igual
al que usaron los padres misioiieíos en aquel tiempo. — Los Giii-
lliches.coludos, — los contra Güilliches, — los Güilliches cerrado*,
porque el idioma no es igual con los que habitan en estas pro-
vincias de que hablo arriba, son otras tribus.
«Los iíidios que liabitan en las tribus de Maguil consideran
todas estas razas ser sus companeros, i aun a ¡Maguil se le man-
daron ofrecer' ayudarlo en la guerra, manifestándole que los
indios Coluiios despreciaban las infanterías nuestras, porque ellos,
con sus flechas envenenadas i su lijoreza en correr a pié i punto
certero, no dejaban de matar siempre.»
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 81
moso i mas jiganlescoen aquellas comarcas privilcjiadas. Los
Andes ( I." zona jeolójica del tcrrilono chileno), erizados do
volcanes, dominan con sus picos las cumbres de las cordilleras
que se esliunden al sud del Biohio i del Verp:ara ; los llanos
intermedios (2." zona), que sedilalan a las faldas de aquellas,
son mas feraces i vastos i, por úllimo, la cordillera de la costa
(3.° zona), que se présenla lan deprimida desde el desierto
do Atacama hasta las tetas del Biobio, so empina en aquella
rejion a tal altura que el viajero pudiera acaso confundir-
la con la cordillera real, si no arrojara aquella sobre la costa,
hasta tocar con la playa del mar, una serie de agrestes i for-
midables espolones do montanas, por cuyos senos corren tor-
tuosos i comprimidos, bramadores torrentes, que se han esca-
pado de los llanos orientales, por entre los grietas de aquellas
magnificas selvas que escucharon un dia los gritos de guerra
de Caupolican i las trovas inmortales del poeta castellano.
VI.
De esta fisonomia especial de la Araucania toman también
orijen el carácter í la distribución de sus tribus. Las de la
costa, pobres, paciücas i sujetas a diferentes caciques, que por
su aislamiento no consienten el predominio de un solo cau-
dillo, viven en las faldas de los contrafuertes que la serranía
de la costa, llamada cordillera de Nahuelbuta, prolonga
hacia el Pacífico, o en los estrechos valles que forman, al
descender de aquellos, algunos torrentosos rios como el Lebu,
el Paicavi, el Tirua i otros de menor importancia. El camino
do Concepción a Valdivia pasa por esta rejion, orillando la
playa del mar i las principales posesiones que en ella tienen
los cristianos son la villa de Arauco ¡ el desmantelado fuerte
de TuoTj peí -viejo, un poco mas al sud.
11
82 HISTOniA DE LOS DIEZ A?ÍOS
Tal es la rcjion de !a costa o de la cordilieía de Nahuelbu-
la, famosa en el concepto de los naturalistas por ser la patria
orijinaria de la papa, pues crece en ella salvaje, formando
espesos matorrales.
Vil.
Sigue hacia el oriente la rejion de los Llanos. Es esta la
Araucania hislórica, i los escombros de las siete ciudades
(Angol, Puren, Boroa, la Imperial i otras) que pisan con
la pezuña de sus caballos las hordas errantes que las habitan,
están aun atestiguando que, en aquellas zonas, la conquista i
la colonia hicieron, durante sus primeros siglos, esfuerzos mas
poderosos de predominación i de civilización que los puestos
enjuego a orillas del mismo Mapocho, que era entonces solo
una ciudad de monjas i de frailes.
Es imponderable la belleza i la feracidad de aquellas pla-
nicies interceptadas por pintorescos riachuelos, en cuyas már-
jenes se agrupan las reducciones de cada cacicado, e intcrrnn-
pidas a trechos por amenos bosques de piñales, cuya suculenta
fruta [e\ piñón) convida a aquellas tribus a fijarse en sus
vecindades. Son, por esta razón, los indios llanislas ios mas
ricos, i, por consiguiente, los mas. ociosos; los mas bravos i,
por consiguiente, los mas inquietos; los mas independientes
i, por consiguiente, los mas soberbios.
Solo entre ellos pudieron, en consecuencia, hallar los chilenos
algunos fieles aliados en la guerra do la independencia. El
famoso cacique Venancio Coyopan, (natural de Pemuco cu el
Itata), el amigo de los Carreras ¡ el camarada deljeneral
Freiré, fué el jefe de aquellas tribus palriotas a quienes
sus vecinos de los declives ¡ de los valles internos do la cor-
l)l: LA AD'MNIáTUAriON MONTT. 83
(íillo.'a (los Ilmhches i Pefnienches) mirahan como a trai-
doras i trataban como a tales. El cacique Coli|)i, primera
lanza de Arauco, liabia sucedido a Venancio, heredando esa
lidelidad a la ropídjlira i su odio inveterado a ios Huiliches
i a su famoso caudillo el sombrio Maguil,
Aprovecháronse de esa rivalidad los intendentes de Con-
cepción para mantener el erjuilibrio de aquella potencia
vo;)ina que acarrea tantas infructuosas cabilaciones a nues-
tros hombres de estado, i amenaza con tan frecuentes estragos
a nuestras provincias limítrofes. Fruto do aquellas insidias
fué el reciente envenenamienle de Colipí, que se atribula a
los sortilejios de su implacable rival Blaguil Bueno. Ilq-
bíale sucedido, en consecuencia, a principios de 1850, su so-
brino Felipe Colipí, valeroso mancebo de 20 años, i mientras
cumplía su mayor edad, servíale de tutor su pariente el ca-
cique Calrileo, cuyo nombre se hizo tan popular en 1851,
particularmente entre las amas i niños asustadizos de la
capital.
Tal era el aspecto físico de la rojion intermedia enlrs las
cordilleras de los Andes i la de Nahuelbuta, que es jeneral-
raente conocida con ei nombre de Llanos de Angol, i tal era
el carácter i la posición de sus belicosos habitantes.
VIII.
La zona andina, habitada por los fíuiliches en, en <8o1,
no menos importante que la de los Llanos. Aquellos indios
son mas salvajes i, por tanto, mas indómitos. Fuertes en las
asperezas en que habitan, sus tribus son mas bien cazado-
ras, como la de los Llanos se dan de preferencia a la labran-
za o a la ganaderia i las de la costa viven, en cierto modo,
8i HISTORIA DE LOS DIEZ AiÑOS
de ia pesca Je doiide viene a sus ¡ndiviJuos el apodo de cho-
reros, alusivo al marisco de que se aumentan. La gradación
que los elnógrafos han establecido entre los pueblos pesca-
dores, cazadores ¡ labradores se encuentra pues marcada
en la Araucania, en pequeña escala, como lo está en su
mayor estension entre los habitantes de la Tierra del fueyo
que viven solo de mariscos i para quienes las ballenas
podridas, arrojadas por las olas en la playa, es el mas sun-
tuoso de los banquetes, los bárbaros de la Patagonia, que
cazan con sus laques la avestruz i el huanaco, i por último,
el Araucano que culliva el trigo i el mais.
Los Guilliühes son, por su posición jeográfica, los aliados
natos de los Pehüenches i aun de las tribus nómades de
ultra-cordillera. Acaso menos numerosos que los Llanislas,
son mas fuertes por la cooperación de sus aliados ¡ por la
naturaleza de su agreste territorio, en el que hasta aquí
no han penetrado nuestras armas. Fueron, por consiguiente,
aquellas tribus los mas constantes i poderosos auxiliares de
los realistas en la guerra de la independencia, desde las
campañas de Sánchez i Benavidcs hasta las correrías de
José Antonio Pincheira, el Viriato que encontró la España
en su reino de Chile.
IX.
Uq hombre singular, que salia de la esfera de los bár-
baros por sus cualidades i sus defectos, habia conseguido, a
fuerza de artificios i de astucia, imperar como un supremo
jefe entre las diferentes reducciones déla Araucania, desde
el Biobio al Imperial , pues al sud de este rio, por un
fenómeno singular de fisiolojia, los indios pierden ya su fie-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 85
reza ¡ de suyo han ¡do somiiliéndose al yugo de nuoslra
aiiloridad polílica ¡ a las piáclicas cnslianas, que les cnse-
üan nuestros misioneros do Valdivia.
Era Maguil, o Mañil Dueño, como mas jeneralraenle se le
llama, un indio viejo, frió, suspicaz, reservado i casi selvá-
tico que, a todas luces, tenia en su sangre alguna mezcla del
guinea u hombre blanco, pues su fisonomía seca, perfilada i
do contornos agudos traicionaba, a la primera mirada, un orí-
jen eslraño al de las selvas en que habitaba. Decia él, con
su malicia habilual, revestida de una estudiada gravedad,
que era hermano del jeneral Cruz, i debia .1 esta impostura
una no pequeña parle de su influencia, pues aquel jefe era
universalmente respetado en toda la tierra por la fidelidad
con que había guardado sus pactos i la rectitud con que
dirimía sus pretensiones con el gobierno chileno o sus mutuas
querellas, mientras desempeñaba la intendencia de Concep-
ción. La prudencia que habia desplegado en su carácter de
jeneral en jefe con ocasión del castigo de los indios de Puan-
cho, a quienes supo hacer justicia (cosa admirable!), apesar
de ser bárbaros, afianzó entre éstos, de una manera poderosa,
su antiguo prestijio (1). El taita Cruz fué, desde entonces,
en la Araucania lo que Fraí Luis de Valdivia habia sido en
el siglo XVII i el insigne virreí O'Híggins, a fines del último.
Maguil BuenOy que nunca mereció tal nombre, a no ser,
por su escepcional desinterés entre sus codiciosos compa-
triotas, habia comprendido el carácter esencialmente super-
(1) En el Apéndice, bajo el núm. 4, damos publicidad a la es-
tensa i curiosa memoria que sobre los acontecimientos de aque-
lla época dirijió al gobierno el jeneral Cruz, con focha de 12
de setiembre de 1850. Aunque redactada con el trabajoso len-
guaje que usa aquel jefe en sus comunicaciones, contiene dalos
i pormenores mui interesantes que contribuirán a ¡lustrar la
gravísima cuestión pendiente de la sumisión de la Araucania.
86 IUSTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
ticioso de los ímiíjenas ¡ esplolaba su credulidad en todos
sentidos para grangearse el preslijio de consejero supremo
do los bái'baros. lira jeneroso de lo suyo i do lo ajeno, al
punto de no tener mas propiedad que su pajizo rancho^ va-
liente, esperiraentado, porque era ya raui viejo, i de suyo
sagaz, aparentaba tal austeridad en sus hábitos i rodeábase
de tantos misterios en la soledad en que vivia, acompañado
solo de sus numerosas mujeres, que no le Labia sido dificil
persuadir a todas las tribus i aun a las de de su implacable
rival Colipí, de que era un ser sobre natural, una especie de
machi o brujo supremo, a quien todos llamaban el Bueno.
«El cacique Maguil, dice en unos apuntes autógrafos que
tenemos a la visla, el único de los cristianos que haya en-
contrado acceso hasta la intimidad i el techo de a^uel lár-
baro (I), dominaba solo con la persuacion hasta el estremo
de constituirse en un verdadero Mahoraa, pues tenia la ha-
bilidad (le haber persuadido a todas las tribus que le diesen
su poder para ser él solo la persona que las representase al
frente de cuanto ocurriese con los cristianos. Este hombre
se hacia creer en cuanto le convenia i sujeria astutamente,
a fin de que los mismos indios le temiesen por el poder que
le daban los jenerales Cruz i Urquiza, siempre haciéndoles
consentir que el dia que él quisiese le mandarían soldados
aquellos jefes.
«Mantenía constanleaiente comunicación con Urquiza i,
principalmente, con el cacique principal de Puelmapu, que
se llama Calbucura, i es nacido en los llanos de la provin-
cia de Valdivia, quien gobierna a los indios de las pampas
de Buenos-Aii*cs.
(1) Don Bernardino Pfadel, que estuvo asilado en las tolderías
deMagui!, durante cerca de tres afios^ a consecuencia de la revo-
lución de 18o9.
DE LA ADMINISTRACIÓN MOiNFT. 87
«Tenia enganado a cslo cacique iiasla hacerle consenlir
que conlaba con millares do lanzas para ausiliailo; i niaii-
lieno éslo basla lioi testigos, hijos de .Maguil i otros caciques,
para que estén recibiendo raciones cerca de Calbucura, de
las que da el gobierno arjcntino.
«Maguil, añade Pradel, hacia creer a los indios que era
adivino, que tenia un toro, un caballo, etc., con quienes
consultaba todo, i cuanto decia a este respecto lo creían como
si lo viesen,»
A principios de 1850, el siniestro i súbito ün de Colipi, el
cacique patriota, como Maguil habia sido una especie de toqui
o jeneralísimo de las reducciones godas, vino a dejar al último
sin rivales en toda la tierra ¡ a colocar su influencia entre los
bárbaros a la altura de una verdadera omnipotencia. «La
muerte de este cacique, dice el jeneral Cruz en la Memoria
que acabamos de citar, aludiendo al sospechado envenéna-
lo de Colipi, es un incidente que ha hecho variar completa-
mente el estado tle las tribus i frontera, situación que debo
tenerse mui a la vista, pues que en su desaparición se ha
destruido el contrapeso establecido entre los tres Bulamal-
pus de esta parle de la cordillera, lo que refluye mui direc-
tamente en la posición de aquella. Esta pérdida es tanto mas
de sentir cuanto ella influye en el aumento de prestijio del
cacique Maguil, cabeza de ese Bulalmapu monlañez o andi-
no, indio astuto i sagaz para promover i mantener sus rela-
ciones de amistad i alianza con los caciques de las otras tri-
bus, desconfiado, supicaz, allanero en las mui pocas relaciones
que tiene con los españoles, i estremadamenle simulado para
ocultar sus intentos i aspiraciones, calidades que entre ellos
son de gran valor i lo que le ha dado una gran influencia.»
SS HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
X.
Talera, en 1851, la situación de la Araucania, esle pequeño
Chile lan bello cooio el nuestro, que es la ardua tarea de las
presentes jeneraciones unificar con nuestro territorio i nues-
tra existencia, no social porque esta será la obra de los
siglos, sino poHiica, que será solo el fácil resultado de una
loi bien concebida i cuerdamente ejecutada.
Al escaparse pues ol mayor Zúñiga con el objeto do suble-
var la tierra, a espaldas de la revolución, habria puesto a
ésta en grandísimo peligro, si aquel caudillejo hubiera conta-
do con la alianza de Maguil, o siquiera con la deCatrileo, el
tutor del joven potentado de los Llanos. Pero, felizmente, no
era así. Aborrecíale Maguil en su corazón como a un émulo
insidioso, i las tribus angolinas, víctimas de sus depredacio-
nes, no le eran menos adversas. De esta suerte seesplica que,
en vez de dirijirse a los llanos o a la cordillera, se marchase,
sin mas compañía que la de su asistente, con dirección a
Tucapel-viejo.
Su intención de sublevar las tribus de las costas i apode-
rarse de la importante posición de Arauco, que es a la vez un
fuerte i un puerto de mar, era pues manifiesta. Pero antes
de entrar en el detalle de sus operaciones, volveremos a se-
guir al jencral Cruz, a quien dejamos en Concepción, alistán-
dose para encaminarse a los Ánjeles.
XI.
Cuando el jeneral Cruz se ponía en marchado Concepción,
para las Fronteras, el 1.° de oclubre,, asaltábale a menudo
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 80
la zozobra do lo que potiia leinerse con relación a la fuga del
comisario do indios ¡ a sus futuros planes. Aquel recelo era
sobradamenle fundado ; mas no al punió de justificar los hon-
dos temores que se apoderaron en breve del ánimo del cau-
dillo del sud ¡ torcieron sus mas acertados planes. Por muí
osados que fueran los intentos de Zúniga, en efecto, éstos no
podrían jamas llegar a poner en riesgo la seguridad de las
fronteras, desde que, por una parle, las poblaciones cristia-
nas estaban unánimcmcnle adheridas a la revolución, i por
la otra, los principales jefes de las tribus bárbaras prestaban
homenaje al jeneral Cruz.
Mas éste olvidóse fatalmente, como en tantas otras ocasio-
nes, de su rol revolucionario, para acordarse solo de su deber
como jeneral en jefe. Es una regla de la estratéjia militar no
dejar jamas a retaguardia de un ejército un elemento hostil,
i el jeneral Cruz se sometía ciegamente a este consejo de la
rutina, olvidando que él era el soldado de una gran causa
pública, i que el pais, al proclamarle, habia visto en su espa-
da el rayo de la justicia i de la libertad, no la insignia de un
caudillo militar.
XII.
Bajo la mortificante impresión de estos temores, llegó el
jeneral Cruz a los Aójeles, en la tarde del dia 5 de octubre,
detenido en el camino por el deplorable oslado de su salud i
por copiosos aguaceros. Recibióle aquel pueblo belicoso con
un estadillo de entusiasmo. Agolpóse la tropa i la muche-
dumbre al paso del caudillo, desdo su entrada a la población
i lleváronle en triunfo hasta su morada. El Gobernador don
Ignacio Molina, le felicitó, a nombre do los habitantes de las
12
90 HISTORIA DE LOS DIEZ ANO
Fronteras i le ofreció sus servicios i su sangro «para combíi-
lir a sus opresores» ( 1 ).
(!) He aquí la nota que, con este objeto, dirijió el gobernador
délos Anjeles al jeneral Cruz i la contestación de éste. Dicen asi.
GOBIERNO DE LA LAJA.
Anjeles, octubre 5 de 1851.
Señor Jeneral:
Persuadido que la suerte de una causa que se discute en los
campos de batalla, depende ordinariamente de no dejar pasar sin
provecho un tiempo que no vuelve, me cabe la honra, como Go-
bernador del departamento de la Laja, por elección popular, de
ser el intérprete i órgano de los principios políticos de sus habi-
tantes, que espresaré a US. en dos palabras.
Cuando nuestros hermanos do Concepción declararon roto el
pacto público que les unia al Gobierno Jeneral, reasumiendo el
poder que le hablan delegado^, por el abuso escandaloso que hizo
de él frecuentemente, invitó a los departamentos de la provincia
a hacer causa común para reivindicar sus derechos; el Departa-
mento de los, Anjeles ha contestado a su llamamiento, con una
espresion muda pero elocuente i positiva,tomando las armas. Para
que US. pueda expedirse en las operaciones de la guerra sin em-
barazo con las fuerzas de este departamento, queda autorizado
con la omnipotencia militar sobre ellas, i, al efecto, se dará orden
conveniente para que, a las 8 del dia de mañana, se pongan a su
disposición los Jefes i oüciales de los cuerpos de infantería i caba-
llería.
Al poner en conocimionto de US. esta medida, me lisonjeo que
el entusiasmo i resolución de los ciudadanos de este deparlamento,
que pelearán a sus órdenes, valga tanto como el juramento que
los soldados de Fabio hacían de salir siempre vencedores i lo
eumplian.
Dios guarde a US.
Ignacio Molina.
A S. E. el jefe Supremo Milifar.
CONTESTACIÓN.
CUARTEL JENERAL DE LOS LIBRES.
Anjeles, octubre 6 de 1851.
Por la nota de US., fecha o del corriente, me ha sido mui lison-
di: r.A ADMLMSTn.VCIÜN MONTi. 91
Xlíí.
Pero no dcbeiia timar largo liornpo en ol pcclio del Jcne-
ral Cruz el alborozo (lo aquellas mauíTeslacionos, que eran
ya los síntomas do la impaciencia con que se oslenlaban los
pueblos por la lardanza do los aprestos de la revolución, no
menos que evidentes testimonios de adhesión al caudillo quo
se había puesto a la cabeza de aquella (I). Pocas horas des-
pués de haber llegado a los Anjeles, supo, en efcclo, el jene-
ral Cruz quo e! mayor Zúñiga había emprendido sus opera-
ciones, íralando de sublevarlas reducciones de la costa, con
ol objelo de asaltar a Arauco ¡ amagar en seguida la linea
del Biobío.
jero ver espresados los nobles sentimieritos de es!e heroico pue-
blo, tratándose de libertades de la República, sentimientos que
me liabia cabido la honra de reconocer por mi mismo en los mo-
mentos de mi entrada a esta población.
Con este motivo, al acusar recibo de su citada nota, me cabe
la satisfacción de espresar por su órgano al entusiasta pueblo mi
gratitud por sus demostraciones i decisión por la gran causa na-
cional que sostenemos.
Dios guarde a US.
José María de la Cruz.
Al Gobernador del Departamento de la Laja.
(i) Como una muestra del desfallecimiento que comenzaba a
apoderarse aun de los hombres mas decididos de la revolución,
copiamos aquilas palabras que el mismo gobernador de los Anje-
92 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Habíase recibido ya en Concepción, a las nuove de la nocho
del dia 4, por un espreso enviado pore! gobernador de Arauco,
leí dirijia privadamente al intendente don Pedro Fólix Vicuña,
en carta del 30 de setiembre, que tenemos a la vista.
«Téngase presente, dice, que esta causa va a ser fallada en el
campo de batalla i que el vencedor es el que tiene la razón. Es
un error creer que esto pueda llegar a una transacción. Los que
están en el poder no juegan su vida empuñando la espada sino que
mandan a matarse a otros por ellos i de este recurso sabrán hacer
uso sin tocar ningún otro. La palabra de paz en boca del ene-
migo es un ardid con que se quiere sorprender la buena fé des-
cuidada. Luchamos con la astucia, mas bien que con la fuerza,
¿Quién ignora esto?»
No es menos significativa la siguiente carta, dirijida una semana
mas tarde, al intendente de Concepción, por otro gobernador de-
partamental, don Pascual Ruiz. Dice así:
Señor don Pedro Félix Ficuila.
Santa Juana, octubre 6 de 1851.
Muí señor mío:
Por don Ensebio Ruiz, se hacen pasar a esa ciudad al coman-
dante Sepúlveda i al cura de Nacimiento, que, por oficio que se
acompaña, sabrá U. el objeto de separarlos de aquel punto. Me
dice el comandante Sepúlveda que el batallón Chacabuco hizo
contra-revolución i se replegó a la capital; que el jeneral Búlnes
se puso en marcha para esta provincia con 4,000 hombres, tra-
yendo bajo sus órdenes el batallón Buin i Chacabnc<\ la artillería
i rejimiento de Granaderos i su salida la hizo el 19 del pasado,
i que ya está en Longaví. Así mismo, me dice que han zarpado
del puerto de Valparaíso tres buques de guerra con jeiite para
desembarco i se cree dirijidos a la provincia de Coquimbo, i dando
a entender que el vapor Arauco ha sido preso. Como todo esto
ignoramos por acá, muchos dan crédito de las aserciones del se-
ñor Sepúlveda.
Asevera también que el intendente García pasó el Maule con
mil hombres que sacó de Chillan, i yo desearía me impusiese U.
de estos pormenores, no por miedo, sino para asegurar mas
nuestros preparativos de defensa.
Desea a U. se conserve bueno su afmo. S. Q. B. S. M.
Pascual ttuiz.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 93
la noticia de quo Zúnijía so onconliaha el dia 2 do oclubro
en Qiiolen, punta inlerniüdio entre Tucapel-viejo i Arauco,
i sabíase que los indios de ios contornos so ocupaban en
«amarrar lanzas», cspresion quo en el lenguaje pintoresco i
semi-bárbaro do las Fronteras, equivale a una tácita decla-
ración de guerra.
La alarma que manifestaba el comandante militar de Arau-
co encontró eco en los ánimos de los habitantes de Concep-
ción que velan un peligro cercano para su propia ciudad,
¡en consecuencia, las autoridades se apresuraron a enviar
ausilios de armas i pertrechos al fuerte amenazado, por sí
se vela en el caso de sostener un sitio. Acordóse también
el sensato arbitrio de despachar a la tierra a un hijo do
Zúñiga con cartas i promesas de sus amigos, remitiéndose
entre las primeras una raui eficaz de una hija de aquel, monja
profesa, que existía en el monasterio de Trinitarias de Con-
cepción.
No lardaron eslas mismas nuevas en llegar a los Anjeles.
El dia 7, a la una i media del día, fué avisado el jeneral Cruz
que Zúñiga estaba en Cupaño, i comprendiendo al punto
que ora preciso obrar con celeridad, ordenó que la compaflía
de infantería cívica de Santa Juana se dirijese a Arauco a
batir a Zúiliga o defender la plaza, si se hacia necesario.
Encargó al mismo tiempo que se remitiese una carga de mu-
niciones i cien piedras de chispa con aquel objeto (1).
XIV.
Bastaba, al parecer, con eslas medidas i las adoptadas en
(I) Correspondencia inédita dol jeneral Cruz con el intendente
Vicuña.
94 UISTORIA DE LOS DIEZ a5Í09
Concepción, para aquietar ios espíritus de lodo recelo, a fin
(le dejarlos solo preocupados do la gran empresa de llevar
hacia el norte los pendones de la revolución. Existían ya los
elementos de aquella ardua cruzada en hombres, armas i
todos los recursos que una prolongada campaña puedo cxi-
jir (1). Había en los Anjeies cerca de mil hombres de infan-
feria, incluso el Cararapanguo, i los numerosos escuadrones
que mandaba Ensebio Ruiz. En Concepción, existía la artille-
ria con un abundante parque i un lucido batallón de volun-
tarios. La vanguardia, al mando de Urrulia, era ya dueña
de la linea del Nuble, habiendo ocupado a Chillan en la ma-
drugada del día 4, i adelantaba sus partidas tijeras hasta
cerca del Parral, en los momentos en que Húlnes se replegaba
de Longavi sobre el Maule, El ejército revolucionario estaba
pues listo para la marcha i todo lo que hubiera podido fallar
a su suficiencia en disciplina i organización, le sobraba en
cnlusiasrao i en fé revolucíonaiia, especie de pólvora sorda
que hace en los sacudimientos popularos mas estragos que
el cañón.
Pero el jeneral sn jefe de aquel ejércilo asi fraccionado,
volvió a perder preciosos dias ocupado de ponera salvo las
Fronteras de los riesgos, a todas luces imajinarios, en que po-
dían ponerlas los araucanos.
(1) Solo habia gran falta de caballos para la movilidad de la
división de la frontera. He aíjuí lo que el jeneral Cruz decia al
intendente V^icuña, a este propósito, dos o tres dias después de
haber llegado a los Anjeies. «No es posible proporcionarse caba-
llos, ni aun quit;mdolos a los milicianos de caballería, porque
estos tunantes, bien sea por libertarse que los haga salir o te-
miendo el que se les quite, lo que en realidad tenia como paso im-
prudente, todos ellos han concurrido a la reunión de ayer monta-
dos en rabeles. Eo este mismo estado, veo en este monuMito pasar
por el fronte de las ventanas, a cuya luz escribo, treinta i tantos
indios Sanfaffcinos.»
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 95
Eslo erroi" liié funcslo. VA peligro podía existir, pero no
era en manera alguna necesario que fuese el mismo jenoral
Cruz el encargado do conjurarlo. líubiérale bastado, para este
íin, hacer venir deTalcaliuano al activo Aloraparlc, el mismo
que después desbarató los planos do Zúñiga con tan san-
grienio estrago, o comisionar a algún jefe militar de cierta
rospetatiilidad, para que hubiese entrado en avenimientos
con los caciques mas importantes. Si el jenoral Cruz hubiese
tenido el don de la adivinación en esta coyuntura, habrialo
bastado dejar con aquel encargo ai coronel Zañartu, con el
título (por él tan anhelado!) de intendente de la provincia
i, de esta suerte, era seguro que se habría ahorrado, sí no la
sangre de Longomiila. la deshonrado Purapel, al menos.
XV.
Mas, el jenoral, minucioso por carácter i dado a los hábitos
de la inspección personal que su celo le había impuesto durante
su carrera pública, quiso él mismo eptrar en esos eternos i
estériles parlamentos que celebran los bárbaros, aun para
sus mas ínsigniíicantes resoluciones. Su objeto era obtener
que las principales tribus enviasen a su ejército, no aüsilía-
res, porque tan absurda i tan inútil barbarie jamas pasó por la
mente del jenoral, como lo ha creído el vulgo, sino delegados
o testigos, como son estos llamados en la tierra, que le sir-
vieran como prenda de la paz que prometían guardar en
ausencia de las fuerzas que custodiaban las Fronteras. La
medida en sí misma indudablemente era acertada, pero no
exijia, bajo ningún concepto, la presencia personal del caudillo
de una revolución popular que, de esta manera, se espuso a
presentar, durante mas de veinte días, cada uno de los que
96 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
era de una inmensa ¡mporlancia revolucionaiia, el conlraslo
casi ridicalo de un jeoeral rebelde que se emplea en oír las
arengas de unos bárbaros majaderos, mientras el gobierno,
contra cuyo colosal poder de organización hablase aquel alza-
do, disponía, con un solo jesto, de lodos los tesoros de la
nación í de lodos los hombres que sirven por salario, que, a
la verdad, no son pocos.
XVI.
Tan cierto era que la presencia del jeneral Cruz en los
Ánjeles era solo un lujo de su mal concebido celo, que en el
mismo dia en que él llegó a aquella villa (5 de octubre),
Ensebio Ruiz habla reunido en parlamento a los caciques
Píchun, Piñolevi, CoÜpí ¡ muchos oíros, entre los que se con-
taba el valiente Monlri, que pertenecía a una familia que no
reconoce superiores por sus denuedos en todas las reduccio-
nes de los llanos.
Para conmover las tribus de Maguil, ademas, había baslado
solo que el lenguaraz don Panlaleon Sánchez se presentase en
San Carlos de Puren el dia 8 i que se enviase a aquel temido
bárbaro un herraje de plata para su caballo i unos cuanlos
pesos en monedas ( I ].
(1) En el libro de la comisaria del ejército del jeneral Cruz,
que se conserva como uno do los trofeos de Piirap(?l en el Minis-
terio de la guerra de esta capital, liai dos partidas que dicen asi.
«. Octubre '2\. — Por veinte i cuatro pesos in fregados a don Pan-
laleon Sánchez para que dé a Maguil Bueno, en recompensa de
su cooperación en la seguridad déla frontera, amagada por Zúñiga
con su huida a ios indios, según consta del decreto que se rejistra
bajo t>l iiúm. lo. — Prieto — Panlaleon Sanche:. — [Son 24 ps. )
(¡.Octubre 23. — Por cuarenta i un pesos cuatro reales entregados
DE LA ADMINISTIIACION MONTT. 97
Medíanle cslos arbitrios, que ponen de manifieslo cuan fácil,
i sobro lodo, cuan barato es el arlo do manejar a los llama-
dos poderosos araucanos, cuyo mas soberbio potentado no
dosdeflaria el oficio de pordiosero si fuese condenado a vi-
vir en nuestras ciudades, consiguió el jeneral Cruz celebrar en
losAnjeles un fatigoso parlamento con ios caciques que obede-
cían a Maguil, el 10 do octubre. Mas, aquellos diputados, una
vez concluida la ceremonia, se volvieron a sus respectivas
comarcas, a fin do consultar maduramente el partido quo
debían abrazar, mientras el jeneral Cruz veia que la revolución
toda de Chile iba a quedar aguardando la respuesta que so
dignasen enviar Aciagas fueron estas aberraciones i mas
lo fueron sus inevitables resultados. Si el jeneral Cruz se hu-
biese encontrado en Chillan i sucesivamenle en San Carlos ¡ el
Parral en los primeros días de octubre, era casi evidente quo
el jeneral Búlnes se habría visto obligado a replegarse al norte
del Maule, como él mismo lo manifestaba en esos propios días;
i entonces ¿quién hubiera podido atajar el paso triunfante
de una revolución que estaba en todos los corazones chilenos
que no recibían sueldos del erario? ¿Quien hubiera podido
responder aun de la fidelidad pagada de aquel ejército en
esqueleto, única valla que se oponía entonces al alzamieulo
unánime de tres provincias, que equivalían por su territorio a
un tercio de la República, estando ocupado el otro tercio por
las armas do Coquimbo?
Pero quizo el ciego destino de la siempre malhadada causa
liberal que, mientras tronaba el caúon de Petorca (14
do octubre), estuviesen los revolucionarios del sud (incora-
a don Francisco Meló, valor de un herraje que se le compró para
gratificar al cacique MHgtiil Bueno, según consta de la orden que
íe acompaña bajo el riúm. 16. — Prieto. — Francisco Meló. — (Son
41 ps. oO cts.)')
13
9vS HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
prcnsible cOiilrasle!], Gonio pueslos on chiquillas, a usanza
(le los bárbaros, oyendo sus ¡ntermiriables ¡ pielünciosas
arengas.
XVÍI.
Tan absurdo era lodo esto que el mismo jcneral Cruz
hacíase cargo, a! parecer, de la anonialia de su situación.
Escribiendo al intendente Vicuña, el dia 12, después de pin-
tarle el entusiasmo de los indios para acompañarle, a con-
secuencia del parlamento do los Anjcles (I ), le decía: «Así
(1) «Acabo (le saber, dice el jeneral Cruz, en una carta del 12, a
don Pedro Félix Vicuña, con relación a los resultados de esta ce-
remonia, que los caciques de Magiiil han vuelto por allí (San
Carlos de Puren) tan decididos i contentos con el saludo i parla
que les hice, que la mayor parte de ellos aseguran al coman-
dante que, aun cuando Maguil se opusiese a su salida, ellos
vendrían con sus mocetones a los ocho dins del plazo que les
había señalado i que me acompañarían hasta lograr « amarrar a
Montes».
A propósito de e>ta última frase, no podemos menos de apun-
tar aquí una opinión mtii jeneral que hubo eti 1851 entre la
iente del pueblo i particularmente de los campo?, sobre las causas
de la revolución del sud en aquel año. Como poco antes habíase
mandado recojer por una leí la plata de cruz, llamada macu-
quina, creían los rotos i los huasos que esta era plata del jeneral
de esto mismo nombre, i asi es que decian hace bien de pelear :
■por que' le han de quitar su plata? I cuantos que no son rotos
ni tiuasos no han tenido en nuestras revueltas una divisa nías
elevada al empuñar las armas ?
En cuanto a la manera de esplicarse los indios la guerra
de los blancos entre sí, decian sus interprete.s que Montes era
malo porque en las serranías hai leones, reptiles i plantas ve-
nenosas, í Cruz era bueno porque era la seña del cristiano. Al
menos, no puede negarse que los Araucanos eran mas lójicos
que los guineas en la esplícacion de sus enigmas, i que no falla-
lía ?t sus ruzonam¡;.'ntos un sí es no es de adivinación.
DE l.\ ADMINISTRACIÓN MONTT. 99
OS, mi amigo, el que por ahora solo puedo colocarnos cu al-
gún apuro el que dou Maimol [cljeneral ^¿i/jí<?«j so nos
ponida en marcha para (Ihüiau luego.» Palabras que ofrecen
una curiosa coincidencia porque m:uii[leslau el lemor do un
jenoral de verse atacado por su adversario en la misma co-
yuntura en que éste relrocediu a su vez, sospechando que
iba a ser el agredido.
xViii.
La única medida úa alguna importancia revolucionaria,
acordada por el jcncral Cruz en los Aójeles, fuera de sus
ingratas combinaciones con los iuilijenas, que agolaron al
íln su paciencia, fué la organización del rejimienlo Caram-
pangue (decreto de !0 de octubre), p )r medio de la agrega-
ción al batallón veterano de este nombre de las milicias do
Yumbel, para lo cual se hizo una promoción jeneral de la
olicialidad de este cuerpo ( I ), i la creación del batallón de
(1) El jeneral Cruz, en su calidad de jefe supremo de la na-
ción, concedió uno o das grados a cada uno de los oficiales del
Carampangiie, otorgándoles despacho?, con todas las formalidades
acostumbrada'-. Gomo una muestra del estricto orden con que
se procedía en todas las operaciones de la revolución, trans-
cribimos aquí íntegro uno de estos despachos, copiado del oriji-
ual. Dice así ; ^
JosE María de la Cruz, jexeral •
DE DIVISIÓN ETC., ElC.
Por cuanto : usando de las facultades que me da el cargo de
Jefe Supremo de armas (jue me han conferido las provincias de
Concepción i Cocjuimbo, i atendiendo a los méritos i servicios del
capitán de la piinjera compañía del primer batallón del rejimiefito
Carampangue don Juan A. Vargas, he veni lo en conferirle el
grado de sárjenlo mayor, concediéndole las gracias, exenciones '
100 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
línea Alcázar, compuesto de los cívicos de los Anjeles, que
se mandó poner bajo un pié de guerra el 11 do octubre,
preeminencias que por tal título le corresponden, quedando su-
jeto este ascenso a la aprobación del Congreso de Plenipoten-
ciarios que debe reunirse, o del Jefe Supremo que este cuerpo
nombre, ínterin se reúne el Congreso Constituyente.
En consecuencia, ordeno que le hayan i reconozcan por tal
capitán graduado de sarjento mayor del reji miento Carampan-
gue, para lo que le hice espedir el presente despacho, firmado
de mi mano, i sellado con el sello de la intendencia. Dado en
el cuartel jeneral de los libres, en los Anjeles, a once días del mes
de octubre de mil ochocientos cincuenta i un años.
José Maria de la Cruz.
S. £., en virtud de la autorización antes espresada, coníiere
el grado de sarjento mayor al capitán de la primera compañía
del primer batallón del rejimienlo Carampangue don Juan A.
Vargas.
Cuartel jbnebal de los libres.
Anjeles, octubre 11 de 1851.
Cúmplase, tómese razón en la comisaria del ejército i pásese
al señor intendente de la provincia para que se anote en secre^
taría.
Cruz.
Se tomó razón en la comisaría del ejército a f . 4 del libro de
títulos. Anjeles, octubre 11 de 1831.— Prieto.
Concepción, novienabre 6 de 1851.
Tómese razón en secretaría i tesorería jeneral.
Tirapegui.
Se tomó razón en esta secretaría en el libro respectivo a
fojas 67. — Luis Pradel, secretario.
Se tomó razón a f. 172 del libro de títulos militares, núm. 12.
Tesorería jeneral de Concepción, noviembre 7 de 1851. — Urive,
Ministro accidental.
DR LA ADMINISmACION MOHTT. ' 101
dándolo aquol nombro, dico oí docrolo corrospondionlo, «en
memoria del benemérito i valíonlo jonoral sacrificado eu
sosten do la ¡ndepcndeucia i defensa especial de este depar-
tamento» ( i ).
(I) Boletín del $ud, lib. 1°, núm. 7,
CAPITULO V.
EL GOBIERNO CIVIL DE CGNCEPCiON.
E! coronel Urrutia ocupa a Chillsii con I;i vaiifruardia del ejórcilo
revolucionario. — Acta de adhesión a la revolución que form;iii
los vecinos de aquella ciudad. — Kl inletidente del Nuble don
MariaiK» Uanion Zañaitu. — La vanguardia entra a San Carlos —
Proclama que d coronel Urruiia dirije a los habitantes déla
provincia dtJ Maule. — Pronunciamiento en Cauquenes. — Me-
didas financieras adoptadas por la intendencia revolucionaria
de Concepción. — Delicados procedimientos del intendente Vi-
cuña. — Uecursos rentísticos de la provincia de Concepción. —
El Estanco. — Deudas fiscales. — Comparación de los gastos
hechos por el gobierno jeneral de la Kepública i los revolucio-
narios de Concepción i Coqu¡mi)o. — Caja de la comisaria del
ejército del sud. — Maestranza. — Envió de Rabanales i Claro
Cruz para organizar montoneras en Colchagua. — Visita de
cárcel estraordinaria que hace Vicuña. — El Boleiin del sud. —
Estravagantcs detr^^os del intendente Vicuña declarando nu-
los todos los pactos del gobierno jeneral. — Relaciones inter-
nacionales de la provincia sublevada. — Avi>;o de su promoción
a la intendencia revolucionaria que dirijió Vicuña a los ajenies
consulares, i reconocimiento (jue hacen estos de aquel hecho. —
El gobierno declara cerrados los puertos del territorio rebelde.
— Patente de navegación del vapor Arauco, — Captura de este
buque por los ingleics. — Furor del populacho de Talcahuano.
104 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
— Heroisrrto de una «rabona». — Insolente ñola del coraandante
Paynter.— Funestas consecuencias que trajo para la revolución
el apresamiento del Arauco. — Protesta del intendente Vicuña.
— El vice-cónsul ingles en Talcahuano teme que se atente
contra su vida. — Notas cambiadas, con este motivo, por aquel
funcionario i el intendente Alemparte.
Mientras la revolución se encontraba paralizada ¡ casicom-
promelída, como hemos visto, en las Fronteras, o, si no es
impropio decirio, a retaguardia de sus operaciones, hacia aque-
lla solo algunos inciertos progresos, mas como propaganda
popular que por el influjo de las armas, sobre la línea del
Nuble.
If.
El 4 do octubre, en efecto, como ya dijimos, habia ocu-
pado a Chillan el coronel ürrutia, jefe de la vanguardia del
ejército del sud, acompañado de sus principales lugar te-
nientes Souper ¡ Lara, que se le habían reunido en los últimos
(lias de setiembre. En el acto, se habia reunido el vecindario
de aquella importante ciudad i por medio de una acta so-
lemne (1), proclamó su adhesión al movimiento del sud, desig-
(1) He aquí este documento que tomamos del Boletín del sud,
núm. 4 del lib. I,".
«El pueblo de Chillan, considerando la actual situación de la
Ptppública, ha acordado:
« l.° Que esta situación desgraciada depende de todos aquellos
actos ilegales emanados del poder ejecutivo.
<í.2.'> Que la proclamación de don Manuel Montt para presi-
DE LA ADMINISTRACIÓN MÜNTT. 103
nandü al mismo liompo al entusiasta ciudadano don Uamon
dente de la Repút)líca se lia hecho infrinjiendo la carta constitu-
cional en el escrutinio que ella determina, habiéndose puesto
antes en ejercicio cuanto medio reprobado ocurrió al poder
ejecutivo para coartar la libertad del sufrajio, infrinjiendo igual-
mente las demás leyes que lo reglamentaban.
«3.** Que la autorización pedida por el poder ejecutivo al con-
greso, concedida i promulgada como lei del estado en 14 de se-
tiembre último, es atentatoria, contraria a los principios demo-
cráticos, i visiblemente con el objeto de entronizar la dictadura.
<(4.° Que en fuerza de estos fundamentos, i adhiriéndonos en
todo al pronunciamiento libre i espontáneo de las provincias de
Concepción i Coquimbo, declaramos, solemnemente i con la mis-
ma espontarieidad, roto el pacto social, retirando desde luego los
poderes conferidos a los representantes al congreso nombrados
por esta provincia i demás autoridades, reasumiendo todos
nuestros derechos soberanos, i en ejercicio de ellos, nombramos
interinamente para intendente de esta provincia del Nuble al
ciudadano don Mariano Uamon Zañartu, i de comandante jeneral
de armas de la misma al benemérito i denodado teniente coronel
don Alejo Zañartu, i ambas autoridades obrarán de acuerdo con
el señor jeneral de división don José María de la Cruz, a quien
conferimos las facultades necesarias a fin de llevar a cabo la
realización de la Uepública^ poniendo a su disposición cuantas
fuerzas i recursos tenga esta provincia; en virtud de lo cual se le
remitirá copia de la presente acta para su conocimiento, i el pue-
blo de Chillan queda satisfecho que este ilustre caudillo obrará
en todo conforme a sus principios i heroico republicanismo.»
Chillan, octubre 4 de 1851.
(Siguen sesenta i dos firmas].
Al remitir esta acta al jeneral Cruz, el intendente Zañartu
anadia estas palabras en una comunicación inédita que tenemos
a la vista, fecha 7 de octubre.
«Al infrascripto, como ciudadano i como primer majistrado de
la provincia, le cabe la satisfacción de aceptar la causa popu-
lar, i mucho mas cuando ve a U. S. puesto a la cabeza de ese
mismo pueblo que con todas sus fuerzas pretende derrocar la
tiranía i esa dictadura funesta que se ha querido entronizar en
nuestra querida patria, mi corazón ha latido de contento, estoi
dispuesto a morir por la libertad, como también lo está eu est«
momento el pueblo que dignamente me rodea.»
14
100 HISTORIA DK LOS DIEZ AÑOS
Mariano Zaíiarlu, rico hacendado di) aquella comarca; para
que se hiciese cargo de la inlendencia de ia provjn'*ia del
Nuble, acéfala desde la partida de García, i al comanda nio
don Alejo Zaflarlu, para que desempeñase la comandancia
de armas.
III.
El activo Urrulia no quiso permanecer mas tiempo en
Chillan qu^ el que necesitaba para acopiar los escasísimos
recursos militares que el no menos dilijenle García habia
dejado tras sus pasos en su retirada hacia el norte. El 5 do
octubre ocupó, en consecuencia, el pueblo de San Carlos,
donde se hizo de unos 40 fusiles olvidados por García ¡ reu-
nió cerca de cincuenta dispersos de los soldados del batallón
cívico de Chillan que se desertaban de la división de Longaví.
El deseo del impetuoso caudillo del Maule era invadir ace-
leradamente esta provincia i conmoverla de nuevo para
cruzar los planes que sobre ella trazaba el jeneral Bülnes
desde su cuartel de Talca. «Continuamos pues adelante, es-
cribía, en efecto, aquel jefe al intendente Vicuña, al ocupar
a San Carlos el 5 de octubre, en nuestra magnánima empresa
i estoí seguro, segurísimo de que triunfaremos de ellos, ape-
sar de los terribles esfuerzos que hacen, pues su sistema
infernal está en el día al alcance de todos.»
Al mismo tiempo, el jefe de vanguardia hacia circular, entre
sus amigos i adeptos del Maule, la siguiente entusiasta procla-
ma llamándolos a las armas (1].
(1) Ya, desfle ol dia2 ile octubre, íiabia tenida lugar en Cauque-
nes, capital de la provincia, un pronunciarnieiito revolucionario, a
consecuencia, sin duda, de la retirada de la división de vanguardia
DK LA ADMl.MSinAl.lON MONTl. 107
COMPATIMOTAS.
Cliill.in, octubre Je 18C11
«Siempre celoso por los dcrschos del pueblo, ¡ por la 1¡-
herlad do mi patria, bo combatido el despotismo que ha
querido abogar la voz de la libertad.
«En mi retiro, be visto los sufrimientos que dia por dia
habéis tolerado, i en ellos jamas he estado lejos de vosotros ;
porque, eiijvueslra persecución, he visto la muerto de la liber-
tad por la que siempre ho combatido.
«Dias de dolor os han amagado; pero el sol de la libertad
brilló ya para los hijos del Maule I los que ayer jemian en la
opresión boi respiran el aire de los libres. El departamento
sobre el Maule, según aparece de la enérjica proclamación que
Iraiiscribiinos en seguida de una hoja impresa.
A miestros amigos i compatriotas,
«Guando los pueblos proclaman sus derechos i libertad, la lira-
nía redobla sus crímenes i atentado?.
«Apenas Concepción i Coquimbo alzaron su grito de libertad,
los que hoi apelan a vuestro patriotismo i valor hemos llevado la
vida del proscripto.
«Perseguidos a muerte por los esbirros de la tiranía, aun es-
tamos vivos para defender la patria, después de vernos perse-
guidos ¡ saqueados nuestros intereses.
«Maule ardía en entusiasmo patriótico, i los ecos de libertad
en el Sud i en el norte, la encontraron en su puesto. Aquí se han
lirado el 19 de setiembre las primeras balas ^-ontra un pueblo
indefenso que pedia su libertad; de aqui irá también el entusias-
mo bélico que anonade la tiranía en sus mas recónditas trincheras.
«No hai que dudarlo, cuando los pueblos se presentan a com-
batir a sus criminales opresores, ellos triunfan: la historia está
llena de estos ejemplos. Seamos unido?, i después de mas de 20
años de tinieblas, la luz de la libertad reílejará gloriosa en nues-
tra querida patria.
Cauqiienes, octubre 2 de 1851.
J. M. Fernandez Moraga— SMslian 2,° YUlalohos—Juan de
iJioi Cisternas Moraga.
108 UiSTOniA DE LOS DIEZ ANOS
de Quirihüe correspondió ya al enlusiasmo do Concepción, i
Coquimbo : el esla ubre ya.
«Me cabe la esperanza de contar con igual esfuerzo i for-
tuna en el resto de estas heroicas provincias que otra vez be
dirijido: ahora, con un doble motivo, quiero vuestra felicidad.
Me habéis visto nacer i me veréis morir por vuestra causa i
libertad.
«Quiera Dios que mis esfuerzos, unidos al de los leales i
buenos patriotas, correspondan a mis deseos.
«Ciudadanos que amáis la libertad, camaradas que habéis
alzado el brazo para defenderla contra los tiranos ; que no
haya mas pensamiento ni mas himno de guerra que el de
¡Viva la República! ¡Viva el jeneral Cruz, su inpertérri-
To defensor! !
Domingo Urrutia.^)
IV.
Pero, mientras el movimiento del sur se encontraba como
estagnado en las márjenes del Bíobio, i se adelantaba hacia e!
Maule con pasos vacilantes, arbitrábanse por el intendente
do Concepción, con incesante afán, los medios de alimentar
aquel, echando a la vez mano de todos los recursos que ofre-
cía el patriotismo de los habitantes i poniendo en dura presión
los diferentes ramos que por su naturaleza estaban bajo la
mano del poder civil.
Con increíble dilijencia, habíase reunido, de esta manera,
por los dias en que seguimos el curso de la revolución, una
suma de mas de 80 mil pesos en dinero efectivo, cantidad
eslraordinaria en una provincia en que, por la naturaleza de
sus transacciones, el numerario es tan escaso.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 109
Uonios ya dicho que so había embargado a bordo del vapor
Arauco un paquelo do onzas selladas quo ascendía a la suma
do 20 mil pesos, perlenecíonles al erario nacional. Junlóso
una suma equivalenlo, o inferior en poco, en las diferentes
oíicinas do la provincia, i con oslo, el numerario disponible,
al día siguienlo dol movimiento, alcanzaba a una suma re-
donda do 38,300 pesos (1 ).
(1) Esta cantidad estaba distribuida de la manera siguiente.
Embargo en el Araüco 20,000 pesos. — Tesorería jeneral de Con-
cepción 5,000 pesos.— Tesorería departamental 11,300 pesos.—
Aduana de Talcahuano 10,000 pesos. — Estanco 2,000 pesos. —
Total 38,300.
«Del dinero, dice el ciudadano don Francisco Prado Aldunate,
en el documento que hemos citado varias veces en el primer vo-
lumen de esta historia, fui comisionado para tomar balance en las
oficinas fiscales i encontré el número de 20,000 pesos tomados en
el vapor, 11,300 en la Tesorería departamental, 5,000 en la Teso-
rería jeneral, 10,000 en la Aduana, i 2,000 en la administración
jeneral del Estanco i correos. Algunos pagarees de aduana, exis-
tentes en la factoría, reducibles a plata, pocos; i gruesa cantidad
en deudas de los vecinos, de fondos provinciales, en la Tesorería
departamental.»
El intendente Vicuña se empeñó eficazmente en que quedasen
administrando los fundos fiscales los tesoreros Castellón i Martí-
nez, que servían estos empleos; pero ambos se negaron, a menos
de que se les permitiese protestar tres veces todo decrete de pago,
lo que acarreaba dificultades inadmisibles. En su defecto, fué ele.
vado a tesorero el primer oficial de aquella oficina llamado ürive.
«Como mí fortuna habla desaparecido, dice Vicuña en sus apun-
taciones citadas, durante las perseciiciones que me habían hecho
mis enemigos, no siendo la menor una conspiración jeneral de
todüs ellos para arruinarme, tenia que tomar las mas minuciosas
precauciones sobre la contabilidad e inversión de todos los fondos
públicos.»
Terminada la revolución, hízose una honrosa justicia a la con-
ducta observada por el intendente revolucionario en aquel espi-
noso asunto. Las mismas cuentas de la tesorería revolucionaria
fueron incorporadas en la cuenta jeneral de entradas i gastos de
la Nación, i aun por los propios documentos i libros de aquella
110 nisTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
Esla üMima cifra se hizo subir, en pocos días, a la de 60
mil pesos, poniendo en juego lodo jéuero de arbitrios i sin
que se impusiera a los vecinos un solo maravedí de conlribu-
cion. Restableciendo la circulación de las onzas eslranjeras
(decreto de 2 de octubre), cuyo curso estaba suspendido
hacia poco por el gobierno jcnoi'al, se reunieron 8,000 pesos
en aquella moneda, que se babia ido colectando de cuenta
del erarlo en los deparlamentos. Agregáronse a estos dineros
43,000 pesos por la liquidación del estanco i factoría de Con-
cepción (1), 3,000 pesos de los estancos deparlaraenlales,
1,500 del fondo de jornaleros de Talcahuano i 7,700 pesos
mas devueltos al erario por varios deudores o comisionados
fiscales (2),
oíicina, puestos en órilon perfecto, se intentó poco después hacer
efectivo el reintegro de las cantidades invertidas, por cuyo monto
total el fisco ejecutó a Vicuña en 1852. Mas, luego, sin embargo,
abandonó aquel su desacordada accioo, a la que los tratados de
Purapel liabian puesto atajo.
(t) Uno de los principales recursos de la revolución fue la venta
del tabaco i su distribución a la tropa como equivalente del nu-
merario. Al partir Vicuña de Valparaíso, habia convenido con il
factor jeneral don José Manuel Figueroa que enviase éste a la
factoría de Concepción cuanto tabaco fuera posible, de manera
que, al estallar el movimiento, existia, entre la aduana de Tal-
cahuano i la factoría de Concepción, un valor de cerca de cien
mil pesos en este artículo. El intendente Vicuña suprimió por
un decreto el estanco de Concepción, dejando solo subsistente la
factoría, i en la liquidación de las cuentas de aquel, resultó un
alcance contra el jefe del ramo, un rico especulador llamado
Rodríguez, de 13,000 pesos, que la autoridad le hizo entregar en
la tesorería, en el término de 2i horas, conminándolo con pri-
sión. Esla era también una de las claves que ponían de manifiesto
el enigma de la adhesión provincial al candidato de la Moneda.
El Estanco en Chile ha sido para los gobiernos una especie de
ejército permanente, h.ario mus eficaz por su organización que
ios batallones armados.
(2) Don Ignacio Palma, que lenia arrendada la valiosa isla de
DF, I.A ADMINISTRACIÓN MOMT. * 111
txislia adí'iiias una deuda provÍDcial (jiio ascendía a 187 mil
pesos, ¡ por la que los favorecidos del lisco, que eran los adíe-
los a la caiididalura JIonll, pagaban iiilcrcses suDiaineulo
bajos, por sor censos u obligaciones pías, o no pagaban ab-
solulanienlü nada. Con fecha 2^ de seliembrc, oitlenósc, en
consecuencia, por undecrelode la ¡nlendencia, que lodos los
(leudoies morosos enlrcgasen en lesorerid un 3 por 100 del
lolal de sudeuda, como fondo de amorlizacion, dividiéndolos
plazos do quince en quince días, a fin de hacer menos oneroso
osle gravamen. De esta sencilla manera, se creó para la pro-
vincia, o mas bien, píira el deparlamento de Concepción, una
renta ü^a de 9,000 posos mensuales que, una vez hechos
lodos los gastos de guerra, era suficiente para las domas
exijencias del servicio. Desde luego, osla providencia dio por
rcsuliado e! que so entregaran en lesoreria 4,000 pesos por
intereses atrasados de la deuda flolanle déla provincia, sebo
de todas atjaeilas recónditas afecciones políticas, que no te-
nían el aliciente mas tenlador de un sueldo fijo.
V.
Tales fueron las sencillas operaciones de la hacienda revo-
lucionaria en Concepción (I), i ciertamente que serán su
de la Mocha on solo 300 pesos i debía al fisco gruesas sumas por
otras negociaciones que esplicaban su ardiente civismo, entregó
.i,000 pesos a cuenta de sus obligaciones, el comandante Sepúl-
veda 3,000 pesos i un misionero italiano llamado Bracandori, que
halda reci¡)ido 1,000 pesos para una comisión en Arauco, devol-
vió por apremio a la tesorería 700 pesos que aun no había in-
voríido. E>las tres cantidades hacian la ultima cifra de 7,700
pesos que dejamos apuníados,
(1) Les gastos de la revolución del sud fueron casi esclusiva-
-112 • HISTORIA DE LOS DIEZ ASOS
mejor Urabro i un noble desmentido a esas bastardas acusa-
ciones que se hacen por los que solo viven del éxito, a todos
los hombres que han promovido en Chile los sacudimientos
populares. Pero acaso no ha existido, durante los últimos 30
mente militaras, pero se pagó también puntualmente la lista
civil i aun se dieron 1,000 pesos para gastos eclesiásticos.
Según la cuenta jeneral de inversión de 1851 (en la (pie están
insertadas íntegras las de la tesoreria revolucionaria de Concep-
ción), se entregaron a la comisaria del ejército, durante todo el
período de la revuelta, solo 35,409 pesos 87 centavos, es decir, poco
mas de la mitad del dinero colectado en efectivo. Pero es preciso
advertir que muchos de los gastos de guerra se hicieron por li-
bramientos directos de la intendencia sobre la tesoreria, de los
que no se tomaba razón por el comisario del ejército. *
Según el libro de las cuentas de la comisaría del ejército dti
sud, que, como hemos dicho, existe orijinal en el arctiivo del Mi-
nisterio de la Guerra, la caja de aquella habia recibido hasta el
l.°de noviembre, 30,996 pesos i solo habia gastado en esa fecha
5,877 pesos, quedando una reserva de 25, H8 pesos. Esta se habia
disminuido el 1." de diciembre a 14,978 pesos que fue mas o
menos la misma cantidad que se distribuyó a los restos del ejér-
cito revolucionario, antes de ser disuelto en Purapel.
Entre los gastos de guerra, figura lo invertido en 2,600 camisas,
600 casacas i 1,000 pares de pantalones que se hicieron en Con-
cepción para el ejército i, mas especialmente, para el uso del bata-
llón cívico de aquella ciudad. Pero los comerciantes vendían los
materiales al costo, i las señoritas de Concepción se suscribían con
gruesas partidas de aquellos ol)jetos que ellas cosían gratuitamen-
te con sus delicadas manos. La señorita Rosa Esquella fue suscri-
tora por 50 camisas. — Las obreras del pueblo cosían los pantalones
solo a 9 reales la docena; i tal era el entusiasmo de estas infelices
que una sirviente de doña Manuela Puga obló 200 pesos en que
consistía toda su fortuna, fruto sin duda de largos ahorros. — Olra
mujer del pueblo, al ver pasar por la puerta de su rancho a Vicuña,
salió corriendo a su encuentro i presentándole un trozo de tocuyo
que media dos varas, le decía — Señor intendente, alcanzapara una
camisa! Escusado es decir que esta jenerosa dádiva fue admitida.
Mas adelante tendremos ocasión de hablar mas detenidamente
del patriotismo de las hermosas hijas del Biobio.
nr i.A AnMiNisTn.vcioN momt. 113
años, olro fiindameiilo do oslo cargo que una jcnnrálizacion
(lo aquel anloccdcnto liislórico que sacó una revolución ar-
mada dol moslrador de un Estanco. . . .
Las medidas financieras de ios revolucionarios de Con-
cepción aparecen mucho mas jusliíicadas cuando se las com-
para al inmenso derroche con que so inició la hacienda del
Decenio, i que, después de la sangre que verlió a torrentes,
fué el mas odioso i el mas gravo de sus caracteres. Según
las cuentas de inversión de los años de 1851 i 52, apare-
ce, en efecto, que se gastó por el gobierno en sofocar la
revolución do 1851, no menos do la enorme suma de
1.298,758 ps. 23 cls. (1), es decir, diez i ocho veces mas
que lo gastado en Concepción i trece veces mas de lo inver-
tido en la Serena, pues en la revolución de Coquimbo se
habían gaslado, según la cuenta de la tesorería de aquella
provincia, 100,216 ps. 13 cts., casi el doble de lo que había
sido preciso en Concepción.
Hemos dicho que todos los gastos de la revolución del sud
estaban completamente justiticados por sus documentos, í
en vano el ávido ojo de los fisoales buscó algún resquicio
do acusación a los que respandían cou su firma de aquellos
procedimientos; pero sin embargo, el gobierno que osaba acu-
sar a aquellos iiombres tan alrcvidos, como eran pobres.
(1) Segiin las cuentas jencrales de inversión de los presnpnestos
fio los años fisc3Í(i|^ de 1851 i 5*2. se srastaron en I8jI, como
pxrt'so del presupuesto de guerra aprobado el año anterior,
071,956 ps. 92 ct«., i en 1852, por el mismo motivo i con arre-
glo a la leí de facultades estraordinarias de 14 de setiembre de 1851^
|j cantidad de G2G.80I ps. 31 cts.-Tofal 1.298,758 ps. 23 es. '
El presupuesto d-.d ramo de giieira había ascendido en 1850.
en sus tres departamentos de ejército, marina i guardia nacional
a 1.3'l9.3'ÍO ps. 7 cts. ¡ en 1851 subió casi al doble, esto es, a
2.023,890 p^. -58 cts.
lo
114 DlSTOniA DE LOS DIEZ ifÍ09
no sinlió el rubor do su responsabilidad (sino anle sus
propias oficinas» cuyas manos estaban todas a sueldo, por lo
menos anle la inexorable posteridad que comienza a juzgarlo)
al eslampar en sus documentos públicos una partida concebida
en estos tesluales términos : Por diarios, víveres i diversos
gastos hechos en toda la república, con el objeto de conservar
el orden público, librados a consecuencia de órdenes com-
petentes— 152, 733 p?!!
Para eterna honra de los sublevados de Concepción, re-
jistrará la historia estas cifras, i en su contrapuesta com-
paración, se leerá en los tiempos venideros con asombro que
habia bastado al patriotismo de aquellos ciudadanos solo la
mitad de los fondos secretos con que el gobierno que se habia
sobrepuesto a la nación, sostuvo su usurpado poder, a fuerza
de oro i de sangre.
VI.
Otro de los acuerdos de la autoridad revolucionaria, que
ponian en evidencia de luz la honradez de sus propósitos [
el espíritu de orden con que se queria protestar contra la
eterna acusación dirijida al partido de oposición, que en
osla vez habia dejado de ser un bando para ser un poder,
fué la creación del Boletin del sud, rejislro oficial de todos
losados de la autoridad, el cual comenzóse a dar a la prensa
el 2 do octubre, a imitación del que se publicaba en la capital,
con el título de Boletin de las leyes ( 1 ). «Cuando una re-
volución va a cambiar la faz de una nación entera, decia la
(1) El primer número de esta curiosa publicación, de la que
tomamos muchos datos esenciales para esta historia, apareció
el 2 de octubre i el último el 3 de diciembre de 1851, formando
46 números que componen un volumen en 4.* de 208pájs.
DB LA AÜSHNI9TRACI0PÍ MONTT. 115
Inlroiiucciüu do eslo repertorio, espücando la mcnle tío sus
autores, los actos que inician esto movimiento rejenerador
deben pasar a la posteridad, ya soa como una espresion del
patriotismo do los quo abrazan los senlimientos e ideas quo
la impulsaban, o bien, como las bases en que debe reposar el
nuevo cdilicio social quo debe levanlarse,»
4
Vil.
junto con la creación del Doleíin del siid, se espidió por
la intendencia do Concepción, el 2 de octubre, un decreto
oslraño cuya peculiar osadía rayaba ya en la extravagancia.
Proponíase nada menos aquel rescripto, digno de la Busia '
dictado en Concepción, abolir de hecho la tesoreria nacional
que existia en la capital, suprimir el ministerio de hacienda
i por completo la acción del gobierno, declarando de ante
mano irremediablemente nulos los pactos que celebrase el go-
bierno jeneral, ¡ todos los pagos que se*hiciesen por su orden,
incluso por supuesto el sueldo del presidente de la Repúbli-
ca. Esto era llevar el ardor revolucionario hasta el quijo-
tismo i desnaturalizar hasta cierto punto, el espíritu de cor-
dura i moderación que habia caracterizado a la revolución
desde sus primeros pasos (1 ).
(I) He aquí esta curiosa pieza, tal cual se publicó énelJPoíetín
del sud, núm. 9, del líb. i.°.
BANDO.
i4j)ro FÉLIX VICUÑA, intendente proclamado por la provincia de
Concepción^ etc., etc.
Por cuanto: con esta fecha b ¡ntenclencia ha espedido el de-
creto que sigue:
((Estando df^spedazados los lazos que ligaban las provincias
con un gobierno tiránico, que ha sacrificado a los intereses i
HISrOrUA DE LOS DIF.Z AÑOS
VIH.
La casi irremediable escasez do armas en la provincia era
olro de los molivos do preocupación i de labor para la au-
toridad provincial de Concepción. El 13 de seliembre no
exislian en los cuarleles do aquel pueblo sino 100 fuciles
útiles, do manera que desdo la madrugada del siguienle din,
pgoismo de una facción diuiinuta i cnrromp'da los de la Repú-
blica entera, i llegado ya el tiempo de poner un di(|tie a la di-
lapidación que so hace de las rentas naciondles. fraguando nego-
ciaciones escandalosas, compras i ventas fraudulenta?, para pros-
tituir a los -ciudadanos; atentliendo, por otra parte, aquejas
provincias de Concepción i Coquimbo, se hallan completainento
emancipadas, i las del Nuble i Maule, ocupadas por nuestras
furrzas, i como todas aquellas tienen derecho a una parte
considerable de aquellas rentas, con que la espirante tiranía
procura conservarse en las pro\¡ncias centrales, este gobierno
por ?í i en representación de las dos que ocupan nuestras fuerzas,
mientras tanto orgaíiizan sus respectivos gobiernos, ha decretado
lo siguietite:
Art. 1." Todo contrato hecho con el titulado g{)l)ierno jeneral
quo oprime a las provincias centrales de la Repúldica, es nulo
desde el 13 de setiembre pasado, en que esta provincia recobró los
imprescriptibles derechos de su soberanía.
2." Todo contrato antes estipulado se suspenderá desde aquel
mismo dia, teniendo que devolver cualquiera anticipación reci-
bida con esfe objeto,
3.° Todo aquel que pagase un documento no cumplido de
Ctualquiera naturaleza, adelantando fondos por descuentos o baki
cualquiera otro título, los perderá^ teniendo que .devolverl(P,
tan luego como las fuerzas de las provincias ocupen los puestos,
donde las autoridades ilegales i nulas hubiesen cometido estas
fraudulentas transacciones.
4.» Los sueldos pag.idos al que se titula presidente de la Re-
pública, a los que se llaman sus ministros, a todos los nuevos
Di; i. A AÜMIMSTUACION MONTT. 117
oí ¡nleiiiioiile Vicuña se ccnsíigró a orí^anizar una ntaos-
Iranza suficieiilo para remontar lodo el armanienlo viejo o
(Icscompueslo qno cxislia en la provincia. En pocos (lias,
eslaba monlado \\n lalicr completo, cncl que ardían, durante
el (lia ¡ la noche, (res o cuatro fiaguas, servidas |)or mas do
Ireinla obreros, entro los que se contaha un buen número de
mecánicos alemanes emigrados. De esta suerte, a fines do
setiembre, estaba ya com|)letamento armado el batallón Guia,
i S6 habia confeccionado pertrechos suficienics para un
ejército de cuatro mil hombres, aunque la pólvora i el plomo
empleados, comisiones ele. sobre-sueldos militares concediitos
después del 13 de setiembre, se declaran también indebidos i
nnlos, i los que ios reciban están obligados a devolverlos con sus
correspondientes intereses.
5.° Todos los administradores del estanco i demás oficinas de
las provincias del Nuble i Maule, que rinden sus cuentas i pagos
a la Tesorería priticipal de Concepción, continuarán entendién-
dose con ella en la misma forma; i todo pago, transacción o des-
cuento que haya tenido lugar en dichas provincias, después que
fueron evacuadas por la fuerza de Ijs opresores, es nulo, sin la
intervención de esta oficina.
6.° En veinte dias contados desde esta fecha no se recibirán
en esta provincia ningunos efectos despachados del puerto de
Valparaíso; i en mes i medio, del resto de la República. Toda
internación pagará los derechos establecidos en la aduana de Tal-
ca huano.
7." Este decreto durará hasta la organización de un gobierno
nacional que resolverá lo conveniente. — Anótese, comuniqúese
i publíquese.
Por tanto: para que llegue a conocimiento de todos i tenga su
debida observancia, puublíqese por bando, fijándose por el escri-
bano de gobierno ejemplares e/i los lugares acostumbrados. Dado
en la sala del despacho de la intendencia a dos dias del mes de
octubre de ISol.
Pedro Félix Vicuña.
Luis Pradel. secretaric.»
418 HISTORIA DE LOS DIEZ Af^OS
fuesen estraordinariamento escasos en aquella provincia,
donde el trabajo de las minas es casi totalmente descono-
cido. E! grave error de no haber enviado el Arauco a po-
sesionarse de las municiones depositadas en los castillos do
Valdivia, se baria sentir en breve ¡ de una manera harto
funesta !
Por este mismo tiempo, 1 a instancias del ardoroso cura
Sierra, resolvió el intendente revolucionario comisionar al
antiguo oticial de ejército don Mallas Rabanales, a fin de
que levantase en la provincia de Colchagua partidas vo-
lantes (montoneras), que interceptasen las comunicaciones
entre la capital i el cuartel jencral del ejército del go-
bierno. Aquel caudillo debia recibir algunos ausilios en
armas i dinero del coronel Urrutia, pasar el Maule i comenzar
sus operaciones entre Talca i Curicó (1 ).
(1) Como una medida de buen gobierno, el intendente Vicuña
hizo en los primeros dias de la revolución una visita de cárcel
estraordinaria, i tan estraordinaria fué que de mas de 80 reos,
recibieran su libertad 60. Quedaron en prisión solo los acusa-
dos de salteos. Los otros eran cuatreros o delincuentes de fallas
leves, que pe castigaban, sin embargo, con toda la severidad de
las leyes del Estilo, La visita se hizo con la intervención de
todos los escribanos i teniendo a la vista los autos de cada causa-
Ademas, se dio orden para que ninguno de aquellos indultados
fuese admitido en los cuerpos que se levantaban para formar el
t^jércilo revolucionario. Pero apesarde todas estas precauciones,
no sabemos si aquel acto debería censurarse como una violacionde
las leyes, por cuyo cumplimiento iba a armarse el país, o con-
templarse solo como una medida de induijencia revolucionaria
que aumentarla el entusiasmo de las masas, sin causar grave
daño a la sociedad. Entre los perdonados contose a un célebre
ratero a quien llamaban el gato porque vivia solo escalando
murallas i tejados para robarse utensilios domésticos, pero que,
como el famoso Leña verde, de quien hablaremos mas adelante»
üo ti'nia una reputación siniestra. De los detenidos por críme-
DE LÁ AD31IN1STIUCI0N MONTT. 119
Con igual misión, fué despachado dosdo Rere, por ol jcno-
ral Cruz en persona, su sobrino don Vicenle Claro i Cruz,
que se trasladó al sud con aquel objeto, finjiendo que iba a
traer una arria do ganado de las haciendas de su lio, Dióle
éste con aquel propósito una orden concebida con duplici-
dad, a Un de engañar a su regreso a las autoridades del
tránsito, cuya eslratajema tuvo un excolenlo resultado (1),
pues el intendente de Talca Cruzat le detuvo solo unas
pocas horas, como sospechoso, i luego le dejó partir. Claro
Cruz venia a establecer sus montoneras entre San Fernando
i Curicó.
IX.
La intendencia revolucionaria no habia descuidado tam-
poco ejercitar, en cuanto era dable a su limitada acción
nes de importancia, el de mas ivota era el célebre Sesruel, el
Falcatodel sud, hombre de tan ilustre apellido que se le corría
de voz vulgar emparentado por sus mayores en la casa de Aus-
tria i tan valeroso como terrible en sus pasiones. Era ya algo
anciano i tenia un aspecto venerable. Ofrecióse para ir a formar
montoneras o llevar comunicaciones hasta Coquimbo, a trueque
de obtener su libertad, pero la única gracia que le Sfi concedió fué
cambiarle unos enormes grillos que lehabian remachado, porque
con otros mas lijeros que antes tenia, mató un centinela i logró
escapar, hasta que el animoso don Bernardino Pradel volvió a
prenderle, empleando no menos de 70 hombres con aquel objeto;
tan grande era el terror que inspiraba su nombrel
(1)£n esta carta, fechada en Rere el 2 de octubre, dice el je-
neral Cruz aludiendo a la venta de sus vacas, c Conducirlas para
abajo en esta estación sería darles carne a los cuervos, i yo me
hallo bien distante de proporcionárselas.»
120 HISTiiHIA DL LOS DIEZ AÑOS
poiiUca ¡ al bloqueo jeocral de sus puertos {!), sus relaciones
¡niernacionales, fuera ya por medio de los vlce-cónsules que
algunas potencias como la Inglaleria i los Eslados-Uuidos
manlenian en Talcaluiano, fuera enlabiando amistosas re-
laciones con los capitanes de buques de guerra cslranjeros,
únicos que lenian aulorizacioD oficial para acercarse a" las
costas del territorio sublevado (2).
(1) He aquí el ilecrcto que declaró el bloqueo de todos los
puertos del sud i que Cü|)ianiüs úv\ Boletín de las leyeSy núni. 9,
lib. 19.
Santingo, setiembre 30 de 1851.
Considerando :
1.*" Que los puertos de la provincia de Concepción están ocu-
pados por los snldevados de esta provincia.
2.° Que en uno de estos puertos ha sido asaltado i tomado un
buque mercante de la marina nacional, con grave perjuicio de
sus dueños;
3.0 Que deben temerse iguales depredaciones en baques, tanto
nacionales como eslranjeros ;
He venido en acordar i decreto:
Quedan cerrados todos los puertos de la provincia dn Concep-
ción a toda comunicacio'i, esceptuáiidose lus buques de guerra
estranjeros, basta nueva orden.
' El comandante jeneral de marina dará las ordenes necesarias
para que una fuerza competente de la escuadra nacional, vaya a
hacer efectiva esta resolución,
Comur)íquesc.
Mí)>-TT.
José Francisco Gana.
(2) El capitán de la corl)e!a de guerra norte-americana Saint
Mary entró, como todos sus conciudadanos, en las mas cordiales
relaciones con ios jefes de la revolución i no opuso resistencia
alguna al armamento que se ejecutó en Taloahuano de una
conipañía de rifl-ros americanos destinada al ejército del jone-
DE LA ADSllMSTIlACiON M!)MT. 1*21
Una do las primeras atendiónos del inlondenle Viciina lia-
i)ia sido, por consi¿,'uicnte, dar aviso a los ajenies consulares
en Talcíliuano de su promoción al primer pueslo do la pro-
vincia, on nombro de la soberanía popular quo esla asumía,
i de las pacificas i amigables relaciones que el nuevo gobierno
deseaba manloner con todas las potencias eslraujeras. Los
ajenies de estas en la provincia, i el vice-cónsul ingles el
primero entre estos, se apresuraron a hacer un esplícito re-
conocimiento del hecho que se les comunicaba, cual era su
deber, según las prescripciones mas vulgares del derecho
internacional (1).
ral Cruz. En uno o dos viajes que hizo a Valparaíso aquel bu-
que su caballeroso comaiuiantu Mr. MacgrudiT llevó diversas
cotminicacioiies de Vicuña a su familia i lo uiisnio practicó
en otras ocasiones el capitán Johnson del vapor ingles Gorgon,
esponiéndose a la brutal reprobación del ministro Sullivan que
habia tratado malamente al capitán Paynter, porque no era tan
brutal como él; aunque luego, en verdad, aprendió a serlo!
(I) He aquí la nota del vice-cónsul ingles en que acusa recibo
de las comunicaciones del intendente Vicuña. Está tomada del
Bolelin del sur núm. 9 lib. 1.' i dice a!^í:
Vice-Consulado Británico.
T.ilcaliiianí), setiembre 16 dé 1851.
Señor: el infrascrito, Vice-Cónsul Británico en la provincia
(le Concepción, tiene el honor de acusar recibo de un oficio de
esta fecha del intendente de la provincia que actualmente fun-
ciona, don Pedro Félix Vicuña, hacién;loine saber que habia sido
proclamado por la voluntad soberana del pueblo, i adjuntándo-
me copias (le las actas i proclamas publicadas en Concepción el
(lia 14, asegurándome que la intención del nuevo gobierno e» de
continuar tratando a la nación inglesa con la nii.'sma cordial
amistad (]iie tan felizmente se ha conservado liahla lioi.
El infrascrito se aprovechará de la primera oportunidad para
comunicar esta circunstaticia a su gobierno, i en el pntrelanto,
tiene el honor de asegurar al señor intendente que funciona su
mas alta consideración i aprecio.
Roberto Cunningham — 'Vice-Cónsul).
Al Kfñor (]oii Pedro Félix Vicuña, intendente actual de la provincia de
Cquct'j¡c¡(>n,
IC
122 HISTORIA ÜE LOS DIEZ AÑOS
X.
Otro de los actos de ia soberauia que coDsliluiael territorio
sublevado en ia independencia de lieciio exijida por las leyes
internacionales para imponer los deberes de la neutralidad a
los paises estranjeros, fueron las patentes de navegación
que espidió el gobierno revolucionario a favor del bergantín
Jeneral Baquedano i del vapor Arauco, sujetándose en lodo
a las reglas del derecho déjenles (1).
Pero la misma legalidad de sus procedimientos dio en breve
márjen al atentado mas odioso que viera consumarse la
revolución de 1831 ; tal fué el apresamiento del mismo va-
por Arauco, hecho de sorpresa por el vapor Gorgon de S.
M. B., según órdenes espresas del almirante ingles, i en vir-
tud de un decreto verdaderamente oprobioso del gobierno le-
(1) Damos publicidad, a continuación, a la patente de navega-
ción del Arauco, tai cual se publicó en el Boletín del sur.iDice así.
José María de la Cruz, Jefe Supremo militar, proclamado por los
pueblos^ Jeneral de División de los Ejércitos de la Bepiíblica.
Por cuanto he mandado armar en guerra el vapor nacional
Arauco, i por mientras permanezca roto el pacto de unidad coa
el gobierno invasor de los derechos del pueblo, vengo en estender
la presente patente de navegación al espresado vapor, para que
los buques i autoridades marítimas nacionales le presten todos
los auxilios que pueda demandarles, i ruego a las demás naves
i autoridades amigas o estranjeras lo consideren i auxilien en
conformidad con el ofrecimiento que les hago de retribuirles
iguales servicios en casos análogos, para lo que firmo la patente,
sellada con el sello déla Intendencia, en el cuartel jeneral de los
Libres, en Concepción de Chile, a veinte i cinco dias del mes de
setiembre de mil ochocientos cincuenta i uno.
José María de la Cruz.
I)K LA AÜMINISTRACION MONÍT. 123
gai. (]U6 (leoiuraba pirátíüa la batuioia chilena euarbolada eo
los máslilcs de aquel buque.
XI.
Eq el primer volumen de esla historia (1), hemos referido
con alguna detención ios pormenores de esta escandalosa
violencia, i, al presente, cúmplenos solo añadir algunos docu-
mentos a los numerosos ya publicados en esla obra, que
ponen mas de manilieslo la humillación a que fué sometida
la República por sus mezquinos mandatarios i la desmedida
osadia de los marinos ingleses, autorizados por aquella mis-
ma fatal debilidad, síntoma infame de ese infame crimen
americano que hoi cubre de cadáveres el suelo de Méjico.
El lo de octubre, en efecto, se anunció por los vijias de
Talcahuano la aproximación de un vapor de guerra que en-
traba a todo su andar por la boca grande de la (juiriquina,
Viósele, en seguida, echar sus anclas a pocos pasos de! sur-
jidero donde el Arauco permanecía desde su regreso ds
Coquimbo, hacia dos semanas, i desprendiendo inmediatamente
de su costado botes armados, tomó posesión del buque revo-
lucionario, sin haber hecho antes ia menor intimación sobre
cuales eran sus propósitos, al eniprendor un alaque tan sin-
gular como inesperado. Era el asaltante el vapor Gorgon,
capitán Paynler.
Al saberse en tierra aquella depredación, que tenia lo-
dos los caracteres de un acto de aleve piralería, encendióse
en ira el ánimo del pueblo i comenzó éste a correr en
tropeles hacia el fuerte que domina la babia, con la inlen-
(1) Véase en el tom. 1." el capítulo titalado Un crimen de lesa
patria i los documentos que le cürresponden en el Ape'ndice.
124 HISTORIA DE LOS DIEZ A.ViS
eion lie atacar en el aclo al agrcsur. Tanlo fué el furor
de la muchediirabre i de la tropa en los primeros ¡nsíanles,
que, fallando tacos en el castillo para cargar los ca-
ñones, vióse a una mujer del pueblo (probablemente alguna
rabona i que quedó tal por aquel acto) arrancarse con las
dos manos su vestido de la cintura (1) i entregarlo a los ar-
tilleros para que dispararan sobre \os gringos ladrones, como
.en su tosco, pero esla vez verídico lenguaje, llamaban los
rudos marinos de Talcahuano a los captores del Arauco (2j.
El teniente de marina don Juan de Dios Camaño, joven
animosísimo, natural de Valparaíso, que se encontraba a bordo
en aquel momento con Alemparle, ocupado el último activa-
mente de sus aprestos, hizo cargar la colisa del vapor, basta
la boca i apuntarla al buque asaltante, creyendo que este
fl) El intendente Vicuña mandó gratificar a esla mujer i a otra
que siguió su ejemplo con una onza de oro^ para que costeasen un
vestido de seda.
(2) Como una muestra odiosa pero característica de la irritación
que produjo en todo el país el atentado délos ingleses^ copiamos
aquí la siguiente hoja impresa que circuló en las calles de Valpa-
raíso, tan pronto como llegó a la bahía -de aquel puerto el vapor
Gorgon con su mal liabida presa. Dice así con su peculiar i semi-
bárl)ara ortografía.
tA los ciiilcnos.
«Compatriotas...!! Los ingleses estos pérfidos gringos pirata en
la mar y contrabandistas en tierra, que siempre lian vivido di I
pillaje; nos han arrebatado el vapor arauco para entregailo al
tirano Montt, y protejer de óste modo la urania en chile. Este
insulto tan alros a nuestro nacionalismo y á la causa santa que
defiende el jeneral Cbuz del)e ser escarmentado, y si estos infa-
mes gringos nos saltean en la mar nosotros debemos degollarlos
en tierra.
«Somos un millón de chileno*; y todos unidos podemos aniqui-
lar esta rasa de ingleses maldita por los buenos americanos. Asi
escarmentarán de insultarnos con su poJer en la mar, si al
grito de degüello desíipirecen del suelo cliileno.»
ni; I,A AnMlMSTR.VC.ION MONTT. 1 2rí
¡lia a romper sus Iuo^íüs pero (¡evisüer iii ilo aquel acto lo-
merario, cuando observaron (jiio bajaban los bolos dol Uoryon
i quo vonia tropa armada a abordarlos.
liljclb do los caplorc.í, ((uo ora aquol mismo marino ingics
cuya condescendencia al celebrar el vil ajuste que levantó
el embargo del Araiico en el puerto de Coquimbo habia sido
tan severamente amonestado por el ministro i el almiranlo
ingles, cumplió ahora las instrucciones que habia recibido,
con loda la aspereza de su herida susceptibilidad, contentán-
dose con enviar, al siguiente dia de la captura del Araiico,
una insolente nota a su ájente consular, con encargo do
trasmitirla al gobierno revolucionario, i contestando a las
comediilas reclamaciones entabladas por el ultimo, a quien
dirijia de su propio albedrio, las mas estrañas i amargas recri-
minaciones. Este curioso documento, del que hemos encon-
trado felizmente una traducción inédita, está concebido en
los siguientes términos.
A bordo del vapor de guerra Gorrjon de S. M. B.
lalc:inu:ino octubre IG de 1831.
Señor:
Tengo el honor de acusar recibo a su nota fecha de hoi i
demás que me adjunla.
Suplico a U. so sirva hacer llegar a manos del señor inten-
dente don Pedro Félix Vicuña, para el cono(;imienlo do las
autoridades, que yo he apresado el vapor de guerra Arauco,
por orden del conlra-almirante Fairfax Moresby C. C. coman-
dante en jefe.
El Arauco ha sido declarado pirata por el gobierno chileno,
abandonado por su dueño, está asoguiado en Inglaterra i so
126 HISTORIA DE LOS DIEZ AKOS
han liechq proleslas ( i ) contra él por el capílan ¡ parle de
la Iripuiacion, por robos ¡ pillaje de mucha ¡mporlancia co-
melldos en súbdilos ingleses.
El almiranle me ha autorizado para dar este paso i los
motivos que ha tenido présenle al ordenarlo, emanan única-
mente del deseo de preservar a, los súbdilos británicos de
ultrajes i robos.
Cuando las autoridades de Concepción sumerjieron a su
pais en revolución, debieron haberse guardado cuidadosa-
mente de cometer actos do violencia i agresión contra eslran-
jeros residentes en Chile, que han confiado sus familias i sus
bienes bajo la salvaguardia del honor chileno. Al esprosar el
profundo sentimiento de ver a Chile empeñado en una guerra
civil, Chile, que ha sido siempre un aliado sincero i firme do
la Inglaterra, desde los primeros dias de su independencia,
debo manifestar que es de mi obligación, como oficial britá-
nico, velar que no se cometa ninguna violencia en súbdilos
ingleses, pedir satisfacción cuando se les haya inferido insul-
tos, i quedar perfectamente neutral en todas las disencioncs
inlestinas.
En conclusión, suplico aU. se sirva hacer présenle a! señor
intendente la esperanza que me anima de que el largo pe-
riodo de paz i prosperidad que Chile ha gozado se restablez-
ca lo mas pronto posible; i con esta esperanza:
Queda de TI., señor, su mui obediente i humilde servidor,
L. Paynter, (Comandante).
(í) Véase en el documento núm. 6 del Apéndice, la protesta
del capitán del Araaco, fecha en Talcahuano, el ÍQ de setiembre,
ante el escribano del departamento.
DE LA ADMINISTUACION MONTT. 127
XII.
La captura del Arauco fue ua golpe de muerte dado a la
revolucioD, i precisamente consumóse aquel crimen interna-
cional en la hora mas oportuna para servir a sus autores.
Como dejamos ya referido, al finalizar el capítulo que pre-
cedo al anterior, ocupábase activamente en Talcahuano don
JoséAntonioAlemparte, desde fines de setiembre, en aprestar
una flotilla que debia apoderarse de los dos buques bloquea-
dores del gobierno, el Meteoro i la Janequeo. Nada era mas
fácil que aquella empresa. Como es sabido, las brisas del sur
no se levantan en aquella latitud sino después de mediodía.
Esta circunstancia dejaba a ios dos bergantines a vela del
gobierno casi del todo inhábiles para defenderse contra un
buque do vapor, armado con un cañón de a 24, mientras
que aquellos no montaban sino carroñadas de a 8, i tan per-
suadidos estaban los marinos bloqueadores del peligro inmi-
nente que corrían (pues no ignoraban los preparativos do
Alemparte), que todo su empeñe era regresar a Valparaí-
so (i). Pero esta misma alarma esplica demasiado la alevo*
sía i la oportunidad del atentado consumado por los ingleses,
a influjos del gobierno de Chile.
El plan que se había acordado para hacer mas segura
(1) Temeroso el intendente Vicuña de qae los comandantes de
Ja Janequeo i del Meteoro regresasen a Valparaíso, por falta de
víveres, esponíendo asi a malograrse el plan de Alemparte, había
dado orden a todos los subdelegados de las costas para que per-
mitiesen libremente a los campesinos i pescadores el tender a
oquollos cuantas provisiones quisieren, fo que los patriotas hua-
sos de Penco ejecutaban, dando puntual aviso de cuanto sabian a
las autoridades revolucionarlas.
128 HISTORIA DE LOS DJEZ AÑOS
presa do las débiles barcos del gobierno consistía en que el
vapor Arauco remolcase el bergarilin jeneral Baqiiedano, dos
lanchas cañoneras ¡ una o dos divisiones de boles armados
de fusileros hasta !a Qiiiriquina, aprovechando la oscuridad
de la noche i, a ¡a mañana siguiente , estando los buques blo-
queadores detenidos por la calma, rodearlos de improviso i
hacerles arriar su bandera, lo que lalvez se habría consegui-
do sin disparar un tiro, desde que sus cañones tenían mucho
menos alcance que los do los buques revolucionarios.
Una vez apresada la e.scuadr¡lla bloquodora, el Arauco so
presentaría con tres buques delante de Valparaíso, apresa-
ría el Cazador, que era mucho mas débil que aquel en su
construcción i armamento, o lo obligaría a permanecer en su
surjidcro. I entonces, dueña la revolución de la mar; ¿que
recurso quedaba al gobierno, sobre el que el pueblo rodaba
en olas ajiladas, sino hacer la señal de socorro i resignarse
al temible nauírajio a que le arrastraban las mismas pasiones
que él había desencadenado?
El crimen de los ingleses consumóse, pues, en el preciso
instante en que aquolia empresa iba a ponerse por obra,
porque concluidos ya los aprestos i vencidas las vacilaciones
de Alemparte, que era tan laborioso en la. organización como
irresoluto en el hecho, so había fijado la noche del mismo
día loo la del I G para emprender el asaüo.
XIÍÍ.
El inlcndclilc do Concepción, enírelanto, comprimiendo en
su pecho la ira justísima de aquella iniquidad sin ejemplo,
había dirijido al vicc-consu! ingles la siguícntcprolesta, que
tan notable conlrasíe prcsonla con laarrogaiíto nota del ma-
PE Í.A ADMÍNlSTIlAClüN MONTT. 1 ¿O
vino ¡nglcs, la que, según parece, fué cscrila en lespuesla a
aquella.
Concepción, octubre 15 de 1651, a lu8 6 de la tsrdc.
«En perfecta armonía con loiloslos gobiernos cslranjcros, i
marchando por el sendero de nuestra lejislacion con lodos
ellos, acabo do saber que el vapor Gorgon do S. M. B.,
de cuyo Gobierno es U. vice-Consul, se ha apoderado del va-
por Arauco. Sea cual fuere el- motivo de tan estraOa con-
ducta, hai en estas provincias autoridades constituidas, a
quienes dirijir cualquier reclamo; pero prevalerse do la fuer-
za para tomar un buque que pertenece a este gobierno i
romper lodos los miramientos que se deben en toda sociedad
culta, no alcanzo a comprenderlo.
Como U. solo puede ser intérprete de este suceso, como
vlce-consul Británico, espero me comunique a la mayor bre-
vedad posible las causas que han motivado tan violento
procedimiento. Yo protesto, desde luego, ante la Reina de la
Gran Bretaña i ante todos los pueblos de la tierra, seguro
de que la justicia siempre se sobrepondrá a la fuerza que
hoi nos insulta por creernos débiJes.
Dios guarde a ü.
Pedro Félix Vicuña.
Al Sr. vice-Consul de S. M. C. D. Roberto Cunningham.
XIV.
La prudente nota del intendente Vicuña estaba mui lejos,
sin embargo, de evidenciar los verdaderos sentimientos del
pueblo, en presencia de aquella violación escandalosa de la
leí internacional, hecha con tanto insulto i con daño tan in-
minente délos intereses de la revolución, para la cual la na-
17
430 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
vo apresacia debió ser la centella eléctrica do su espansíon i
do su triunfo. I tal cundió, en verdad, la exacerbación en los
ánimos de los penquistos, sin distinción de categorías, que el
vicc-consul ingles, D. Roberto Cunnigham, hombre honorable
i que gozaba en la provincia, desde muchos años, de un apre-
cio jeneral, llegó a temer por su vida, en vista de la cre-
ciente irritación con que se contemplaba el bárbaro atentado
de sus compatriotas (1).
(1} He aqui la nota del vice-consul ingles, en que, guiado sin
duda por apariencias, manifestaba al intendente de Concepción
sus temores de que se atentase contra su vida i la digna i enér-
jica respuesta que dio a aquella el intendente Alemparte, que
habia sucedido a Vicuña en aquellos días en el mando político de
la provincia.
Ambas dicen así:
Talcahuano, octubre 17 de 185Í.
Señor:
Acabo de ser perfectamente instruido que quince personas, reu-
nidas anoche en la plaza de Concepción, han resuello cometer
un asesinato en mi persona i toman todas las medidas necesa-
rias para ejecutar este atentado, persuadidos, dicen, de haber
tomado yo una parte activa en el apresamiento del vapor Arauco.
En la misma noche, se propusieron consumar el asesinato, para
cuyo efecto se deberian reunir treinta personas.
Tengo la seguridad de que basta solamente poner en conoci-
miento de US. esta noticia, para quedar satisfecho de que nada
ocurrirá en mi persona.
Tengo el honor de ser, señor, su mas obediente i humilde ser-
vidor.
Roberto Cunningham, vice-consul.
A\ señor don José Antonio Alemparte, Intendente etc. etc. etc. Conce-
pción.
Intendencia de Concepción.
Octubre 18 de J851.
Con gran sorpresa he recibido la nota de US. fecha de ayer, en
que me refiere un cliisme que solo pueden haber inventado al-
t)F. I.\ MtMIM>IM\i;i'iN MdNtl. Í3I
XV.
t'cM-o es ya tiempo de que abarulonomos los negocios casi
csciusivamcnle civiles de que nos hemos ocupado en el pré-
senle capítulo, para seguir la revolución del sud en su lento
desarrollo militar, cuyos aprestos dejamos terminados en los
cuarteles jenerales de Concepción, los Anjeles i Chillan, sin
gunos de los pocos hombres estraviados que contrarían nuestra
causa por ardides tan torpes como ridículos.
Por mas irritación que causó en el ánimo de todos los vecinos
de esta provincia el rapto escandaloso del vapor Aratico, por or-
den del Almirante ingles, bajo proles tos especiosos i enteramente
infundados, no crea US. que en manera alguna pueda forjarse
algún crimen i, aun cuando alguien lo hubiera intentado, la au-
toridad tiene bastante vijilancia i enerjia para contener cualquie-
ra avance, aun de los ciudadanos mas caracterizados.
Sin embargo, nada ha ocurrido, ni mucho menos tratándosedc
la persona de US., que me consta no haberse hecho solidario de
Ja conducta del comandante del vapor Gorgon por orden del Al-
mirante de S. M. B.
Descanse US. en la persuacion de que ningún subdito de S. M.
B. será molestado en lo menor, a consecuencia del atentado que
tan justamente ha promovido la indignación jeneral, porque la
autoridad no consentiría jamas que se mancillase el honor de la
República con un crimen que ocasionaría talvez la misma alarma
que ha ocasionado la informal captura del vapor Arauco, arran-
cado por fuerza de nuestra bahía, por orden del Almirante
ingles. El estado actual del pais, a consecuencia de nuestras disen-
ciones políticas, es lo único que me ha contenido en tomar me-
didas que tendiesen a manifestar al Almirante ingles que también
podemos repeler atentados tan escandalosos como el que ha te-
nido lugar, aun cuando la República de Chile se encuentre en
una escala mui pequeña en comparación del poder colosal que
ejerce con sus cañones el gobierno ingles.
La protesta que por conducto de US. elevó mi antecesor me
basta por ahora. Cuando hayan cesado las circunstancias esccp-
132 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
que, sin CHibargo, se pensase aun por el joneial en jefe en
abrir decitlamente la campaña, marchando hacia el norlo con
las diferentes divisiones que se habia organizado.
La relación do este movimiento i do todos ios aconteci-
mientos militares que se sucedieron hasta los tratados de Pu-
rapcl, serán n^ateria délos capítulos subsiguientes.
cionales en que nos encontramos, el gobierno de Chile elevará
sus quejas al gobierno ingles, seguro de obtener justicia, porque
no es posible que el gabinete de San James pudiera aprobar ios
procedimientos de su Almiranteen la estacíou del Pacífico, rela-
tivos a la captura del vapor trauco.
Me suscribo de US. su obsecuente i seguro servidor.
José Antonio Alemparte.
Al scfior don Roberto Cuiininglianí, vicc-consul de S. RI. B.
i
I
CAPITULO VI.
R EJÉRCITO REVOLUCIONARIO.
Situación respectiva de los dos ejércitos helijerantes en los pri-
meros días de octubre.— Muévese la división de los Alíjeles
hacia la hacienda de las Peñnelas. — Kasgos de patriotismo en
las fronteras. — El jeneral Baquedano se dirije al Ítala con la
división de Concepción i despedida que dirije a este pueblo.
— Parte el intendente V^icuña, nombrado secretario jeneral del
ejército, sus adioses i sus sentimientos íntimos al entrar en
campana. — Llega el jeneral Cruz a Peñnelas, i recibe a orillas
del Itata la noticia de la derrota de Petorca i, en consecuencia,
se da la orden de avanzar sobre Chillan. — Se presenta en Pe-
ñuelas el coronel Ürrutia i reminiscencias políticas que tie-
nen lugar con este motivo. — Gran festín que el pueblo de
Larqui prepara (por decreto) al jeneral Baquedano i antipatías
frailescas de este jefe. — Ileúnese en Chillan el ejército revo-
lucionario. — Proclama del jeneral Cruz a los habitantes del
Nuble. — Manera como trataba a este caudillo la prensa de la
capital. — Organización militar del ejército. — Plana mayor. —
Compañía de voluntarios norte-americanos. — Notables capita-
nes del rejimienlo Carampangje, Robles, Rojas i Artigas. —
OGciales mas distinguidos de los batallones Guia i Alcázar.
— El capitán Tenorio. — El mayor Molina, — Organización de
los cuerpos de caballería. — Enrique Padilla i el capitán Grandon.
— El jeneral en jefe resuelve abrir la campaña en los primeros
134 HrSTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
días de noviembre — ProcUmn qup dirije al ejército i a la guar-
dia nacional de la Hepública con aquel motivo. — Carta exhor-
tatoria que escribe a los partidarios de la capital. — Gran tem-
poral de primavera que sobreviene, i paralización completa de
las operaciones. — Llegan al cuartel jeneral de Chillan las no-
ticias del levantamiento de Valparaíso, i de la muerte del ma-
yor Zdñiga en la Araucanía.
Al dar remate a los capiliilos 2." i 4.° del presente vo-
lüuieu, decíamos, con relación al ejército del jeneral Bülnes,
que, desde el 10 de octubre, habían comenzado a pasar el
Maule algunos de sus cuerpos para acamparse en Longo-
milla ; i refiriéndonos a la división que organizaba en los
Anjeles el jeneral Cruz, añadíamos que ya el 12 de aquel
mismo mes, abrigaba este jefe temores que el ejército del
gobierno tomase la ofensiva, cuando él no habia salido aun
de los centros de la insurrección.
El jeneral Cruz, en efecto, habia recibido el dia 12 la noticia
de los movimientos que Búlnes ejecutaba sobre el Maule, i
juzgando que iba a abrir la campaña, cuando solo trataba de
organizarse, desconfiando, a la sazón, sostener la línea do
este rio en su márjen meridional, ordenó aquel al coman-
dante de su vanguardia que abandonase a Chillan i se re-
plegase sobre el Ilata, tan luego como supiese que las descu-
biertas del jeneral Bülnes avistaban a San Carlos, seis leguas
al norte del Nuble. De esta manera, sucedía que ambos je-
nerales obraban a la vez bajo la falsa impresión de sus te-
mores, pues, cuando Búlnes creia que seria obligado a repa-
sar el Maule, Cruz ordenaba a su vanguardia replegarse al
sud del Itata, abandonando la línea mucho mas importante
del caudaloso Nuble.
ÜE LA AUXll,MáiR\i:iON MONTT. I 3t>
ir.
Poro, al mismo tiempo, aquellas nuevas obligaron al caudi-
llo dol sud a abandonar su inacción, ¡ ou el mismo dia, impar-
tió órdenes para que todas las fuerzas organizadas marchasen
sobro Gliillan.
En consecuencia, el dia 13 se puso en camino el coronel
Zañartu con el rejimiento Carampangue que debia aguardar
a los otros cuerpos del ejército en la hacienda de Peñuelas i,
al siguiente dia, se movió en la misma dirección, el comandan-
te Ruiz con el rejimiento de Dragones de la Frontera i el ba-
tallón Alcázar, en medio de las aclamaciones del pueblo (1).
(1) Fueron estraordinarios los rasgos de patriotismo que se
evidenciaron en las Fronteras, con ocasión de la residencia del
jeneral Cruz en los Anjeles. Un sárjenlo retirado del Caram-
pangue obló 500 pesos en dinero para sosten del ejército; el
suegro del sárjenlo Fuentes, inmolado en la capital, obsequió dos
caballos que eran casi su única fortuna, i por último, un joven
Hermosilla, natural de Arauco, comprometióse a equipar, a su cos-
ta, de armas i caballos un destacamento de 2o hombres. «Hoi me
he convencido, dice un ajenie conGJencial del jeneral Cruz (su
sobrino don Manuel Prielo, en carta a don Luis Pradel fechada
en los Anjeles, octubre 14 de 1851, que tenemos orijinal a la
vista), del gran entusiasmo de este pueblo, al presenciar la par-
tida del primer batallón del rejimiento Carampangue que se ve-
riOcó ayer i del escuadrón de caballería de la frontera que, con
el batallón Alcázar, compuesto de los nacionales de la Laja,
parte en los momentos que le escribo. Cada soldado revelaba
en su semblante el contento i resolución, la convicción de la
santidad e importancia de la causa que marchaban a protejer, i
Ja (é en el porvenir. Todo esto, para espresarlo, lo reasumían en
una pAhhra: el jeneral Cruz ! Es, por esto, que en su tránsito
por las calles de la ciudad dejaban oir los gritos de viva el je-
'13C UlS'iORIA DE LOS DIEZ AÑOS
III.
Al mismo tiempo seguia a aquellas fuerzas, quo marcha-
ban por el camino de Yumbol, la división de Concepción, con
rumbo directo ^il Itata, por la Florida, en linea casi paralela
con aquellas. El punto designado para su acantonamiento ora
el balseadero llamado de Troncoso, a dos leguas de la ha-
cienda do Peftuelas. Componíase esta división del batallón
C^Mifl, la brigada de artillería veterana i un escuadrón do
caballería. Púsose en marcha en la larde del 16 de octu-
bre (1), en medio de la conmoción de lodo el pueble que se
agolpaba al paso de los voluntarios, que eran casi todos los
hombres capaces de tomar armas que había en la despoblada
ciudad de Concepción.
neral Cruz! por él marchamos a morir! Estos hombres me han
conmovido.»
«Ya, pues, aíiade el narrador, no nos detienen aquí sino los in-
dios que son por demás majaderos. Varias diputaciones de los caci-
ques, pertenecientes a la tribu o reducción deMaguil Bueno, han
visitado al jenerai; pero todas, apesarde su decisión por acompa-
ñarlo, se han vuelto a llevar las palabrasde éste as4i jefe, valiéndo-
me de la espresion de ellos mismos. Sin embargo, hoi ha llegado
un caciffue con catorce mocetones ya armados; se esperan, par»
pasado mañana, algunos otros de Nacimiento, i según el resultado
de una par/a, tenida hoi con Lupayante ¡ otros caciques, debian
éstos volver el mismo dia que los de Nacimiento, ya armados.»
(1) El jenerai Cruz dio orden al intendente Vicuña i al jenerai
Baquedano de alistar la división de Concepción para emprender
sa marcha, desde los Anjeles, el dia 12 de octubre. Pero ya
Vicuña, que tenia noticia de todos los movimientos de Búlnes en
el Maule, le escribía con fecha 13 estas palabras, invitándole a
apresurar la marcha del ejército i, particularmente, recomendán-
dole so presencia en el norte. «La llegada de U. o Baquedano a
Linares, le decía, pondría en gran desorden las operaciones de
Búlnes,»
DK LA ADMINISTRACIÓN MONI!. 137
VA jofe (lo osla bisoña columna, que debía ser, sin embar-
go, tan superior por sus servicios i por su lieroismo a la fuerza
volorana que salia de los Anjeles, se despidió de los habilanles
do Concepción con las siguieules palabras.
«; Conciudadanos !
«lloi parlo para Chillan, al mando de la segunda divi-
sión del ejército Liborlador, para reunimos a nuestros com-
pañeros de la vanguardia, A nombre de los valientes del
batallón Guia, do los patriotas voluntarios del nüra. 1, del
rcjiraiento de Carabineros i de la brigada de Artilleria, rei-
lero al heroico pueblo do Concepciou nuestra promesa do
morir por la libertad de la patria, antes que verla subyugada
al despulismo.
«Muí pronto tendréis ocasión de celebrar nuestros triunfos,
i de ceñir con nuevos laureles la frente del ilustre Jeneral
Cruz que nos conduce a la victoria. Recibid, entre tanto, el
mas afectuoso adiós de vuestro amigo.
Fernanílo Baquedano.n
Concepción, octubre 16 de 18o!,
ÍV
Dos dias mas larde (18 de octubre), seguia los pasos de la
columna de Concepción el intendente Vicuña, nombrado, por
decreto de 14 de octubre, espedido en los Anjeles, secretario
jeneral del ejército revolucionario. ílabiale reemplazado, desde
el dia anterior a su partida, en el mando civil de la provincia,
don José Antonio Alemparte, ¡ al ponerse en marcha, habia
dirijido a sus amigos de Concepción su marcial adiós, en las
siguientes palabras.
18
138 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
«Perseguido por la tiranía, lie sido seis meses vucsiro
huésped, gozando (le una libertad que hace bástanles años
no tenia. Os be ayudado en la gloriosa revolución que habéis
hecho por la libertad 1 me habéis honrado colocándome a la
cabeza de vuestro gobierno. Llamado por S. E. el jeneral
(Iruz como su, secretario jeneral, voi a cumplir con mis últi-
mos deberes hacia la patria, para ocuparme después de mi
lamih'a que de mi tanto necesita.
«El magnánimo jefe que voi a acompañar i todos los jefes
i tropa que abren esta campaña de la libertad contra la ti-
ranía, solo recojerán gloria i laureles, i vosotros tendréis en
la rejcneracion de la República la mas brillante pajina, por
vuestro entusiasmo, vuestros sacníicios i patriotismo.
«A los numerosos amigos que mi buena estrella aquí me
ha proporcionado, lesdoi mis adioses, sintiendo no abrazarlos
personalmente por la urjencia de mi viaje. A todas parles
llevaré el recuerdo de su jenerosa hospitalidad.
Pedro Félix Yicuña. » (1)
Concepción, octubre 18 de 1852.
(1) Del Boletín del sud. He aqoí como Vicuña dábase cuenta
a sí propio de sus sentimientos íntimos, estampándolos en su
diario de campaña, con ia espaiision ajena de pretensiones del
hombre que habla solo delante de su conciencia i de su Dios.
«Mis hábitos pacíitcos, dice en la primera pajina de su diario
relativa aldia 18 de octubre, mis ideas íilosóficas ¡ mi sensibili*
dad, cambiadas en un momento por campamentos militares i por
batallas, no dejaban de impresionarme fuertemente. Antes de salir,
al pasar por la plaza, oí cantar en la Catedral i fui a misa. Mis
enemigos me culparán de ambición, i mis primeros ruegos a Dios
fueron que me inspirase justicia, i presentarle mi corazón pene-
trado délas profun'Jas convicciones que me habian conducido a
la revolución i las que debi.in guiarme en toJos los sucesos que
la condujeren a su triunfo. Yo pedia a Dios que la sangre chilena
lio corriera, que nuestros enemigos, conociendo su impopularidad
i su injusticia, abandonasen sus pretensiones de dominación; le
bL I.A AUMI.\l>ru\ClON MONTT. 139
V.
El (lia 22 (lo oclubro, encünlrábanse ya, dosdo hacia una
semana, las dos divisionos de Concepción i de los Anjeles en
sus rospeclivos acanlonamientos, cuando, en la tarde de
aquel dia, prescnlóso en Poñneias el jeaeral Cruz, rodeado
de numerosos escuadrones que él conduela personalmente
de las Fronteras. Venían también con él las últimas cuadrillas
de indius que gradualmente hablan ido dando las diferentes
tribus, mas como rehenes que como testigos. De las reduc-
ciones de los Llanos o indios de Colipi, como eran mas co-
nocidos, vinieron solo 37 i de los de la Montaña o indios do
Maguil, hasta 150 (1). El total, como se ve, no alcanzaba a
200, i por consiguiente, no podían considerarse propiamenle
aquellos bárbaros como auxiliares, sino mas bien como mo-
lestos agregados al ejército revolucionario, i cuya presencia
era, en realidad, una prenda de tranquilidad i no un elemento
de guerra.
Las bandas de música del Carampanyiie I del Alcázar
saludaron ai caudillo con la canción nacional, al descender
pedí me preservase de las traiciones, porque, conociendo la co-
rrupción reinante, eran para mí mas temibles que la fuerza i
concluí por abandonarme a su voluntad i dirección, no dudando
nunca de esa Providencia que vela sobre el hombre i encamina
los sucesos humanos. Yo hablaba asía Dios en su mismo templo,
descubriéndole mi corazón i pidiéndole su luz, pero yo no so»
de esos fatalistas que creen que el cielo debe hacer todo por
nosotros. Mi resolución era hacer todos mis esfuerzos, llenar mi
puesto con honor i tener una muerte digna, si la desgracia hasta
allí me conducía.»
(1) Diario de campafia del coronel Zañartu.
lio HIsTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
esle do su jjaballo a la. puerta do su propia morada ; pero,
apeoas se había dado llempo para saludar a los jefes que
mandaban aquel canlon, cuando volvió a subir sobre su
montura con el objeto de inspeccionar el campo del jeneral
Baquc'dano, dos leguas mas al norte, a orillas del ítala.
VI.
Cuando el jeneral Cruz, que habia recobrado, junto con
el alivio de su salud, su jovial actividad, regresó al casorio
de Peñuelas, ya mui entrada la noche, una nube de tristeza
parecía oscurecer su frente fatigada. Acababa de recibir
un espreso de Santiago, enviado por la esposa de don José
Miguel Carrera, que le anunciaba la derrota de este caudillo,
ocurrida en Petorca solo hacia una semana (14 de octubre.)
Esta desgraciada nueva impulsó al jeneral Cruz a abrir
desde luego la campaña, pues, durante los dias de tardanza,
solo le hablan llegado noticias de los reveses que sufria la
revolución en las provincias de ultra-Maule, desde la rendi-
ción del Chacabuco hasla la derrota de Petorca. Temia, en
consecuencia de este último fracaso, que el gobierno refor-
zase su ejército con las tropas que se habían T)at¡do en aquel
encuentro i érale preciso adelantarse a toda prisa, a fin de
evitarlo.
En consecuencia, habiendo llegado el coronel ürrulia a
Pcñuelas, al siguiente día (1) {*23 de octubre), dio orden que
(1) Con motivo do la visita del coronel Urrufia, se destaparon
de sobremesa algunas botellas de champagne, con lo que algunos
de los jefes presentes i el mismo jeneral Cruz se pusieron un
tanto comunicativos. Habiendo, en efecto, preguntado el último
a V'icuna si le creía por su carácter i sus ideas el hombre capaz.
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. lAI
lodool ojércilü so movicsü sobre Chillan en la inaúaua del 21.
Ejocúlose aquel movimienlo con la coloridad que el difícil
balseadcro del Ítala permitia, 1 de esla suerte, el ejército
acampó la noche del 25- cu el pueblo de Longaví (1), a seis
(le acaudillür un bando que tenia por divisa la reS'lizacion de la
democracia en la República, contestóle el último que de ninguna
manera le suponía el caudillo a propósito para dirijir el partido
liberal, pero que le liabia acompañado en la revolución porque
tenia un alto concepto de su probidad i de su patriotismo, dotes
que casi satisfacían las aspiraciones del pais respecto de su supre-
mo mandatario en aquella época. El jeneral, haciendo justicia a
la sinceridad de Vicuña, manifestó entonces algunos antecedentes
que confirmaban su oríjen conservador, aludiendo a su partici-
pación ('tí la revolución de 1829. Pero luego añadió estas palabras,
qiiecopiamos de los apuntes de campaña de don Bernardo Vicuña,
testigo presencial aquella vez. «Nadie como yo ha lamentado esa
revolución , trabajé en ella por la libertad i sirvió solo a los inte-
reses de un partido. Portales supo encadenarla i nunca hubo para
Chile hombre mas funesto. Él sedujo el corazón de la juventud,
él suplantó la buena féen la política con falaces intrigas i deslea-
les embustes. Este fatal ejemplo contaminó a la juventud i esta
es la causa de nuestros males.»
El coronel Zañartu, compañero de Cruz en aquella revolución
reaccionaria, tomó también parte en el debate, según refiere él
mismo en su diario. «Después de comer, dice en efecto, se sus-
citó conversación sobre la justicia de la causa que deíendiamos.
Yo dije entonces, en presencia de los que nos hallábamos allí, qae
parecía que no estábamos uniformes en nuestras ¡deas, porque
habíamos hombres de diversas opiniones políticas, i tocando con
suavidad el hombro al señor Vicuña, que se encontraba a mi de-
recha, le aseguré que se decía que él no pertenecía a nuestro
partido, pero él contestó que se equivocaban en la calificación,
pues era liberal.»
(1)E1 jeneral Baquedano se hospedó suntuosamente en este
pueblo, decretando que se hiciera una gran boda para él i su es-
tado mayor en casa de un pudiente monttista del apellido deLuCo,
hacendado de la vecindad i que se encontraba prófugo por sus
opiniones. En su ausencia, requerida la madre de aquel, puso
a contribución todos los almireces i cacerolas del pueblo, para
obsequiar al garboso i terrible jefe de estado mayor, que tuvo
142 niSTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
leguas de Chillan ¡, en la lardo del día siguiente, lomó cnar-
esta vez numorosos convidados a un fcsfin que, aunque dado de
tan mala gana, tenia un esijuisito sahor, porque se hahian reunido
para confecciünarlo todas las cocineras, galopines i comadres del
^pueblo.
Por lo demás, el último pagaba al jeneral una deuda de gratitud
cuya memoria estaba aun fresca, pues en años anteriores, pasando
aquel jefe para su hacienda de Yungai, supo que el cura de
aquella parroquia no quería poner óleos por menos de un duro,
io que era causa de que la mayor parte de la prole que aquel
año habla dado a la llepública aquella pintoresca aldea (rodeada
de fecundas campiñas cuajadas de siembras de trigo i arbeja),
ostuviese «mora». El jeneral resolvió obligar, por medio de una
€Stratajema esencialmente militar, al despótico párroco a que?
hiciese un bautismo jeneral i de valde, para cuyo fin le mandó
decir que aprontase la iglesia i que todo corria de su cuenta,
mientras circulaba por el pueblo la voz de que el jeneral iba
a «er el pariente espiritual de todas las felices madres de la
comarca. Al dia siguiente, cuarenta de éstas se presentaron en
la parroquia, donde el cura salió con capa decoro (dicela tradi-
ción local) a recibir al ilustre compadre de sus feligreses, quien
a la vez vestia una relumbrante chaqueta encordonada con.los
bordados de jeneral de brigada. Practicada la ceremonia, el cura
hizo una respetuosa insinuación pora cobrar su propina; mas
el jeneral, acariciando el puño de su sable, le contestó que no
tenia derecho a exijir un centavo, «porque así como él había
perdido su dia en obsequio de los pobres, quedándose en Larqui,
el cura debia también perder sus emolumentoí»; i como el buen
párroco conociera que en aquella bufonada podia tener alguna
parte el sable, cuya guarnición el jeneral no soltaba de la mano,
Iiizo una venia i retiróse desconcertado a la sacristía.
Conocidamente, el jeneral Baquedano no era amigo n¡ de la
aristocrática sotana ni de la humilde coguya. En la mañana del
«lia que siguió a la revolución de Concepción, hizo poner en la cár-
cel a siete frailes de la Merced, que eran el total de la comunidad
de aquel convento, sin mas delito que el haber repicado todo el
dia 7 de setiembre, en que se promulgó por bando la elección del
presidente Montt, Poco después, dijo también a\)n cura Fernan-
dez, que fué remitido preso de Nacimiento por ciertos amagos de
conspiración i cuya figura era un poco raquítica; que su som-
brero de teja era mas grande que él, i que la barra de grillos que
iba a hacerle poner, por nwnttista, seria mas grande que su som-
brero.
DE LA ADMINISTRACIÓN MüNTl. 143
leles en Chillan, liabiéiuloso ¡ncorporado en el líala la divi-
sión do Concepción i en aquel pueblo la de vanguardia (1),
Vil.
La acojida queel compromclido vecindario do Cliiilanhabia
hecho al ejércilo revolucionario no era del todo lisonjera. «La
aristocracia de Chillan, dice Vicuña, en su diario de canipa-
fla, nos era opuesla en su mayor parle; poro la muchedum-
bre nos perlenecia con el mayor entusiasmo. En el Pueblo
viejo nos victoreaban; i nos arrojaban flores; pero al pisar la
(l) He aquí el oficio, un tanto exajerado, en que el secretario
jeneral Vicuña daba cuenta al intendente de Concepción de la
concentración del ejército revolucionario.
'•Chillan, octubre 26 de 1851.
«Ayer en la tarde se ha reunido todo el ejército en este pueblo,
que lo ha recibido como a sus libertadores. Ahora ha podido cono-
cerse la farsa que se representaba en toda la República, haciendo
consentir que en tales pueblos hallaban adhesión i amigos los opre-
sores de la República. Por Ja mañana, entró S. E. el jefe Supremo,
acompañado de lo mas selecto del pueblo, en medio de acla-
maciones i vivas, i en la tarde, las divisiones de Concepción i de
la Frontera, a las órdenes del jeneral Baquedano. Toda la po-
blación ocupaba las calles i avenidas por donde debia pasar la
tropa i gran número de a pié i a caballo se hablan adelantado a
reunirse i fraternizar con nuestros soldados. Las tropas de esa
provincia están bien contentas de la acojida que han recibido
i las calles por donde han pasado han quedado sembradas de
flores.
«El jefe Supremo espera la ropa i demás útiles de guerra para
moverse sobre el Maule i US. puede ordenar la mayor actividad
en su conducción.
«Dios guarde a US.
Pedro Félix Vicuña. r>
Al señor Intendente de h provincia de Concepción.
144 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
ciudad nueva, la mayor parle de las casas estaban cerradas i
silenciosas.»
Sin duda, con el propósiio de reanimar losdccaidos espíri-
tus do los habitantes de aquellas comarcas, que las peripecias
de la guerra, de que ha sido constante teatro, han hecho re-
celosos, el jeneral Cruz les dirijió, el mismo dia de su llegada,
la siguiente pno'^.Iama, haciendo un llamamiento a su amor-
tiguado entusiasmo.
«¡Conciudadanos!
«Me hallo en medio de vosotros, al frente de un ejército dc
valientes que va a devolverá la patria el ejercicio de sus
derechos i a reconquistar sus libertades. Yo, que he envejecido
en las filas de sus libertadores, cumplo en este momento con
el mas sagrado do mis deberes.
a El egoísmo i la corrupción hablan desnaturalizado el no-
ble espíritu de la revolución consumada por nuestros padres;
la justicia i la libertad reclamada por los pueblos se estre-
llaban contra la tiranía que degradaba la República; pero
al fin, la opinión se ha alzado imponente, ha llamado en su
defensa a sus antiguos guerreros, i con ellos me veis ya en
marcha contra los opresores do la patria, resuello a liber-
tarla o a morir por ella.
«¡Habitantes del Nuble !
«El entusiasmo con que habéis recibido al ejército Restau-
rador, i vuestra heroica cooperación para salvar la Repú-
blica, me hacen recordar el nuevo ardor con que en otro
tiempo combatíais por los mismos principios. Yo os do¡ las
gracias a nombre de los viejos servidores de la Patria de
que me hallo rodeado, a nombro de la heroica juventud que
me acompaña en esta gloriosa empresa, a nombre de lodos
los valientes soldados del ejércilo, a nombre de la Patria,
di; \a administración montt. 1 ir>
en lin, por cuya Übcrlad vamos a coni!)atir. La jiisücia ¡ el
honor cslan de nucsira pailo, i la vicloi ¡a será nuestra tam-
bién: marclicmos con paso firmo hasta alcanzarla.
«¡ Soldados del antiguo batallón Union! IJecordad que en
otro tiempo he sido vuestro jefe, i que hoi se halla en nues-
tras filas el bravo corono! ürrulia que entonces os mandaba,
lista coincidencia feliz parece preparada por una providen-
cia protectora do vuestros deslinos. Un solo paso nos queda
que dar para asegurar el éxito de vuestros sacrificios. Va-
mos presurosos al campo do batalla: aquellos de nuestros
hermanos que han sido arrastrados por la violencia a las filas
enemigas, al divisar nuestros pendones, volarán a abrazarnos,
í nunca será mas feliz que al esírecharlos en su corazón,
vuestro antiguo amigo.
José Marta de la Cruz» (1).
Chillan, octubre 23 de 185!.
(I) Por esta misma (?poca, la prensa oficial de Santiago ya se
liabia desencadena-io contra el ex-jeneral Cruz, como ahora se la
llamaba, después de haberle aclamado tantas veces un ilustre
ciudadano. La Civilización del 20 de octubre le llamaba «anciano
imbécil», i en los núms. 33 i 3Í de aquel diario, encontramos los
siguientes fragmentos insertos en una especie de biografía que se
publicó del jeneral del ejército revolucionario.
oNo bal recuerdos, dice el editorial del núm. 33, mas impere-
cederos c]ue los de las víctimas para el crimina!: esos recuerdos
son producidos por los remordim'entos de la conciencia.
«Estos recuerdos han sorprendido millones de veces al ex-
jeneral Cruz durante toda su vila i, mui particularmente, lioi,
cuando se ha liecho cabeza de la sublevación del sur.
«Los remordimientos son los que han decidido a Cruz a dar el
nombre de Alcázar al rejimiento de caballería ([ue ha organizado
en el sur, para acallar los contífiuos llamados de la conciencia
per la muerte del btnemérito jeneral Alcázar, cruelmente lan-
ceado por los indios, después de la derrota de Tarpellanca, de-
rrota que fué la consecuencia precisa i necesaria de la fuga do
Cruz en Pongal.
«Pero ya que Cruz lia comenzado la reparación de Jas mal-
IQ
116 HISTORIA DE LOS DIEZ a5¡0S
VIII.
El cjórcilo revolucionario o de los libres [como era su lí-
lulo olicial, desde que el jencral Ciuz acopló el supremo
mando miiilar'de la revolución], reunido en Chillan el 2S de
oelubre, ascendía a poco mas do 3,000 hombres, número
casi igual al que en esos momentos organizaba en el cam-
pamento de Longomilla el jcneral Búlnes. La distribución de
las diferentes armas guardaba también en ambos la misma
equivalencia. Componíase la infantería de cerca de dos mil
plazas distribuidas en 4 batallones; la caballería constaba de
flades cometidas en sus antiguos tiempos, deberla dar otro nom-
bre a cada uno de sus soldados, Jlamar a uno Ureta, a otro
OCarrol, Caiituarias, Flores, Ruiz, etc. etc., i recorrer los
nombres de todos los oficiales del batallón de Coijuimbo i desús
otras víctimas, por haberse escondido en Qiiecbereguas, por lia-
ber traicionado a O'Cnrrol, por la derrota de Tarpellanca i sitio
de Talcahuano, que ella trajo por resultado, por haber dejado
cincuenta de los suyos en Chillan para ponerse en salvo, sin ol-
vidar el nombre de les indios a quienes ha hecho tomar el veneno.
Una vez entrado en las reparaciones, tendría (]ue aumentar »i
número de sus tropas para que, dándoles a sus bandidos el nom-
l)re de patriotas beneméritos, igualar coa ellos el nombre i nú-
mero de sus víctimas.
a¿Quién no se rie de las reparaciones de Cruz? ¿No son é.^tas
las reparaciones del criminal i del leso?»
I en el siguiente número, recapitulando los servicios del cau-
dillo del sud, su detractor añade las conclusiones siguientes:
«Tenemos, pues, a Cruz mezclado etj todas las guerras civiles
anteriores a 1851 en (¡ue se ha hecho caudillo.
«En la guerra de la independencia no se recuerda de Cruz mas
servicios que —
«1." El haber hecho una escursion en la isla de la Laja en
1817.
«2.° El haberse escondido en un inmundo rincón de las casas de
nn lA AD51IN1STRACI0N MONrT. 117
poco menos do mil jinclos, qiio loimahan ciiairo rojimicntos,
¡ la ailillcría cslaha subdividida en Iros balerías qiio conla-
ban cinco piezasdo batalla idos culebrinas. Una compañía de
rifleros norlc-aniericanos, cnííanchados en Talcahuano, habia
sitio agregada a esla arma (1).
Qlicciicrpfíuas, el dia de la acción que lleva esto mismo nomine
(marzo de 1818), por cuya causa, el valiente jenera! Freiré, en-
lónces coronel, le arrancó de sus hombros las charreteras de sár-
jente mayor graduado. De esta época data el odio eterno qué
aquel miserai)le caudillo ha tenido siempre por el heroico Freiré.
«3.° El haber armado un enredo en Pangal (23 de setiembrii
de 1820], para tomar el mando en jefe, i el haber echado a correr,
tan pronto como hubo comenzailo la acción, dejando a los suyos
comprometidos en ella. La derrota fué completa i los males que
ella trajo por resultado fueron inmensos. La horrible muerte
del comandante O'Garrol, la no menos horrible de Aliázar, Ruiz,
Flores, Gantuarias i demás oficiales del batallón Coquimbo, la
del sarjento mayor Molina, el sitio de Talcahuano, el incendio
i saqueo de todas las plazas de la Frontera i el inminente peli-
gro, en que esfos sucesos pusieron a la nueva República, no fue-
ron mas que una parte de los grandes males que trajo por re-
sultado la fuga de Cruz en Pangal.
«Todo esto es notorio, nadie lo ignora i las Jiistorias así lo
dicen. — Después veremos los servicios de Cruz como político.»
(I) He aqui el decreto por el que se mandó organizar esta
fuerza i el acta de compromiso que ürmaron algunos de aque-
IldS voluntarios. No pasaron estos, sin embargo, del número de
20 i eran en su mayor parte marineros i desertores. Alemparte
los llama en una carta fechada en Talcahuano el 3 de octubre,
«canalla borracha i casi forajida».
El decreto de organización i el acta de compromiso dicen
así.
Cuartel j exeral de los libres.
Coüccpcioii, selicnibrc 37 de l^oi^
Con esta fecha, se ha decretado lo que sigue:
Habiéndose ofrecido, p(ir el órgano del capitán de tos ejércitos
de Estados Unidos de América don Jorje K. Buckey, la coopera-
ción que, voluntariamente i sin sueldo, dcíe.in prestar muchos de
148 HISTORIA DE LOS DIEZ AiÑOS
IX.
Tan IiiPgo como el cjércilo llegó a Chillan, el jencral Cruz
so ocupó acliyamenlo do los dotallcs do su organización de-
liniliva, pues sus doles nnililarcs i su eslraordínaria laborio-
sidad encontraban en osle jénero de ejercicio un terreno qufr
le era propio ¡ en el que, a diferencia del jencral Bíilnes,
que dejaba todos los detalles a su jefe de estado mayor, te-
nia una espedicion admirable. Ya, desde Concepción, habia
nombrado comisario do guerra, capellán castrense, cirujano
de ejercito, injcnicro, proveedor, i lodos los demás emplea-
sns paisanos, en las filas de! ejército puesto a mis órdenes por las
licróicas provincias de Concepción i Coquimbo, para protejer sus
derectios contra la opresión en que mantiene a la llepút)lica el
círculo que, contra el voto libre de los pueblos, ha querido cons-
tituirse en go!)ierno. En uso de las facultades que ine han sido
conferidas, vengo en acordar i decreto:
1.0 Admítese él ofrecimiento de que se ha bocho mé.'-ito i, en su
consecuencia, fórmese una compañia de infantería de los volun-
tarios i libres aNorte Americanos» que procederán a reunirse en
Talcahuano i Tomé bajo la inspección del mencionado capitán K.
Buckey, que tan pronto como reúna todos sus paisanos, pasará
una lista nominal de las personas que la componen, con designa-
ción de los oficiales que, según su costiimbre, nombraren ellos
mismos, para designarles cuartel en vista de ello, i darles el ves-
tuario i armamento competente.
2.*> Los gobernadores i jueces de los puertos de Talcahuano ¡
Tomé no embarazarán i sí facilitarán los ausilios que demande
la reunión de diclios individuos, hasta que puedan trasladarse a
este cuartel jeneral, removiendo las dificultades que puedan ocu-
rrírscdos.
3." El comandante de armas, de acuerdo con la intendencia,
quedan encargados del cumplimiento del presente decreto, el que
se trascribirá a quienes corresponda, para sumas puntual ¡debido
cumplimiento, dando las gracias al capitán K. Cuckey, i por su.
DE LA AÜMIMSTRACION MOMT. 14'.)
dos (juc componen la plana civil do un oj¿rc¡lo; (I) do ma-
nera quo on Cliillan solo liivo que ocuparse de la distribución
do los puestos mililaros, pues aunque nombró jeíc de estado
mayoral jcncral liaquodano, lodo lo hacia él personalmeule (2).
órgano a, sus ccnupatriotas quo tan lieróicameute se prestan asa-
criíicarse por lu libertad do nuestra patria, quien, a su vez, estará
dispuesta a compensar tan importante servicio.
José Maria de la Cruz.
Concepción, noviembre 2 do J85I.
Nosotros, los estrar)joros abajo suscritos, aliora residentes en
Ciíile, nos compromelen)os por eáte documento, a ofrecer nuestros
servicios ai lilire pueblo de Cliile i a su jefe el jeneral Cruz, i en
consecuencia, nos obligamos mutuamente a obedecer todas las ór-
denes que se nos den por los oficiales que nombremos, a asistir-
nos en todas nuestras dificultades i protejernos recíprocamente
en nuestras vidas. — Pkoberto Biickexj, (capitán) — Jorje Collón^
fl.^'' teniente)— 6rtti7íeríHo Maxivl, [(2,» teniente)— .4/ejaní/ro
llodges (3." teniente) — Daniel Wixe — L. A. Kellogg — H. C.
Prest—I. G. Coon — Crislóval Milncs — Ricardo Beardsley — Edivin
Cliureli.
[í) Don Miguel Prieto fué nombrado comisario de^ guerra ; el
cuia Sierra capellán, el Dr. Andreas, médico alemán establecido
en Concepción, cirujano i, por último, M. Eucher Enrry. un inteli-
jente joven francés, emigrado desde la revolución da 1848, inje-
niero del ejército, con la graduación de sarjen to mayor.
(2) Fueron agregados al estado mayor, en calidad de ayudantes,
el coronel don Manuel Tomas Martínez, a quien se depuso del
mando del Alcázar por la dureza con que trataba a los soldados;
el teniente coronel de ejército don Ceferino V'argas, exelente je-
fe de caballería, al que se miraba con un injusto recelo, pues se
Jiabia comprometido en Chillan por la causa del jeneral Cruz,
desde que se promulgó su candidatura, i por último, los jóvenes
don Bernardo Vicuña, hijo del secretario jeneral, con el grado de
capitán de caballería, i don José Antonio 2." Alvarez Condarco
con el de sarjento mayor. Este último pasaba |)or uno de los
mejores oficiales de estado mayor del ejército nacional en aquella
é,)0C3, i en realidad, era él quien manejaba en lodos sus detalles,
el mecanismo de aquella oficina. En cuanto a los ayudante de
campo del jeneral en jefe, solo se recuerdan los nombres de sus
loO UISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
X.
Puso el rcjimicnlo Carampangue (800 plazas] a las órdenes
del coronel Zañarlu, reservándole mas inniedialanienle el
mando del batallón velcrano, raiénlras el comandante Urizar
tenia el del 2.° batallón, compuesto, en su mayor parle, de
las compañías de ¡nfanlería de Rere, Yumbel ¡ délos cívicos
de Chillan que se babian desertado de la división de García,
Era sárjenlo mayor del rejimionlo un antiguo capitán del
Carampangue llamado Gonzalos, oficial mediocre, natural de
Aconcagua i que babia hecho la segunda campana del Perú
en calidad de alfcrcs del cuerpo de aquel nombre, organizado
en su provincia natal. Tenia a la sazón 34 años de edad.
Constaba el rol de oíiciales de este cuerpo de cuarenta i
tantos nombres i se distinguían, entre sus capitanes, los que
mandaban las compañías de preferencia del viejo Caram-
pangue, esto es, el capitán de granaderos don José 2.° lio-
Lles i el de cazadores don Joaquín Rojas. Pasaba este último
por un oficial acreditado como bravo e ¡ntelijonle, i que, en
verdad, durante la campaña, solo dio muestras de haber me-
recido aquella repulacíon con títulos de justicia. Robles era un
bizarro mozo que, siendo un simple subalterno, había ganado
sus galones en el puente de Buín, recibiendo dos balazos,
de cuyas consecuencias tenia casi perdido el uso de una
sobrinos, don José Luis Claro i don ^íanuel Prieto i Cruz, el de
don Nicanor Las Heras, jefe de su escolla, i dos personajes mas
que no dejaron niui en alto sus nonil)res, pues fué •■! uno encausa-
de» por atribuírsele connivencia con el jeneral Búlnes i dijese del
otro que habia sido el primer prófugo que llegó a Cliillan después
<le la batalla de Longoniilla. Llamábase el 1.° La Maza í el 2.°
Labarca.
ÜE LA AÜMlNISill.VCIO.N HONTT. 131
piorna. Scñalábascle ciilro los mas valicnlcs do los jóvenes
capilancs del ejército, i conláhasc aun mas sobre su lealtad
i su entusiasmo, porque había sido, desdo el pr¡nci|)io de la
revolución, uno de sus mas ardientes iniciados. En Longomi-
lla, coronólas esj)cclalivasdo suscaniaradas con mil pruebas
de denuedo, i sin embargo, al siguiente día, después de tiaber
recibido, como en lUiin, un grado sobre el campo de batalla,
flaqueó su espíritu, al punto de haber merecido la acusación
do cobarde, delante de la perfidia, como se había adquirido
el renombre de valiente, en medio de los fuegos.
fin el segundo Carainpangue, como sollamaba comunmente
ai batallón que mandaba Urízar, se señalaban otros dos ca-
pitanes, que debían sellar, con su inmolación, su lealtad ala
causa que abrazaron. Eran estos don José María Artigas,
natural de ChíHan ¡ don José Manuel Vega, de quien no he-
mos podido rastrear noticia alguna, escoplo la de su muerte
en el campo de Longomilla.
En cuanto a Artigas, sabemos que había servido en el ba-
tallón Pudelo, a las órdenes de los coroneles Bcauchef i Tu-
pper, haciendo la campaña de Chíloé, en que su cuerpo recibió,
como timbre do honor, el nombre de la victoria que devolvió
al territorio de Chile aquel archipiélago. Retirado, después de
Lircai, a la vida privada, se había establecido en Chillan i
sufrido hasta última hora la persecución de sus antiguos
principios, pues el intendente García le había enviado a la
capital a las órdenes del gobierno, por suponerle desafecto.
en la campaña electoral que iba entonces a iniciarse.
XI.
El batallón Guia (000 plazas) estaba comandado por fos.
152 lllSTORIA DE LOS DIEZ A.ÑOS
jóvenes oficjales Saavcdra ¡ Vldela, modelos de amistad en
esa época, como fueron después encarnizados rivales. Com-
poníase esle cuerpo, según ya dijimos, de ios volunlarios del
pueblo de Concepción a los que se habia incorporado la com-
pañía de cazadores del balallon cívico. De los oíiciales del úl-
timo se habían alistado solamente el ayudante don Tomas
Smith, adolescente, en el que un jeneroso entusiasmo, bullía,
junto con la sangre juvenil, ¡ el capitán do cazadores don Pedro
Benavente cuyos heclios en la campaña del sud no deberían
medirse por la pequenez de su talla de soldado, sino por la
pujanza de su esforzado corazón,
Pero, a falta de los jóvenes milicianos de Concepción, habían
lomado servicio en aquel cuerpo, que era el lujo i el orgullo
de los Pcnquistos, muchos valerosos volunlarios, que no per-
tenecían a la guardia nacional. Figuraba, entre estos entu-
siastas mancebos, el joven Raimundo Pradel, que contaba
en el ejército enemigo un hermano, en cuyos brazos debia
morir; el oficia! de artillería don Manuel José Tviveros, que
servia en su antigua graduación de teniente ; dos hermanos
Ruiz, heroicos niños, que llevaban por herencia un apellido
aun mas heroico i, por último, dos franceses llamados Cornou
iBoyansi, el úllimo do los cuales era médico de profesión i
ha muerto después en el campo del honor.
Pero el mas distinguido do lodos, por su fama de bravura
i la memoria de sus desgracias, era el capitán don Domingo
Tenorio, hijo de un antiguo oficial inmolado en Sao Pedro
por el aleve Bcnavides. El capitán Tenorio era digno, por sus
hechos i por sus desventuras, de la celebridad que el romance
ha prestado a su nombre. Gabia sido uno de aquellos bravos
soldados de Lircay que perdonó el plomo sobre el campo de
la matanza, pero no así el cáncer de la miseria en el destie-
rro. Acosado por la desesperación, perteneció a la hueste
DE l\ ADMlNISiKAClUN MOMl. 1133
do ¡nvnsnros qno vinieron dol (]n!lao a las costas íIc Arauco
acaiidiliados por ol coronel JJarnaclica en 1830. Sorprendido
i prisionero en aquella lonlaliva, juzgólo en Concepción un
consejo de guerra presidido por el vencedor do Lircay, i
condenóselo, en consecuencia, a diez años do presidio en Juan
Fernandez (I), Mas Tenorio no era hombro que se resignara
a vivir caulivo en un peñón, i a los pocos dias do cncontrarso
en la isla cumpliendo su condena (20 de diciembre í\o 183!)
sublevó la guarnición que cubría aquel presidio, que consislia
en un deslacamenlo del batallón Valdivia, a las órdenes del
gobernador Zoppcli, i asaltando un buque, dirijióse a las
costas de Copiapó, seguido de una horda de bandidos, quo
sembraron de espanto su ruta por aquel valle, hasta tras-
montar la cordillera. Pedida la esíradicion de Tenorio a las
autoridades trasandinas, volvió este a ser juzgado í se le envió
al Perú en calidad de desterrado, no regresando a su patria
sino'dcspues de la amnislia de 1841. Desdo esa época, en-
contrábase en •Concepción, gozando de una pequeña renta
por su retiro de capitán, pues tal era su graduación en
1829 en el batallón iiúm. 1, i tal era la que tenia ahora en
el rejiraiento Carampanguc.
XIÍ.
Fué nombrado ¡ek del batallón Alcázar (iOO plazas) el
antiguo capitán de granaderos del Carampangue don Fran-
cisco Molina i sárjenlo mayor ei joven don Joaquín Fuenleal-
(1) Sentencia de 8 de setiembre de 1830 — Puede verse en el
proceso formado a los reos alzados en Juan Fernandez aquel año
i que existe archivado en la Comandancia de armas de esta
capital.
20
1o4 HISTOIUA DE LOS DIEZ ANOS
ba, vecino ¡ulluyonlo de los Aójeles ¡ uno de los oficiales del ba-
tüllon cívico de este pueblo, que ahora hahia enlrado a compo-
ner en su mayor parlo aquel batallón de voluntarios. En cuanto
a Molina, solo podrá decirse, que asi como el coronel Zañarlu
fué la sombra de la revolución, Molina fué la sombra de
Zañarlu, a quien debía la deferencia mas ciega como amigo
i una sumisión a toda prueba como subalterno. Era, porlu
demás, un hombre vulgarísimo. Había nacido en Chillan por
los años i3o 14, pues tenia a la fecha de la revolución 37
años, ¡ su hoja de servicios no señalaba en su carrera nin-
guno de importancia, a no ser el haber cubierto la guarni-
ción de Juan Fernandez, cuando aquella isla era un presidio
político, durante los años del terror de Portales (1833 i 36).
XIII.
Los cuerpos de caballería tenían, en su major parle, jefes
veteranos. Eusebío Ruiz mandaba los escuadrones de la raya
fronteriza, que son los mas temibles jinetes de Chile, i que,
por estar armados de corazas de fierro, habían recibido el
nombre de Dragones de la Frontera.
Alejo Zañarlu tenia a sus órdenes dos escuadrones cora-
puestos de voluntarios de la isla de la Laja i de antiguos
veteranos de los cuerpos del ejército que habían sido licen-
ciados en la frontera. Mandaba uno de estos escuadrones,
que estaba armado de carabina i sable, el bizarro Lara, por
loque el rejimicnío había recibido el nombre de Carabineros
de la República, i el otro, compuesto de lanceros, estaba
a las órdenes del famoso Pablo Zapata, uno de los cabos do
mas nombradla entre las huestes de Píncheira.
El tercer rejiraicnto era mandado por el conocido coronel
i
DK LA ADMINISTUACION MdNTT. i O."
(Ion Salvadoi' Piiga, oficial qiio habla gozado en su juventud
{^ran preslijio ¡lo valuMilo, poro que, en artos posloiiorcs, pa-
saba mas por un jelo de parada que de balalla, con mas
amor a los bordados quo a la fíloria. Servían con el, como je-
fes de escuadrón, el vállenle Soupcr, el joven doniMarllulano
Urrlola, quo se habla prcscnlado al jcncral Cruz reclamando
iin puesto en sus tilas, a nombre de la sangre de su padre, i
por úlllmo, el joven don Víctor Antonio Arce, acaudalado
propietario de la provincia del iilaule, que se habla Incorpo-
rado al ejército con algunos cuantos huasos de su hacienda de
Vlrguin, por lo que su tropa era mas conocida con el nombre,
un si es no es burlesco, de «Vlrgulnes». La base de este rejl-
miento eran las milicias do caballería de las provincias del
Maule i Nuble, i parle de los que habla enrolado Soupcr en la
de Talca, por lo que se le denominó licjimienlo de las Pro-
vincias libres.
Habíase mandado ademas formar en Chillan un tercer re-
jimiento que se llamó de Cazadores de Lautaro, bajo la base
de algunos desertores del cuerpo de Cazadores a caballo, ai
mando de los oficiales de este último don Enrique Padilla i don
Nicanor Las-lleras, que se hablan incorporado al ejército del
sud, ¡ de un escuadrón de Rere, conducido recientemenle a
Chillan por el esforzado capitán don Antonio Grandon. Fué
Padilla nombrado jefe de este cuerpo, que no alcanzó a tener
una organización determinada i Grandon su segundo, mien-
tras que a Las-Iíeras se le dejó el inmediato mando de 15
o 20 cazadores, que componía la escolla del jeneral en jefe.
Era Padilla un joven oficial mas aturdido que valiente,
antiguo alumno déla Academia militar, i que, comprometido
por sus manifestaciones, desde antesde estallarla revolución,
habla sido enviado a la capital tan luego como estalló aquella,
llevando para don Manuel Monll o sus ajenies la carta del
156 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
negro, coma vulgarmcnlc se dice. Mas, sospocliando el lazo
en tiempo, regresóse desde (Jiiechercguas a Cliülan i lomó
servicio con los revolucionarios.
En cuanto a (írandon, asegúrase que era mas digno de ser el
jefe que el segundo de aquel mozoinespcrlo aunque patriota.
Era este jefe un valiente a toda prueba, como lo evidenció
en el combale de Monto de Urra recibiendo la confirmación
de su grado sobre el campo de batalla i en Longomilla pere-
ciendo con la muerte de los héroes. Ilabia pertenecido en su ju-
ventud al rejimiento de Cazadores a caballo i batídose por con-
siguiente en Lircay a las órdenes del coronel Baquedano. Mas
habiendo perdido un ojo a consecuencia do un accidente en
aquella campaña, vivia retirado en su pueblo natal de los
Áajelcs cuando el ruido de las armas lo llamó otra vez a los
cómbales i a la mucrle.
XIV.
En cuanto a la arlillcría hemos ya dicho cual era su con-
posicion, sus oficiales i sus fuerzas. Mandábala en jefe el co-
mandante Zúñiga i en segundo el modeslo i valeroso capitán
Gaspar ascendido ahora a sárjenlo mayor.
XV.
Bastaron solo tres o cuatro dias de laborioso afán al jcnc-
ral Cruz para dar a su ejército aquella organización deliniliva
en su cuartel jencral de Chillan, i en consecuencia el 1 .° de no-
viembre pudo presentarlo en una lucida parada, celebrándose al
efecto una misa de gracia en un dia festivo, aunque de lú-
gubre signiiicado, — la festividad de lodos los santos.
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 157
Resolvióse, puos, eljoncral a la visla de osle oslado de co-
sas, a al)i¡r inmcdialamcnlo la campaña (!) i el mismo dial."
ordenó al injciiitíro Ilonry colocara en el vado mas ¡nraodia-
lo del Nublo, U!i andarivel que sirviera de punió do apoyo
a la única laucha de que podian disponer para atravesar
aquel rio.
Jira fuerza ya el darse prisa para salir al encucnlro del
enemigo. Parlidas csploradoras de osle habian llegado liasla
las barrancas de la márjcn solcnlrional del Nuble, ¡ el mis-
mo dia en que el jcneral Cruz enlró con el ejército a Chillan,
(215 de octubre ) una de aquellas guerrillas había sorprendi-
do la guardia que custodiaba un paso de aquel rio, matando
(l) Tan adelantada estuvo In ejocnoion de esta medida que el
dia 3 de noviembre ordenó el jeneral Cruz la formación de uii
nuevo batallón de guardias nacionales que debía guarnecer a Chi-
llan en la ausencia del ejército que iba a marchar al norte.
El decreto relativo a este objeto se rejistra en el boletín núm,
8 lib, 2. o i dice así:
SECRETARIA JENERAL.
Chillan, noviembre 3 de 1851.
S. E. con esta fecha ha decretado lo siguiente:
Debiendo marchar el ejército hacia el norte i no debiendo que-
dar desguarnecida esta provincia en virtud de la autorización de
que esloi revestido, decreto:
Se organizará de nuevo el batallón de Guardias Nacionales de
esta ciudad, i se nom[)ra sárjente mayor i comandante interino
do él al capitiin graduado de sárjenlo mayor de ejército don Juan
Nepomuceno Venegas.
Este decreto servirá de suficiente título al espresado coman-
dante, quien propondrá a la mayor brevedad los oficiales de las
compañías que en su concepto puedan organizarse. Tómese ra-
zeií i transcríbase.»
Se transcribe a U.S. para su intelijencia i efectos consiguientes.
Dios guarde a U. S.
Pedro Félix Vicuña,
158 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
uno ¡ haciendo ciialro prisioneros de los diez aiilicianos quo
componian la parlida. dimo las creces de verano iban, ade-
mas, a comenzar, era urjonlc salvaren liempoi las diliciilíades
que ofrecía a la marcha del ejército el lorrenloso Nuble, i por
olra parle, casi no se pasaba un solo dia sin que las corrien-
tes de éste arrojasen a la orilla los cadáveres de uno o dos
desconocido?, que, evitando los vados cubiertos por guardias,
se arrojaban a la venlura en aquel rio, dando así a conocer
cuan activas eran las comunicaciones que mantenía el jenc-
ral en jefe del ejército del gobierno con sus amigos i corrcü-
jionariüs de Chillan.
Pero en los momentos mismos en que iba a abrirse la cam-
paña sobre el norte (I), estalló uno de esos formidables
(1) He aquí la proclama qiif o! j(^ncral Cruz dirijiú dosde
Chillan al o-jcMcilo i guardia nacional de la Kepáblica, at empren-
der la campana.
SOLDADOS DEL EJÉRCITO I DE LA GUAUDIA NACIONAL.
Al verme rodeado de vosotros, en los momentos en que vamos
a emprender la gloriosa campana que ha de volver a la Repiihlica
su libertad, su dignidad i su honor mancillados por unos cuantos
hombres ambiciosos que se han apoderado do las riendas del
gobierno, desprestijiando la autoridad i cimentando una tiranía
ominosa, no puedo menos que dirijirme a vosotros con toda la
franqueza i patriotismo que me animan, ya que me habéis hon-
rado cotí el cargo de defensor de la santa causa de la libertad,
por la que tomamos las armas en esta ocasión.
Soldados: la causa que vamos a defender es la cansa de! pueblo,
de la justicia, de la libertad, la que volverá a la Il<'pública esos
días de calma bonancible amenazados por el grito aterrante de
guerra civil. Nuestro deber es ahorrar la efusión de sangre
hermana.
Veteranos del valienie halallon Vuldivia, Yungai i Cliaccbuco:
a vosotros también me dirijo en esta ocasión, porque habéis sido
los prinieros que, afjercibiios ilel peligro de la patria, os lanzas-
teis a derrüjar ese foco de corrupción i de inmoralidad, que tras-
pasando las levos i por una burla cruel aun se denomina gobierno
DK l\ ADMINISinACION MONTT. loO
huracanes de priiiKivera (jiic se prnlon^'iiii en el siid por
semanas cnlcias. Cumenzaruii las lluvias el 3 de noviembre,
nacional. Vuestros primeros carhiclios quemados en defensa de
la causa del piioMo han venido a despertar ese entusiasmo ar-
ilieiite i jeiieroso (jue ha iiieeiidiado toda la Ilepública al solo
fírilo de — La patria eslá en peligro, lini lando los pueblos vuestros
no! les esfuerzos, es que se piesentau ahora unidos e invencibles
para destruir esa sombra de ejército que comanda el jeneral
IJúInes, i esií parodia de ?:o!)iernn, tras la que se oculta la fatídica
figura de don Manuel Montt, cuya desenfrenada anibit ion lia
comprometido la trauíjuilidad del pai?. — Contamíscon vosotros;
nuestras illas aguardan con entusiasmo la incorporación de las
primeras bayonetas que brillaron en defensa de la libertad i del
pueblo oprimido. Nó dudo por un momento que llenareis vues-
tro deber.
Cazadores: esta es la segunda vez que me dirijo a vosolros
llamándoos a mi lado para uniros con vuestros compañeros, que
hoi forman mi escolta i que enarbolar! el mismo estandarte con
que conquistasteis nuestra independencia; cuento con vuestra
decisión, i agradezco el heroismo de losque, a! través del peligro,
lo han despreciado, por ser consecuentes i combatir siempre con-
migo por la libertad.
Valicnle i esforzado Rejimienlo Carampangue: Iialeis sido
siempre invencible donde quiera que vuestras bayonetas han
afrontado el peligro; vuestra fama no se desmentirá en esta oca-
sión, porque leo en vuestros semblantes las elocuentes palabras
— VALOR I VICTOltlA !
Solddd'is voluntarios de la guardia nacional de Concepción, yf/i-
jeles i Chillan: no habéis consentido que los bravos de la línea
llenasen solos su deber. Habéis abandonado vuestros hogares i
faenas por acompañarlos al campo de batalla i dividir con ellos
el peligro. La patria os debe su eterna gratitud, i no dudo que
se recompensarán vuestros nobles i jenerosos esfuerzos en favor
de la causa que vamos a defender i por la que estoi dispuesto a
morir, antes que consenlir por mas tiempo la corrupción i la
inmoralidad que conducen al pais a su ruina i perdicio.!.
Anles de avanzar nuestra columna, me es grato anunciaros
que marchamos a la sombra del estandarte victorioso de Yungai,
cuyo trofeo, testigo de nuestro valor, nos dio tantas glorias en la
memorable jornada en que brilló altanero i esplendente cl trico-
160 HISTORIA DE I.OS DIEZ ANOS
procisamenlc en el mismo dia que ei jencral Búlncs raovia
su campo de Lonííomilla hacia el Nuble; de manera quo
cuando el jencral Cruz cmprendia un igual movimiento, vióse
obligado a encerrarse en sus cuarlclcí de Chillan durante
nuevo dias (del 3 al 12 do noviembre en quo escampó).
XVI.
No interrumpieron la monotonía de aquella forzada inac-
ción sino las nuevas de dos graves acontecimientos, adverso
el uno a la revolución i favorable el olro al desarrollo de sus
lor de la Repúlilica. Bajo la sombra de esos laureles i con ot
niisiTio estandarte a la cabeza, nos encaminamos a salvar a la
Piepública del caos espantoso a que la precipitan sus lirp,nos.
Jefes, ofcialcA i soldados del ejército i de la. Guardia Nacional:
os debo manifestaciones de profunda gratitud por vuestro entu-
siasmo i decisión. No dudo que la victoria coronará vuestros
esfuerzos, que es la mas bella recompensa que os desea vuestro
jciieral i amign.
José María de la Cruz.
Noviembre G de 1851,
Al mismo tiempo el caudillo de la revnhici(>n dirijia a sus ami-
gos i partidarios de las provincias centrales una carta en que les
exhortaba a cooperar a sus esfuerzos con las siguientes palabras
que hemos copiado del orijinal.
«En las fuerzas que conduzco, dice, no bai un solo soldado quo
no sea voluntario ¡ su número pasa hoi de mil hombres de exce-
lente caballería, sin contar con los indios i dos mil i pico también
de infantes, entre losque tienen V. V, ei entusiasta batallón Ca-
rampaníjue, eli.-vndo a rejimiento i completado con soldados vete-
ranos licenciados i con lo mas disciplinado del batallón de Lautaro.
Si los departamentos del Maule a Sauliago quieren que la liber-
tad, orden i paz se reconquisten con prontitud i sin tirar un tiro,
es preciso salir del aturdimiento en que parece lian caído i (|ue
imiten el denuedo i empeño de los de estas proviücias que no
omiten ¿acrilicio;».
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. -161
planos, pcroquo fuoron colebrados aml)os en cl campamento
dolos libres como triunfos conseguidos, al son do las músicas
i cantos militares.
Fué la primera la noticia del lovanlamíento popular do
Valparaíso, que tuvo lugar cl 28 de octubre í cuyo fracaso
se supo en Chillan cl 5 de noviembre, i la última, la de la
derrota o inmolación de Züñiga, acontecida en la Araucanía
el 6 do noviembre, i que fué comunicada al cuartel jeneral
de Chillan el dia 9.
Estos dos acontecimientos van a exijirnos un paréntesis en
nuestra relación, i desde luego, nos ocuparemos del que se re-
liere a los sucesos que tenían lugar bajo la presión del gobier-
no en las tres provincias que le estaban sometidas, de Santiago,
Valparaíso í Aconcagua, i mas adelante, haremos una breve
escursion en el territorio de los bárbaros, para asistir al las-
timero desenlace de las operaciones del mayor Zúñiga, sin
que, sin embargo, aparezca por esto con demasiada fuerza
el contraste de los hechos atroces que leoian lugar en la tie-
rra de los salvajes de Arauco, con los ejecutados por los
ajenies del gobierno en las mas cultas ciudades,
21
CAPITULO VIL
LA REVOLUCIÓN EN LA CAPITAL I EN LAS PROVINCIAS
CENTRALES.
Postración de los ánimos en la capital. — El intendente Ramí-
rez. — Enganche de voluntarios. — Las mujeres de la capital en
1851. — Proclamas incendiarias que circulaban en la población.
— Pánico del gobierno, a consecuencia de creerse invadido el
valle de Aconcagua por la división de Coquimbo. — Detalles sobre
la asonada de San Felipe.— Situación de Valparaíso en I80I.
—Elementos revolucionarios que encierra aquella ciudad.
—Don José Manuel Figueroa.— El capitán Niño trama una
conspiración i es denunciado. — Descubrimiento de un depó-
sito de municiones que hace la policía i prisión de varios
ciudadanos. — El jeneral Blanco asume de nuevo el mando de
la provincia. — Se resuelve llevar adelante la insurrección.
—Plan jeneral de esta. — El padre Pascual. — Rudecindo Ro-
jas. — Don Rafael Bilbao. — Señálase el dia 3 de octubre para
la asonada i se frustra el intento. — Persecución en masa de
todo el gremio de sastres. — El comandante Riquelme reor-
ganiza los elementos de la revolución. — Fíjase la mañana
del 28 de octubre para ejecutarla i es aplazada por segunda
vez. — Un grupo de 17 afiliados se reúne en la Cajilla i resuel-
ve hacer la revolución por su cuenta. — Cómico incidente que
ocurre, en consecuencia, con un espia. — Asaltan aquellos el
16Í HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
cuartel del tjúm. 2 rio guardias cívicas i se apoderan de
las armas. — Combate del '2S de octubre. — Consecuencias que
tuvo para los revolucionarios de Valparaíso.
Desdo la caláslrofe de abril, Santiago, que lo babia
jugado lodo como parlido i como pueblo, en aquel san-
griento lance, cayó en un profundo abaliraienlo. Sus prin-
cipales ajiladores encontrábanse presos o perseguidos i ocul-
tos. Unos pocos habían ¡do a buscar asilo en las provincias
de Concepción I Coquimbo. Otros, i estos eran muchos, se habían
refujiado en su propio egoísmo.
Cuando llegaron los emisarios secretos que anunciaban
el levantamiento simultáneo de aquellas lejanas provincias,
encontrábanse, en consecuencia, los pocos hombres de ac-
ción que aun permanecían en sus escondites de la capíial,
en una posición tan difícil que equivalía a la impotencia.
La sublevación del Chacabuco, esta grotesca parodia del
veinte de abril, fué su último esfuerzo.
La ausencia misma de las tropas que guarnecían la capital
era un obstáculo, no solo a todo plan do insurrección, sino
que estorbaba aun el pensamiento de ponerlo por obra.
Era demasiado sabido quo, por la distribución de sus calles
rcclangulare?> por la lejanía de sus barrios habitados por la
plebe, único elemento tumultuoso de la capital (donde el
artesano es mas bien un paria que un gremio), i por últi-
mo, por el carácter apático de sus habitantes (|ue, según
el sentir del jesuíta Olivares, parece peculiar a todas las ciu-
dades allegadas a las inraonsas moles de nuestras cordi-
lleras, era incapaz de acomcler una sublevación popular.
DE LA ADJIlNISTRACION MONTT. lOf)
Por olra parlo, el prcsidcnlo Müiill, alejando do Santiago
hasta el último soldado do linca, liabia reemplazado el pe-
ligroso elemento militar, que lan a las claras se inclinaba
do poj' £i al Qiovimíento del sud, con un olemcnto mievo,
creado por él, segnn su Índole i su sistema, i que, por lan-
ío, le sirvió con admirable eficacia durante su decenio:
fué este poderoso auxiliar la jendarmcria o j)olicia de segu-
ridad, rejimenlada como el ejército, pero dependiente del mi-
nisterio del interior. De esta manera, sucedió que, a prin-
cipios de octubre, mientras la guarnición militar de San-
tiago no pasaba de 100 hombres, entre granaderos de la
Escolta i artilleros nuevamente rcclulados, el cuerpo do
poJicia ascendía a cerca de 1,000 hombres.
Era imposible emprender ningún trabajo sordo sobre esta
masa asalariada sin espíritu de cuerpo i que, día a día, era
adiestrada en el espionaje i la delación.
lí.
En otro sentido, rejia la provincia, como intendente, un
hombre tan notable por su enerjia para usar c! despotismo
autorizado, como dócil a todas las órdenes de ese mismo
despotismo, cuando era ejercido por sus señores. Fiscal de
lodos los procesos urdidos con Unes políticos; inlendenle a
propósito para ledas las provincias en que se quería ga-
nar una elección o imponer un castigo en masa por la
represión i el insulto, don Francisco Anjel Ramírez ha-
bía sido designado por el presidente liúJnes para descargar
su responsabilidad de odio i de persecución, lan pronlo co-
mo, a consecuencia del alentado cometido en la Sociedad
de la Igualdad el 19 de agosto de 1850, se tifió d« negr^x
1C6 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
el horizonte (\e la política i se persuadieron lodos !os áni-
mos de que la elevación del candidato Monlt era un lia-
maraienlo a las armas, liecho a la República en masa. Ra-
mirez cumplió su misión con éxito admirable. El oro para
los ospias, el licor pa.'^a los gariteros encargados del en-
ganche de voluntarios [i], el azote para el pueblo, el in-
sulto para las señoras, a una de las que desterró de la
capiíal, la violación de todo derecho i de toda inmunidad
doméstica, puesta en diario ejercicio con los allanamientos
de domicilio, la apertura fraudulenta de la correspondencia
privada i las prisiones arbitrarias de todos los ciudadanos;
(t) Apesar de la prodigalidad del gobieri)o para enganchar
soldados, solo pudo formar un batallón de 300 plazas, que se
llamó Santiago i condujo al sud, a mediados de noviembre, el
comandante don Santiago Amengual. Tanta era la innata aver-
sión del pueblo al presidente Montt, que aun para reunir aquel
escaso número, se habia ocurrido a los arbitrios mas indecoro-
sos. Abriéronse, con aquel fin, en algunos de los barrios mas
populares de Santiago, como el Arenal i la calle de Duarte, ga-
ritos públicos, bajo las apariencias de chinganas de pasatiempo.
Isidro Jara, el famoso chanchero^ era, bajo la inspección de
Ramirez, el jefe de estas sentinas de escándalo i de infamia. Dá-
base gratis (1 licor a los asistentes, i cuando se les veía bajo la
influencia de la embriaguez, se les brindaba jenerosaraente al-
gún dinero para que apostaran a las cartas, pues habia nn tallador
perpetuo nombrado oficialmente. Si el tahúr habilitado ganaba
en la partida, devolvia el dinero a los ajentes de la policia, con el
premio de un real en peso; mas, si perdia, como sucediacasi en
todos los casos, se le ponia en la alternativa de ir a la cárcel
o engancharse como soldado, cuyo último partido todos acep-
taban, pues así quedaban libres de la deuda, abandonándose-
les el adelanto a cuenta de su enganche.
De esta manera, e) presidente Montt logró alistar 500 hom-
bres para su defensa; mientras en el sud, con el solo prestijio
de la revolución, habian corrido a las armas mas de 4 mil
hombres, i habiia sido este número doble, si aquellas hubiesen
alcanzado para lodos los brazos que las pedian.
I>E LA ADMINJSTRAGION MONTT. IG7
tal filó el sisloma de tenor que aquel maotlalario impuso
a la capital i con ol quo no lo fué dificil dominai-la. Dijoso
aun, i liéncso por un hecho cierto, quo aquel tirano en mi-
niatura (pues el do cuerpo entero estaba ya colgado
en los sombríos muros do la Moneda) babia muerto, una
noche, con su espada, aun infeliz quo, estando ebrio, no
le cedió la vereda o lo asustó, al pasar, coa algún vaivén do
su cuerpo.
III.
A falla de caudillos i de medios de acción, las mujeres
entraron en la liza política con todo el ardor i la fé de su sexo.
El «frac» íiabia desaparecido en la revolución, a no ser que
so hubieran refundido lodos en aquel frac supremo, que
tanto ponderó la prensa del gobierno cuando se proclamó
candidato a don Manuel Monlt, en oposición a todo caudillo
militar. La casaca en los campos i las «basquinas» en las
ciudades eran ahora los trajes con que la insurrección se os-
tentaba armada o se disfrazaba en los conciliábulos. Las mu-
jeres, contándose entre estas las mas encumbradas matronas
de nuestra aristocracia, imperaban a su albedrio en la capi-
tal ; i asi era que, mientras en el norte i en el sud se batian
los ejércitos a filo de sable, hacíase por nuestras calles tal
guerra de chismes i ponderaciones, de mentiras i novenas,
de falsos anónimos i de proclamas incendiarias ( 1 ), que nues-
(1) Una animosa i discreta mujer, la esposa del conocido san-
grador Barrera, era el ájente de la iinprenta secreta que arrojaba
todas las noclies aquellos terribles boletines que fueron la deses-
peración del intendente Ramírez, pues jamas pudo descubrir ni
siquiera indicios del lugar donde se encontraba la prensa sub-
íes HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Ira sociedad femenina llegó a presentar, en aquella época,
la ¡majen de un verdadero campo de Agramante. Contábase,
en verdad, por aquellos días, que hsmimsleriales i hs oposi-
toras de los barrios « de arriba» de la capital celebraron, a un
mismo tiempo i a la misma bora, una novena en la iglesia de
la Merced, rogando a la Vírjen por el triunfo de sus bandos,
i añadióse en los' salones, con este motivo, que a la salida de
las devotas, usábase mas en las salutaciones de despedida,
a lá puerta de la iglesia, el pellisco chileno que el beso fran-
cés en la mejilla. . . .
IV.
Tal fue la misera i casi grotesca actitud de la capital, du-
rante los cien dias que duró la mas imponente i la mas pro-
funda de las revoluciones que han ajilado a Chile ¡ que partió
del seno de aquella para dejarla fria i tenebrosa como la nu-
be que ha descargado su rayo. «Santiago! Santiago!, docia
una de las hojas secretas que circulaban en esa época ea
la capital. Descansa, mecida en tus ilusiones ¡en la gloria de
tus triunfos, mientras el cañón i las llamas convierten en
cenizas ala sublime Serena ; mientras la muerte deja solitario
el lecho de mil esposas i en la horfandad los hijos i al borde
terránea. Servia esta un prensista llamado Bartolo, muchacho
abnegado i de secreto a toda prueba. La mujer de Barrera le lleva-
ba a una casita situada en Yungay los orijinales de los boletines,
que escribían varios opositores do los que vagaban escondidos en
Ja capital, i de noche iba ella misma a sacar las hojas impresas,
<|ue se confiaban a manos seguras, i así amaneciasi aquellas, al si-
guiente día, desparramadas por toda la población. Debióse a esto
que los rotos diesen a aquellas hojas el hombre característico de
trasnochadas.
PR LA ADMINISTRACIÓN MONfT. 1G9
del sepulcro la madre anciana ¡ desvalida I ... ¡Oh Santiago!
Tu eres un inmenso panteón ! Los radalzos i las proscripciones
do 20 años lian sembrado de tumbas tu recinto, cuna en otro
tiempo de tan altos hechos. I la vista do esos mármoles san-
grientos i su helado contacto han secado, dentro de tu pecho,
ol corazón en que palpitó la epopeya de 1810; eso corazón quo
el 5 de abril do 1818, te precipitó, en confuso e inerme tu-
multo, a parlir con los combatientes de Maipo, su fosa o su
gloria. . . . Pero nu!, anadia la proclama, como para hacer
mas amargo el reproche que eslampaba contra los caudillos
de la capital, tú no has muerto del todo, patria de las
Guzman, Rojas, Valdivieso i Fonlesillas. Tu tienes todavía, al
servicio de la patria, tus bellas mujeres» ! ! !
V.
Pero, en la ausencia de toda hostilidad positiva, el gobier-
no de la capital vivia lleno de pavores, como si el fantasma
de la revolución que su política habia encendido ¡e estrecha-
ra en sus brazos a toda hora ; i hubo, a la verdad, momentos,
en que el recien electo Presidente se creyó perdido sin reme-
dio. Al saberse, en efecto, en la Moneda, el movimiento que
habia puesto a vanguardia del coronel Vidaurre la división
de Coquimbo, el gobierno dirijió la guarnición de la capital
sobre la amagada provincia de Aconcagua i ordenó que, sin
pérdida de instantes, se presentasen en protección de aquella
todas las milicias de los departamentos de la Victoria ¡ Meli-
pilla (1).
(t) Esta orden se espidió el 13 de octubre, i el 13 escribía el
gol>ernador de Melipilla al Ministro de la guerra que, pocas horas
después do recibida a<iuella, habia estado «toda ta fuerza de mi-
22
170 HISTORIA DE LOS DIEZ aSOS
Cuando, pocos (lias mas larde, e! ¡nlendenle do Aconcagua
anunció que el destacamento de la vanguardia de Coquimbo,
que mandaba el autor de esta historia, habia sido avistado
(14 de octubre) en las alturas que dominan el valle de Pu-
taendo (que fué el punto mas avanzado que alcanzaron las
huestes de la revolución en 1851 ) ¡ se supo, poco mas tarde,
en palacio, la asonada que tuvo lugar en San Felipe la nocho
do aquel mismo día (1 ), dijese, en efecto, que se habia dado por
líela de este departamento pronta para que marchase sobre la
capital.» La tropa que se encontraba acantonada en San Bernar-
do, i que consistía principalmente en una parte del batallón cívico
de Rancagua, se habia puesto ya en movimiento, en la tarde del
14, cuando, en su marcha, recibió la orden de volver a su cuar-
tel. (Véase el libro titulado Miscelánea en el archivo del minis-
terio de la guerra.)
(1) Al ocuparnos, en el primer volumen de esta historia, de la
invasión de la provincia de Aconcagua por las fuerzas de Coquim-
bo, hicimos solamente alusión al malhadado motin de San Feli-
pe, por no haber tenido ninguna consecuencia de importancia.
Mas, parécenos oportuíio consignar aquí la relación que nos ha
dirijido el antiguo i respetable patriota de aquella provincia don
Pedro Antonio Ramírez, que, junto con su hermano don José Ig-
nacio, han sido, desde 1829, los decanos del partido liberal en la
provincia eminentemente j^^P^ola de Aconcagua. Como nosotros
publicamos en esta nota solo la versión liberal del motin, puede
verse en el núm. 7 del Apéndice el parte oficial de aquel suceso,
pasado al gobierno por el intendente Fuenzalida.
La relación que nos ha enviado el señor Ramírez, con fecha
de 3 de julio del presente año, dice asi :
t Luego que estalló la revolución de Coquimbo., principiaron las
autoridades deeste pueblo (San Felípe)a perseguir a todos los hom-
bres de valer que consideraban enemigos de su política. Varios ciu-
dadanos fueron aprisionados, como don José Plácido Zenteno i su
hermano don Benigno. Esta prisión injusta i arbitraria trajo un
disgusto jeneral en el departamento, i mucho mas en los herma-
nos de aquellos, don Julián i don José de la Cruz Zenteno, que
también se hallaban escondidos, por la persecución encarnizada
que se les hacia. Estas incidencias, unidas a las noticias que re-
DE LA ADlIlNiSTRACION MONTT. 171
portÜda la causa del Laudo conservador ¡ que llegó a hablar-
se cu los salones presidenciales do aprestos do rclirada a Val-
cibiamos del norte, de que la división do Coquimbo marchaba
sobre esta provincia, líicieron que yo i los Zentenos nos dispu-
siésemos a reunir algunos ciudadanos para que marchasen a for-
mar parte de aquella división.
«En esto estábamos, en la mañana del dia 14 de octubre, en un
lugar oculto de mi hacienda de Aconcagua arriba, donde se halla-
ban reunidos mi hijo don Ignacio Kamirez, dotí Julián Zenteno,
don Gregorio Armaza ¡ don Joáé Antonio Gutiérrez, formando el
plan de salir pronto con jente al encuentro de los coquimbanos,
cuando, en ese dia, recibi, por un joven Artigas de Santiago, una
comunicación de los señores don Miguel Guzman i don Domingo
Santamaría, para que, a toda costa, nos pusiésemos sóbrelas armas,
a fin de facilitarle al jeneral Carrera su entrada a la provincia.
En dicha comunicación se me decia que el triunfo de Carrera ea
Petorca era seguro, no solo por la buena tropa que contaba su
di\4¡sion, sino porque las fuerzas de Aconcagua, que se hallaban
en las filas del gobierno, se pasarían a las nuestras.
«Esta noticia, que luego comuniqué a los amigos, que, en su
escondite, estaban formando la espedicion para el norte, los llenó
de entusiasmo i alegría. En el momento, acordamos escribir a mi
hermano don José Ignacio Ramírez, que se hallaba oculto en San
Felipe, para que, condón Baldomcro Lara i don Joaquín Oliva,
se preparasen con su jente a dar en esa noche un asalto en la
ciudad, junto con la que yo debia mandarles de Aconcagua
arriba.
«Los embarazos que se nos presentaban para ponernos de
acuerdo con los de San Felipe i vernos con los hombres queridos
de la población eran muchos. Mientras el gobierno tenia guar-
dias en todas las bocas calles de la ciudad i las tropas acuarte-
ladas en varios puntos, i aun fuera de la población, los amigos
que por nuestra parte podían operar estaban ocultos i persegui-
dos. Sin embargo, i apesar de tantos peligros, pude hacer llegar
a manos de mi hermano don José Ignacio i don José de la Cruz
Zenteno el citado proyecto. Estos dos, venciendo muchas dificul-
tades, pudieron al fin reunirse a los otros en mi hacienda, como
a las ocho de la noche, hora en que ya mi hijo don Ignacio, don
Julián Zenteno, don Dámaso lleves, don Gregorio Armaza, don
José Santos Coatreras, don José Antonio Gutiérrez i otros de mi
472 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
paraíso. I en verdad, que asi habría sucedido, si la provincia
de Aconcagua se une a la de Coquimbo i ambas dan la raa-
casa marchaban sobre San Felipe, sin mas armas que cuatro fu-
siles, dos escopetas i algunos malos sables.
«Advertiré que cuando esto sucedía, ya nosotros estábamos
informados que de Santiago se encaminaban trescientos hombres
del gobierno a resguardar a San Felipe i que esta fuerza estaba
para pasar la cuesta de Chacabuco, como a las ocho de la noche
de ese día 14, según los «bomberos» que el joven don José Santos
Contreras habla establecido para saber la hora en que aquella
fuerza podia caer sobre San Felipe. Con todos estos peligros, i por
ser leales a la buena causa que defendíamos i a las exljencias de
aquellos señores que me escribieron con el joven Artigas, lejos de
arredrarnos a la vista de tan evidentes riesgos, se entusiasmaron
mas mis amigos i continuaron en llevar acabo !a obra que habían
emprendido.
«£1 grupo que salió de mi hacienda ¡ al cual se unió mi an-
ciano hermano don José Ignacio i mi amigo don José de la Cruz
Zenteno, acordó ser comandado por don José Antonio Gutiérrez,
como uno de los oficiales de línea del batallón Chacabuco, que
antes se habla sublevado. En esta disposición, se dirijieron sobre
San Felipe, contando con que allí serian apoyados por el pueblo,
i con que algunos sárjenlos del escuadrón del comandante don
Joaquín Villarroel, que se hallaba acuartelado en la misma ciudad,
i a quienes yo había hecho prevenir del asalto, estarían prontos
a secundarlos.
«Con tales precedentes, la fuerza reunida en mi hacienda
siguió su marcha, engrosando poco a poco sus filas eti el camino,
con los patriotas que se iban agregando. Guando esta fuerza llegó
a la casa del comandante don Domingo Luco del Castillo, que
dista de la ciudad legua i media, ya nuestra fuerza pasaba de
cuarenta individuos. En esta casa hablan acuartelados cien hom-
bres del escuadrón de Luco, i una guardia en la calle para estor-
bar al que no les convenia. Este estorbo, que de suyo obstruía
el paso de nuestro grupo, hubo que desalojarlo a viva fuerza, ¡
tirar algunos tiros sobre el centinela, que defendía su puesto. A
los tiros inesperados de fusil, que al aire .se dispararon para no
ofender al centinela qne se resistía, la tropa que estaba dentro de
ia casa principió a dispersarse, con lo cual pudieron los nuestros
penetrar sin riesgo cu ella, tomar las armas que allí habla i
DE LA ADMINISTnACIon MOüTT. 173
no a la de Valparaíso, en la que el volcan de la ¡nsurreccion
no lardarla muchos días en hacer su esplosion.
rocojcr de la vina los soldados i alf?nnos oficiales que se encontra-
ron. Al grito de / Viva Cruz!, nadie se ri'sistia. Este asalto, con-
Sf^guido sin sangre i sin daño de ningún jénero, engrosó mas
nuestras tilas i aumentó nuestras armas.
«Con todos estos elementos, nuestra fuerza siguió su camino
para San Felipe. Cuando llegó a la cabecera del pueblo, fué inte-
rrumpida por el grito de un centinela que se hallaba en la boca
calle, i como de nuestra parte nada se le respondió, i la luz clara
de la luna dejaba ver a la distancia el grueso que formaba nues-
tra tropa, ese centinela i demás guardias que allí había se pu-
sieron en fuga a replegarse al cuartel, en donde se hallaba el
escuadrón de caballería de Villarroel, ai norte de Ja cañada de
Yungai, chácara de don Blas Mardones.
«Este incidente hi/o que nuestras fuerzas se precipitasen a
toda furia sobre dicho cuartel, antes que el comandante se orga-
nizara i preparase su resistencia. Efectivamente, este cálculo no
se erró, porque antes de que aquello sucediese, nuestra tropa
atropello porencima de cuanto se le opuso i penetró en el cuartel.
A los gritos de nuestros soldados i a los vivas que se daban al
jeneral Cruz i a los mismos hombres que los acaudillaban, la
jente del cuartel se pronunció toda, en el acto, en favor del movi-
miento. El comandante Villarroel, que no pudo contener el entu-
siasmo de su tropa, i que, en el acto, se vio desobedecido, no tuvo
mas arbitrio, para salvar del conflicto, que manifestarse dócil i
suplicante a las exíjencias del jefe que io asaltó. La saña que
habia contra él era tan grande que, para escaparlo del furor de
los soldados, fué preciso que mi hijo don Ignacio intercediese por
él i le dejase escapar.
«Mientrasque este cuartel se allanaba i se ponia todo a nuestra
disposición, el intendente don Juan Francisco Fuenzalida, avisado
del movimiento por el mismo Villarroel, se metió, en el acto, en el
cuartel de infantería situado en la plaza, en donde solo tenia 40
hombres de los Andes bien municionados.
«Acertada la toma del cuartel déla cañada i unida su fuerza
de 300 hombres a la nuestra, se marchó toda sobre el cuartel de
infantería. Cuando la nuestra llegó a la plaza, quesería como a
las doce de la noche, la jente brotaba por todas partes, gritaudo
474 HISTORIA DE LOS DIEZ a5'03
VI.
Apenas habian Iranscurrido, en efecto» dos semanas des-
de el desastre de Petorca, cuando la culta i patrióUca
Valparaíso alzó la voz de la protesta, empuñando las ar-
mas, en presencia de la rebelión del norte ya vencida, de
la turbulenta Impotencia de Aconcagua I de la culpable apa-
tía de la capital.
Todo hacia a aquel pueblo, sin segundo en la República,
políticamente hablando, el foco mas ardiente i mas ina-
gotable de la revolución. El carácler de sus industriosos
pobladores; la actividad de los espíritus; el contacto con
¡ viva Cruz ! i pidiendo armas para el combate. El entusiasmo que
toda la población manifestó en ese acto es indescribible.
«Cuando toda nuestra tropa estuvo en la plaza, don Dámaso
Reyes, que fué proclamado comandanfe, en el mismo cuartel
tomado a Villarroel, mandó intimar rendición a la guardia del
cuartel, con el oficial don Anselmo Aguilar i con otros que lo
acompañaron, i la respuesta que aquella dio fué una descarga
de fusiles que hizo sobre ellos, i de la cual cayó muerto Aguilar
atravesado por una bala. Con tal motivo, se trabó un largo com-
bate de fusilería que hacían los del cuartel i de la cárcel a los que
estaban en la plaza. Nuestra tropa no tenia mas que siete armas
de fuego ¡ con ellas sostuvieron un fuego vivísimo con los enemi-
gos que hacian llover las balas, lucha que sostenían con sus
muchas armas i a favor de las murallas en que se guarecían.
«En este estado se encontraba el movimiento, cuando llega a
manos del comandante Reyes una comunicación, que el patriota
i valiente Portus había interceptado, dirijida de Peíorca al inten-
dente de Aconcagua, donde le daban parle que la división del
gobierno habia triunfado, i que las fuerzas del jeneral Carrera
habian sido desechas completamente. Esta fatal noticia dio moti-
vo a que el jefe hiciese tocar retirada, i dijese a sus amigos i a la
tropa lo que sucedia, para que cada cual escapara como pudie¿p,
lo que en efecto verificaron.»
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 175
el cslranjero; los gremios; la facilidad de procurarse ar-
mas i ocullarlason las quebradas, que son oíros laníos asilos
en caso de conlralicmpo ; el agrupainicnlo de las clases obro-
ras (en lo que ofrece su mas marcado conlraslo con la
convenlual Santiago, donde las manifestaciones populares
se hacen tan difíciles por motivos puramente topográficos);
i por úilimo, hasta la plañía de la ciudad, en que cada co-
rro es una fortaleza, cada calle un desfiladero, cada casa
una trinchera ; todo, en fin, sirve a dar alas i recursos a
las conjuraciones i a los combates del pueblo.
Valparaíso ha sido, por oslo, la cuna i el baluarte de la
demo'^.racia en Chile, i mientras subsista su espíritu inno-
vador ¡ osado en la senda de lodos los progresos, la cau-
sa liberal ensanchará el número de sus prosélitos ¡ robustecerá
la fé de los que la sigan, con nobles ejemplos do igualdad repu-
blicana ante la lei o ante el sacrificio. — Santiago, a su vez,
se sentirá transformarse, con su contacto, desde que la lo-
comotiva, devorando el espacio, nos traiga la chispa
de la creadora ebullición de aquel pueblo, que el viajero
toma con dificultad por una ciudad hispano-americana,
pues tiene, no solo el aspecto físico, sino lodas las señales
características de las mejores poblaciones de la América
del Norle.
VIÍ.
Durante la conmoción de 1851, Valparaíso adquirió una
importancia revolucionaria decisiva, porque, estando sub-
levadas las extremidades de la República, i siendo estas
dueñas de la marina por la captura del Araitco (mien-
tras el gobierno tenia solo la fragata pontón Chile i dos o
176 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Ires buques menores), convertíase, por consigui'eule, en el
punto central, a que iba a converjer toda tentativa (Je un
desenlace definitivo, fuera por la resistencia que debia opo-
ner el gobierno, fuera por el éxito de un levantamiento
popular o de un desembarco de tropas do parte de los revo-
lucionarios.
Todos los conatos de los caudillos de la insurrección se
dirijian, en consecuencia, a hacerse dueños de aquella pla-
za; i lo que mas admira, en las malogradas tentativas que
se hicieron para conseguirlo, no es la estraordinaria dili-
jencia con que fueron desbaratadas por la autoridad, sino
la constancia, el sijilo i la abnegación del pueblo, quo re-
novaba con mas pujanza sus esfuerzos, después de cada una
de los contrastes que le sobrevenían.
VIII.
No podia decirse oiro tanto de ios jefes ostensibles que
dirijian los trabajos revolucionarios de aquella ciudad. Des-
de hacia do? años, presentábase como caudillo revoluciona-
rio un hombre honrado i patriota; pero que no tenía ni
la enerjía moral, ni la ardiente convicción política, ni menos,
la pronta resolución que exijan los movimientos populares.
Era este el factor del Estanco don José Manuel Figueroa,
cuya repentina importancia política era solo debida a su em-
pleo i a su parentezco con la familia de Vial, en la que es-
taba casado. Todos los trabajos de la propaganda revolu-
cionaria que emprendieron los hombres que obraban en una
linca mas subalterna, encontraron pues un constante es-
collo en sus vacilaciones i en el indefinido aplazamiento
que exijia, al ir a ponerse por obra cualquier plan.
DE LA ADMINISTnACION MONTT. 177
IX.
Ilabian aborlado, por cslc raolivo, varias Icnlalivas quo,
como ya hornos insinuado antes, precedieron a la revolu-
ción do scliembrc. A fines de agosto, se habia denunciado,
cu erecto, al intendente Molo, una conjuración tramada por
el capitán del batallón Carampanguc don Jacinto Niño, que
se encontraba accidentalmente en Valparaiso, i que tenia
por punto do partida la sublevación de dos corapañias del
Yungay de la guarnición de aquella plaza (I). Pocos días
mas tarde, en la noche del 3 de setiembre, el comandante
de serenos Delgado habia descubierto en la casa de un sasire
llamado Ignacio Duran un depósito de municiones, entre las
que figuraban dos barriles de pólvora, nuevo baleros i tres
barras de plomo. Este suceso habia acarreado la prisión
(1) He aqui la nota oficial de este denuncio, que hemos co-
piado del archivo del ministerio de la guerra.
Valparaíso, agosto 24 de 1851.
Señor jcneral, intendente de la provincia-
En este momento, me acaba de dar cuenta eí sárjenlo S.^de
mi compañía, José Vicente Lisana, que el viernes veintidós del
presente fué llamado por el capüaii don Jacinto Niño, conquis-
tándolo para que le entregase la compañía, i de este modo,
tomar la compañía de artillería, ofreciéndole hacerlo teniente, a
los demás sarjentos alféreces, a los cabos sarjontos, i a los solda-
dos cien pesos a cada uno. El sarjento Lisana se ha negado a
todas est-js ofertas i no ha querido ir mas a su casa. Lo pongo
en conocimiento de US. para lo que halle por conveniente. —
Dios guarde a US, — Pablo Corail, capitán de la 2.= compañía de
dicho batallón. Es copia üel. — Lcmclrio R. Peña, secretario de
marina.
23
nS HISTORIA DÉ LOS DIEZ AÑOS
(4 do setiembre) de los ciudadanos Masenlli, Dodds, i otros
liberales, a quienes se les atribuía participación en aquellos
conatos (I).
Hemos visto también que, al acordarse la sublevación del
batallón Chacabuco en la capital, habia sido la exijencia
mas soslenidí^ de los opositores que tuvieron conocimieuto
de esta tenlaliva la de que el acto del amolinamionto se
ejecutara en Valparaíso, donde el sarjento mayor don Jo-
sé Manuel Pinto, a quien se lo suponía una amistad ínti-
ma con Figueroa, mandaba dos compañías de aquel cuer-
(1) He aquí un documento que pone de maniGesto la gra-
vedad que se atribuye a este suceso.
Valparaiso, setiembre 6 de 1851.
Por las indagaciones que se continúan haciendo en la causa
de conspiración, se toman datos que revelan la espansion de es-
te proyecto, estendido, al parecer, icón bastante jeneralidad, en
Ja clase de artesanos, algunos individuos de tropa, mui pocos,
i ya de ante mano -vijilados, i muchos otros de una posición
mas acomodada, cuyo número hace conocer el peligro en que
ha estado a punto de verse comprometida la tranquilidad i el
orden de este pueblo: felizmente se ha logrado en oportunidad
atajar sus resultados, con medidas que puedo asegurar a U. aQr-
marán el sosiego, i calmarán la alarma que ha ocasionado en
estos habitantes el pensamiento funesto de los conspiradores.
Ala vista del peligro, se ha reanimado el espíritu de orden de
los buenos ciudadanos, i la tropa de línea, que siempre me ha
merecido la mayor confianza, es el mas seguro apoyo con que
debemos contar ea cualquier evento.
Debe US. persuadirse que, por ahora, la situación de las co-
sas no ofrece el menor temor de que pueda ser alterada la paz
i tranquilidad que nos aseguran las medidas que han cruzado
a los revoltosos la ejecución de sus protervos designios. Los
que no han logrado aprehenderse han desaparecido, i se les
busca con la mayor dilijencia.— Dios guarde a US.— /. Saníiajo
Mclo.
Al Señor Ministro del Interior.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 179
po. Poro conocido es ya el mal ¿xilo do aquellas insinuaciones,
(icsalondidas por ol ardor do los oílciales compromclidos
en la conjuración.
Encontrábaso pues el pueblo do Valparaíso ajilado violen-
taraenlo por la inccsanto renovación do aquellos complots
revolucionarios, cuando, al saberse el levantamienlodel norte,
prescnlóso a reasumir el mando do la inlcndcncia el ánles po-
pular i prcslijioso teniente joncral don Manuel Blanco Enca-
lada, a quien el circunspecto Molo, juez de letras de la
provincia, habia reemplazado interinamente, desdo hacia al-
gunos meses.
Nos será lícito, en esta parle, prescindir de calificar la con-
ducta política del jeneral Blanco, durante la crisis de 1851.
No es a fé el temor do los compromisos, ese fantasma, delanle
del que tan pocas frentes osan alzarse entre nosotros, lo que
nosimpone esle silencio, harto significativo en si mismo. Pero
debemos a sus canas i a los. gloriosos servicios que, en me-
jores dias, hizo a su patria, un respeto tan sincero, que
creemos mas digno de nuestro rol de hisloriadores el acu-
sarle con la mudez de los hechos, ánles que ir a confundirle
en la censura de sus actos, con los vulgares i mezquinos
ajenies del candidato oficial.
XI.
Los revolucionarios no se desalentaron, sin embargo, ni
por el prestijio ni por el vigor de acción que daba a la resis-
tencia del gobierno el nombre i los influjos de aquel jefe; i
180 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
asi fué que, en los primeros dias de oclubre, cuando ya se
alejaron hacia el sud i el norle las divisiones que se hablan
aglomerado oh su recinto, pensóse sériamonlo en llevar a
cabo la obra, tantas veces comenzada, del trastorno.
Era inúlÜ contar con la cooperación de la fuerza de Jínca ;
pero ésla era ya mui escasa, no habiendo llegado aun de la
capüal el batallón níim. 3 do linea que organizaba con toda
dilijencia el inlcüjenle comandante don Manuel Tomas To-
cornal. Hacíase valer solamente el brazo del pueblo para
asestar aquel golpe, que dehia salvar la revolución, si el
éxito debiera coronarlo.
£1 plan do la insurrección era de por sí mui sencillo i de
facilísima ejecución, atendida la naturaleza del terreno de que
los conspiradores iban a hacerse dueños. El núcleo de las fuer-
zas del gobierno estaba en la parfe de la ciudad llamada propia-
mente el puerto, donde se encontraba el cuartel de artillería
i el del batallón cívico núni. 2, situado en un cdilicio anexo
al convento de Santo Domingo. Grupos armados del pueblo
caerían simultáneamente sobre aquellas posiciones, mientras
otros pelotones, colocados de antemano, cortarían la comuni-
cación con los otros puntos de la ciudad, en la estrechura
llamada Cueva del chivato. De este modo, la insurrección se
apoderaba, en unos pocos minutos, de la mitad de la población
i se encerraba en posiciones verdaderamente incspugnables.
En cuanto a! Almendral, donde tenían sus cuarteles la escasa
tropa veterana que aun quedaba, i el batallón cívico núm. 1,
otros grupos armados i las masas del pueblo obrarían de
consuno. Pero mirábase esta segunda parte del movimiento
solo como un accesorio del levantamiento tk) puerto, que era
el centro de todos ¡os recursos militares.
DE LA ADMIMSTRACION MONTT. LSI
XII.
El dia 3 (lo octubre se acordó por los conjurados dar aquel
mcdilado asallo a los cuarlclos, ¡ con esle fin, so reunieron
en el claustro de Sanio Domini,^o, ¡nnicdialo al cuartel del
núm. 2, cerca de 200 afiliados, que fueron entrando, desde
el medio dia hasta el oscurecer, mediante la connivencia del
padre guardián frai Manuel de la Cruz León i, particularmente,
del padre José Maria Pascual, español de nacimiento, acé-
rrimo carlista, i hombre que, bajo la autoridad de su hábito i
el hielo de sus canas, ocultaba un alma tan fogosa como era
su injenio fecundo en arbitrios i atrevida su voluntad en las
determinaciones que lomaba.
Ilabia sido esle fraile el principal ájente do los revolucio-
narios, desde que, por la prisión de los principales de éstos el
4 de setiembre i la persecución que se hacia a los que se
escaparon del arresto, quedaban sin un jefe ostensible.
Aparentaba Pascual una gran indiferencia política, i mientras
ayudaba en su celda a variosarlesanos, que tenia asilados, a
trabajar balas i cartuchos, iba a los corrillos del puerto i,
principalmente, a la librería de su compatriota don Nicasio
Ezquorra, donde tenia ocasión ds vera algunos de los mas
imporlantcs sostenedores de la autoridad. Dábase, en verdad,
tales trazas el astuto fraile dominico, que estuvo a punto de
persuadir al comandante de la artilleria cívica Pedregal,
que el punto mas eslratéjico pars colocar un par de cañones,
con que ametrallar a los sublevados, era la meseta sobre
que está situado su convenio, cuartel jeneral, en esa hora»
de los sublevados....
182 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
XIII.
El mas importante de los asilados que ocultaba en su
claustro el padre Pascual era un obrero de Santiago, sastre
de oficio, i hombre de corazón resuelto, no menos que ínleli-
jenle i emprendedor. Llamábase Rudecindo Rojas i tenia a la
sazón 30 años. Desde los disturbios electorales de 1841, habia
tomado cariasen la política i bochóse conocerían ventajo-
samente de sus compañeros, que, en 1830, habia sido socio
fundador de la Sociedad de la igualdad i uno de los miembros
de su consejo directivo. Perseguido después, mas por su
influjo éntrelos artesanos de la capital que por su partici-
pación en algún proyecto subversivo, se habia refujiadoen
Valparaíso, donde los obreros mas inlelijentes de la capital
encontraban, en aquella época, con facilidad, un ventajoso
acomodo.
Desde la prisión del 4 de setiembre, en que habían sido
comprendidos cuatro do sus compañeros de profesión (1), se
encontraba pues oculto en el convento de Santo Domingo i
ahí acaudillaba la reunión de afiliados que habían sido con-
vocad<^ el 3 de octubre, i que solo esperaban, para obrar,
la señal de un ajenie íntimo. Era este el joven don Rafael
Bilbao, que se decia delegado de los caudülos políticos do la
capital ¡ Valparaíso, con el objeto de regularizar las opera-
ciones del movimiento.
(1) Fueron estos, entreoíros, Alejo Castillo, Josó de! Carmen
Siiva, Nasíirio González i Marcos Diaz, todos oriundos de Santia-
go i sastres de oficio.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 183
XIV.
Por desgracia, Ilafaol Bilbao no lonia ni el corazón, ni las
convicciones, ni los compromisos do sus otros tres hermanos
Francisco, Luis ¡ Manuel, i menos tenia el alma varonil de
su madre, la respetable señora dona Mercedes Barquín. Pri-
niojénito en su familia, i dado desdo la infancia al jiro del
comercio, tomó Bilbao la revolución como una do tantas
ocupaciones mercantiles, i por consiguiente, se hizo reo do
todas las falacias i do todos los ardides que enseña el ma-
nejo de los negocios. Baste, entretanto, esta jeneralizacion que
escusa inútiles revelaciones i amargos comentarios per-
sonales.
Atribuyóse pues a la informalidad de Bilbao el que no se
llevase a efecto, en aquel dia, el plan acordado, i temiendo,
por otra parte, ser victimas de un denuncio colectivo, apenas
linó la noche, escurriéronse los afiliados en todas direcciones.
XV.
Tenia esto lugar el dia viernes 3 do octubre i a la mañana
siguiente, sabia ya el intendente Blanco, bien que de una ma-
nera confusa, que se habia tratado de dar un golpe en la noche
anterior, sin que pudiera señalarse otro antecedente sobre
aquel intento que el de que el centinela del batallón núm. 2 se
habia fugado aquella noche, abandonando su fusil i que mu-
chos délos comprometidos pertenecían al gremio de sastres;
i como ya, en el primer amago, habían sido descubiertos
muchos de estos obreros, el jeneral Blanco, a imitación de
184 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
llerodes, dio orden par.n que, en aquel mismo día, se pren-
diese a cua«lo sastre existiese en Valparaiso, i cuya conduc-
ta política no estuviese exenta de toda sombra de sospecha.
Era aquel día el último de la semana, i como, por la noche,
los oficiales de sastrería ocurrian a las tiendas a entregar sus
obras, se hizo una verdadera barrida de aquellos infelices,
que fueron cojidos, de tan aleve manera, en immero de mas
de cien i enviados, en seguida, de una manera mas aleve
todavía, a los ponlones i al destierro.
Con este nuevo golpe, la revolución volvió a frustrarse, por
la quinta o sesta vez, en Valparaiso.
XVI.
En estas circunstancias, en que el desaliento, pero no la
traición (pues no hubo un solo delator entre mas de 300 afi-
liados), ganaba ya los ánimos, presentóse oculto en Valparaí-
so un hombre nuevo i caracterizado, a quien se suponía, con
razón, capaz de volver a anudar los rolos hilos de tantas tra-
mas, desbaratadas por el acaso o la pusilanimidad de los
ajitadores. Era este caudillo el teniente coronel don José An-
tonio Ríquelme, antiguo comandante accidental del batallón
Yungai.
Kiquolme había nacido soldado en un pueblo de guerreros
i en una familia que contaba sus jeneraciones por el nombre
de algún héroe. Era natural de Chillan i primo-hermanodel
jeneral O'Hinggins por la linea materna. Desde muí niño, tomó
las armas i ya era capitán del batallón Valdivia, en la segun-
da campaña del Perú, que tuvo su desenlace en 1839. Ríquel-
me había sido uno de los bizarros sostenedores del puente de
Buin, en que se salvó el ejército chileno para ir a vencer en
Yungai.
DE LA ADMINISiTRACION MOMT. 183
Ascendió, dospucs, oii laá.miainiciones do la Frontera, hasta
racrocor, eii la úllinia campaña do Valdivia (en 1850), ol
mando del batallón Yunijai, do que ora sárjenlo mayor,
habiéndose separado, por razones deservicio, su comandanlo
propietario Silva Chaves.
En estas circunstancias, unióse Riquelrae en matrimonio
con una señorita de la familia de Lazo, tan notable por su
ardiente civismo como por la estrecha unión que liga a cinco
o seis varones de aquel nombre, en sus propósitos públicos i
en los sentimientos del hogar. La alianza de estos jóvenes tur-
bulentos i patriotas fue para Riquelme el bautismo de su fe
revolucionaria, a la que no tardó en ofrecer su espada, asi
como, mas tarde, deberla consagrarle los padecimieolos d»
diez años sobrellevados con noble entereza.
Tan luego como aquel jefe recibió encargo de ponerse a la
cabeza de los desencuadernados trabajos de Valparaíso, diri-
jióse a esta ciudad, en compañía de don Joaquín Lazo, el prl-
mojénilo de sus hermanos políticos i el mas distinguido, por
su posición i su ínlelijencia.
]\o era necesario gastar muchos días en poner en combi-
nación todos los recursos dispersos con que contaba la revo-
lución desde hacia mas de dos meses, i después de estar ya
acordes con aquel jefe todos los inlermodiarios que aun que-
daban sin ser perseguidos entre los conjurados, señalóse la
mañana del 28 de octubre para dar cima al movimiento.
XVII.
Desde la llegada de Riquelme a Valparaíso, los planes de
la revolución tomaban, sin embargo, un aspecto tan desfa-
vorable que casi era un acto de desesperación el llevarlos
24
186 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
a cabo. Por una parte, babia llegada de la capital ol batallón
núm. 3, reoien formado, pero que contaba con jefes ¡ oficiales
jóvenes i llenos de entusiasmo por la causa a que servían.
Por la otra, el número de los afiliados de aquella conju-
ración, tan poderosa en su iniciativa, porque contaba con el
corazón de todo un pueblo, babia quedado reducido, por la
persecución o el desfallecimiento de los ánimos, solo a unos
cuantos hombres tan obtinados como temerarios. Pertenecían
éstos, en su mayor parle, al terrible gremio de sastres, a cuyas
agujas la autoridad babia cobrado tal pánico, que, ni rodeada
de cañones, se creía segura contra sus dardos.
En atención a aquellas circunstancias, Ríquelme, que ha-
bía encontrado un asilo en la casa de las señoritas Cortez, si-
tuada en el barrio de San Juan do Dios ( punto céntrico entre el
Almendral i el Puerto), había dividido la jente con que con-
taba, en dos grupos que debían obrar, a. la vez, en las dos
estremídades de la población.
En el Almendral, un joven español Lecanda, comerciante
de profesión, de carácter fogoso e intimo amigo del padre
Pascual, debía caer de sorpresa sobre el cuartel del núm. 1
de cívicos, con un grupo que se armaría oportunamente en
el vecino teatro de la Victoria, donde exisüa un depósito de
pistolas i puñales. Una vez dueños del cuartel, pondrían a
vuelo las campañas, sublevarían las masas de gañanes que
habitan en los suburbios del Almendral i tratarían de batir,
o por lo menos, de llamar la atención del núm. 3 de linea,
cuyo cuartel se encontraba en una parte central de aquel
barrio.
El otro grupo, mandado por Rojas i un sastre de Valpa-
raíso, hombre animoso i popular entre sus camaradas, llamado
Manuel Villar, tenía una comisión mas importante. Habíasele
ordenado iniciar el movimiento, asaltando el cuartel del núm.
DIC LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 187
2, í en seguida, ol de la arlilloría, para dominar ol pucrlo i
poder dar la mano a ios amotinados dol Almendral, fuera por
la única calle que comunica los dos cslremos de la ciudad;
fuera por los corros que eslan a la espalda de aquella.
Un antiguo capitán dol CarampmujueWcUiuúo Miguel Galindo,
que habia venido del Perú, donde rcsidia desde muchos años
airas, tan luego como la noticia de las revueltas de su patria
le hubo llegado, so ofrecía ademas a apoderarse déla persona
del intendente Illanco, empresa para que se le juzgaba idóneo,
pues tenia fama de arrojado.
Al mismo tiempo, un abastero conocido con el nombre de
Félix Osorio, i que, tenérnoslo entendido, era oficial del es-
cuadrón de caballería de Valparaíso, compuesto casi esclu-
sivaraente de carniceros, habíase comprometido a entregar su
cuartel, situado en ol Almendral.
Contábase, por último, con la cooperación instantánea de
dos jefes acreditados del ejército que se encontraban presos
en los cuarteles del núm. 2 í de caballería cívica. Era el
primero el antiguo comandante do Huzares ll'mojosíi, a quien
se perseguía por su conocida desafección al jeneral Búlnes, i el
último, el mayor Sánchez, un viejo liberal, hoí gobernador
del departamento de los Andes, i que habia sido conducido
preso desde Quillota, donde desempeñaba ¡as funciones de
sárjente mayor del batallón cívico, pues se le atribulan miras
hostiles a la autoridad, en lo que, ai parecer, no padecían
error sus acusadores.
Avisados ya todos los comprometidos, señalóse la hora de
las siete de la mañana de! martes 28 de octubre para dar el
golpe i se previno que el joven Bilbao, que disponía délos
depósitos de armas ¡del dinero, daría las órdenes, oportunas,
si ocurría alguna novedad.
En consecuencia, eu la nocbo del 27, Rojas recibió H
18S HIsTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
pares de pistolas, 19 puñales ¡ dos onzas de oro para socorro
de su jertle. ¡ advírliósclc ademas que, a lasG de la mañaüa
del sigiiienle dia, enconlraria en la tienda do don Aulonino
Arteaga, situada en la plaza de la Municipalidad, un cajón
de armas. En cuanto a las municiones, el gruj)ü de Rojas
tenia las suficientes para el asalto, pues aun conservaba una
parle de las. que habia trabajado en la celda del padre Pas-
cual, con materiales suministrados por un herrero ílaliano
llamado Maleo Mercandino i un carpintero Sanla-Ana, hom-
bre patriota i que tenia algunos acomodos.
xvm.
Amaneció el dia 28, encontrando a los conjurados que de-
bían obrar sobre el puerto, dispersos en los cerros i callo-
jueias vecinas al cuartel del núm. 2 ; ¡ la primera dilijeneia
de Rojas fué bajar a la plaza de la Municipalidad ¡ conílncir
en hombros de algunos do sus compañeros el cajón de armas
queRilbao le habia prometido. Mas ¿cuál seria la sorpresa
i la indignación de aquellos hombres, tan valientes como abne-
gados, al encontrar dentro de la caja, en lugar do pistolas
i puñales, una porción de bacalao seco i aprensaJo? Ocurrió-
seles a todos la idea de la traición (ora el dia de San Judas)
i hubo voces i juramentos de muerte contra los hombres que
asi burlaban su jeneroso denuedo.
Por otra parte, ni Bilbao, ni ninguno de sus ajenies, llegaba,
como oslaba convenido, a dar la orden del asalto. Solo ss
présenlo, pasada ya la hora designada, a decir a los conjura-
dos que el movimiento se postergaba, un hombre llamado
Bartolo Perla, cómico de profesión i que antes habia sido
bordador en oro.
DE LA ADMINlSTRAdOK MONTT. ^SO
Fiíi lal conlliclo, la desesperación aconsejó a Hojas ¡ a sus
coinpancros un parlido eslrcnin. Solicilaion un asilo en casa
(le una niña eulusíasta, pero de mala vida, que liabílaba una
casita en el punió Ihiniado la Cajilla, a dos o lies cuadras
(le! cuartel de Santo Domin¿;o, ¡ alii resolvieron aguardar las
órdenes delinilivas, que, por medio do algunos emisarios,
exijicron do Hiquelme.
Nadie volvió, sin embar^ío, i solo, pasado el medio (lia,
presentóse en la Cajilla el ciudadano don José Miguel Acufia,
antiguo guardado aduana, destituido por sus opiniones libe-
rales, i hombro tan atrevido en sus planes como frió para?
concebirlos. Conferenció, en el acto, con los conjurados, i en-
tregando su reloj a I^ojas, díjole que, a las cinco en punto, se
lanzara sobre el vecino cuartel, mientras él iba al Almen-
dral a lomar lenguas délo que pasaba (I).
(1) Ocurrió un Ir.nce sumamente cómico mientras los conjura-
dos, a semejanza de aquello? ca^^leilanos que dieron muerte al
marques Pizarro, e^tabun echados de bruces en el pavimento de
la pieza donde se hablan asilado.
Poco después de medio dia, llegó uno de los galanes déla nina
de la casa, llamado Cifiientes, que era conocido como jefe de los
espías de la intendencia i a «juien el pueblo aborrecía, en conse-
cuencia, tanto como él amaba a su concubina. Uccelosa la madre
de ésta de que, si le negaba la entrada, podía Cifnentes sospechar
algo i dar aviso, consultó a Rojas sobre lo quedeheria hacer, i
antes que aquel replicara, saltó el sastre Salinas, diciendo que lo
dejaran entrar para volarle los sesos de un pistoletazo, pues le tenía
nna odiosidad particular. Mas, Rojas io calmó e hizo entraren
el aposento al sorprendido esbirro, cuya situación era ciertamen-
te harto distinta de la que él se imajinaba. Obligáronlo inme-
diatamente a desnadarse i a acostarse en la cama que había en
el aposento, previniéndole que si hacia un solo movimiento, al
instante seria apufudeado. Pero, no paró en esto la mala ventura
de aquel enamorado siútico, (|ue elejia la mitad del dia para sus
cortejos, i cuando los conjurad'iS n'.archaron al cuartel, lo lleva-
ron del brazo entro sus lilas, resuellos a matarlo sobre el sitio,
si se les oponía alguna resistencia.
190 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
XIX.
El grupo de Rojas componíase solo de 17 hombres, todos
artesanos i tan intrépidos como leales. Eran los últimos
campeones, -que aun no había atado la soga de la policía, de
aquellas numerosas falanjes de pueblo que, desde los prime-
ros días (le la revolución, habían estado pidiendo armas para
defender una causa que amaban sin comprender, a los que los
traicionaban, perdiéndola, por pusilanimidad o por nego-
eio. Son dignos de la historia los nombres de estos oscuros,
pero nobles ciudadanos que, por su solo arrojo, estuvieron a
punto de haber dado la libertad a su suelo, en aquel dia en
que todo se perdió, por el engaño, mas no por el valor.
Eran los principales, entre éstos, ademas de Rojas ¡ Vi-
llar, un joven Samaniego (Este van], sastre como aquellos,
pero dotado de una ¡ntelijencia que le hacia superior a
la rutina de su oficio; dos hermanos llamados Melchor
1 Manuel Inoslrosa, sastres también, naturales de la pro-
vincia de Colchagua i un hijo del primero de éstos, que
tenia el mismo oficio de su padre. Figuraban, ademas, el
carpintero Manuel Salinas i otro artesano llamado Cecilio
Cerda, zapatero de profesión (i que, como tal, tenia una
alma alesnada i un brazo terrible), que habían sido los
compañeros inseparables de Rojas en todos sus escondites,
desde mediados de setiembre. Eran los otros un sastre
neo-granadino de nacimiento, conocido con el nombre de
Mauricio Madrid, i que pagó aquel dia su entusiasmo con la vida;
otros tres obreros de la capital, sastres también, llamados
Antonio Díaz, José Ruvilan ¡ Juan Antonio Morales, i dos
de Valparaíso, de aquel mismo gremio, Carmen Santiago i
BE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 191
JoséMadaríaga, hombro valeroso i ya entrado en años. Com-
plclaban el número do 17, sin contar al ex-guarda Acuña,
(juc so les reunió en el momento do atacar el cuartel, ua
hijo do aquel famoso Pastor Peña que expió en el cadalzo
el crimen de una venganza, llamado Pioquinto Peña, car-
pintero; otro mozo do esta misma profesión, a quien solo
llamaban por su nombro cristiano de Antonio (hermano de
la niña quo habia dado asilo a sus compañeros por su interce-
sión) ; i por último, un soldado de gastadores de uno de los
cuerpos cívicos de Santiago, cuyo nombre se ha perdido. ^
XX.
Al sonar el reloj las 5, Rojas dio la voz de salir a la calle
i dirijióse al cuartel, que estaba situado solo dos cuadras
mas abajo del cerro. Habia hecho adelantarse, con algunos
minutos de anticipación, al resuelto conjurado Peña, para
que trabara conversación con el centinela, bajo el pretesto
de una demanda que iba a interponer, i con orden de quo,
tan pronto como avistara al grupo, lo derribara a aquel al suelo,
tomándolo por el cuerpo junto con el fusil.
flizolo asi el animoso artesano, ¡ el pelotón de asaltantes,
penetrando en tropel por el zaguán de la casa que servia de
cuartel, hízose dueño de este, desarmando, al grito de viva
Cruzl a la guardia que en ese momento habia arrimado las
armas para prepararse a comer. No hubo mas desgracia
en el asalto que un golpe dado en la cabeza al sárjenlo do
guardia por el carpintero Manuel Salinas, que llevaba una
espada oculta entre la ropa.
Desarrajando, en el momento, las puertas de las cuadras,
donde existían 550 fusiles, 3,000 tiros a bala i un cajón de
191 HISTORIA DE LOS DIEZ a5Í0S
metralla para el servicio de un canon de calibre que so man-
teoia en éi cuartel, listo para la defensa. Rojas i Villar
hicieron locar jenerala en la puerta del cuartel, mientras al-
gunos de los que ya hablan enlrado disparaban los fusiles
al aire para probarlos, ¡los muchachos, estos forzosos volun-
tarios do lodo bochinche, repicaban desaforadamente las
campanas enla vecina torre de Santo Domingo.
Como por encanlo, cubriéronse de jentio los cerros inme-
diatos, ocurrieron en tropel lodos los jornaleros de la playa
i tan instantáneo ¡ tan vehemente fue el entusiasmo del pue-
blo, que pocos minutos después de asaltado el cuartel, no
habia un solo fusil para entregarlo a los que llegaban pidien-
do a gritos que les dieran armas.
Entre los que habían sido los primeros en llegar, notába-
se la pálida i descarnada figura de un niño de 17 años,
que se habia procurado una espada ¡ un vistoso morrión con
plumas I que, de su propio albodrio, asumia el puesto de je-
fe. Era esto personaje el joven don Francisco Sampayo, hijo
de un comerciante portugués, avecindado en Valparaíso des-
de muchos años, i que, en aquel dia, inmortalizó su nombre
i su popularidad, por los ejemplos de heroísmo que dio a los
combatientes, quienes, antes del ataque, no lo conocían, i que,
mas larde, dejábanse guiar solo por él. El capitán Galíndo
había ocurrido también al sitio, pero a caballo i disfrazado
con una manta. En cuanto a Hínojosa, amenazado por el
impetuoso Villar de «partirle el alma a balazos» , si no los acom-
pañaba enla jornada, habíase escapado por un albañal, para
ir a presentar a! intendente, sí no el homenaje de su fideli-
dad, al menos el de su miedo...
Entre tanto, el comandante Itiquelme, que aguardaba, des-
de temprano, las peripecias del dia,veslido de uniforme, al
oir los disparos de fusiles, escribió una esquela a su cuñado
DK LA ADMINISTRACIÓN MOiNTT. líKi
ilon Jonquiíi Lazo, cuya morada so encontraba en la plaza
(le la Vicloria, preguntándole lo (¡uo ocurría i lo quo deberla
hacer. No había pusilanimidad en esto cstrailo acuerdo de
uu caudillo revolucionario que interrogaba a un tercero, i
por escrito, sobre lo que debería emprender, cuando ya sus
subalternos se habían lanzado al combale; pero había sí una
autorizada desconíianza, que si no justifica la irresolución do
aquel jefe, al menos, dá esplicacion a su presoindencia en
aquel levantamiento, por cuyo fracaso se le han hecho, conjus-
licia, tan gravescargos. Mientras esperaba, en efecto, la contes-
tación de su pariente, pasó, por delante de sus ventanas, el 3."
de línea, que so dirijía al puerto, al paso de trote, i quedó asi
a retaguardia de ios combatientes, sin que ya le fuera da-
ble reunírseles.
XXI.
Cuando el pueblo se armaba en el cuartel del BÚm. ¡2,
ocurrió, en efecto, que un vijilante habla llegado a esca-
pe a la Intendencia a dar aviso de la revolución. El jeneral
Blanco, sin vacilar un ¡nslanle, descendió a la calle i, mon-
tando en el caballo del policial, habíase dirijido a galope al
cuartel del 3.'' de linea, situado en el Almendral. Aquel vale-
roso anciano recobraba ahora su puesto i, con el, su gloría
i su verdadero prestijio público, pues no fué jamas en los
ardides de la polilica, sino al pie de sus cañones, donde ha-
bía alcanzado, desde su juventud, sus grados i su fama.
Pálido, pero resuelto i sereno, penetró el jeneral Blanco
dentro del cuartel, i tomando la mano de! comandante Tocor-
nal, le dijo que hiciera armar i municionar su tropa, para
marchar en el acto al encuentro de los sublevados. Un cuarto
25
194 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
de hora después, 150 soldados de los mas disciplinados dol
batallón salian por hileras, en dirección al puerlo. El vence-
dor del Barón iba a su cabeza.
xxu.
El terreno en que iba a trabarse el combate era el angosto
espacio que se estiende de la playa a los cerros, entre las
plazas de la Aduana i de la Municipalidad i que es conocido,
quizá por esta circunstancia, con el nombre de la Planchada.
Fuera de la senda practicable por la playa, hai solo dos ca-
lles que cruzan, en líneas paralelas, esta parte de la ciu-
dad, i son la de la Planchada, centro del comercio de lujo
de Valparaíso i la llamada de Blanco, en honor del jeneral
de este nombre, que corre mas hacía la playa i donde abun-
dan los almacenes de víveres i efectos navales para la provi-
sión de los buques.
XXIII.
Los sublevados hablan tomado sus medidas de combate,
según esta disposición del terreno. Colocaron el canon, carga-
do con una triple cantidad de metralla (1 ), en la esquina de
la plaza do la Municipalidad, de donde se arranca la calle
de la Planchada, i confiaron el mando de este puesto a un
oficial llamado Herrera, que había servido en la guardia na-
cional de Santiago. Galindo tomó un grueso pclotou de fusi-
(1) Díjose que una señora de Concepción llamada Carmen Lillo
había tirado su pañuelo desde un balcón para que sirviera de taco
a la carga del cañón, p^ues no habla otro a mano.
nU LA AÜMIISISIIIACION MONTT. 195
leros ¡ se siluú a la entrada de la callo de Blanco, micnlras
el valeroso zapatero Cecilio Cerda so dirijia por la playa a
contener al enemigo en aquella dirección.
líljeneral Blanco acordó, por su parte, iguales disposiciones,
dividiendo su tropa en tres grupos i dándoles orden de avan-
zarse en dispersión por las calles laterales de la Playa i do
Blanco, micnlras él se atlclantaba en persona, seguido de la
parle mas escojida del batallón, por la callo principal de la
rianchada.
XXíV.
Media hora liabia. transcurrido apenas, desde el asalto del
cuartel, cuando se hizo sentir la primera descarga de la re-
friega, i luego un formidable disparo de canon. Habia suce-
dido que, al divisar la columna enemiga que avanzaba por la
Planchada, un francés, que tenia a su cargo la dirección de
la pieza situada en aquel punto, allegó un cigarro al esto-
pín, i la metralla barrió de tal modo la calle, que toda la tro-
pa del gobierno se echó al suelo, pereciendo muchos solda-
dos en el acto. El tambor de órdenes que locaba la carga cayó
muerto a los pies del caballo que montaba el jéneral Blanco.
El combate se hizo en breve jeneral ; pero, en pocos mo-
mentos, las confusas masas del pueblo comenzaron a ceder
ante los certeros fuegos de la tropa de linea, a la que alen-
taban con su ejemplo sus bizarros oficiales.
A las 6 de la tarde, ya el jeneral Blanco era dueño de la
plaza municipal, de donde habia desalojado una masa de dos
o Ires mil hombres, 1 aunque el combate no estaba concluido,
la vicloria quedaba por la autoridad. Sentíanse solo algunos
disparos de grupos de pueblo que se dirijían a los cerros por
196 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
las callejuelas que dan acceso alas quebradas, desde la parle
baja de la ciudad.
XXIV.
En esta desesperada siluacion, e! intrépido Villar se dirijió
al cuartel de arlilleria, seguido de unos pocos hombres ar-
mados, pues suponía indefensa aquella posición, habiendo ba-
jado el mayor Faez con dos cañones a la plaza municipal.
Logró, en efecto, penetrar al zaguán del cuartel, donde so
encontraban presos los diputados Bello i González; poro ape-
naste hubieran reconocido ios soldados de la guardia, lo traje-
ron al suelo, derribándolo de un golpe asestado a la cabeza.
XXV.
Entre tanto que esto sucedía en el puerto, Lecanda i su
grupo, fuera por irresolución, fuera por algún acaso impre-
visto, no hablan obrado en el Almendral, ni Figueroa habia
podido enviar por la retaguardia del 3.° de línea algunos
grupos armados, que, a no dudarlo, habrían hecho rendirse
aquella fuerza bisoña, poniéndola entre dos fuegos. Habían
bastado, al contrario, algunos centinelas, colocados en las ca-
lles que dan acceso al puerto, para contener la inmensa mu-
chedumbre de jenle ineime que, con un espantoso clamoreo,
se dirijia hacía el sitio del combate.
XXVI.
Al cerrar la noche, quedaban pues con las armas en la
mano algunos pelotones del pueblo que vagaban por los cerros
1)K LA AÜMINlSrilAClON MÜNTT. 197
a las órdenes del intrépido Sampayo. Ksle arroganle mancebo
concibió entonces el proyecto do reorganizar las fuerzas do
los sublevados, poniendo en libertad a los centenares de
presos políticos que pcrmanecian encerrados on la cárcel,
situada en una do las colinas que dominan a la población.
A las 10 de la noche, en efecto, guiados por la luz de los
faroles que iluminaban aquel edificio, abrieron los sublevados
un sostenido fuego sobre la guardia de la cárcel, que había
sido reforzada con un destacamento del 3.° de línea, i se pro-
longaba ya el tiroteo durante mas de media hora, cuando
ocurrióse al teniente don Wenceslao Vidal, que mandaba junto
con un oficial Corles el reten del núm. 3, derribar los faro-
les con la culata de un fusil, de manera que los asaltantes,
encontrándose sin blanco para dirijir sus punterías, cesaron
los fuegos.
XXVII.
Dejando en el sitio cuatro cadáveres de sus compañeros,
que fueron recojidos al día siguiente, bajó entonces Sampayo
por la quebrada de Elias a la plaza de la Victoria, donde el
jeneral Blanco, en previsión de lo que podía suceder, había
concentrado todas sus fuerzas.
Eran cerca de las 12 de la noche cuando los heroicos su-
blevados anunciaron su presencia, dírijiendo sus fuegos sobre
la plaza por las boca-calles inmediatas. Empeñóse otra vez
el combate, pero después de una corla refriega, los rebeldes
fueron obb'gados a retirarse, dejando algunos muertos i he-
ridos. De parte del gobierno, habia tenido un brazo traspasa-
do por una bala el bizarro capitán Villagran i quedaron fuera
de combate cuatro o cinco soldados.
, En la refriega de la tarde, habían sido heridos los oficiales
198 nismuiA de los diez AxÑos
Barros, Faez, Lynch ¡Corles i 28 soldados i clases, dolos que
23 perleñecian al 3.° de linea. Los nciuorlos de una ¡ olra
|)arle no pasaron de 20 ¡ de los combalienles del pueblo sepul-
táronse 7 cadáveres al siguiente dia. El número de heridos,
enlre los úllimos, debió ser muí superior, con todo, al de la
íropa, i sin exajeracion, puedo decirse que en el combale de
Valparaíso hubieron tantas víctimas como en el reflido en-
cuentro de Pelorca, al que tan impropiamente se ha dado el
nombre de batalla.
xxviir.
Tal filé el alzamiento de Valparaíso el 28 de octubre de
4831. El pueblo se condujo de una manera tan magnánima
como fue mezquino el rol que desempeñaron sus caudillos.
Diezisiete hombres habían bastado para poner a dos dedos de
su pérdida al gobierno que se había impuesto con violen-
cia a la república i que en pueblo alguno había encontrado
un rechazo mas enérjico í mas unánime, dejando asi escrito
con su sangre jenerosa aquel axioma que pinta como efímero
todo poder público que no esté basado en la opinión.
XXÍX.
Desde este día, decretóse, como era inevitable, por ios do-
minadores de la Moneda, la proscripción en masa de aquella
población tan heroica como desgraciada, í cupo al ilustre jcne-
ral Blanco la triste gloría de cumplir ese analema del odio
contra un pueblo que tanto había servido í donde, antes de
ser el ájente de un tirano, fue tan sinceramente amado.
Desde la noche del 28 de octubre de 1851, Valparaíso dejó
de ser una ciudad: fué solo un lóbrego e inmenso presidio! !
CAPITULO VIH.
LA REBELIÓN DE ZUNIGA.
i)cyn José Antonio Alemparle se hace cargo interinamente de la
intendencia de Concepcioti. — Su sistema gubernativo i medi-
das que toma en consecuencia. — Elección de los plenipotencia-
rios de Concepción, que debian hacer la convocatoria de la
Asamblea constituyente. — Intrigas de Alcmparte para evitar su
reunión. — Reaparece en armas el comisario Zúñiga entre las
reducciones de la costa. — Perfidias de este capitanejo al reci-
bir comunicaciones amistosas del jeneral Cruz. — Prevencio-
nes acertadas que hace éste al gobernador de Arauco, quien no
les dá cumplimiento. — Zúñiga envia un emisario secreto al je-
neral Búines, poniéndose a sus órdenes. — Acepta este sus ser-
vicios i le envia auxilios. — Carta autógrafa e instrucciones que
le dirije para que hostilize la retaguardia del ejército revolu-
cionario. — Juicio sobre la conducta de los jenerales Cruz ¡
Búines, al buscar aliados para sus ejércitos entre los bárbaros.
— Intima Zúñiga rendición a la plaza de Arauco. — Activas pro-
videncias que toma para desbaratarlo el intendente Alempar-
te. — El mayor Gallegos toma posesión del gobierno de Arauco.
— Alemparte sale a campaña i ordena al gobernador de la Laja
que use de los animales de las haciendas del jeneral Búines.
— El cacique Catrileo se ofrece para sorprender a Zúñiga por
su retaguardia. — Sorpresa de Cupaño i desastroso fin de Zúñi-
200 IJISTÜRIA DE LOS DIEZ AÑOS
ga i sus tres hijos. — Bárbara venganza de Aleraparte. — Pacifi-
cación dq las fronteras. — Alemparte es nombrado intendente
de ejército i funesta tardanza que pone [¡ara reunirse al jenerai
Cruz en Chillan.
Después cíe haber conteráplado el ajilado cuadro en que
la idea de la revolución trabajaba por sobreponerse, entre
cadenas i asonadas, en los centros a donde se encaminaba
i que era su principal propósito dominar con las armas, vol-
vamos un instante la vista hacia su punto de partida, a ori-
llas del Biobio, para asistir, en seguida, a su rápido ¡ tremea-
ilo fracaso.
II.
Como hemos visto, el 17 de octubre, tomó posesión de
la intendencia de Concepción el conocido ciudadano don Jo-
sé Antonio Alemparte, i en el acto de asumir el mando, ha-
bía puesto en planta aquel antiguo sistema de enerjia poli-
tica, que en otros tiempos, le habia granjeado los aplausos de
Portales i el temeroso respeto de sus gobernados. Su prime-
ra medida fué, en efecto, i el propio dia en que asistió al des-
pacho, prohibir el uso del cierro en la correspondencia
epistolar, establecer el pasaporte en el interior de la provin-
cia i ordenar perentoriamente la entrega do todas las armas
de chispa qne existiesen en poder de particulares (1).
(1) Publicamos, en seguida, el bando por e! que se promulgó el
I)K LA AUMIMSlUACiON Mo.MT. 201
Acuerdos postenorcs no (Icsniinlieron csla ¡nicialiva del
programa gubciiialivo del nuevo ¡nleiidenle. Uos dias después
(loorcíto relativo a estas nieiliilas ;,Mil)L'rnalivas. I. o copiamos del
iiolclin del sud iiúni. 7 lib. 1." i dice testiialuiente así:
Josií Antonio Alemparte, intendente i comandante jencbal
DE AUMAS INTEBINO DK LA PROVINCIA DE CüNCEPClON ETC. ETC.
Por cuanto: con esta fecha la inteiuloncia ha decretado lo que
sigue:
Siendo indispensable atender a las urjentes necesidades que
demandan las circunstancias, evitando de una manera eficaz el
perjudicial resultado que ofrecen las invenciones que se fraguan
por algunos mal intencionados, en perjuicio de la paz pública, i
considerando que las armas de chispa que existen en poder de los
particulares pueden ocasionar males de trascendencia a la causa
|)áblica, siendo perjudiciales aun para los individuos que las po-
seen ; mientras que la autoridad puede hacer de ellas un uso ven-
tajoso en la época que atravesamos, he acordado i decreto:
Art. 1.° — Para evitar la violación de la correspondencia, tan
perjudicial a la moral pública i a los principios que hemos adop-
tado, se prohibe (solo por mientras las circunstancias lo exijan)
el uso del cierro en la correspondencia epistolar entre los parti-
culares, a lin de que pueda ser examinada por las autoridades
encargadas de velar por el orden público, sin que puedan ser de-
tenidas dichas correspondencias en el uso i tráfico para que son
dirijidas, a no ser que contengan noticias políticas que puedan
contribuir a contrariar el orden público.
2." — Desde la publicación de este decreto, no se permitirá pa-
sar a ningún individuo al otro lado de los rios Laja i Biobio, sin
que lleven el correspondiente pasaporte, el que no se dará sin
examinar el objeto i miras pacíGcas que lleven los transeúntes;
pues ya se han tomado documentos que tienden a introducir el
desorden en aquella parte de la provincia.
3." — Se recojerán todas las armas de chispa que existan en poder
de los particulares, dando cada uno de los inspectores, subdele-
gados o gobernadores el competente recibo al interesado, de la
clase i circunstancias del arma que entregare, después de dejar
un rejistro circunstanciado, en que se contenga igualmente la ca-
lidad i dueíio del arma entregada, cuyo documenta se mandará
a los gobernadores i estes a la intendencia, para que, teniínduse
. 20
202 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(20 da oclubre) , ordenó que se despoblase la isla Quiíiquina,
abandonándola todos sus habilanles, con osccpcion de un
ovejero que pastoreaba el ganado, ¡al mismo liompo conminó
con la multa de cien pesos a todo aquel que estuviese do
cualquiera manera en contado con los buques bloqueadores
del gobierno. Con estos propósitos, ordenó también, con fecha
25 do oclubre, que todos los buques de comercio que existían
en la espaciosa bahía que cierra la Quiriquína, se alejasen de
la respectiva noticia, se hagan devolver a sus dueños, tan luego
como las circunstancias lo permitan.
4,° — Las personas que, a los cuatro días de publicado por ban-
do el présenle decreto, dejaren de entregar las armas de chispa
que tuvieren, o. intentaren traficar sin pasaporte serán penadas
en la multa de 25 pesos, por cada arma que dejaren de entre-
gar, i en igual cantidad, los infractores del pasaporte o del cierro
en la correspondencia epistolar, sin perjuicio de las demás penas
a que por la naturaleza de su falta diesen lugar.
6.^ — La intendencia i los gobernadores departamentales que-
dan autorizados para consentir el uso de las armas de chispa,
que no sean fusiles ni tercerolas, a los ciudadanos que, por su co-
nocida probidad, puedan conservarlas sin los riesgos que se de-
sean precaver, para lo que deberá darse a tales personas un sal-
vo-conducto, en que se contenga la clase i número de armas que
se les permita conservar.
6." — Las multas que quedan impuestas se aplicarán al erario
nacional i de ellas se cederá la mitad en favor del que denunciare
al infractor, guardándose las formalidades establecidas para ar-
mas en el art. 3.°, al tiempo de hacer la colección de las muí-
tas. Publíquese por bando, transcríbase a los gobernadores, para
que lo hagan cumplir en sus respectivos departamentos i rejís-
trese en el Boletín.
Por tanto; para que llegue a conocimiento de todos i tenga su
debida observancia, publíquese por bando, fijándose por el escri-
bano de gobierno ejemplares en los lugares acostumbrados. Dado
en la sala del despacho de la intendencia, a 18 del mes de oc-
tubre de 18oI.
José Antonio Alemjyarte.
Luis Pradel, secretario.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 203
la cosía O se concentrasen, en ol solo puerto de Talcaliuano.
Jusliíicaba, en parle, el rigor de estas providencias (1) el
lundado temor do un desembarco do tropas hecho por órdenes
(le! gobierno en cualquiera punto de aquella provincia, i las
operaciones de Zúñiga, que, aunque habia desaparecido do las
vecindades del puerto do Arauco, en los primeros dias do
octubre, se suponía maquinaba siempre por amenazar las
espaldas de la revolución, sublevando los indios de la cosía.
Bajo la impresión de estas consideraciones, el intendente
Alcmparte habia resuello cuerdamente levantar un escua-
drón de caballería en cada uno de los departamentos de la
provincia, dando al efeclo las órdenes necesarias, con fecha
17 do octubre.
III.
Otro de los cuidados que, mal de su grado, ocupó la in-
quieta imajinacion del intendente revolucionario fué la elec-
(1) De los procedimientos del intendente Alemparte contra
personas particulares no tenemos mas noticia que el de la prisión
de un individuo llamado José Dolores García, a quien se acusaba
de haber escrito una carta llena de invectivas contra ia auto-
ridad. Dejósele, sin embargo, en libertad, el 21 de octubre, me-
diante una escritura de fianza por 5,000 ps. que otorgó en su
favor don José Ignacio Palma, Fueron puestos tan alameda
estos documentos, durante el gobierno forence de don Manuel
Montt, que hemos creído ofrecer una curiosa muestra de esta
nueva especie de mordazas políticas (puestas en la boca de los
ciudadanos para qne no cometiesen el crimen de ocuparse de la
cosa pública) dando a luz la escritura orijinal, por laque García
se obligó a no hablar mal de la revolución, como si esta hubiera
perdido algo con que este personaje le dirijiese las invectivas que
tuviese a bien. Puede verse en el documento núm. 8 del
Apéndice.
204 HISTORIA DE LOS DIEZ aSOS
cion d'0 los diputados al congreso de plenipolencianos que
debia convo'caise, según las actas del 13 ¡ 14 do setiembre,
i el qué, a su vez, tan luego como estuviese conslituido por
la mayoria de las provincias que se segregaban del gobierno
de la capital, procedería a llamar a comicios públicos a lod a
la nación, con el objeto de elejir un congreso constituyente,
encargado de realizar las libertades que la revolución habia
prometido a los chilenos, i cuyo punto do partida estaba en
la desaparición del código reacionario de 1833.
Eabia sido este el plan favorito del intendente Vicuña. El
jeneral Cruz, aceptando el título da jefe supremo de la revo-
lución, solo en cuanto asumía el imperio militar, había dele-
gado tácitamente en aquel toda la suma del poder político, al
principio, en su calidad de intendente i, enseguida, nombrán-
dolo su secretario jeneral. No habia olvidado pues aquel fun-
cionario los comprometimientos que sus antiguas ideas re-
formadoras le imponían entre sus compatriotas i, con fecha do
42 do octubre, espidió un decreto con el objeto de que se
procediese en loda la provincia a la elección de los tres ple-
nipolenciarios que a ella correspondían. Ya, a ílnes de setiem-
bre, como dejamos dicho en el primer volumen de esta
historia, se había oficiado a la autoridad revolucionaría de
la provincia de Coquimbo, para que, por su parte, procediese
a la elección de sus respectivos delegados.
Según el decreto de la intendencia, la elección de pleni-
potenciarios se haría de la siguiente espedítai poco ceremo-
niosa manera, mediante el cómodo arbitrio del sufrajio
universal (I).
(1) He aquí el bando de la intendencia, por el que se promulgó
el modo de verificarse las elecciones. Dice así:
Con esta fecha, 12 del actual, la intendencia ha espedidoel de-
creto siguiente:
Habiéndose destruido todas las autoridades que existían en la
ÜK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 205
Los sielo deparlamcnlos dsla provincia debían ¡nslalarcn
sus respcclivas cabocoras ¡ parroquias mesas receptoras de
sulVajios, presididas por los gobernadores en aquellas i por
los subdelegados cu las úllimas, con la agregación do dos
ciudadanos respetables, como mandantes do la soberanía
popular que representaban, i a la que se daba por única
garantía esta quimérica combinación, pues era evidcDlc que
provincia, por la adhesión de todos los departamentos a las actas
con que se inauguró Ja revolución del 13 de setiembre pasado, i
siendo indispensable un nuevo cabildo para atenderá las necesi-
dades eti que nos encontramos, he acordado i decreto:
Art. 1." Convóquese al pueblo, por el gobernador, en la cabe-
cera de cada departamento i por los subdelegados, en sus respec-
tivas subdelegaciojies, para hacer Ja elección de nuevo cabildo.
"2,° El gobernador i dos ciudadanos nombrados por el mismo,
presidirán la mesa receptora en Ja cabecera deJ departamento
i eJ subdelegado i dos vecinos, también nombrados porel mismo
gobernador, en las subdelegaciones.
3." Para que esta elección sea Jo mas popular posible, se ad-
mitirán en la mesa receptora los votos de todo individuo desde la
edad de veinte i un año para arriba.
4.° En dicha mesa, se recibirán los votos de los individuos que
se presenten a sufragar, cuyos votos contendrán una lista de las
personas por quienes sufragan.
5:° Esta elección tendrá Jugar Jos dias 20 i 21 del presente mes,
debiendo funcionar dicha mesa tres horas en la mañana i tres
en la tarde, i cumplido este término, se procederá a un escru-
tinio en la misma forma que previene el reglamento de eleccio-
nes; avisándose inmediatamente a los que resultaren nombrados
por mayor número de votos, para que se reúnan el 2o de esle
mismo mes en la cabecera del departamento, con el fin de nom-
brar un diputado délos mismos municipales, que deberá estar en
la capital de la provincia el 28 del actual, para cumplir con los
arts, 16 del acta de Concepción del dia 13 de setiembre icón el
tercero del dia 14 del mismo mes.
Anótese, circúlese i publíquese por bando,
Pedro Félix Vicuña.
Luis Pradcl, secretario.
206 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
los gobernadores i subdelegados iban a ser los únicos elec-
tores, eu virtud de esa comedia política que nosotros llama-
mos tan seriamente «el libre sufrajio de los pueblos».
El objeto de esta primera elección, que dcbia tener lugar en
los dias 20 i 21 de octubre, era solodirijidoal nombramiento
de nuevos cabildos, pues los antiguos hablan caducado do
hecho con la revolución. Pero una vez instalados aquellos,
procederían a ólcjir un individuo de su seno; para que, en su
representación, elijera, de acuerdo con los otros delegados de
los departamentos, los tres plenipotenciarios correspondientes.
La designación hecha por las municipalidades debía verifi-
carse el 25 de octubre, sus delegados se reunirían el 28 en
Concepción i, por último, el dia 30, procederían al nombra-
miento definitivo de los plenipotenciarios, que eran solo los
predecesores de los delegados constituyentes, cuyo mandato
había prometido la insurrección en sus primeras acias.
IV.
La ejecución de estas medidas, que no eran en manera al-
guna de un carácter popular, sino meramente gubernativas,
fué facilísima a las autoridades departamentales, i solo en-
contró un pasajero escollo en ciertas intrigas, no del lodo
desacertadas, del intendente Alemparte, que era adverso a
la reunión del Congreso de plenipotenciarios, i que, por tanto,
él se proponía estorbar en lo posible, haciendo que la elec-
ción recayese en personas a quienes fuera difícil cumplir su
mandato (i ).
(4) He aquí la carta reservada del secretario de la Intendencia
don Luis Pradel al jeneral Cruz, que pone de manifiesto las mi-
ras anti-parlamentarías del señor Alemparte i la respuesta de
DE LA ADMINISTRACIÓN MÓNTT. 207
Como eslaba deciclado, se reunieron en Concepción los do-
aquel caudillo. Ambos documentos esistian entre los papeles del
finado Pr.idel, encontrándose su carta en borrador, i la del jeneral
Cru2 orijinal. Ambus dicen asi:
Concepción, octubre 'i2 de 1851.
SeFior don José Marví de la Cruz.
Señor de mi respeto i estimación:
Ayer me manifestó el señor Alemparte que tenia acordado con
U. el nombramiento de plenipotenciarios, i que todo lo liabia ü.
dejado a su arbitrio. Él ha determinado que se nombren tres, i
que este nombramiento se hará en personas que se hallen en lu-
gares distantes que hagan imposible su reunión. Su objeto en esta
singular determinación es, dice, no coartar las facultades que le
han conferido a U. las provincias en estas circunstancias. Las
personas que me ha indicado tienen también el mismo aire de
misterio. Yo no me atrevo a penetrarle, pero veo que en esta
elección no se consulta la voluntad de ü.
Con Tirapegui hemos acordado dirijirnos a U. consultándole
su opinión a este respecto, pues no podemos someternos con cie-
go consentimiento a la voluntad del señor Alemparte en materia
tan grave. Nosotros hemos convenido en que estos plenipotencia-
rios sean provisionalmente dos, como U. lo previene en su última
nota oficial, que yo he visto por casualidad, apesar de haber teni-
do en las anteriores una parte mui directa. Las personas que he-
mos designado para plenipotenciarios son don Toribio Reyes, el
mismo Tirapegui, i don Ricardo Claro.
Soi etc.
Luis PradeL
CONTESTACIÓN.
Señor don Luis Pradel.
Peñufelas, octubre 23 de 1851.
Mi amigo:
He recibido su apreciable de fecha de ayer, en que me pide pa-
recer sobre las personas que pudieran nombrarse como plenipo-
tenciarios, temiendo el que las personas que puedan elejirse no se
encuentren eu aptitud de reunirse. — Escei)luandü a Ricardo, que
208 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
jegodos de los deparlamentos que eran los siguientes- ciuda-
danos.
Por el departamento de Concepción, don Adolfo Larenas.
Por el departamento de Talcahuano, don Ramón Tirapegiii.
Por el departamento de Pucliacay, don Gaspar Fernandez.
Por el departamento do Coelemu, don Juan de Dios líeycs.
Por el departamento de Rere, don Matías Rio-Seco.
Por el departamento de la Laja, don Antonio Larenas ; i,
Por el departamento de Lautaro, don José Antonio Saa-
vedra.
Instaláronse estos representantes (que eran, en su mayor
parte, vecinos de los pueblos por que hablan sido elejidos, no-
tándose solo entre ellos el delegado de la Florida, don Gaspar
Fernandez, hijo del antiguo secretario del jeneral Freiré, don
Santiago Fernandez i hombre ilustrado i liberal), en la sala
capitular de Concepción el dia 30 de octubre i en el acto
procedieron a cumplir su mandato, levantando el acta que
sigue a continuación.
«En la ciudad de Concepción, a 30 dias del mes de octu-
bre del año de 1851, reunidos en la sala de sesiones de la
es mi sobrino, me parecen mui bien las otras personas en que se
han fijado i al que podía reemplazarse con don Juan José Arlea-
ga, Molina u otro.
Nada he tratado con Alemparte sobre este asunto, ni le he
hecho ninguna prevención ni él me ha hecho otra indicación que
la de que cree no deberá reunirse el congreso antes se decida la
cuestión, por mas que sean amigos decididos los elejidos, porque
siempre podrían ocurrir algunos embarazos consiguientes a la de-
liberación hecha por cuerpos colejiados.
Los asuntos deque me encuentro ocupado en la actualidad tie-
nen para mí una mayor preferencia i por lo tanto no puedo ocu-
parme mas detenidamente en este asunto, reconociendo a U, el
interés que toma por su afectísimo.
José María de la Cruz,
ÜK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 200
Mimici'iialiilad los soüorcs don Kamoii Tirapegiii, nombrado
|)ür la municipalidad do Talcaliiiano; don Adolio Larcnas,
por la de Conoepcion ; don l\Ialias Ilioscco, por la do Kere ;
don José Antonio Saavedra, por la do Laularo; don Antonio
liarenas, por la Laja ; don Gaspar Fernandez, por la de la
Florida i don Juan do Dios Reyes, por la do Coclemu, proce-
dieron al nonibramienlo do presidente i secretario, recaycntlo
ol primer cargo en el señor don UamonTirapegui, i el segun-
do, en el señor don Adolfo Larénas.
«Inmediatamente se dio principio a la lectura del decreto
de la intendencia de doce del corriente i a los artículos diez
i seis del acta popular del trece do setiembre, i tercero do
la del 14 del mismo mes, citados en el decreto ante dicho ;
i calificados los oficios del nombramiento de todos los dipula-
dos, se convino en elejir tres plenipotenciarios para repre-
sentar la provincia de Concepción. Se procedió ala votación,
resultando del escrutinio elejidos los señores don Toribio
Reyes, don Juan José Arteaga i don Nicolás Tirapegui. Hecha
la proclamación por el presidente, se dispuso comunicar ol
nombramiento a las personas electas, i la redacción por du-
plicado de la presente acta, para remitirlas en pliego cerra-
do a la intendencia i al Cabildo de esta ciudad, con el fin de
que sean archivadas; dando por concluida sumisión el cuer-
po electoral, después do haber firmado todos sus miembros. —
Ramón Tirapegui. — Matias Rioseco.— Gaspar Fernandez. —
José Antonio Saavedra. — Juan de DiosHeyes. — Antonio La-
rénas. — Adolfo Larénas, Secretario.»
Los plenipotenciarios quedaron pues nombrados habiéndose
observado todos los trámites determinados, i faltaba ahora
aguardar para la solemne instalación del Congreso, quo los
pueblos fuesen emancipándose de la tutela política de la ca-
27
210 niSTORlA DE LOS DIEZ aSoS
pila!, a fin de que enviasen al punto designado oporlunamenic
sus respectivos coniilenles.
Encontrábase el intendente de Concepción consagrado a
estas paciiicas tareas, ajenas a su ¡ní{iiÍeto carácter, cuando
una súbita nueva vino a sacarle de su forzada apatía. El co-
misario Zuñiría había vuelto a aparecer en armas a fines de
octubre, i acababa de inlimar rendición a la plaza de Arauco,
amenazando pasar a cuchillo su indefensa población, con las
lanzas de mas de doscientos raocetones que lo acompañaban.
Escribíalo asi el 27 de octubre a la auioridad de Concepción,
el atolondrado i desobediente gobernador Luengo, (un antiguo
oficial de Lircay) quien pintaba a los habitantes de Arauco
sumidos en la mas profunda conslernacion, pues carecían, por
la propia culpa do aquel, de todo recurso de defensa quo
oponer a los bárbaros. Pedía, en consecuencia, el comandante
de aquel importante puesto militar (llave de la Baja Fron-
tera, como Nacimiento lo es de la Alia], que se le enviasen
en el acto los auxilios necesarios para sostener un sitio.
£1 suceso podía hacerse grave. Las Fronteras estaban ame-
nazadas en los momentos mas críticos de la revolución, pues
el ejército del sud había ya pasado el Hala i el del gobierno se
preparaba para adelantarse hasla el Nuble; do manera que,
en caso de buen éxito, aquel movimiento hecho a retaguardia
por los bárbaros, acaudillados por un hombre tan osado como
Zúniga, podía despedazar la provincia de Concepción i luego
poner al ejército revolucionario en graves conflictos, amagán-
dole por su espalda, miénlras el jcneral Búlnes lo atacaba
do frente. Veamos pues como se había venido preparando tan
seria dificultad.
DK I.A ADMINISIRVCION MOMT. 211
VI
I)ej;imos a Ziifíig;!, al ocuparnos do su (lofcccioii, cu e! capí-
lulo (loílicado a la Arauranla, ác prófugo cnlre las Iriljus do
la cosía, csforzájulose en sublevarlas. Mas, la odiosidad quo
lo j)rofcsaban, |)or una parlo, los caciíjuos i, por la olra, los
preparativos de rcsisloucia que habla hecho el jenoral Cruz
eu los Anjeles i el comandante de aimas vie Concepción, por
su lado, hablan dosbaralado, desde luego, sus leuiiblcs maqui-
naciones. E\ jeneral Cruz le había enviado ademas, desde los
Anjeles, una caria amistosa, que le tenia escrita desde antes
de su fuga, acompañándole oirá de empeños i reproches do
su viejo camarada el mayor Zapata, a quien, como ya refe-
rimos, burló, escapándose en su viaje de Nacimiento a ¡os
Anjeles; ¡ aunque no dio respuesta por escrito (1) i aun pro-
(1) «No ha conleslado a ninguna de las dos carta«, diciendo
que lo dispensasen, porque tío tiene papel para hacerlo; i no obs-
tante, su contesto cortés de palalira, su manejo con el correo i
conversación ten.ida con él, maniíiesta su doblez i que si no ha
ohrado dcsle luego, es porque no ha logrado que los caciques
Lampi i Guenaman que contaha por sus mayores amigos, no han
(]uerido concurrir al llamado que les había hecho, como tampoco,
dice, han concurrido los de las otras reducciones, p(ir lo que solo
hahia podido juntar cincuenta indios de los anclantes que no re-
conocen cabeza.»
Decia las palahras anteriores el jeneral Cruz al jeneral Baque-
daño, en carta fechada en los Anjeles el 13 de octubre 1831. i tan
lejos estaba de equivocarse el sagaz caudillo, queZuñiga, aludicnúo
a su estudiado silencio, en una carta que dirijiaal inlendeulo
de Valdivia, de que nos ocuparemos mas adelante, se espresaba
en estos términos. «Después de haber llegado a este punto, nci-
bí comunicaciones del jeneral (]ruz i del jeneral Baijuedano, eií
donde se me ofrecían grandes ga^al!tia^ ; tuve a bien despreciar-
las i no contestar una letra, i estos desprecios al jeneral, (añade,
no sin una justajactancia, porque tal habia iuccdidoj, lo han he-
cho confundir sus plancá.y
212 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
filió, delante ^e\ espreso que le llevó aquellas comunicacio-
nes, algunas sinieslras amenazas, hizo protestas de su neu-
tralidad en la contienda, lo que, sin embargo, estaba mui
lejos de su ánimo avezado a las perfidias.
El hijo de Zíiñiga, aquel honrado mozo que, como vimos,
fué comisionado desde Concepción para aplacar a su padre, lle-
vándole cartas de su hija, la monja trinitaria, envió también
seguridades al jeneral Cruz, afianzándole la conducta de su
padre, mientras él permanecía a su lado, pues decia que
los improperios que éste había vertido eran dirijidos contra
líusebio Ruíz, a quien había cobrado un violento encono
por haberle reducido a prisión en Nacimiento.
Sin embargo, el jeneral Cruz conocía demasiado al artero
. comisario de índijenas para fiar en su palabra, ni descansar
tampoco sobre las honradas pero impotentes protestas de su
hijo (1). Con su prudencia característica, ordenó al goberna-
dor do Arauco en los momentos en que la división de los Anje-
les se movía hacía el Ilata, que retuviese en aquella plaza las
fuerzas que se habían organizado en ella i que Iban ya a in-
corporarse a la columna de Concepción. «Es conveniente,
decía el cuerdo jeneral en jefe del ejército del sud al go-
bernador de Arauco, en carta de fecha 13 do octubre, cuyo
borrador oríjínal hemos consultado, que esa plaza quede
guarnecida, pues mientras exista en el interior de los indios
el comisario Züñiga, debe mirarse su permanencia entre ellos
como hostil, no obstante su esposicíon de que permanece
tranquilo.))
(1) «El hijo (Juan) dio al correo recado para mí (refiere el jeneral
Cruz en la ñola que acabamos de citar), diciéndole que él es-
taba con su padre i que esiuviese seguro que apesar de las ame-
nazas que había hecho al correo, para que se las dijese a Ruiz,
su padre no daria un paso en mi contra ni la de los pueblos de
la frontera.»
DE LA AÜMINISTIIACION MONTT. 213
«Debo V,, anadia eljcncral Cruz cu esta comunicación (em-
poflándoso por lodos caminos en cruzar los planes do aquel
caudiliejo quo lo Iraian lan funeslamenlc preocupado desde
su partida de Concepción), tomar lodo el ínteres ¡ empeflo
posible en hacer conocer al cacique Lampi i Gueraman, de
Ranquilliüc, como al gobernador do Tucapel i demás caci-
ques de esa, que la introducción i permanencia de Zúüiga en-
tre ellos, puede serles perjudicial ; que no deben, de ningún
modo, dar crédito a las palabras i cuentos que les dé, porque
todas han do ser mentiras i llevadas con el Un de sacar par-
tido de ellos por ocultar sus faltas i poder conseguir asi el
volver a quedar de comisario, i que a nadie le conviene mas
que no vuelva a esos puntos que a ellos mismos, pues han
esperimenlado el mal trato que les hadado, ¡al mismo tiem-
po, ellos saben que toda la tierra se halla regada de sangro
por sus consejos, i mui piincipalmente, la costa, en que hizo
que murieran la mayor parte de los caciques.»
Pero, por desgracia, el gobernador Luengo, a quien eran d¡-
rijidas estas oportunas indicaciones, desatendiólas por entero,
fuese que no le llegasen, fuese por tivieza de carácter o,*
como se ha creido mas jeneralmente, por secretos influjos,
pues parece mantenía relación con el coronel Riquelme. «Na-
da habria ya, i estaríamos libres de las maldades de Zúñiga,
escribía al intendente Alemparle el gobernador de Santa
Juana con fecha de octubre 30, si Luengo hubiese cumplido
con las órdenes e instrucciones del señor jeneral. Todo des-
preció i aun ha estado regalándolos» (1).
Mientras esto sucedía, el comisario Zúúiga, tan pérQdo co-
mo inquieto, había acertado a enviar un emisario secreto at
jeneral Búlnes, ofreciéndole volver las lanzas de los bárbaros
(1) Documento que existia en copia entre los papeles de don
Luis Pradei.
2U HISTORIA DE LOS DIEZ a5¡0S
con Ira las espaldas do la revolución i pidiéndole órdenes i
auxilios. Al m^ismo lienipo, despachó a Valdivia otro correo
con el mismo objeto.
vir.
El joneral en jefe del ejército que se denominaba del or-
den concibió al inslanlo la importancia do los servicios que
podía prestarle el comisario Zúñiga a retaguardia del enemi-
go que se preparaba ya para ir a atacar en sus posiciones
del otro lado del Nuble, i sin pérdida de momento, despachó al
ájente de aquel, aceptando sus planes i prometiéndolo re-
fuerzos.
í)¡ó, en seguida, órdenes activas para que se alistase en Cons-
liluciou una goleta i remitió a aquel puerto un destacamento
de diez granaderos veteranos al mando de su propio sobrino,
el alferesBíihies, con el objeto de que se embarcaran a la ma-
yor brevedad i se reunieran a Zúñiga, a quien dio instruccio-
nes para que aguardase este refuerzo en la boca del rio Lebu,
poco mas al sud del puerto de Arauco. Enviábale ademas
50 carabinas, 100 sables nuevos, municiones ¡ 500 pesos
en dinero, ademas de varios regalos para los caciques con
cuya alianza contaba.
Al propio tiempo, el jeneral Búlnes, valiéndose de la firma
del coronel Riquclme, escribió al comisario de indijenas, dán-
dole instrucciones en que le autorizaba para obrar a su al-
bodrio, i aun para reunirsele con los indios, en el caso que el
jeneral Cruz le disputase con su ejercito el paso del Kuble,
en dirección a cuyo rio iba ya a ponerse en marcha. «.Ma-
ñana, lo decía, en efecto, con fecha de 1.'* de noviembre, des-
de su campamento de Longomllla, debemos partir en busca
DIÚ Í.V ADMINISTRACIÓN MONTT.
2li
del ciicmiíjo (jiic se halla liasla ho¡ en Cliillan, i V., Iuc{¡;o
que reciba esla, deho principiar a ubrar sobre la frontera,
a üii de cvilar la reliradn de olios, pues, délo contrario, po-
drán hacer mas duradera la guerra i mucho mas crecidos
ios males.»
«¡Vo es posible, anadia, que yo pueda dar a V. instruccio-
nes, sobre el modo cómo debe proceder, porque, ignorando
su posición i cii'cunslancias, podria mui bien sufrir un error
en mis juicios, i eslo nos perjudicaría sobre manera, asi es quo
Y., tratando únicamente deevilar los desórdenes do los indios,
puedo en lodo lo demás darla el jiro quo quiera a sus ope-
raciones.»
Decíale, a renglón seguido, en esla misma comunicación, que
buscase a toda costa coino amigo a Maguil Bueno; que hi-
ciese valer su influjo con el gobernador Luengo, ahijado del
coronel Iliquelme, a tiu de neutralizarlo; que se ganase do
la misma manera al lenguaraz joneral Panlaleon Sánchez;
que traíase de apoderarse de todos los pueblos del deparla-
monto de Lautaro i, por último, dábale órdenes para que se
le incorporase «a toda costa» , si el enemigo ie disputase el paso
del Nuble.
Aunque todas estas órdenes estaban firmadas por el co-
ronel Riquelrae, el jeneral en jefe las había autorizado com-
pletamente por medio de la siguiente carta, que coDserva-
mos orijinal en nuestro poder.
Señor don José Antonio Zúni^a»
Longomiila, noviembre l.*d«195l.
Mi queriilo mayor: después de la que ha escrito a U. oí
cotonel Uiquelme, solo tengo que decirle obro con el tino i
prudencia que siempre le ba caracterizado, seguro que do
21 G HKTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
este modo llenará todos los deseos, de su jcneral i amigo.
"^ Manuel Búlnes (1).
VIII.
Es este sin <liida el apropiado momento de hacerse car-
go de la grave acusación que se ha formulado en la con-
ciencia pública céntralos jeneralesenjefede los ejércitos que
se batieron en 1851, a nombre del orden, el uno, i do la liber-
tad, el Giro, por haber empleado a los bárbaros como auxi-
liaros en la guerra civil. En nuestro concepto, ambos tuvie-
ron igual culpa i responderán por ella ante la posteridad,
pues uno i olro mancharon sus banderas cobijando con ellas
esas hordas de salvajes desnudos, que, fuera de su sublime
amor a la hermosa tierra que nacieron, no tienen mas Dios
que el latrocinio, ni mas lei qud la de sus lanzas.
Poro esa falta fué atenuada, en cuanto era dable, por la
manera como se llevó a efecto. El jeneral Cruz no la come-
tió, según ya lo hemos declarado, al sacar algunos mocelones
en rellenes de seguridad para las fronteras. Su error tuvo
lugar mas larde, permitiendo que aquellos indios se batiesen
(1) Esta comunicación, como la de Riquelmeque hemos citado,
fiiiroii insertadas por los revolucionarios de Concepción i publi-
cadas en el Boletín del sud, por órdenes del jeneral Cruz, quien
las remitió de Chillan con aquel objeto. Nosotros las hemos en-
contrado, ademas, orijinales, entre los papeles del secretario de la
in.tendencia don Luis Pradel i están en todo conformes a las pu-
blicadas en aquel rejistro oficial. La carta de Riquelme a que
aludimos, asi como otras que dirijió en la misma fecha a los in-
dios Pehuenches i a los de Maguil, ll.imamlo «ladrón»- (lenguaje de
la frontera] al jeneral Cruz, pueden consultarse en el Apéndice bajo
el uúni. 9.
ni: LA AÜMINISTUACION MONTT. 217
con las tropas del ¿Jtobiorno on la jornada do Monto do Urra,
dondo hicioron feroz carniceria en los rendidos.
E\ jencral Búlnos, por su parto, podía dar como descargo,
la ¡nicialiva do su émulo en echar mano do aquel elemento
vedado i peligroso; pero sus intoncioues do directa hostili-
dad se anticiparon a las que Cruz ejecutó en su contra,
pues ya hemos visto que, desdo el 1.°do noviembre, daba
órdenes al comisario Zúñiga para apoderarse do los pueblos
de la frontera, lo que equivalía a ponerlos a sangre i fuego,
no siendo olra la manera como los bárbaros toman pose-
sión de todo lo que pertenece a los cristianos. Abonábale
también el envió de armas i pertrechos que hacia con aquel
motivo al comisario de indios. Eran estas destinadas para
levantar fuerzas do españoles, porque, asi como Cruz obli-
gaba a los caciques fronterizos a darle «testigos», para te-
ner consigo esta prenda do lealtad i de reposo, el jeueral
Bülnes se empeñaba en que se uniese a sus aliados una di-
visión de hombres blancos, que sirviese a contener, en lo po-
sible, sus desmanes. Asi, al menos, lo dice en estas palabras
dirijidas a Zúñiga, que copiamos de las célebres comunicacio-
nes ya citadas. — «Si V. consigue. reunir algunos españoles,
para quienes van las carabinas i los sables, trate siempre
marchen reunidos con los indios, para evitar del todo los de-
sastres que estos pudieran ocasionar a los pueblos.»
De todas maneras, es algo que consuela i alienta, en medio
de los estravíos que acarrea a los partidos el odio que los
divide, la timidez misma con que se adoptan resoluciones
tan estremas, I en el presente caso, esta satisfacción es tan-
to mas alta cuanto que no hubo que deplorar, como su-
cedió en olra época mas aciaga, males de ningún jéuero ea
las poblaciones cristianas de la raya fronteriza.
2S
218 HISTORIA nn los diez años
IX.
EiUrclanlo, el mayor Zíiiliga, desdo el regreso de su pri-
mer emisario, pues las comunicaciones que acabamos de ci-
tar son de fecha posterior, no liabia estado ocioso. líaciendo
valer las promesas del jeneral Búlnes i tal vez el dinero quo
aquel probablemente le envió, habla conseguido reunir al-
gunos centenares de indios do las tribus de la costa de Tu-
capcl i particularmente de las mas bárbaras ¡guerreras de
Puancho i la Imperial.
Preparado de esía suerte ¡ contándose ya poderoso con
los auxilios que aguardaba pormomeiilos de Talca por mar,
i de Valdivia por tierra (1), se acercó a Arauco, en los últi-
(1) He aquí lo que escribía Zúniga al inlendenle de Valdivia
don Juan Miguel Riesco, acusándole recibo déla nota en que éste
le prometía auxilio.
"Tiicfipel, octubre 30 de 1851.
Recibí la nota de US., fecha 22 del presente, la que me ha
complacido a mí i a (ocios mis caciques, que me parece serán
grandemente recomenaadus al gobierno. Tan pronto como llegué
a esta, tuve que mandar a donde el señor jeneral Búlnes, del que
tengo órdenes grandemente activas: he tenido que mandar para
los Alíjeles i varius puntos los que hasta ahora no han regresado.
Toda ocurrencia la comunicaré mni pronto a US. Hui mismo he
tenido aviso que el pueblo de Arauco se preparaba para sor-
prenderme; cuando ha llegado su propio, me ha encontrado a
caballo, preparado para batirlos, con la resolución i ánimo, como
un verdadero patriota, hijo del orden. US. dispense las fallas,
pues su contestación ha sido recibida sobre mi marcha t el coa-
testo ha sido darme mas ánimo a mi i a mis tres hijos que me
acompañan.
Dios guarde a US.
José Antonio Záuiga.i»
Al S. inteudente de Valdivia,
DE LA ADMINISTRACIÓN MÜMT. 219
iiios (lias lio oclubre, ¡ por el conJucto do un vecino llamado
Javier Aiiiagada, a quien Iiizu acompañar do un indio ar-
mado, como para dar i'ó de su amenaza, iolünó rendición a
aquella plaza, como lo dejamos ya narrado.
Al saberse osla nolicia en Concepción, la alarma mas viva
se apoderó de los ánimos, pues sabíase el cslado indefenso
de la plaza de Aranco, era conocida la osadia de Zuniga, ¡
mas que lodo, la ferocidad de sus aliados.
La primera medida del activo Alemparle fué despachar a
toda prisa al oficia! relirado don Aguslin Gallegos (raililar acre-
ditado, coquimbano de nacimiento i que, durante la adminis-
tración del joneral O'íliggins iiabia sido gobernador de la
Ligua), para que lomase posesión del gobierno ds Arauco i or-
ganizase la defensa que fuera posible, mientras él se alistaba
para entrar inmediatamente en campafia. E\ mismo dia (28
de oclubre], puso fuera de la lei, por un decreto, a! mayor
Zúiliga : medida que, si no era digna de una revolución que
proclamaba la abolición de toda barbarie, era al menos carac-
terística del mandatario que la dictaba ( I ].
(1) Reproducimos, en seguida^ tomándolo del Soletin del suá,
el decreto del cual consta esta violenta medida i otras análogas.
Dice asi ;
«INTEMJEtxCLV DE CONCEPCIÓN.
Octubre 28 de 1651.
Noticiada esta intendencia del audaz atentado cometido por e\
prófugo Zúíiiga, que ha tenido la insolencia de intimar rendición
al comandante de la plaza dt? Arauco, el que fallando a su deber
lia permitido dejar regresar al paisano Gabriel Arriagada i un
indio, cuyo nombre no se me ha dado; en desagravio de seme-
jante insolencia, he acordado i decreto:
1." Se declara traidor i fuera de la lei al famoso salteador José
Antonio Zúñiga, ex-comisario de indios, que se halla prófugo i al-
zado en lu jurisdicción de Tucapel, por el lugar llamado Paicaví,
220 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Gallegos no lardó en cumplir su comisión, presenlándose
en Arauco a las 11 de la mañana del dia 2S de octubre. Kl
pueblo estaba casi desierto i aterrado. Las familias emigra-
ban a los moiites, apesar de que Luengo habia colocado cen-
quedando autorizados los caciques, mocetones i demás individuos
déla Araucanía para apresarlo vivo o muerto, a fin de que sea
presentado a este gobierno i proceder a jnz^íarlo i castigarlo, en
conformidad de nuestras leyes, por los crímeuas que lia cometido
i continúe practicando.
2.*» Todo individuo do la fuerza cívica de la subdelegacion de
Arauco en toda su comprchension, que obedeciese a las órdenes
de Zúñiga i le acompañase en sus criminales atentados de pertur-
bar la paz i saltear las propiedades de particulares, se hace reo de
complicidad i se le aplicarán las penas a que se haga acreedor con
tan indebida obediencia, i en igual culpa serán considerados los
paisanos i los indios que lo acompañasen.
3.° Todo individuo, desde la edad de 13 a 60 años de la citada
subdelegacion, se presentará a reconocer cuerpo, en el dia de la
publicación de este decreto, bajo la pena de seis pesos de multa*
que deberá pagar en el acto de ser aprehendido, sin perjuicio délas
demás penas a que se haya hecho acreedor por su conducta, i cuya
noticia se sacará de los rejistros que debe hacer llevar el coman-
dante de la plaza, sárjenlo mayor don Agustín Gallegos, nom-
brando para ello los comisionados que juzg.ue necesario, para
establecer el alistamiento con el orden indispensable al objeto
con que se dispone.
4." Las multas impuestas en el artículo anterior serán colecta-
das por el encargado del estanco, i se aplicarán por el comandan-
te de armas a los gastos que debe ocasionar !a alarma injusta pro-
movida por Zúñiga, lo que agravará la malignidad de los delitos.
o." El comandante de armas de la plaza de Arauco queda en-
cargado del cumplimiento de este decreto, que lo mandará publi-
car por bando en todos los distritos i hará llegar, por medio de
lenguaraces, a los caciques i demás indios; para que, llegando a
noticia de todos, tenga su mas puntual i debido cuinplimiento.
Anótese, trasciíbase al citado comandante de armas, i publíquese
en el Boletín oficial.
Alemparte.
Luis Pradelf Secretario.»
DE lA ADMINISTRACIO?í MONTT. 221
Únelas a las salidas del pueblo para cviiarlo. Todo el quo
había toiiidü un caballo se había puesto en salvo, i solo
quedaban, al lado del aturdido gobernador, 50 infantes del
batallón cívico de Lautaro, cuya exelento í disciplinada tropa
había sido distribuida entro los pueblos de la frontera. Zíi-
ñiga encontrábase en el cerro de Cupaño, a corla díslancia
do Arauco i temíase, por nionientos, quo las lanzas de su fe-
roz esquito brillasen por los senderos do la áspera montaña,
a cuyo pié está situada aquella fortaleza, entre la playa del
mar i el rio Cararapangue.
Con la presencia del anciano pero valeroso Gallegos, todo
cambió en breve de aspecto, líizo este jefe disparar en el
fuerte el cañón de alarma, pusiéronse a rebato las campanas
de la parroquia, juntáronse las armas que había en la po-
blación, sin escepluar las escopetas, aporratáronse caballos
i, por último (1], publicóse por bando que todo individuo
(1) He aquí el parte oficial del mayor Gallegos en que están de-
talladas algunas de sus operaciones. Lo copiamos del Boletín de
sur, i dice asi:
«.Comandancia de Armas de
Arauco, octubre 28 do 1851.
Llegué a esta plaza lioi a las once del dia, i rae ha producido
una grande indignación i sentimiento ver la jeneral emigración
de todo este vecindario, hasta el esfremo de no haber encontrado
[un solo hombre de caballería sobre las armas, en circunstancias tan
[críticas, pues solo habia unos cincuenta infantes. Inmediatamente^,
[mandé una guardia al Araquete, con la orden severa de que per-
[sona viviente pasase de dicho punto: en seguida, hice repicar las
campanas i tirar un cañonazo, mandando reunir toda la fuerza
posible, i a las cinco de la tarde, ya tenia mas de 300 hombres de
caballería con lanzas i algunas escopetas i ochentas infantes con
buen armamento, i mañana, a las tres de ia mañana, salgo con
toda esta fuerza a atacar al rebelde Zúñiga, que se encuentra en
Tucapel; i para esto, le voi a mandar antes un mensaje a los caci-
ques para que me entreguen el espresado rebelde, i de no hacerlo
222 HISTORIA DE LOS PTrZ AÑOS
capaz de cargar armas entre lii i GO años, reconociese, en el
aclo, fciicrpo, bajo la iniiila de seis pesos al que desobedeciese.
Con estas eficaces providencias, ai dia siguiente de su lle-
gada, tenia reunidos Gallegos 200 a 300 hombres de caba-
lieria. sin contar con la tropa de infantería que guarnecia la
plaza.
Entre tanto, el intendente Alcmparte se liabia puesto en
campaña el 2 de noviembre, llevando consigo una columna
de infantes de Talcahuano. Quedaba en Concepción, como su
suslilulo, el ciudadano don Nicolás Tirapegui, que, desde la
partida del jcncral Baqiiedano hacia el Kata, desempeñaba
las funciones de coraanilante de armas de aquella ciudad.
Reunido Alemparte a Gallegos, ambos lomaron el campo
con una respetable i entusiasla división, en demanda de Zú-
niga. Abandonó éste en el aclo, a Cupaño, «viendo, dice cl
mismo, que aquel terreno no era para poder obrar con las
caballerías indijenas» i comenzó a replegarse hacia la embo-
cadura del rio Lobu, donde esperaba por momentos cl auxi-
lio promelitlo por el jeneral Búlnes.
Esto sucedía el día o de noviembre.
así, me Jetprminaré a sicario vivo o muprto. Para qiip mi dt^tor-
miiiacion trnga rtipjor acierto, me he puesto en comunicación con
el señor gol>ernador do Santa Juana para que le corte la re! ¡rada
por Nacimiento. Toda la indiada de este fuerte me acompuña con
inurho entusiasmo i todos van voluntar¡o>.
Es de mucha necesidad que U. S. tenga a bien ordenar al ma-
yor Melinet venga inmediatamente a ponerse a mis órdenes.
El vieiecito Luengo no lo considero traidor sino un homhre
incapaz de nada por sus enfermedades» pero me siive de mutho
con su conocimiento de los lugares.
Es cuanto puedo decir a U. S. por lo pronto.
Dios guarde a U. S.
Aguslin GaUe<jos,y)
DE LA ADMlMSIRAr.lON MOMT.
223
X.
Al sígiilciíle (li;i Alempatlc ocupó a Ctipailo i Zúiliga se
acampó en Lliiiqucluie, asionlo de su principal aliado el caci-
que Bailcman. Desde aquí despachó a Valdivia al oficial ro^
lirado Tolosa con comunicaciones en que pedia urjcntemcnle
80 le enviasen refuerzos (í).
(1) He aquí esfa comunicación que ya hemos citado i que to-
mamos del Boletín del sud.
A l(>j amiento LlinriuegUe, noviembre 6 de LS51.
Necesito que US. tenga a bien anviliarme con cien hombres,
cincuenta de caballeria i cincuenta infanteria: este auxilio debe
venir a Tirúa pues las circunstancias lo exijen asi, mandándome
lodos los pertrechos de guerra (|ue searj necesarios. El señor je-
neral Búlnes me mandó decir con un propio que hice a Talca,
me mandarla auxilios por mar, dirijidos a la embocadura de Le-
bu, lo que hasta ahora ignoro el motivo de la demofü, pues a
la fecha se me ha presentado a la vista una fuerza de los per-
turbadores del orden en < I punto denominado Cupaño, a donde
me había dirijido a batirlos. Viendo que el terreno no era para po-
der obrar con las caballerías índíjenas, he tenido a bien retirarme
dejándoles aquel campo, para{|ue ellos obren el pasar: yo i todos
mis caciques qup me acompañan los af^nardamos por momentos.
Asi espero de US, que el aux lío venga lo nías pronto posible,
que solo eslo aguardo para desordenar a los perturbadores ilel
orden. Mucho le recomiendo al caci(|ue que va don Ignacio Na-
muncura, igualmente al oficial retirado don Segundo Tclosa,
quien dará a US. noticias del estado de las cosas i de las faltas
que en él me rodean, pues me escapé del d<'parfame:ito de los
Anjeles solo montado en mi caballo, después de haber sufrido
cuatro dias de prisión, motivo de no haber qucrjilo tornar partido
con los perlurbadores del orden. Después de haber llegado a este
punto recibí coinunicaríunes del jeneral Cruz i del jeneral Ba-
quedano, en donde se me ofrecían gr;indes garantías j luve a bien
despreciarlas i no contestar una bUd, i estos desprecios al jene-
224 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Alistábase enlrelanlo Alemparte, cuya división distaba solo
tres leguas de aquel punto, para ira batirlo en la madrugada
del dia 7, cuando al caer la noche, llegaron varios indios
ílesconocldos a su campamento i con gran algazara, mostran-
do los fierros de su lanzas humeantes de sangre, decian que
Züñiga habia perecido junto con toda su raza.
Nos queda pues por referir el que seria el mas siniestro
de ios episodios do la revolución de 1831, sino fuera que la
sombra de Cambiase se ajita todavía entre las nieblas del polo,
como el espectro de las matanzas.
XI.
Lo que habia tenido lugar era lo siguiente.
Mientras Alemparte marchaba de frente sobre Züñiga,
obligándole a replegarse al sud los gobernadores de Santa Jua-
na i de los Anjeles, haciendo valer la odiosidad de los indios
Llanistas i principalmente los de las reducciones, Lumaco,
habían conseguido que Catrileo, el sucesor del valeroso Co-
lipí, marchase con sus caciques hacia la retaguardia de los
sublevados, a cuyo fin habia pasado también otra partida
de indios i cristianos al mando de un oficial Chaves, antiguo
pincheirano, la elevada cordillera de Naliüelbuta, por una
de sus ásperas sondas, mas al sud del espolón de Cupaño, a
cuyo pié corre el torrentoso rio de este mismo nombre, que
es el mismo que denominan Lebu en su embocadura sobre
el Pacífico (I).
ral Cruz lo han hecho confundir sus planes. Repito a US. si fuose
posible hüi tnisnio tener a la vista el auxilio.
Dios guarde a US.
José Antonio Zúñi/ja^
(1) Gomo un cebo para aquel sangriento maíon, elintendente
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 22í)
Lo que monos lomia Zúni^^a era aquel rnovimienlo j)ür su
espalda, lanío mas lormiilablo cuanlo era menos esperado.
Conliaba, al conlrario, en que Calrilco, a quien babia agasa-
jado para disponerle en su favor, so manluvicse compiola-
menlo neutral i aun le suponía ¡nieresadoen su suerte, pues,
para tenerlo mas engañado, le babia esciilo rccienlemenlo
suplicándolo consiguiese su perdón con las autoridades de los
Anjelcs, do quien aquel poderoso cacique era un fiel
aliado (!].
Con esla seguridad, ¡sabiondo que la división de Arauco
eslaba a Ires leguas de distancia, babiasc echado Zúniga a
Alcmparte babia ordenado al gobernador de la Laja, desde algu-
nos dias atrás, que entregase a los caciques compiotados todos
jos animales que tuviese a bien de las haciendas del jenoral
Búlnes i del coronel Ixiquelme, según consta del decreto si-
guiente:
Intendencia de Concepción, octubre 21 de 1851.
«Para evitarlos males que pudiera ocasionar el ex-comisario de
¡ndíjonas don José Antonio Zúñiga, que de acuerdo con los ene-
migos de la República, intenta mover a los indios para asaltar
los pueblos pacíficos de la frontero, engañándoles con falsas pro-
mesas, se autoriza al gobernador de la Laja para que disponga
de todos los animales de don ?»Ianuel Búlnes i don Manuel Rinucl«
me, con el fin de repartirlos entre los caciques i mocetones que
llenando los convenios que hicieron para la aprehensión de Zú-
ñiga, puedan alcanzar a desvanecer las pretensioiies de tan per-
judicial perturbador, empleando, ademas, todas las medidas que
prometan la tranquilidad, armonia i amistad con las tribus indíje-
nas. Anótese i trascríbase. — Akmparte^Luis Pradel, secretario.»
(t) «Don Ventura Ruiz, (escribe a Alt-mparte el gobernador de
Santa Juana en la comunicación que ya hemos citad(!) en carta
particular que me ha dirijido ayer, me dice que el cacique Ga-
trileo i Meliii le mandan decir que Zúfiiga les babia mandado
correo con el íid que estos se empeñen para conseguirle el perdón;
pero que esto ha sido después de no haber podido seducir a estos
caciques para que lo auxiliasen.»
■29
226 DISTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
doriaiir on la casa deí cacique Baíleman (siluada a pocas
cuadras del antiguo fuerle de Tucapcl, hoi convertido en
misión), en la que le acompañaban tres de sus hijos i un her-
mano. Eran aquellos don Pedro i don Juan i un inocente ni-
fio de 15 años que Zúñiga tenia ahora a su lado, como en su
mocedad acostumbraba llevar consigo a su madre, pues
estos hombres. que poseen la ferocidad del león sienten tam-
bién los impulsos del amor, a la manera de las fieras, i lo
practican como elías.
Mas, a la primera luz del dia 6 de noviembre, sintióse de
improviso por el bosque que rodeaba la toldería de Baileman
un tropel de caballos que despertó a Zúñiga con sobresalto;
i luego se escuchó esa espantosa i peculiar vocería indijena
llamada chivateo, que han aprendido nuestros soldados re-
gulares en los malones de la Tierra.
El bravo capitán comprendió al punto que estaba perdido
por la traición de los suyos o una sorpresa aleve, i sallando
de los pellones en que reposaba, sin poder montar a caba-
llo por estar desencillado, corrió al monte con dos de sus
hijos, empuñando resueltamente su lanza i llevando al cinto
sus pistolas. En un instante, vióse rodeado de los implacables
Llanislas, i con un valor sobre humano, poniéndose al lado
desús hijos, cual ajil leopardo que defiende su albergue, pe-
reció con ellos batiéndose, hasta que la lanza de Catrileolo
taladró el corazón. Una de las balas de sus pistolas habia
traído al suelo al primer cacique que le intimó rendición...
Fué aun mas lastimoso que este lance, en que había pere-
cido un niño inocente, la muerte del otro de sus hermanos, aquel
honrado i prudente Juan Zúñiga que tantos esfuerzos habia
hecho por reducir a su temerario padre a permanecer tran-
quilo. Cuando éste escapó hacia el bosque con sus hermanos,
quedóse él en la casa de Baileman, como aturdido con lo
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 227
que sucedía, i acaso hubiera salvado ocultándose eulro las
mujeres do la loldon'a. Pero el infeliz mancebo escuchó los
roncos gritos de su padre, que acosado por sus inmoladores,
lo llamaba a su socorro, i obedeciendo a un impulso do esa
ternura irresistible que Dios puso en ol pecho de los hom-
bres, i no la negó aun a los brutos, tomó una lanza i fué a
morir sobre el cadáver de su padre que se revolcaba asi en
la sangro do toda su raza sacrificada. Su hermano había
sucumbido también a su lado, siendo cinco las víctimas in-
moladas.
XII.
Tal fué el desastroso fin que tuvo aquel capitanejo, famo-
so entre los Pincheiras, terrible entre los Araucanos, i que
los blancos de la Frontera respetaban por su indómito va-
lor. Fué un hombre pérfido ¡ cruel. Pero era un bravo sol-
dado, era chileno i, mas que todo, era padre i ensenaba a sus
hijos a ser hombres esforzados con su propio ejemplo. Pe-
reció con ellos, i esta fué la lastima de su fin, que, de otra
suerte, teníala merecida como enemigo í tiranuelo do los bár-
baros, que cobraron sobre su sangre la antigua deuda de
odio que con él tenían.
XIÍI.
Pero si aquella catástrofe, que recuerda por sus inciden-
cías la muerte de Valdivia, cual la cuenta el cronista Mar-
raolojo, era solo una triste incidencia propia de la guerra
entre los bárbaros, perpetróse, por los que no lo eran, un ac-
228 HISTORIA DE LOS DIEZ AJiOS
lo Itic ínülü ilepúsíuma crueldad, que se recordará siempre
como una afi'enta para sus ejecutores.— Tal fué la órdea
que d¡ó el intendente Alemparte de poner en un palo la ca-
beza del inmolado Zúñiga en la plaza de Arauco, donde habi-
taba su anciana madre, a la que no le quedaba ya mas
bien sobre la tierra que aquel lívido rostro, asi afrentado,
i los cadáveres insepultos de sus nietos... Ejemplo de tanta
barbarie no se había visto on la República, desde que los
mezquinos vengadores del magnámino Portales colgaron, du-
rante tres días, en la plaza deOuillota, la cabeza deVidau-
rre, como una ofrenda de engaño al sacrificio que acaso aplau-
dían en su corazón (1).
(1) He aquí el oficio en que Alemparte daba cuenta al inten-
dt'nle de Concepción de este rasgo de crueldad (disputando a los
l)árl)aros la gloria de un malón salvaje en el que él no hahia lo-
mudo partí) i el documento, mas triste aun, por el que consta la
ejecución de su bárbara venganza.
El primero dice asi ;
Al pié. de Cupaño, noviembre 6 de 1851, a las 8 de la noche.
«Me apresuro a comunicar a US. el triunfo espléndido que al-
canzamos hoi a las o de la tarde, mediante la bizarría de los bra-
vos que tengo la honra de mandar, i mui especialmente el denue-
do de los valientes caciques Colipí, Catrileo, Coliman, Calhu,
Cuanchó, Coilí, Quian, Canila, Llanquin i otros muchos con sus
guapos mocetones que merecen bien de la patria.
Nuestra pérdida es de poco número ¡ felizmente corto también
el de los rebeldes, entre los que se cuenta el alzado desertor Zú-
ñiga, cuya cabeza mandaré colocar en un palo para memoria de
|;i insolencia con que tuvo la audaz petulancia de intimar ren-
dición a la plaza de Arauco, i que tal ejemplo evite tamaña
ofensa a nuestras armas.
De los pormenores me ocuparé en otra ocasión, cuando las
tareas de mi campaña lo permitan, esperando que, con el favor
déla Providencia, lograré realizar los fines que me propuse al
emprenderla; todo que ruego a US. maride trascribir a S. E.
para que, en su vista, me anticipe las órdenes que quiera impartir-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 220
XIV.
Con la miicrlo do Zúniga, la Araucania quedó complela-
mcnlc pacificada i destruidos los funestos planes del jeneral
me, seguro de que la provincia so conservará tranquila i que
Fie lisonjeo de poder llenar las indicaciones que le tengo hechas
en mis postreras comunicaciones.
Dios guarde a US.
José Antonio Alemparte.y)
Al señor Intendente de la provincia de Concepción.
El segundo documento está concebido en estos términos.
«COMANDANCIA JENERAL DE AR3IAS.
Tucapel, noviembre 8 de 1851.
«Al cargo del mismo paisano, Gabriel Arriagada, que comisionó
el ya desaparecido Zúñiga para cometer el atentado de intimar
rendición a esa plaza, va la cabeza del malvado que concibiera
tamaño crimen, i le fué dividida por los cacique aliados de Lu-
maco en la jornada del 6 del presente, de que di aviso, para que
U. la mande colocar en el lugar mas conveniente, a fin de sa-
tisfacer la vindicta pública, en desagravio de tamaña injuria i de
que tan patente muestra de los temores que infundiera ese cri-
minal, hagan olvidarlos desde luego, ya que no es posible alcan-
zar la indemnización de los inmensos males que cuestan a todo
el departamento i especialmente a esta subdeiegacion, las esta-
fas que cometiera i las pérdidas que tienen lugar, como una con-
secuencia necesaria del plan adoptado para poner atajo a los
avances de ese malvado.
Dios guarde a U. »
José Anionio Alempartc. »
Creemos de nuestro deber añadir a la autenticidad de estos
tristes documentos que el señor Alemparte nos ha informado
posteriormente que la ma Iré de Zúñiga se encontraba a la sa-
zón en Tucapel i no en Arauco, i que cuando él. llegó a la tolde-
230 BISTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
Búlncs para estrechar ia revolución entre sus fuegos i las
lanzas de los salvajes. A los pocos días del malón de Llin-
quéhue (12 de noviembre), ancló, en efecto, en la emboca-
dura del Lebu, la goleta Primavera que habla salido de
Constitución el día 5, conduciendo los auxilios que aquel
caudillo remitía a Zúñiga, lodos los que cayeron en manos
de la división dó Arauco. Se incorporaron en ella volunla-
riamente los granaderos que mandaba el alferes Bíilnes i éste
quedó en Concepción prisionero bajo su palabra.
La división de Alemparle, reforzada de una manera tan
singular con armas que eran en estremo necesarias, como
los sables i las carabinas, quedó pues ociosa. El dia 8 sa-
bemos que ocupó a Tucapel viejo, pero no nos consta que
este movimiento justiflcara el error que cometió aquel jefe en
no conducirla en el acto hacia Chillan, donde tal refuerzo
era eücasisimoen los momentos en que ya el jeneral Bülnes
iba en marcha sobre el Nuble. A fin de capturar la goleta
Primavera, que según los papeles lomados sobre el cuerpo
de Zúóiga se aguardaba de un dia para otro, bastaba solo
dejar en la embocadura del Lebu un destacamento compe-
tentemente mandado, para que, haciendo las señales conveni-
das con Zúúíga, se apoderase de aquel barquicbuelo i de su
escasa tripulación.
El 1 4 de noviembre se encontraba todavía en Arauco el
intendente Alemparle con su tropa, i ese dia le dirijió una
bombástica proclama para anunciar a sus «victoriosos» sol-
ría de^Baiieman, ya los indios habían cortado la cabeza de 2úñ¡ga
i la tenían separada del tronco, castodiándola un indio con su
lanza en ristre, para que no faera a juntarse con aquel, pues tal
era el terror que le tenían i el influjo que ejercían sobre los es-
píritus supersticiosos do los bárbaros los sortilejios de aquel
hombre tan astuto como valeroso, a quien llamaban Culpan o ti-
gre de los llanosa
DE LA ÁDMlNISTnACION MONTT. 234
liados que debían marcliar a reunirse con el ejércilo del je-
ueral Cruz (1).
Debióse sin duda esta tardanza de Aleraparte a la falla
do órdenes superiores para moverse; pero, en esta oca-
(I) He aquí esta proclama que copiamos del Boletín del $ud
nám. 7 lib. 'i.*».
«Cívicos de Talcaiiuajío i de la alta i baja Frokteba.
«Aun no hemos cumplido nuestra jornada. La comisión que
nos ha tocado desempeñar la habéis llenado honrosamente. Os
felicito por ello i me complazco sobre manera de haber encon-
trado en vosotros tanto valor i entusiasmo, tanto denuedo i pa-
triotismo.
«Satisfecho de esa noble decisión con qne me habéis acompa-
ñado a la frontera para pacificar a vuestros hermanos, haciendo
desaparecer el hombre funesto que amagaba nuestra tranquilidad,
nuestra vida i nuestros intereses, es que me dirijo a vosotros, a
nombre del jele supremo, elejido por los pueblos, pidiéndoos que
me acompañéis de nuevo a engrosar las filas del ejército de los
libres para que también seáis testigos del escarmiento que vamos
a dar a los verdaderos autores del crimen que hemos castigado.
«Si a mi lado os habéis mostrado con valor i entusiasmo, espe-
ro que, cuando os encontréis en medio de vuestros hermanos
del ejército i déla guardia nacional, i bajo las órdenes del ilus-
tre jeneral Cruz, redoblareis vuestros esfuerzos i os presentareis,
como ahora, dignos hijos de la patria que os vio nacer.
«Habéis empezado vuestra jornada gloriosamente. La victoria
ha coronado vuestros esfuerzos : pero el peligro aun no ha desa-
parecido del todo. Para que vuestra victoria sea duradera, para
que la patria os ofrezca sus coronas cívicas, necesitáis dar un
paso mas, necesitáis volar al encuentro de vuestros hermanos
que os aguardan anciosos, para probaros que ellos también me-
recen bien de la patria: pues están dispuestos a derramar la úl-
tima gota de sangre en defensa de la causa santa de la justicia
i de la libertad.
«Cuento con vosotros, valientes déla guardia nocional, i confío
en que despleguéis el mismo entusiasmo, por el que hoi está taa
reconocido vuestro compañero i amigo.
José' Antonio Alemparte.»
Arauco, noviembre 14 de 1851.
232 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
siou, no iliü miieslras de su jcnio revolucionarlo ni de la ac-
tividad i perspicacia que le eran habiluales, el antiguo in-
tendente de Concepción, cuya lentitud era ahora tanto mas
eslraña cuanto que su presencia personal era necesaria en el
ejército, del que habia sido nombrado intendente militar, el
mismo dia 6 de noviembre, en que dio feliz término a su
comisión, con la derrota i sacrificio de Zúñiga. Solo el dia
17 o 18 do noviembre, víspera del combate del Monte de
Urra, salió de Concepción el intendente de ejército (1) con
una lucida división de 300 hombres de infanleria I caballe-
(I) He aqui el documento de que consta el título del nuevo em-
pleo de don José Antonio Alemparte i en el que aparece también
el nouíbramiento del ciudadano Tirapegui para intendente de
Concepción, en reemplazo de aquel. Dice asi;
«CCARTEL JENERAL DE LOS LIBRES.
Chillan, noviembre 6 de 1851.
«S. E. con esta fecha ha espedido el decreto que sigue:
«Hallándose recargada la secretaría jeneral con las atenciones
de la intendencia de ejército, i siendo, por consiguiente, necesa-
j-io proveer desde luego este empleo, se nombra al señor in-
tendente de la provincia de Concepción don José Antonio Alem-
darte, intendente de ejército, quien se pondrá en marcha a
tomar posesión del empleo que se le confiere, tan pronto como
deje evacuadas las comisiones especiales que se le tienen en-
comendadas. I quedando por este nombramiento vacante el cargo
de intendente político de Concepción, se nombra, para que sirva
dicho empleo, al gobernador de Coelemu don Toribio Rfyes, i
de comandante jeneral de armas al teniente coronel don Nicolás
Tirapegui, Anótese, comuniqúese i tómese razón en las oficinas
que corresponda.
«Se trascribe a US. para su intelijencia i efectos consiguientes»
Dios guarde a US.
Pedro Félix Vicuña. f>
Al comandante *de armas de la provincia de Concepción, don Nicolás Ti-
rapegui.
DK LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 233
ria, a la que se habian incorporado algunos indios do la
costa.
Pronto veremos las funestas consecuencias que tuvo esla
tardanza, dando lugar a que por su causa se coinoticran mas
graves errores en la campaña sobro el Nuble, pues es ya
tiempo do volver a ocuparnos de las operaciones mllita*res,
cuya narración hornos suspendido con el propósito de pasar
en revista, a vuelo de ave, los acontecimientos de la revolu-
ción que tenían lugar lejos do ambos ejércitos belijerantcs.
30
CAPITULO IX.
EL COMBATE DE MONTE DE ORRA.
Marcha del ejército del gobierno desde el campamento de Longo-
milla hasta San Carlos, — Revista de comisario que tiene lugar
en este pueblo i comparación de las comisarias de ambos ejér-
citos belijerantes. — Nota en que el jeneral Búlnes detalla sus
operaciones militares, — Falso amago que hace con la caballería
sobre el vado de Cocharcas para pasar el Nuble por la monta-
na. — El jeneral Cruz se sitúa en Cocharcas i proclama que
dirije a sus soldados. — El ejército del gobierno pasa el Nuble
por Niblinto. — Juicio sobre este atrevido movimiento. — Párra-
fo de carta escrita por Garcia Reyes sobre esta operación. —
El jeneral Cruz traslada su ejército a los Guindos. — Topografía
del terreno que ocupan los belijerantes. — Ambos ejércitos se
ponen a la vista en la hacienda de los Guindos. — .Vtrevida mar-
cha de flanco que emprende el jeneral Búlnes. — Cruz, a instan-
cias de su secretario jeneral, envía un parlamentario al enemi-
go con una invitación para hacerla paz. — Las guerrillas no pa-
ralizan sus fuegos i el jeneral Búlnes continua su marcha.—
Arengan Cruz i Vicuña al ejército rebelde ¡ se mueve este sobre
Chillan, a retaguardia del jeneral Búlnes. — El «Monte de Urra»,
— Fórmanse ambas líneas de batalla i se rompe el fuego de ca-
non. — Falso movimiento que hace el coronel Puga para poner
a cubierto su caballería en la ala izquierda, contra la artillería
236 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
enemiga. — El jenoral Búlnes ordena que su cabalJeria pase a
su flíinco izquierdo. — Manera como el coronel García ejecuta
esta operación. — Emprende este jefe sin orden superior el ata-
que de la caballeria. — Combate de Monte de Urra, — Oficiales
que se distinguen en ambos ej(5rcitos i rasgos señalados de va-
lor. — Pérdida de los ejércitos en este hecho de armas.— El je-
iieral liúlnes ocupa a Chillan i Cruz regresa a su campamento
de los Guindos. — llespuesta tardía que aquel da, negándose a
entrar en convenios de paz con el caudillo revolucionario.
I.
Al íülerrumpir la narración de las operaciones militares
de la campaña de 1851, dejábamos al ejército del gobierno,
fuerte de tres mil hombres, en marcha sobre el Nuble, des-
de su campo de Longomilla, que habia levantado el 3 de
noviembre; mientras que el que comandaba el jeneral Cruz,
i cuyas fuerzas eran iguales a las de aquel, se veía parali-
zado en su cuartel jeneral de Chillan por la no interrumpida
violencia de las lluvias de primavera.
El jeneral Búlnes tuvo la peor parte de este recio cuanto
inusitado temporal, que se habia desencadenado desde el
mismo dia en que emprendió su marcha. Solo el 6 de no-
viembre, habia logrado ocupar el pueblo del Parral i el 9 a
San Carlos. El ejército habia llegado a este punto, a las Ires
de la mañana, en medio do torrentes de lluvia; pero estas con-
trariedades, que ponian a prueba el ánimo bisoño de los
soldados, presentaban, al mismo tiempo, de manifiesto su exe-
lente organización, su dirsciplina i el marcial espíritu que les
inspiraba su popular caudillo. El sobrio soldado chileno
se contenta con bien poco; pero los que conduela el jeneral
Búlnes disponían de tales recursos que hubiéraseles creído
mas bien un ejército de lujo, destinado a hacer una parada
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 237
miülar, quo una división colecticia, organizada a la iijcra.
Su vosluarioi calzado eran de primera calidad i completamen-
te nuevos; el armamento soberbio, abundantísimo su parque,
¡ on cuanto al rancho, basta decir que solo en «harina tos-
tada» so habia comido aquel ejército, hasta el 2 de noviembre,
un valor de 719 pesos, mientras que el consumo de la sal
para la sabrosa carne de las vacas, que se mataban por cente-
nares, llegaba a la cantidad de 204 pesos, el 7 de ese mismo
mes (1).
(I) Constan estas partidas del libro de la comisaria del ejército
del gobierno, que existe archivado en la contaduría mayor de es-
ta capital, donde lo hemos consultado. Aparece también de tos
borradores i apuntes de aquel documento (que nunca llegó a or-
ganizarse ¡ menos a justificarse debidamente), quese gasíaron en
el rancho del ejército del gobierno 88,030 pesos 34 centavos, in-
cluyendo algunas partidas por fletes o indemnización de semen-
teras taladas.
Es curioso el contraste que ofrecen las cuentas de la co-
misaria del ejército del orden con las del de los anarquistas. En este
iillimo, que se conserva archivado en el ministerio de la guerra
como un timbre para la revolución, se ven todas las hojas del
libro perfectamente balanceadas, cada una de sus partidas está
firmada por los encargados de invertir el dinero, i se refieren a
la correspondiente orden de pago que se acompaña con la nume-
ración correspondiente.
El libro del comisario Vieites no tiene ninguna de estas cir-
cunstancias. Es simplemente un cuaderno informe de apuntes,
en que, de cuando en cuando, figuran algunas órdenes de pago, fir-
madas por el jeneral jBúlnes ¡ escritas, las mas veces, con lápiz.
La mayor parte de los abonos del último son por suples i bue-
nas cuentas pagadas a los cuerpos del ejército, que ascienden en
su totalidad a 182,206 pesos, desde setiembre al 31 de diciembre,
Hai algunas otras partidas que dicen simplemente asi.
Diciembre 15, ai presbítero Toledo (el párroco guerrillero) para
imprevistos — 100 pesos.
Diciembre 19, al presbítero Toledo por danos en las sementeras,
li pesos 5o centavos.
Octubre 3, pagado al capataz Palma por birlochos l,5o2 pesos
üO centavos.
23S HISTORIA DE LOS DIEZ A^OS
II.
Las lluvias deluvieron al jeneral Búlnes cuatro días en San
Carlos. Solo el dia 13, que, como dijimos, era el dia designado
por el jeneral Cruz para salir a campana, pudo el ejército
del gobierno volver a emprender su marcha. Ambas fuerzas
estaban ahora solo a ocho leguas de distancia; i mientras nos
trasladamos a la márjen meridional del Nuble, para seguir
un instante al jeneral Cruz en sus operaciones, dejemos a
su émulo contar las suyas propias en la ribera norte, hasta
el momento en que emprendió el paso del rio. Están éstas
detalladas en el siguiente oficio inédito, redactado por la ele-
gante pluma del secretario García Reyes i dice testualmente
asi, tal cual lo hemos copiado del archivo del ministerio de
la guerra.
«CUARTEL JENERAL DEL EJERCITO DE
OPERACIONES SOBRE EL SLR.
Saa Carlos, noviembre 13 de 1851.
«En oficio de 3 del corriente, bajo el núm. 116, anuncié
a US. que el ejército de mi mando emprendía su marcha en
busca del enemigo, ¡ ofrecí dar, desde este pueblo, una ra-
zón de su fuerza, del aspecto con que se presentaban las
cosas, i de los planes que me proponía ejecutar. Cumplo al
présenle con este deber, aunque no me es dado, por las cir-
cunstancias del dia, hacerlo con la individualidad que había
deseado.
«La marcha del ejército ha sido detenida por una lluvia
casi constante que sobrevino desde su salida de Longomi-
lla, i que no le permitió arribar a este punto hasta el 9 del
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 2J9
corriente. Desdo enlónces, ha permanecido detenida por la
misma causa hasta el presento, en que recien pasados los
efectos dol temporal, han quedado los campos on estado do
permitir el movimiento do las tropas.
«Alo os gralo decir a US. que el ejército ha mostrado du-
rante la marcha una moralidad i disciplina ejemplares, i qud
las penalidades consiguientes al estado del tiempo no han he-
cho mas que alizar cl buen espíritu que lo anima i de quo
otra vez he tenido el honor de imponer a US.
«A nuestra aproximación a San Carlos, las partidas ene-
migas que ocupaban este deparlamento para espoliarlo i come-
ter esacciones de todo jéncro, se replegaron hacia la banda
opuesta del Nuble, que he encontrado, como era de esperar-
se, cubierta de guardias en una considerable ostensión.
«Mi principal empeño, después de restablecidas las auto-
ridades lejitimas que los sublevados hablan depuesto, ha sido
informarme de los diferentes pasajes que el rio ofrece, para
elejir el que presenta menores inconvenientes para el tránsito
de las tropas. Por desgracia, ninguno de ellos proporciona,
no ya comodidad, pero ni siquiera posibilidad para transpor-
tar la artillería, no pudiendo verificar esta operación los cuer-
pos de las otras armas sino por terrenos cubiertos de fanga-
les, i teniendo al frente enemigos parapetados de la barranca
dominante en la ribera opuesta. Como seria en gran manera
difícil emprender el pasaje del ejército con tales circunstan-
cias, me he decidido a subir con él a la Montaña, i aprove-
charme de la ventaja que ofrece el vado denominado las
«Nalcas», que por hallarse a ocho o diez leguas de este pue-
blo i otras tantas del cuartel jeneral del enemigo, situado en
Chillan, me hace esperar que no encontraré en él la resisten-
cia que era seguro en otros que están mas inmediatos a
aquel punto. Es fácil burlar la vijilancia del enemigo (sitúa-
240 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(lo en Chillan) con falsas tentativas de pasaje por otros va-
dos, i hacer pasar el ejército, a favor de ellas, sin el gravo
i casi invencible oi)sláculo que puedan oponer sus fuerzas.
«En este momento, algunos jefes ¡oficiales idóneos exa-
minan los lugares por donde el ejército tiene que hacer su
marcha, a fin de prevenir con tiempo las dificultades con
que se podría tropezar. Mientras tanto, la caballería se ha
movido hoi sobre el Nuble, al mando del comandante jene-
ral de armas, coronel don José Ignacio García, con el objolo
de cortar toda comunicación con el enemigo, tentar artificio-
samente el reconocimiento de los diversos vados, i ocultar
el verdadero movimiento del ejército, que se emprenderá ma-
ílana con la infantería, si algún grave inconveniente no lo
impide. Unida a ella la caballería, mas tardo, espero que el ejér-
cito dormirá mañana en las inmediaciones de las «Nalcas»,
i que ejeculará el pasaje felizmente al alba del siguiente dia.
£1 estado adjunlo manifestará a US. la fuerza efectiva del
ejército. En cuanlo a su disciplina i decisión por la causa
que defiende, solo tengo que ratificar el favorable concepto
que le manilieslo a US. en notas anteriores. Confiado en él,
me atrevo ir a buscar al enemigo en su campo, dejando a
retaguardia un rio de difícil tránsito, i por consiguiente, sin
retirada en un caso adverso, que aforlunadamonle no espero.
«De las demás or-urrencias que sobrevengan, daré cuenla
a US. oporlunomeníe, i me limito por ahora a suplicarle se
sirva Irasmilir a S. E. el presidente el contenido de esta nota,
asegurándole que marcho en perfecla intelijencia de los ca-
ros intereses nacionales que estol encargado de sostener, i
que no se omitirá medio alguno de cuantos puedan contribuir
a que sean asegurados por una completa victoria.
Dios guarde a I S.
Manuel Bídnes.n
Al señor ministro de la íruerra.
DE LA ÍDMINISIRACION ÍIONTT. 541
iir.
Al ser avisado el jcncral Cruz do quo toda la caballería
enemiga so movía (conformo al plan desenvucllo por el jeneral
Bíilnes en lañóla quo acabamos do transcribir) sobro el vado
do Cocharcas, quo os el mas inmediato a Chillan por el ca-
mino recto del sud, salió apresuradamente do este pueblo
con su ejército (1] ¡ so situó frente a aquel paso. Sin embargo era
(I) He aquí la entusiasta i enérjica proclama que el jeneral
Cruz dirijiü a su ejército al tiempo oe salir a campana. Las noti-
cias i las cifras aparecen cstraordinariamcnte abultadas en esta
pieza, debiéndose sin duda esto a la fácil credulidad del secretario
jeneral que la redactó.
«SOLDADOS DEL EJÉRCrfO RliSTAUBADOB.
«Vosotros sois la esperanza de la República, ¡ estas esperanzas
son solemnes i sagradas para quo dejen de cumplirse. Vuestro
valor, vuestro patriotismo i denuedo van a devolver a la Repú-
blica sus derechos ¡ libertades. A la sombra de heroicos laureles,
volvereis a reposar con vuestras familias i a disfrutar de la glo-
ria i beneficios que vuestro brazo va a alcanzar.
«La hidra de la corrupción i el azote de la discordia que ella
fomentaba, van a desaparecer de nuestro suelo para que el pa-
triotismo i la virtud se ocupen de la dicha de la Patria.
aEn los mismos que vais a combatir, mirad solo algunos ilusos,
a otros arrastrados por la fuerza i a un puñado de ambiciosos se-
ducidos por el oro i los empleos. Su número es tan pequeño, su
alma tan baja que los veréis desaparecer con solo presentaros.
«En Aconcagua, Coquimbo i Valparaíso ellos'asesinan a inde-
fensos ciudadanos; a la vista de sus crímenes, alzan gritos de de-
sesperación contra el heroico patriotismo, que prefiere la muerte
a la horrible servidumbre en que tienen la Patria. Estos gritos
son los ecos de su conciencia ajitada, son los desahogos del mie-
do i del terror.
«La mano de Dios pesa sobre ellos; no dominan sino el terreno
que pisan en Santiago i Valparaifo; todo lo demás está ocupado
31
242 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
demasiado evidente para él que el amago de la caballería Icnia
porobjclo solo una maniobra estralcjica del jeneral Bülnes, con
ol fin de encubrir el verdadero movimienlo que hacia con sus
fuerzas en demanda de olro vado mas asequible. El no ver
sobre las altas barrancas que encajonan el Nuble por su
márjen selcntrional otra arma que la de la caballería, hacia
demasiado fácil concebir que el enemigo no tendría la Icme-
por nuestros amigos. Las poblaciones enteras armadas loman el
campo: de Valparaiso salieron 600 hombres, a ia \¡sta de ellos
mismos, después de haber derrotado su caballería; ahora inter-
ceptan los caminos, i unidos con los invictos aconcagüinos, tie-
nen arrinconados a nuestros opresores en solo aquellos dos pue-
blos. Eii San Fernando hai multitud de hombres de caballería i
también en Lontué organizados en guerrillas que han cortado al
Jeneral Búlnes sus comunicaciones con la capital. La fragata
Chile la perdieron en Papudo i los prisioneros del Meteoro i la
Janaqueo hoi llegarán voluntarios a servir bajo nuestra bandera.
A la fuerza de Coquimbo se pasaron armados doscientos valien-
tes aconcagüinos de caballería de las mismas filas de nuestros
opresores.
«Es por esto que salen de sus atrincheramientos de Longomilla
i se avanzan contra vosotros, buscando como desesperados algún
acaso que los favorezca. Volemos también nosotros a hacer ver
(¡ae no hai mas salud ni mas esperanza que someterse a su Pa-
tria i que el reinado de la corrupción i de la injusticia ha termi-
nado.
«Soldados: la patria entera os contempla en este momento.
Vuestra conducta i disciplina rae llena de satisfacción. Vuestros
enemigos vorán con vergüenza que sus mujeres, abandonadas a
la miseria, han sido alimentadas i socorridas por vosotros i que
todas ellas querían ir en vuestras filas para desarmar a sus ilusos
maridos.
aSoldados: la victoria es segura, desde que vuestra causa es san-
ta i justa; el Dios de los Ejércitos es el que os inspira eso entu-
-siasmo i patriotismo. Marchemos con paso firme, i en pocos dias
mas la suerte de la Patria e^tá asegurada, — Vuestro amigo i com-
pañero.
José STaria de la Crus.»
Chillan, novípuibrc ]0 de Idól.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 243
ridad de ¡nlonlar el paso del rio por Cuchareas, a la v¡.sla
del ejéreilo icvolucionario.
IV.
Enlrclaulo, el jcncral en jefe del ejéreilo del gobierno ha-
bla movido su campo de San-Cárlos, en prosecución do los
planes que hemos visto desarrollados en su citada comuni-
cacioQ oficial, después de haber pasado a sus fuerzas, que
ascendían en ese dia (12 de noviembre) a 3,139 plazas,
la revista do comisario que correspondía a la quincena de
aquel raes (1).
Emprendió el jeneral Bülnes aquel feliz movimiento eslra-
léjico, a las 6 de la mañana del dia II, i a las 3 deja larde,
se encontraba al pié de los últimos declives de la cordillera,
cuya rejion es conocida en el sud con el nombre de la Monla-
ña, en contraposición a los Llanos, de que aquella se despren-
de. Su marcha habiasido, hasta esa hora, en línea recta hacia
el oriente. Reunióse la caballería que regresaba a Cochar-
cas, en aquel punto, i tan oportunamente i con tanta preci-
sión en los movimientos combinados de antemano, que mon-
tando la infantería en el acto a la grupa, pasó aquella misma
larde al otro lado del rio.
El vado elejido por los prácticos era el de Nahüei Toro,
en el punto denominado Niblinlo, i aunque el poderoso Nuble
se estrecha allí entre las gargantas de los últimos aírrestcs
espolones de la cordillera, su corriente es mas rispida i
(1) Puede verse en el núm. 1." fiel Ápértñice el estado inédito
de esfa revista, que debemos a la [)on!j3d del spuor Silva Chaves
i que completa por sus detalJes el que publicamos bajo el núm.
~, copiado de la Memoria del ministerio de la guerra de 18o2.
244 HISTORIA DE LOS DIEZ AMOS
arrastra I9I masa de guijarros i pedrones, quo el paso so
hace en eslremo difícil para la artillería i obliga a los caba-
llos a un peligrosísimo ejercicio. Empleóse, en consecuencia,
todo el dia 15 en pasar la artillería i el parque, habiéndose
mojado una parte raui considerable de este en los pigmeos
carritos usados al sud del Maule, en quo eran conducidos.
Quedó a tan mal traer la caballada del ejército invasor
con el continuo paso i repaso del pedregoso vado de Niblin-
to, que, al siguiente dia, 16 de noviembre, no pudo hacer
aquel sino una jornada de dos leguas, i el 17 otra aun mas
breve, acampándose en el punto llamado las casas de Peña,
donde el jeneral Bülnes permaneció todo el dia 18, dando
reposo a sus fatigadas monturas. Marchaba ahora aquel
intrépido caudillo resueltamente sobre Chillan i los ejércitos
belijerantes so encontraban separados solo por un espacio de
tres leííuas.
V.
Considerado militarmente, el paso del Nuble habia sido
absurdo i temerario de parte del jeneral Bülnes. Instruido
ya del completo fracaso de las tentativas del comisario Zú-
ñiga para molestar a los revolucionarios por su retaguardia,
arrojábase él ciegamente a interponer a la suya un rio inva-
deable, poniéndose en un riesgo inminente (que no tardó en
llegar) do ser atacado do frente poruña fuerza que era igual
o superior a la suya, i la que, una vez estrechándolo contra
las márjenes del Nuble, podia obligarlo a darle una batalla
en situación desventajosa. Al menos, encaso de mal éxito, no
habría escapado uno solo de sus soldados, pues tenia com-
pletamente cortada su línea de operaciones, mientras que
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 245
Cruz conservaba abiertos lodos los caminos liasla las Fron-
teras.
Por olra parlo, alojándose el cjércilo del gobierno hacia
la cordillera, dejaba espodito el paso del Nuble al jeneral
Cruz, por el vado del camino directo del sud a la capital,
i en esla ventajosísima coyuntura, el caudillo revolucionario
pedia o bien poner en jaque al jeneral Búlnes, situándose en
la raárjen setentrional del rio para disputarlo su repaso, en
lo que habia un cambio completo de papeles, o bien marchar
resueltamente sobre el Maule, lo qne era por cierto mucho
mas atrevido ¡ por consiguiente, mas acertado. Tan cierto era
en verdad todo esto, que el sagaz jeneral en jefe del gobier-
no llegó a temerlo, en el instante mismo en que pisó la ribera
meridional del Nuble (1).
Pero, en un sentido revolucionario, aquel movimiento ha-
bia sido cuerdamente concebido, porque, en la guerra, mu-
chas veces la osadia es prudencia, i esto esplica la gloria
del jeneral Búlnes i su éxito en Yungay i, mas tarde, en
Longomilla, donde, derrotadas sus armas, su audacia les
dio a la postre la victoria.
Hacia ya dos meses, en efeclo, a que los pueblos del sud
estaban en armas. Las guerrillas de su ejército dominaban
todos los pueblos de las llanuras intermedias entre el Nuble
i el Maule. Cobrando ánimos los partidarios de las provin-
(1) Hé aquí, en efeclo, lo que, con fecha 15, decía el secreta-
rio García Reyes, desde el campamento de Cato, al intendente
de Talca, en carta queorijinal tenemos a la vista. — «No ha deja-
do de sospecharse que, adelantándonos con este ejército hacia la
cordillera, Cruz pase el Nuble por su frente i se avance sobre el
Maule. En tal caso, el ejército traspasaría el Nuble i avanzaría a
ese rio por un camino mas corto i cómodo que el que llevaba el
enemigo, a quien deben faltar las carretas i otros útile« para con-
ducir artillería i bagaje»,»
2iG HHTORIA DK LOS DIEZ ANOS
cias '^.enlralos con la poderosa aunque lenla organización que
el jeneral Cruz había dado a su ejército, ¡nlentabau por lo-
das parles alzamientos armados, que traían al gobierno de la
capital en una profunda alarma. La provincia de Colchagua
se cubría do montoneras. Valparaíso había dado el grito de
rebelión, regándose sus calles en heroica sangre, mientras que
en la Serena corría aquella a raudales con ejemplos de mayor
heroísmo. Aun en el lejano Copiapó, asomaba la rebelión a
cara descubierta, como lo referiremos en el lugar correspon-
dientó, sin que faltaran en la remota provincia de Valdivia
síntomas evidentes de descontento i agresión.
lira pues preciso apresurarse a destruir el foco de aque-
lla inmensa conmoción en que se ajitaba convulsa toda la
república. Este era el pensamiento del gobierno: este era
también el temerario plan de campaña del jeneral Bülnes,
uno do los pocos jefes del ejército chileno capaz de conce-
birlo, i a no dudarlo, el único que tuviera las dotes necesa^
rias para ponerlo por obra.
VI.
Sucedía, entretanto, qi;9 mientras el ejército del gobierno
descendía sobre Chillan por la línea paralela de las corrien-
tes del Nuble i del Cato, su principal afluente, el jeneral Cruz,
después de tener oportuno aviso de aquel movimiento, se ha-
bía trasladado del paso de Cocharcas, donde su ejército es-
taba espueslo en un campo descubierto a la violencia de un
sol abrasador, hacía una posición mas favorecida, a orillas
del Cato, acampándose con el ejército en línea, la noche del
15, en la hacienda de Quintana, i al siguiente día, en el punto,
aun mas fuerte, de los Guindos, situado cerca de la con-
HF. LA AUMINISTRACION MONTT, 2+/
fiucncia (Ifil ('alo con el Xublc. Asi quoilaha inlcrpnoslo en-
tro Chillan i el ejército enemigo, que so movía en aquella
dirección, i distaba eso dia, como hemos visto, solo dos o
tres leguas do su campo.
VIL
El teatro que iba a tenor la guerra era la ciudad do Chi-
llan i sus campiñas inmediatas, cu medio de las quo está edi-
ficada aquella, como un tablero de ajedrez sobre un tapiz
de verdura. Dilálanse aquellas llanuras, cuyos horizontes in-
terrumpían entonces solo las lineas de algunas jóvenes ala-
medas, por un espacio que mide cuarenta o cincuenta leguas
de arca, entre el ítala i el Nuble, las cordilleras i las coli-
nas de la costa. Fueron estos los llanos, a cuya vista, es fa-
ma, esclamó uno de nuestros jenerales. — «Que hermoso cam-
po para un combale naval!»; i a la verdad, que la ¡raiíjen
no es del todo desapropiada, porque, mirando hacia el oriente,
aquellas suaves i vastas ondulaciones aseméjanse a un mar
inmóvil i petrificado, al que el solitario Descabezado i la lava
que brota del cráter del Pico deChillan, sirvieran de jigantes-
cos faros.
El profundo cauce del Nuble i del ítala defraudan aque-
llas planicies de los cursos de agua que deberían fecundi-
zarlas i abonar la pobreza nativa de sus tierras. Solo tres rios
mediocres, tributarios de aquellos, las recorren en los pri-
meros declives de la Montana, cayendo el Diguillin i el Chi-
llan en el Ítala i arrojando sus aguas metálicas el turbio
Calo en el Nuble.
248 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
VIII.
Fué, como dijimos, en la vecindad de la confluencia de
estos dos ríos donde el jeneral Criiz resolvió aguardar al ene-
migo. El caserío de la hacienda de los Guindos, propiedad do
los padres misioneros de Chillan, ofrecia con sus espesas
arboledas sombra i refrijcrio a la tropa, mientras las mu-
rallas do las casas servían como de baluarte, en el caso de
darse ahí la batalla.
El momento de esta se acercaba ya aceleradamente.
IX.
Hacía las dos de la mañana del día 19 de noviembre, el
mayor Videla, que se encontraba al mando de la gran guar-
dia del ejército del sud, cerca de dos leguas mas al oriente de
los Guindos, en la orilla del Cato, con dos corapaflias de su bata-
llón, recibió aviso, por un desertor del Buin (antiguo soldado del
Valdivia), a quien se habla impuesto un castigo aquella noche,
que el ejército enemigo se movía do las casas de Peña en
dirección a Chillan i que no tardaría en avistarse. Puso, en
consecuencia, gran cuidado Vídela ¡ envió aviso al jeneral.
El desertor no había mentido. Cuando tenia la primera
luz del día, comenzaron a divisarse, hacia el oriente, algunas
lénues polvaredas, i aplicando el jefe do la avanzada su oido
en tierra, percibió claramente el traquido de los caballos en
las pedregosas márjenss del Cato.
A! instante, dio orden a su columna úo replegarse sobre el ejér-
cito, loque se verificó al paso de trole. Cuando so presentó en las
casas de los Guindos, el cauto jeneral onjefo había formado la
DE LA ADMINISTRACIÓN MO»TT. 249
linca do batalla en una altura, al oriente de aquellas, i la
caballcria estaba montada i con sus armas en la mano. Eran
osos momentos las siete de la mañana.
Una hora después, avistáronse las columnas do marcha, en
que venia formado el ejército del jencral Cuines, por el ca-
mino que conduce de Chillan a la Montaña. La posición quo
habia ocupado el ejército revolucionario no distaba sino seis
u ocho cuadras a la izquierda del camino, de manera quo
cuando el enemigo pasase por su frente, lo amagaba de flan-
co ¡ podia comenzar la batalla con considerables ventajas.
Asi iba a suceder en verdad.
El ejército del sur rebosaba en bélico entusiasmo i el sol
naciente iluminaba, como un astro de gloria, los rostros juve-
niles de aquellos voluntarios déla libertad, reflejando sus ra-
yos en sus bruñidas armas.
No era menos marcial el aspecto de los soldados del or-
den. Se avanzaban éstos en compactas columnas, paso de
carga, banderas desplegadas, armas a discreción, batiendo
sus bandas marchas guerreras. Al dar frente al camino de
los Guindos, avistando la linea de los rebeldes, acortaron el
paso, como si temieran que su celeridad fuese atribuida a
temor, i comenzaron a atronar el aire con sus retos de guerra,
esc chivateo del soldado chileno, que tiene el hálito de la pól-
yora i de la muerte.
En ese instante, se hicieron oir los primeros disparos. Algunas
mitades de carabineros, seguidas de un enjambre de indios
desnudos, galopaban, haciendo diversas evoluciones, por los
flancos del enemigo en marcha. Las guerrillas de éste, manda-
das por un bravo capitanejo de Chillan, llamado Vallejos, an-
tiguo camarada de los Pincheiras, salían a contestar el fuego
con sus carabinas i se empeñaban tiroteos parciales, sin quo
por esto las columnas pararan su marcha.
32
2150 HISTORIA DE LOS ÜIF.Z A.ÑOS
Era conocida la intención del jeneral Búlnes de apoderarse
do Chillan, pasando alrevidamenle, en marcha de flanco, por
el frente del jeneral Cruz i atravesando la angosta faja de
terreno que se estendia entre la posición do este i la escar-
pada ribera del Cato. Solo un jeneral tan audaz como el
vencedor de Yungay podia acomolor aquella empresa.
La batall-a iba pues a empeñarse i seria terrible. A una se-
fialdel jeneral Cruz, su linea do infantería se plegaria en co-
lumnas de ataque, sus masas de jinetes se agruparían en los
flancos i mientras el cañón jugaba, desde las eminencias del
terreno, sobre la linea que debia tender el enemigo, caerían
aquellas como un torrente de fierro sobre los fatigados ba-
lailones de la capital, esforzándose por arrollarlos sobre las
barrancas elevadísimas del Cato. Acaso en aquel dia, en
aquella hora, iba a ser el cauce de este rio la tumba de
la reacción vencida ahora, como el del Lircai fué el sangrien-
to lecho del bando liberal en 1829.
X.
Pero quizo e! destino que sucediese de otra suerte. Cuan-
do el jeneral Cruz, adelantándose un gran trecho sobre ol
camino, reconocía con su anteojo al enemigo, ocurrióse a su
secretario jeneral la honrosa pero malhadatla idea de hacer
un llamamiento de paz al hombre que con tan singular osadia
i tan temeraria resolución venia a provocarlos en su propio
campo. Equivocación funesta que en lugar de un solo i pc-
rcnlorio desmentido, tuvo, después del sangriento de aquel
dia, el atroz de Longomilla!
Acercándose, en efecto, el secretario Vicuña al jeneral
Cruz, con voz que acusaba su noble i eslemporánea solicitud.
I)F. LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 2."!
(lijólo: — «Señor. — Soríi posible quo vayamos a malarnos entro
hermanos, sin qiio nos digamos anles una sola palabra do
reconciliación!» (I)
— «Ellos lo quieren ! lo contestó con firmeza el caudillo
del sud. A ellos tocaba hablar, i ya ve U. como han roto
sus fuegos».
— «Pero, señor jeneral.roplicülo aquel: ¿qué se pierde con
esto paso patriótico? Es un deber nuestro el probar quo no
hemos hecho la revolución por miras mezquinas. Con la res-
puesta del jeneral Biilnes sabremos a que atenernos.»
Durante ua momento, el caudillo de la revolución pareció
vacilar. Sin duda, pasó por su frente la imájen desfallecida
i sangrionta de la patria, que tanto habia amado i que ahora
iba a despedazar el plomo fratricida. Hubo una pausa de
solemne silencio i al tin,como si fuera presa de una incerti-
dumbre, a la que no encontraba en su ánimo solución posi-
ble, volvióse a Vicuña ¡ díjole — Haga U. lo que le parezca!
Apeóse entonces de su caballo aquel bien intencionado pe-
ro inesperto patriota, ¡ reclinándose en el suelo, estendió,
con la facilidad peculiar de redacción que le es característica,
la siguiente nota, que firmó el jeneral Cruz en el arzón de
su silla.
([) El secretario jeneral Vicuña, que, apesarde tener solo un
puesto civil en el ejército revolucionario, no esquivó nunca su
persona a los peligros que le imponia el deber, habia escrito a su
esposa estas palabras íntimas, que ponen de maniOesto su entu-
siasmo patriótico, no menos que su buena fé de caudillo, el mismo
dia (18 de octubre), en que partia de Concepción para entrar ea
campaña. «Te diré, en fin, que en cualquier peligro, Dios \ íú
serán mis últimos recuerdos ! Estas son las palabras que decia En-
rique IV a la que mas amaba; pero como yo no soi como el reí
caballero, no debes temer nada por mí, aunque en mi cabeza
llevo el penacho blanco que él tenia en su cascu en los dias d«
combate. »
252 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
^ «CUARTEL JENEBAL DE LOS LIBRES.
Los Guindoí, noviembre 19 da 1851.
«A la cabeza de un ejército que rae asegura la victoria,
es mi deber dirijirmo a US., a nombre de la humanidad i del
patriotismo,' para ahorrar a la república la sangre que debe
derramarse. No es este el momento de resolver cuestiones
políticas; pero el buen sentido de US. no dejará de conocer
la justicia de la causa que defiendo, apesar de los compro-
misos a que ha sido arrastrado. No me anima ninguna pasión,
ningún resentimiento, i desde que se salven los intereses pú-
blicos i se haga arbitra a la misma nación de sus destinos,
yo estoi pronto a arreglar con US. la cuestión militar de un
modo que garantizo el orden público, mientras la nación pue-
da espresar sus intereses i voluntad.
«Entre las fuerzas que mando hai una división de Arauca-
nos que no podria contenerse en una derrota que US. sufra.
Mi primer deber es asegurar el triunfo de la causa que de-
fiendo, i ya que nuestros enemigos no se han ocupado sino
en incendiar las tribus de A rauco cnnira las provincias eman-
cipadas del gobierno que US. obedece, mui justo era los com-
batiésemos con las mismas armas.
«Yo autorizo a US. para mandar un ayudante a examinar
el número úg nuestras fuerzas, i esto examen será bastante
para convencer a US. do que la victoria debo estar de nues-
tro lado. Su fuerza moral, reposando en la justicia i en la
reconquista do las ¡ibcrlades públicas, es superior a cuanto
US. puede imajinarse: es en esto en lo que encuentro mi ma-
yor confianza i seguridad.
«En cualquiera situación do mi vida, me llenará de orgu-
llo este paso que doi. Uua sola lágrima ahorrada a la repú-
DE LA AÜMINISTRACION MONTT. 253
blica, es para mi un bíon incstimablo; un campo de batalla
es solo un sangriento recuerdo úa odios i pasiones, es el re-
sultado de la terquedad i desprecio con que so ha mirado
la opinión nacional.
Dios guarde a l'S.
José Maña de la Cruz.
Pedro Félix Vicuña, secretario jcncral,»
Cerróse el pliego, i llamando el jeneral Cruz a uno de
sus ayudantes do campo, el joven mayor don Tomas Rioseco,
dijole que fuera a ponerle en manos del jeneral Búines.
Hizolo asi, en el acto, aquel oficial, adolanlándose'con una
bandera de parlamentario i un corneta, mientras las guerrillas
se batian ya con algún encarnizamiento. Olvidóse en aque-
lla coyuntura hacer cesar los fuegos do las partidas avanza-
das, i el jeneral Bíilnes, aunque recibió al parlamentario, no
detuvo por aquel motivo la marcha de su ejército, como sa
lo exijia el exacto cumplimiento de las leyes de la guerra.
XI.
Observando el jeneral Cruz aquella informalidad, i que ala
vez ganaba mucho terreno hacia su vanguardia el enemigo, dio
la voz de marchar sobrólas columnas, a cuyas espaldas que-
daba ya su línea.
Cuando se formaron las columnas, o mas bien, pelotones
de marcha, pues la tropa se adelantaba en gran confusión, el
jeneral Cruz, que montaba un pequeño caballo blanco que
conserva todavía, se paró delante de las fdas i, con toda la
fuerza de voz que le permitía su delicada complexión, aren-
gólas, señalándoles aquel dia como el del de su glorioso desea-
254 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
lace de la campaña en que se habían alistado voluntarios. —
«El jen&ral Cruz, cuenta en su diario de campaña el se-
cretario Vicuña, que se encontraba a su lado, Iraló fuerte-
mente a Dülnes i a toda la corrompida administración que
había organizado para defenderlo. Ilabló de la libertad, de
los derechos de los pueblos i dijo que eran llegados los mo-
mentos de reconquistarlos. Como la línea era eslensa, añade,
habló a la mitad ; pero se afectó demasiado en el estado de
debilidad en que se hallaba i me dijo. — « No puedo continuar.
— Hable Y. al resto de la tropa. »
*iDirijime entonces con un ayudante, continua Vicuña, ha-
cia el sitio en que formaba el Carampangue, i levantando la
voz, reproduje lo que el jeneral había dicho. Los soldados
me vicloriaron, añade el narrador, por mis discursos mar-
ciales, que lalvez eran elocuentes, porque en aquellos mo-
mentos, yo estaba poseído de una enerjia i entusiasmo es-
traordinarios.»
Sonaron entonces las cajas el toque de marcha, i el ejército
se puso en movimienlo hacia Chillan,, dando muestras del
mas vivo entusiasmo. «Los soldados, dice Vicuña, volaban
mas bien que corrían.» — En su tránsito, encontraban palizadas
i sanjones llenos de agua, pero, sin reparar en ningún obsíá-
culo, se adelantaban en tropeles hacía el enemigo, hasta que al
fin, viéndose este amagado ya de cerca, detuvo su marcha,
casi en los suburbios del pueblo nuevo de Chillan.
Ll famoso cómbale de Siente de Urra, el Junin de nues-
tras guerras civiles, i que tan impropíomenlo so ha llama-
do balalía do los Guindos, iba a tener lugar.
DE L\ ADMIMSIIIACION MOM í. 2j5
xri.
Era ya pasada la hora del medio dia, cuando ambos jeuG-
rales hicieron alio i formaron su linea de balalla, desplegan-
do Búines sus lucidas columnas, en que la disciplina brillaba
a la par con cl ardimiento nalivo do las peleas; i desarro-
llando Cruz sus masas de enlusiaslas voluníarios, que habían
venido desde los Guindos a carrera tendida ¡ en confusos tro-
peles.
Era e! terreno en que iba a trabarse el combale digno do
Jos bravos que debian medirlo con sus armas. No había re-
paros, ni sinuosidades, ni accidentes que dieran la ven-
taja al mejor colocado. Una planicie rasa, empapada de ver-
dura i de humedad, con las recientes lluvias; algún árbol
solitario (1] ; sin mas fosos que los que bordan el camino
real, que, do esta suerte, sirvieron de reparo al ejército del
gobierno que por él venia ; sin otras palizadas, al contrario do
lo que entonces se ponderó, que los débiles maderos que di-
viden los potreros, dejando entre ellos tan espaciosos claros que
una linea de infanteria no seria detenida ni desorganizada en
su marcha mas de unos pocos segundos: tal era ci campo de
Monte de Urra, asi llamado por un matorral que crece en sííí
bajio del terreno, i cuyo aspecto apenas haria creer hubie-
ra merecido jamas el nombre de monte, sino fuera que en
las llanuras del sur se dan estas pomposas denominaciones
(1) Señálase todavía el árbol, a cuya sombra se mantuvo c\
jcneral Búliies, hacia un lado del camino. Visité el campo de
batalla de Moute de Urra, en octubre de 1861, en compañía del
amable joven de Chillan don Vicente Borne.
256 HISTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
aun a las «manchas de palquí» quo nosotros miramos como
abrojos én nuestras zonas montañosas (1).
XÍII.
Apoyaba el jeneral Cruz la izquierda de su iofanteria en
aquel sitio (propiedad hoi dia de don Gonzalo Gazmuri, opu-
lento vecino de Chillan), que, mas que de monte, tiene, desdo
la distancia, el aspecto de una vega fangosa. Su derecha re-
balsaba el camino real de Chillan a Talca, hasta tocar en
una eminencia situada en las tierras de un hacendado llama-
do Quintana. Formaba en el centro de la línea el batallón
Guia, el Alcázar a la izquierda i a la derecha el 2." Caram-
pangue, cuyo activo jefe cuidaba del buen orden de la tropa
en todo el frente, El veterano Carampangue, al mando del
coronel Zañartu, estaba situado de reserva, en columna cer-
rada, doscientos pasos a retaguardia de la linea. La artillería
ocupaba los claros dejados por los batallones en línea, en-
contrándose Zúñiga en el centro con tres piezas, Gaspar a
la derecha, i otros oficiales subalternos, con dos cañones, a
la izquierda. Los voluntarios de Estados Unidos, cuyo núme-
ro llegaba a 28, tenían a su cargo una de estas piezas.
(1) Llámase también «Monte Badillo> otro sitio inmediato a
Chillan, donde no existen árboles, como no los hai tampoco en
el llamado Monte Baeza, a inmediaciorjes de Talca. Quizá diosa
este nombre a los lugares de donde se proveían de leña los pri-
meros pobladores de aquellas localidades, i es curioso observar,
por las denominaciones que dejamos apuntadas, el hecho de que
casi todos esos sitios de esplotacion humana tienen nombres es-
pañoles, sin duda por los propietarios que los poseyeron, mien-
tra la gran mayoría de las posesiones de Chile, llevan los pin-
torescos títulos que inspiraba la naturaleza a los primitivos in-
díjenas.
m I.\ ^DMINMSTP.ACIO.N MONTT. 2o7
Ta numerosa caballería del ejército revolucionario, mon-
tada en caballos que habian iiecho mui poco servicio, al con-
trario (lo los de la opuesta, recibió la colocación acostum-
brada. El coronel Unutia, ascendido íiliora a jcncral, dirijia
ol ala derecha, donde estaba formado por escuadrones el
Tejimiento de Ensebio Huiz, teniendo en primera línea un es-
cuadrón do carabineros del cuerpo perteneciente a Zañartu.
Mandaba el ala izquierda ol coronel Puga, el mas antiguo
jefe de esta graduación que hubiera entonces en nuestro
ejército, i componíase su columna de los escuadrones de su
propio rejimiento i de los otros dos de carabineros de la Re-
pública que mandaba Alejo Zañartu. El rejimiento de Lauta-
ro, a las órdenes de Padilla, formaba sus dos escuadrones al
lado del Carampanguo, en protección de la reserva.
Habíase organizado ademas una columna lijera que se lla-
maba do vanguardia, compuesta de las compañías de caza-
dores del Carampangue i Guia, i que mandaba el valienlo
capitán de aquella, don Joaquín Rojas.
Entre tanto que estos aprestos tenían lugar en las filas de
los libres, el coronel Gana (mientras el jeneral en jefe se ocu-
paba de leer las comunicaciones que le había traído el parla-
mentario Rioseco) había formado la línea del ejército del go-
bierno, tendiendo sus sois batallones con el frente hacia el
oriente, dando la colocación respectiva a su excelente arti-
llería i disponiendo que ¡a caballería cubriese los flancos.
XÍV.
A la una de la larde, lodo apresto oslaba terminado. Decli-
naba apenas el sol de su zenit, í el calor de la hora era so-
focante. Los soldados de! gobierno habian marchado 9 o
33
2o8 HlSIüRíA DE LOS DIEZ AÑOS
10 horas, sin cesar, ¡ los rebeldes estaban faligados con
la viólenla carrera que, en alas del entusiasmo, emprendie-
ron desde ios Guindos. Era pues el cansancio iin obstáculo
para empezar un combate jencral. Éralo aun mayor la dispo-
sición de ánimo de los jefes que acababan de cambiar pala-
bras de avenimiento i do reconciliación. A no dudarlo, había
irresolución en ambos, i la circunstancia de haber formado
sus lineas a mas de doce cuadras de distancia, casi fuera do
Uro de cañón, manifestaba mas que nada sus secretas vaci-
laciones.
El jeneral Cruz tenia, ademas, por su parle, una poderosa
razón militar para no empeñar una batalla jeneral en aquel
dia. Aguardaba, por momentos, el importante refuerzo que
conducía Alemparte, i no entraba ni en el carácter revolucio-
nario ni en los planes estratéjicos de aquel caudillo, aventu-
rar una jornada decisiva, teniendo tan cerca de sí un elemen-
to mas de victoria. Acaso fué esta sola consideración militar
la que impidió a los rebeldes pelear en masa i vencer en
Monte de Urra a sus contrarios.
El combate de Monte de Urra iba pues a presentar la imájen
de una formidable batalla campal, sin ninguna de sus peri-
pecias ni de sus estragos. Solo ocurriría un pasajero poro
terrible choque a la arma blanca, que el acaso, mas quo las
combinaciones estratéjicas, prepararía solo como un episodio
de aquel encuentro que pudo ser deGnitívo.
Hacia las dos de la tarde, rompióse, en efecto, en ambas
líneas, un tremendo fuego de cañón; i luego vióse que se des-
plegaban al frente de aquellas las columnas de cazadores
mandadas por Rojas, de parte de Cruz, i de la opuesta por el
estratéjico Silva Chaves, a quien el jeneral Bülnes dio esla
comisión, sobre el campo de batalla, pues tenia a sus órde-
nes en la línea el segundo cuerpo del rejimienlo Buin.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 2*)9
Las operaciones do oslas columnas, quo se avanzaron rc-
cíprocamcnlo algunas cuadras, haciendo fuegocn dispersión,
i el cailonoo incesanlo do lodas las balcrias do amhos ejérci-
tos, no pasaron, sin embargo, do ser un aparato militar. Un
solo soldado murió del ejército revolucionario, i esto, a reta-
guardia do la linea, por el efecto de cerca de mi! proyectiles
huecos i balas rasas disparadas por las 16 o 17 piezas de
cañón puestas de una parto i otra en activo fuego (1).
Pero la violencia de aquel cañoneo inusitado produjo, al
fin, la necesidad de ciertos movimientos estratéjicos que aca-
rrearon el choque de las cabalierias de una manera harto
singular.
Apercibiéndose, en efecto, el precavido coronel Puga que
su caballeria en el ala derecha estaba algo espuesta a los
fuegos de la artilleria enemiga que jugaba en aquel costado,
dio orden a sus escuadrones de replegarse sobre un bajo
oculto, tras una elevación del terreno.
La ejecución de aquel movimiento fué la señal del combate.
XV.
Observando con ojo certero lo que ocurria, el jcneral Búl-
nes supuso que Cruz enviaba aquellos escuadrones por la re-
taguardia de su línea para reforzar su flanco derecho i ala-
(1) El comandante Zúñiga nos refirió, en 18o2, que la artillería,
que él mandaba en jefo en el ejército revolucionario, disparó en
Monte de Urra 385 bombas i balas rasas. Recuerdo que, en esa
époea, aquel hombre, tan candoroso como entusiasta, hacia reír
a mis hermanos menores, contándoles quo a cada tiro de canon
qjie él hacia, decia como relando ai enemigo. — Allá va esa peri-
ío.', palabras a las que él daba una acentuación particular al pro-
nunciarlas, produiiendo un efecto t-n cbíremo grotesco.
260 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
car el izquicrilo suyo, donde solo formaban algunos escuadro-
nes do milicias i el tercer escuadrón de cazadores, al mando
del mayor Las Casas, mientras que toda su caballeria vete-
rana estaba situada a su derecha, pues, viniendo ésta en or-
den de marcha, a la cabeza de las columnas de infantería,
le habla sin duda tocado aquel puesto en la formación de
la línea.
Apercibiéndose, al punto, del peligro que amagaba a su
línea por la izquierda, envió el jeueral Búlnes, con su
ayudante Corgoño, al coronel García, que mandaba la caba-
lleria en su derecha, la orden de pasar rápidamente a su cos-
tado izquierdo.
Uízolo asi aquel jefe, pero con tal petulancia i con tan
eslpaño olvido de las reglas mas comunes de la láctica, que,
en vez de pasar por la retaguardia de su línea, puso su ca-
balleria a galope, en columna, i se lanzó por el frente, es-
torbando asi los fuegos de su propia infantería i sirviendo de
cortero blanco a los cañones enemigos.
Fué en esta aturdida maniobra donde cayó muerto, arre-
batado por una bala de cafion, el ayudante San Martin de
granaderos i donde el sárjenlo mayor del mismo cuerpo don Pe-
dro María Pantoja (I) tuvo su caballo derríbado por un proyec-
til, que le arrancó las pistoleras de su silla, sin hacerle le-
sión alguna. Mayor fué aun el daño que estuvo a punto de
hacer García a la columna de cazadores de Silva Chaves que
este hacia replegar sobre toda la línea, i no por los flancos,
(I) Era este oficial hermano mayor del coronal de este nom-
bre i gozaba de algún créiiilo por su valor. Habla nacido en
Concepción en 1S07 i servido desde 1833 en el rejimlento de ca-
zadores a caballo. Hizo, en este mismo cuerpo, la segunda cam-
paña del Perú, eiicoiiLráiidose destacado en la división que man-
daba el jeneral peruano La Fuente i que obro sobre el norte de
aqut'üa República.
DE I,A ADMINISTRACIÓN MONTT. 201
como se acosluinbra oii tales casos, lo qiio diú lugar a (juo
muchos lio sus soldados fueran alropüllados por los escua-
drónos que pasaban a galope sobre el lerreuo en (¡uc aquellas
se batían.
XVI,
Pero el alolondrauíi'enlo del coronel García no paró aquí.
Acaso irritado contra si miáino por la precipitación con quo
habia ejecutado su movimiento, pasó unas zanjas con sus escua-
drones veteranos i dióles orden, con voz de despecho, para
formar en batalla i prepararse a la carga. Todos aseguran
que tan atrevida resolución fué acordada sin órdenes supe-
riores.
Colocáronse, en efecto, los cinco escuadrones disciplinados,
de que constaba la caballería de Búlnes, en actitud de em ^
prender la carga sobre el flanco derecho del jeneral Cruz.
Los lanceros de Colchagua se situaron a la derecha, al mando
de su comandante Yañez, los Granaderos en el centro, bajo las
órdenes de Yavar, i por último, a la izquierda el favorito re-
jimiento de Cazadores, a quien, sin embargo, por derecho de
antigüedad, correspondía la derecha de la formación. £1 co-
mandante Venegas estaba a su cabeza, aunque solo tenia a
sus inmediatas órdenes en aquel encuentro uno de sus es-
cuadrones.
En el flanco derecho de la linea del jeneral Cruz, formaba,
como ya dijimos, el rejimienlo de Ruiz, que habia tomado po-
sición, oculto tras un bosquecíllode álamos, en la inmediación
de un pequeño molino, i dos escuadrones que se encontraban
a vanguardia, siendo uno de estos de tiradores (t).
(t) Nunca hemos podido saber con fijeza a que rejimiento
'2Cy2 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Al son de los clarines, lanzárons;o los Cazadores de Yenegas
sobre aquellos dos escuadrones que parecían aislados, ¡ en
pos de ellos, los Granaderos, mientras que Yafiez lomaba
con sus Lanceros los aires de láctica i el mayor Las Casas que-
daba firme con su escuadrón, sirviendo de reserva.
La carga fué valienlemenle ejecutada por los Cazadores;
i los dos escuadrones enemigos, rolos i desordenados por
aquella embestida, retrocedieron en confusión. Pusiéronse en-
tonces a perseguirlos, Cazadores i Granaderos, rebalsando la
linca deinfanleria de Cruz i aun la posición de la columna de
reserva que hizo un cambio de frente para contenerlos.
Mas, eu esla coyuntura, como el león que salta de su gua-
rida, Ensebio Ruiz salió de enlre ios arboles que lo encu-
brían, i cargando de flanco a los escuadrones enemigos que
venian persiguiendo, púsolos en súbita confusión. Volvieron
entonces cara, a su vez, los mas de los soldados del gobierno
i fueron a rehacerse a retaguardia, ]\Ias Ruiz había corlado
un grupo considerable de los que iban adelante; i viéndose
estos aislados i sin poder retroceder, pusiéronse en fuga, dis-
persándose por la campiñia, en dirección a las márjenes del
Calo. Casi lodos aquellos desgraciados perecieron en la per-
secución que se les hizo. Eran, en su mayor número, grana-
deros a caballo i, como so hubiera dicho que en Pelorca ha-
blan acuchillado a los rendidos, teníanles particular odiosidad
los jinetes rebeldes, a quienes sus jefes asuzaban. Asi fué que
cuando los vieron en derrota, distinguiéndolos por el panla-
pertenecian estos dos escuadrones de los rebeldes. Nos consta so-
lamente que uno era de carabineros i pertenecía al cuerpo deZa-
uarlu, pero ignoramos quien lo mandase. En cuanto al otro,
nos inclinamos a creer fuese el escuadrón de Souper, por la parte
que este tomó en el combate, i a quien, sin duda, el jeneral Ba-
quedano habia señalado aquel puesto, desprendiéndole del reji-
uiiento de í'uga a que pertenecía i que foroiü a la izquierda.
PE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. ^díl
Ion grana qiio usahan, coinonzaron a ciecir muchas voces a
la vez— il los cobrados! a los colorados! i (Mirrislrando lan-
zas, iban los lorribies fronlerizos do Uuiz acncliillándolos por
las espaldas.
Tomaron también parle en este ejemplo de ferocidad !os
indios de (lolipi, que no llegaban a 40, mientras que los do
Maguil so habían manlenido inactivos en el punto en que es-
taba la provisión del ejército, lejos de todo peligro. Estos
bárbaros so manifestaban aterrados con el estallido do las
bombas, cuyo uso les era al parecer desconocido, pues cuan-
do alguiíos oficiales fueron a decirles que cargaran, señala-
ban con sus lanzas el espacio ¡ tratando de remedar con el
josto el estallido de aquellos proyectiles, daban a entender
que ellos tenían miedo de pelear con enemigos que hacían
caer sus fuegos del cíelo (1). Solo uno de aquellos carniceros
araucanos se mostró sobre el campo de batalla, digno de la
fama de sus mayores ¡ de las hazañas que aquellos ejecutan
solo en su nativa tierra; i fué este el adolescente heredero de los
bravos Colípi, quien matando a un granadero, de hombre a
hombre, con su lanza, lo despojó de su bruñida coraza, i
teñida todavía de sangre, se la ciñó al pecho, mostrándose
ufano de su triunfo.
Entretanto, los Cazadores, reorganizados a retaguardia, ha-
bían vuelto a la carga, conducidos por el bizarro capftan Vi-
llalon, pues Venegas, que hacía la guerra a su pesar, se ha-
bía retirado del terreno, así como el eomandanlo Yavar.
(1) Casi todaí? las bombas que se dispararon en Moiitü de Urra
por la artillería del ejército del gobierno, reventaron en el aire.
El coronel Kscala, quien nos ha contirraado en este aserio, atri-
buye aquella circunstancia a que, estando mal arregladas ios ros-
cas o tornillos de graduación para las punterías de los obuses,
no se podía acertar a medir la elevación.
264 HISTORIA DE LOS DIEZ AiSOS
Dejó eslo su cuerpo a sus mas acreditados capilaucs dou Se-
rapio Diaz ¡ dou Roque Allende.
Trabóse entonces, entre los fronterizos de Huiz i aquellas
tropas veteranas, uno de esos combales que nuestros soldados
de cabalicria llaman de entrevero, i por un considerable es-
pacio, no se oyó sino el choque de los sables de los ague-
rridos jinetes de Bülnes i el bote de las lanzas que los vo-
luntarios del Biobio asestaban contra sus corazas. £1 ajilado
tropel de los caballos, su pesado resollar, los aves de los
que caían, las voces de mando, el son de los clarines, quo
ya tocaban repliegue, ya el avance, i los raros d¡>paros de
las pistolas i carabinas de los coaiba tientes ; tal era el as-
pecto quo presentaba el terreno en que se bailan las caba-
llerias, envueltas, como en Junin, por una carga de flanco,
que babia hecho vencedores a los vencidos.
Tan grande era la confusión de aquel enjambre de com-
batientes que, habiendo mandado locar reunión el alférez do
granaderos a caballo don Benjamín Diaz Valdez a un corneta
de su cuerpo que vio a su lado, vinieron a formar los pro-
pios soldados enemigos i, reconociéndolo, lo obligaron a ren-
dirse, junto con otro oficial de su cuerpo llamado Molina. El
joven Valdez entregó su espada al valeroso Souper que aca-
baba de quebrar la suya sobre la coraza de un soldado que
reusaba rendirse, i cuando aquel fué conducido a la presen-
cia del jeneral Cruz, en el mismo campo de batalla, pregun-
tándole éste si era pasado, como acababan de decírselo, asomó
una lágrima a los ojos del pundonoroso mancebo i díjole con
entereza — No, mi jeneral, soi prisionero!
Enlretanlo, i en lo mas ardiente de aquella obstinada
lucha, hablan venido dos nuevos cuerpos a lomar parle en
la refriega. Del ala izquierda, se desprendía el bizarro Lara
con el escuadrón de tiradores veteranos que mandaba, i
DR LA AOMINISTÍIACION MONTT. 2GIi
avanzando .a gulojio sobro el silio tlondo lenia lugar ul cho-
que, llegaba a la hura oportuna para decidir oí combato. Do
parle del ejército del gobierno, llegaba, al raismo tiempo, el
comandante Yañoz con sus intrépidos aunque bisónos lance-
ros i «como tonto atolondrado», según sus propias palabras de
soldado, penetró en medio do aquella vorájinc de enardeci-
dos combatientes. iMas, rodeólo al punto Lara, mientras una
compañía del Carampanguo, que estaba tendida en emboscada
dentro de una sementera de Irigo ya del lodo crecida, hizo
su aparición por un flanco con una descarga cerrada. Yañez
se creyó perdido i él o uno de sus oficiales gritó: estamos
rendidos!, a loqué,adelanlándose el jcneral Baquedano, orde-
nó parar el fuego e hizo señales al mayor Gaspar para que no
disparase un cañón cargado a metralla, que, desde la balería
de la derecha, apuntaba en ese momento contra el escuadrón
que se mantenía inmóvil.
En tan critico momento, es avisado el jeneral Búlnes del
peligro en que está toda su caballería, i ordena a su bizarro
ayudante, el comandante don Anionio Videla Guzman, que
se ponga a la cabeza del tercer escuadrón de Cazadores
i cargue eu protección de sus comprometidos i desorganizados
escuadrones veteranos. Verilicólo aquel con celeridad i pu-
janza ; i al notar Yañcz aquel movimiento salvador, cobra
ánimos, da la voz de media vuelta i se escapa por entre
los grupos de sus propios captores, tan sorprendidos como
él{l).
(1) He aquí como cuenta Yanez este lance, en una carta fecha-
da en Chillan el 23 de noviembre de aquel año i que se publicó
en el Bolelin Oficial de aquellos días. «I yo, como tonto atolon-
drado, dice, me perdí con el cuerpo i me fui a los enemigos, los
que me consideraron su prisionero, apesar de haber yo rehusado
al jeneral Baquedaoo, quien rae lo intimaba i con quien cruzé
34
2G6 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Con la escapada de Yafiez, que no fué perseguido, tuvo fin
el combale ¡ gran parte del éxito del reñido combale de
Monte de lírra. Los cañones apagaron sus fuegos, ¡ las líneas
se alojaron alguna distancia entre sí, mientras los cornetas
de la caballería iban por los campos tocandx) reunión a los
dispersos. A las tres i media de la larde, todo estaba termi-
nado i no se observaban sino las maniobras que hacían arabos
ejército para ponerse a cubierto de un nuevo ataque. Toda
la refriega no habia durado mas de dos horas (1).
XVÍI.
El hecho de armas de Monte de Urra fué, mas que una ba-
talla, un palenque de caballeros. Pplearon los jinetes de uno
m\ lanza; i por un milagro, me desprendí de ellos con m¡ escua-
drón, a fuerza de lanza .»
La versión que hace el jeneral Baquedano de esta peripecia es
algo distinta, según una carta que sobre este combate ha tenido
la bondad de dirijirnos últimamente.
a Lo que recuerdo, dice, del encuentro de Yañez en los Guindo*,
es que en las escaramusas que tuvo la caballería en aquel lugar,
Yafiez, quiza sin advertirlo, se encontró envuelto con la caba-
llería que yo mandaba, i cuando se vio en peligro, pretestó que
estaba rendido, como me lo gritó, i yo creí que realmente vinie-
ra pasado i ordené a mi ayudante, coronel don Ceferino Vargas,
Jo desarmase i se entendiese con Yañez. Mientras tanto, yo
mandé un movimiento a mi caballería i me retiré un momento,
circunstancia que aprovechó Yañez para escaparse con su es-
cuadrón. »
(1) He aquí la sucinta manera como el comandante Silva
Chaves describe la función de armas de Monte de Urra, en cuanto
a sus operaciones estraíéjicas.
«Habiendo situado la línea Cruz, dice aquel jefe en su diario
de campaña, frente de los Guindos i en dirección paralela a la
nuestra, pero a no menos distancia de una milla, se me hizo
l)K LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 2ü7
¡ oiro ejércilü con cslraortliiiaiia bizarna, i luvo por mu-
clio la peor parto del eiiciiciilio la oaballcria del gobierno,
(juedaron fuera do cómbale cerca de cien do sus mejores
soldados, i la dispersión do las milicias, que fugaron hacia
el Nuble, fué casi complela (I). E\ cuerpo que mas habia
salir con la columna de cazadores, compuesta de tres compañías;
se me ordenó avanzar, i yo me creí era el objeto de protejer el
movimiento de la línea , pero avanzé, me acerqué al enemigo, i
rompí mis fuegos, que fueron contestados por dos compañías que
a la vez salieron del jenoral Cruz. Después de media hora de
fuego i a cierta distancia, porque mis balas alcanzaban a la
líneadel jeneral Cruz, miro atrás i veo que la línea no se ha-
bia movido i que podia ser cortada, sin protección por la dis-
tancia. Sigo mi fuego en retirada, i al acercarme, se me mandó
orden para que me replegase a la línea. El coronel don Ignacio
García, jefe de la caballería, habia hecho pasar a vanguardia de
la línea toda la caballería en columna cerrada, no sé con que
objeto ni que se propuso con tamaña imprudencia, i sin órdea
del jeneral en jefe. El enemigo no hizo mas que ver la caballería
de blanco, rompió el fuego su artillería sobre nuestra caballería,
i para complemento del desatino, García mandó desfilar la caba-
llería por enfrente de la línea de infantería, no pudiendo nuestra
artillería contestar los fuegos enemigos. Despejado el frente, áteme
aquí con el gran cañoneo, sin consecuencia de ninguna parte.»
(1) Según utta lista nominal, hecha por el ayudante de estado
mayor Gómez Garfias, con fecha de enero 12 de 18ü2, el número
de los muertos del ejército del gobierno ascendió solo a 15 i el de
los heridos a 69; pero este estado es inexacto, desde que omite
las bajas que tuvo el Tejimiento de Cazadores, que, según una
revista de este cuerpo que hemos consultado en su mayoria,
fueron 7, de modo que el total de plazas puestas fuera de combate
fué de 91, sin contar I >s dispersos i de 30 a 40 prisioneros, entre
los que figuraban dos oficiales. En cuanto a la pérdida del ejér-
cito de! sud. aparece que no pasó de 30 hombres, siendo 7 los muer-
tos i 21 los heridos, aunque el coronel Zañartu dice en su diario
que aquellos fueron lí,
Alguíios hacen subir las pérdidas del jeneral Búlnes a un número
mayor. Silva Chaves, en su diario, señala el doble de mnerlos que
d que fija Gómez Garfias, esto es 16, cuando en la lista nominal
268 HISTOUIA DE LOS DIEZ A^OS
sufriíJo había sido el de Granaderos a caballo. Muchos do sus
bravos perecieron defendiendo su montura a pecho descubier-
to; olrós fueron heridos por la espalda, cuando se dieron a
)a fuga, recibiendo ominosa muerte de las lanzas araucanas,
único baldón de aquella jornada.
Distinguiéronse, entre los oficiales del gobierno, el coronel
Gana, que luvo su caballo herido de bala de fusil, habiendo
escapado antes de una bomba que reventó a pocos pasos de
distancia del sitio en que se encontraba con el jeneral Búlnes,
cubriéndolos a ambos del polvo que levantó al estallar. Murió,
como hemos dicho, el ayudante San Martin i fueron heridos
los oficiales Urzúa de Granaderos, i el alférez de los Lanceros
de Colchagua don Belisario Ibañez, valeroso mancebo, hijo
de aquel famoso coronel Ibañez que enlazó los cañones del
enemigo en una salida del sitio de Rancagua, ¡ por último, el
esforzado oficial de Cazadores don Santos Alarcoo, cuyo
Dombre, en los anales militares del sud, es sinónimo de
bravura.
Enlre los jefes de los rebeldes, señaláronse muchos nora-
bies con elojio. Ninguno podia sonar mas alto que el de
Ensebio Ruiz, pero el jeneral Cruz premió la bizarría del ca-
de éste son solo 22 (compremlienflo las bajas de los Cazadores).
Vicuña los aumenta a 51 i a 90 heridos. Por último, en una carta
del jeneral Cruz fechada enBaeza, el 24 de noviembre, dice este
jefe que el enemigo perdió 160 jinetes entre muertos, prisioneros
i heridos.
En el documento núm. 11 del Apéndice, publicamos la lista
nominal de los soldados del gobierno que perecieron o fueron he-
ridos en Monte de ürra,no solo por ser un comprobante tristemente
auténtico de la importancia militar de este hecho de armas, sino
como una ofrenda a la memoria de esos hombres del pueblo que
no tienen mas epitafio que la raya de tinta que pasan sobre sus
nombres los comisarios encargados de ajustar el prest de los que
han sobrevivido.
DE LA AOMIMSTRACJON MONTT. 269
pilan Grandon, coníinéndolo el grado de mnyor on el campo
de balalla, título do gran valia, porque nadie se mostró mas
parciraonioso en los ascensos que aquel severo caudillo. Fué
llorido también un capitán de Arauco llamado Sacns, a quien
un casco de granada rompió un pió en la caballería de reser-
va i una bala de canon trajo al suelo, sin mas lesión que la
calda, al ayudante Alvarez Condarcoque pasaba a galope al
frente de la línea. Entre los jefes que no eran veteranos, Sou-
per i Lara llevaron los mejores aplausos de la jornada.
Los cuerpos de infantería bicieron solo una lucida parada
militar. Su ardimiento por el combate había sido eslraoidi-
nario, sin embargo, i habíase visto, al principio de la acción,
uu voluntario del Guia que, habiendo recibido una bala fiia
en la mejilla, corrió al hospilal, sin soltar su fusil, sufrió la
dolorosa extracción que le bizo el cirujano Andreas i, sin
admitir mas venda que un trozo de tela emplástica, corrió de
nuevo a las filas a vengar su sangre (1], De los soldados •
enemigos, contábase también de un cazador llamado Henri-
quez, asistente del capitán Castillo, que teniendo la coraza i
el pecho perforados con una bala, rehusaba rendirse, hasta
que la sangre i la ira le abogaron, derribáüdole de su caballo.
Otro valiente sárjente de Granaderos a caballo, llamado Valle-
jos, favorito del jeneral Búlncs i que, después de los peligros
de aquel dia, fué a morir nobleraenle en un vado de Longo-
milla, tratando de salvar una mujer que se ahogaba, se de-
fendió en combale singular contra un enjambre de enemigos
que le perseguía, basta que logró abrirse paso hasta ios suyos,
por la sola fuerza de su brazo í el filo de su sable.
(1) Aquella bala, que derramó la primera sangre en los comba-
tes de la campaña del suO, fué conservada durante algunos años
por mi hermano, Bernardo Vicuña, que presenció el lance que
contamos.
270 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
XVIII.
Pero no fueron las proezas del heroísmo n¡ la sangre ver-
tida en el campo lo que dio realze i nombradla al combate de
Monte de Urra, en presencia de la revolución. Fué el espiridí
marcial, el orgullo dol éxito, la exaltación en la fé i en la
justicia de la causa, el sentimiento que cundió entre las fdas
que hablan proclamado aquella, i el necesario abatimiento
que las peripecias de aquel encuentro produjeron en sus
contrarios. La sangre de los bravos chilenos se hizo así el
bautismo de la idea que ganaba igual terreno con el triunfo
i el martirio i sus mil disparos de cañón se disiparon solo
como la salva que prometía a la causa de la República, mas
allá de sus funerales, los días de ventura que ho¡ comienzan
a sonreiría.
En un sentido militar, el hecho de armas de Monte de
Urra no fué sino el fogueo de la tremenda batallado que era
precursor í que la tradición coloca ya en el número de las
grandes catástrofes de Chile.
XIX.
A lasseis déla tarde, estaban ya acampados í en comple-
ta tranquilidad ambos ejércitos, después de aquella fatigosa
jornada.
A la mañana siguiente (20 de noviembre), el jeneral Búlnes
entró a Chillan, después do maniobrar, como si hubiera que-
rido atraer al enemigo a un combale jeneral , i el ejércilo
revolucionario rogrc-ó a su iinligua posición de los Guindos
t)i; LA AÜMIMSTUACION MüNTT. 271
El jcnoral en jefe dol ejército del gobierno consideraba
una sobrada compensación, para ci parcial fracaso que habían
sufrido sus armas, la ocupación do un pueblo tan abundante
de recursos como era la ciudad do Chillan.
I']| caudillo de los rebeldes, que por sus vacilaciones habia
dado aquella ventaja al enemi¿?o, se retiraba también, salis-
fccho del éxilo alcanzado por los suyos.
XX.
En cuanto a su jenerosa, pero mal aconsejada inspiración
de obtener una solución pacírica de la contienda, los escua-
drones del gobierno hablan venido a traerle en las puntas da
sus lanzas la respuesta de los ajenies de aquel, mientras quo
su parlamentarlo era detenido en las filas enemigas. Solo
muchas horas después, regresó esle con la siguiente noble
respuesta que cierra dignamente los acontecimientos de aquel
primer cuadro de la campaña del sud.
Cuartel Jeneral del Ejército de la Repíbliga (1).
«He recibido la nota que U. S. ha tenido a bien dirijirmo
en la mañana de hoí, en que me manifiesta estar dispuesto a
(1) Hé aquí el oncio en que el jeneral Búlnes daba cuenta al
gobierno de su manera de concebir las propuestas de paz del
caudillo de la revolución, asi como de las operaciones militares
del día 19.
CUARTEL JENERAL DEL EJERCITO DB OPERACIONES SOBRE EL SUR.
Chillan, noviembre 21 de 1851.
«Me ha parecido conveniente dar a US. por separado cuenta
del contenido de una comunicación que el jeneral don José Ma-
ría de la Cruz me dirijió el 19 dol corriente, al tiempo de pre-
272 HISTORIA DE LOS DIEZ A?{OS
arreglar conmigo la cuestión müilar pentüenfe, de un modo
que garaslicc el orden público, rnienlras la nación pueda
espresar sus intereses i su voluntad. U. S. se sirve invocar, a
este propósito, los sentimienlos de humanidad i de patriotis-
mo que le impelen a dar esle paso, i espone los resultados
lastimosos que pudieran resultar de mi negativa, en atención
a haber en el ejército de su mando un número de indio»
bárbaros, de cuya conducta parece no se atreve ü. S. a
salir garante.
Me es sensible tener que contestar a U. S. que noinvislo
carácter ni facultad alguna, en virtud de la cual me sea dado
sentarme al frente de su campo. Por la copia de ella que incluyo,
se impondrá US. de los términos bastante jeneraies i vagos de
que se sirve para proponer medios de avenimiento. Ellos son
susceptibles de diversas esplicaciones, de manera que pueden iíi-
terpretarse en distintos sentidos, mas o menos exajerados o pru-
dentes. Podría parecer quizá que debió pedirse al jefe que los
suscribía que determinase su mentó, reduciendo la invitación
que hace a medidas determinadas; pero, como todas las inter-
pretaciones posibles daban siempre por resultado la indicación
de alguna interrupción jeneral o parcial en el réjimen consti-
tucional de la República, entendí que no tenia facultades para
oír semejantes medios de avenencias, ¡ que el sostener corres-
pondencia de esta clase no producirla otro resultado que demo-
rar las operaciones, i dar lugar a que se reuniesen al campo ene-
migo los refuerzos que le venian en marcha desde Concepción.
En consecuencia, me determiné a dar la contestación de que re-
mito copia. Por ella verá US., que repeliendo las propuestas que
se me t^acian^ he drjado abiertas las puertas para cualquier ave-
nimiento sobre la base de respetar el réjimen legal de la Nación.
«Por lo demás, conviene que US. sepa que, al mismo tiempo
qne mis avanzadas recibían al parlamentario, una partida des-
prendida del campo enemigo, compuesta en su totalidad de in-
dios bárbaros, cargó a otra que habia avanzado para cubrir un
flanco. Asi es que fué m; nester romper el fuego para procurar la
defensa. Mas adelante i en los momentos mismos en que contes-
ba la nota, fiallándose los ejércitos al frente, el cañón de los
sublevados rompió de nuevo el fuego, obPgándome a poner en
PF, LA ADMIMSTUACION MONTT. 273
rovocnr los aclos |)nliticos qiio lia ejercido la íío|)uljlica
iTricntomentc ¡ qno cslan consagrailos por las formas cons-
liUicionalcs do que U. S. mismo ha sido por largo tiempo
celoso defensor, i por la auíoridad del Congreso Nacional,
cuyos aclos lia acatado U. S. del mismo modo que yo. Sol-
dado del gobierno proclamado por el órgano competente, no
puedo celebrar con U. S. aclo alguno valedero que tienda a
revocaren duda la existencia de ese gobierno, i hacer pasar
a la República por un nuevo período electoral, que Ici alguna
determina i que no tendría otro orijon que la estipulación
desautorizada de dos jefes militares, a quienes la Constituciün
impone por único deber la obediencia.
movimiento mi caballería i jagar la artillería para contestarlo.
De es^ta manera, me cabe la satisfacción de decir que la iniciati-
\a de la sangrienta jornada de ese dia, corresponde a los ene-
migos, no obstante su aparente intento de abrir cotnunicaciones
de paz.
«Sírvase US. poner en conocimiento de S. E. el Presidenta de
la República el contenido de esta comunicación.
Dios guarde a US.
Manuel Búlnes.y>
A! señor Ministro de la Guerra.
Don Manuel Montf, a su vez, daba noticia de aquellos sucesos
a uno de sus subordinados (t^l coronel don Patilo Silva, goberna-
dor entonces de Ovalle), con las siguientes palabras, en carta fe-
chada en Santiago el 25 de noviembre.
«Nuestro ejército pasó el Nuble con felicidad, i después de un
encuentro de las caballerías de ambas partes, bastante ventajo-
so para la nuestra, ocupó a Chillan el 'SO, Cruz estaba en los
Guindos, parapetado detras de fosos i palizadas. La corta dis-
tancia que mediaba entre ambos hace esperar bien pronto una
acción decisiva. El resultado lo esperamos con contiiinza, por
que nuestro ejército es numeroso, está bien provisto de todo, se
encuentra animado de un excelente espíritu, bal verdadero en-
tusiasmo, no solo en los jefes sino también en la tropa, i ponjut?
nuLSlra causa es juslü.»
3o
274 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
«Conozco que la humanidad i el palnolismo exijen ovilar
el sacrificio sangriento de las víctimas que están prontas a
ser sacriíicadas ; pero invocando esos mismos sentimientos
de que U. S. ha dado pruebas, me permito representarle quo
no soi yo e! que he invocado las armas para resolver una
cuestión política que debió terminar en la urna electoral,
sino que he' sido mandado por el gobierno para sofocar el
pronunciamiento que en el mes de setiembre pasado hicieron
en Concepción una parto de las fuerzas militares que guar-
necían aquella provincia. En manos de U. S. está preca-
ver el derramamiento de sangre, haciendo que esos cuerpos
vuelvan a tomar la actitud quo la lei les impone. Si la Re-
pública tiene derechos que hacer valer o libertades que
reivindicar, ella es bastante poderosa] fuerte para verificarlo
en las elecciones populares que deben verificarse en breve.
Desde luego, por lo que a mi toca, puedo ofrecer un relijioso
acatamiento a su resultado, del mismo modo que demando el
de U. S. ¡ el de los militares que están a sus órdenes al qu©
ha tenido lugar en junio i julio del presento año.
«Reclamo do U. S. una seria atención acerca del empleo
que rae anuncia de un cierto número de bárbaros en una
guerra lastimosamente encendida entrójente civilizada. U.S.
reconoce que no puede contener su crueldad nativa en el
caso de obtener una victoria; yo me apresuro a recordar a
U. S, quo esos estragos quo me anuncia van a ejercitarse
sobre ciudadanos de la República, sobre chilenos, sobre
hermanos, i que la matanza bárbara que ellos pueden espe-
rimentar llenaría de consternación i de duelo centenares do
familias, i quo sublevaría esos mismos sentimientos de hu-
manidad i patriotismo de que U. S. so muestra poseído. En
el momento do recibir la proposición de paz que contesto,
contraviniendo, sin duda, las órdenes de U. S., han atacado
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 275
al ojércilo do la República de quo sun porfiados enemí^^os,
¡ me han obligado a una defensa quo ha retardado la con-
teslacion do la ñola. Por lo demás, repelo la increpación
quo U. S. hace a mi gobierno, do haber intentado emplear
en defensa do su causa aquel vedado apoyo. No se podrji
citar un solo testimonio de esa dolorosa iniciativa, i sí acre-
ditar de que se ha ejercido la influencia de quo so estaba
en posesión para contener i moderar sus ímpetus exacerva-
düs por ajenas causas.
«Al terminar esla nota, rae complazco en manifestara
U. S. que nunca he desmentido los sentimientos de huma-
nidad i aun de la mas alta clemencia que han guiado mi
conducta como funcionario público. Al frente hoi del ejército
de la República, no son compromisos personales los que me
han colocado en este puesto, asi como no es tampoco per-
sonal la causa que defiendo. El supremo gobierno tuvo a
bien llamarme a las filas el mismo dia en que entregaba la
banda tricolor. El llamamiento que se me hizo no vacilé en
aceptarlo, cumpliendo con los deberes que la patria impone al
soldado i al ciudadano. Yo deploro como el quo mas toda
efusión de sangre i me congratularla sobremanera de po-
derla ahorrar por los medios que nos franquean la constitu-
ción i las leyes.
Dios guarde a U. S.
Manuel Mines. y)
CAPITULO X.
U RETIRADA DEL JENERAL BULNES.
Operaciones de la división Alemparte i su estrana tardanza para
reunirse al ejército. — Espiicaciones sobre este particular dadas
por aquel jefe. — El jeneral Cruz traslada su campo a la orilla
sud del rio Chillan para protejerla incorporación de aquella. —
Juicio sobre este movimiento retrógrado. — Organización de
partidas disciplinadas sobre el ítala, — Don Juan Antonio
Pando es nombrado intendente de la provincia del Maule. —
Carta del jeneral Cruz al intendente Tirapegui en que detalla
sus operaciones. — El ejército revolucionario ocupa de nuevo
su campamento de los Guiíídos, — Se subleva en Huaquillo un
escuadrón de milicias. — Molin del batallón Curicó en Talca. —
Montoneras en Colchagua.— Difícil posición del ejército del go-
bierno en Chillan. — Don Pedro Félix Vicuña ofrece marchar
a Talca con una división de caballería lijcra. — Empeños de
Alemparte, Urrutia i Caquedano en el mismo sentido. — El go-
bierno de la capital teme aquel movimiento i ordena al jefe del
cantón militar de Talca defender el Maule a toda costa. — Re-
sistencia del jeneral Cruz a aquellos planes, — Desazón que
produce ésta entre los jefe revolucionarios. — El jeneral Urru-
tia se dirije con algunas fuerzas a ocupar los pueblos de la pro-
vincia del Maule. — El ejército rebelde pone cerco a Chillan. —
El jeneral Búlnes fomenta la reacción entre los oficiales vete-
ranos de aquel. — El comandante Molina recibe sccrclaraenle
278 HISTORIA DE LOS DIEZ AP«OS
despachos de teniente coronel del enemigo. — Dos ayudantes
del jeneral Cruz son encausados por sospechas. — Rumores si-
niestros que circulan entre ios soldados. — Discordias de los je-
fes rebeldes eníre sí. — Revelaciones del comandante Drizar
al coronel Zañartu. — Situación análoga del ejército del jene-
ral Búlnes. — El comandante Venegas se retira del servicio. —
Refranes característicos de los soldados enemigos. — El jeneral
Búlnes resuelve contramarcliar al Maule. — Espresiones del je-
neral Cruz al tener noticias de este movimiento. — Tardanza
que pone en la persecución del enemigo. — Tiroteos de las des-
cubiertas. — El ejército del gobierno repasa el Nuble.— El
jeneral Baquedano se ofrece para atacarlo en aquella operación,
pero se niega el jeneral Cruz. — Disgusto del ejército al sabe.i
que el enemigo ha pasado el rio sin ser atacado. — Sarcasmos
peculiares de los soldados rebeldes. — Los indios se desertan en
roasa, i se fugan varios destacamentos del ejército. — Conse-
cuencias funestas a la revolución del repaso del Nuble por el
jeneral Búlnes. — Elementos que aguardan a éste i ejército de
reserva que se propone organizarel gobierno. — El ejército re-
volucionario atraviesa el rio por el vado de Dadinco. — Marcha
de los dos ejércitos hasta el Maule. — Revelaciones del coman-
dante Urizar en el campamento de Longaví. — Ataque infruc-
tuoso del Parral.— El jeneral Búlnes sitúa su campo en el ce-
rro de Bobadilla i el ejército revolucionario ocupa las casas de
Reyes en el valle de Longomilla. — Proximidad de una batalla
decisiva. '
1.
Al referir, en el capítulo que precede al anterior, el desen-
lace de la rebelión del comisario Zúñiga, decíamos que la
división pacificadora de la frontera habia emprendido su mar-
cha desde Concepción para reunirse al ejército revoluciona-
rio, solo el dia 17 o 18 de noviembre, oslo es, doce dias
después de haber terminado su misión en la Araucanía. De-
cíamos también que aquella tardanza inespiicable en un honi-
bie del carácter i de los recursos del intendente Alemparte,
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 279
que mandaba on persona aquella fuerza, iba a acarrear ios
mas serios conlralienipos a la marcha de la revolución, quo
lan próspera corría basla aquella época.
Hemos dicho también anteriormente quo la demora de es-
te refuerzo fué la causa principal, acaso única, do no ha-
ber empeñado el jeneral Cruz una batalla campal ni en los
Guindos, atacando do flanco al ejército del gobierno, ni en
Monto de Urra, arrollando su linea de frente, después del
choque do las caballerías. Así fué que apenas habia tenido
lugar este hecho de armas, el jeneral Cruz, no siendo ya
dueño de su impaciencia, escribió a Alemparte en el mismo
campo de batalla ¡ sobre una caja de guerra las siguientes pa-
labras. — «Son las seis menos veinte ; i nos encontramos arabos
ejércitos bajo el Uro de cañón. A mas de 40 muertos perdi-
dos por el enemigo, se le han huido i dispersado mas de 100.
No he querido comprometer la infantería, suponiendo que U.
puede reunírsenos esta noche. Su marcha debe ser por el
camino que antes le he indicado. Si los enemigos se dirijen
a Chillan, yo marcharé a la orilla de este rio, para tomar el
puente. Nuestra pérdida consiste en tres indios, dos soldados
de cazadores i un alférez muerto, i cinco individuos heri-
dos» íl).
11.
'Ya, muchas horas antes, habia salido al encuentro de Alem-
parte el infatigable Pradel. Encontrábase este en Chillan,
durmiendo tranquilamente, después do haber estado a caba-
llo varias semanas consecutivas, acarreando refuerzos al
(1) Boletín del sur, iib. 2.°, núm. 9.
280 HISTORIA DE LOS DIEZ A.ÑOS
ejército (lesde la fronlora. Solo en la tardo anterior /lahia
llegado a los Guindos con 150 hombres de caballería, que
había reunido en los Anjeles, después do la muerte de Zuñi-
ga ; 1 no sospechando qne el jeneral Búlnes se propusiese
marchar sobre Chillan, se había venido a descansar a casa
de un amigo, en esto pueblo.
Los primeros disparos de caílon vinieron a anunciarle, en
la mañana del dia 19, la presencia del enemigo. En el acto
mismo, pidió su caballo, i seguido de una partida armada,
(jue siempre le acompañaba en sus escursíones, se dirijió a
revienta cinchas a dar aviso a Alemparte de lo que ocurría
i a pedirle apresurase su mnrcha. A las oclio de la noche
de aquel mismo día, Pradel llegaba a la Florida, habiendo
salido de Chillan a las II de la mañana. Ahí estaba acam-
pada la división de Alemparte, ¡ se dio orden para que muí
de madrugada empiendiese su marcha hacía el Itata.
III.
Componíase lo mejor de la división de Alemparte de un
lucido batallón de 300 plazas (formado principalmente de los
bien disciplinados milicianos de Arauco 1 otros puntos del de-
partamento de Lautaro, por lo que se había dado este nom-
bre a aquella tropa) ¡ de un escuadrón de mas de 100 jine-
tes, armados con los sables í carabinas sorprendidas en la
goleta Primavera, en la embocadura del Lebu. Venían ade-
mas 150 indios de la costa i algunos grupos de caballería quo
componían un total de cerca de 700 hombres.
Mandaban estas fuerzas los capitanes Apolonio í Condesa,
el primero como comandante dol batallón Lautaro, í a car-
go ol segundo, hombro valeroso, natural de Arauco, de la
di: la administración montt. 281
caballoria i do los indios, que Iraian larabicn sus respeclivos
capilanejosi lenguaraces.
Por el camino llamado de arriba, mas hacia la cordillera,
marchaba, al mismo tiempo, conduciendo algunos centenares
de indios de las tribus que habían inmolado a Zúñiga i unos
pocos milicianos de caballería el coronel Barnachea,lan famo-
so por su fidelidad al jeneral Freiré, quien, a pesar de en-
contrarse ya mui anciano i decaído de espíritu, se había di-
rijido desde Concepción a los Anjeles, a hacerse cargo de
aquella fuerza, por órdenes del intendente Tírapegui, el 11
de noviembre.
IV.
El 20 de noviembre por la tarde, Alemparte i Pradel pa-
saron el Ilata i se acamparon con la cabaileria de su división
en Búlnes, aldea situada a dos leguas de Chillan por el ca-
mino recto del sud i solo dos del Ilata, mientras la infante-
ría permanecía en la vecindad del Ilata a las órdenes de
Alemparte.
Supieron aquí aquellos jefes que el ejército del gobierno
había ocupado a Chillan, interponiéndose, por consiguiente,
en cierta manera, entre ellos i el jeueral Cruz, que ocupaba
los Guindos, dos leguas hacia el oriente de aquel pueblo. En
esta situación, una estraña alarma se apoderó de Alemparte,
mientras que Pradel se manifestaba cada momento mas em-
peñoso por incorporar aquellas fuerzas al ejército revoluciona-
rio. Temía el primero que el enemigo, sabedor de su apro-
ximación, destacase su caballería sobre el Hala i lo atacase
en detalle, corlándole su íetírada. En consecuencia, todo su
empeño era lomar posiciones al sud del Hala para ponerse
36
282 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
a cubierjo de una sorpresa ¡ con esto objeto, hizo repasa*' el
rio a la infantería aquella noche. Pradel, al contrario, lo ha-
cia ver que el medio mas espcdito de evitar cualquier peli-
gro era marchar aceleradamente a reunirse con el jeneral
Cruz, cuyas operaciones dependían ahora esclusivamente de
la cooperación de aquel auxilio ; i como él fuera mui cono-
cedor de lodos los senderos de aqueila localidad, ofrecíase
a conducir la división hacia los Guindos, tomando por la ri-
bera del Diguillín i dando un corto rodeo hacia el oriente.
Convino al fio Alemparte en aquel plan, después de haber
dado muestras de la irritabilidad de su carácter en las dispu-
las con su correlijionario, que, a fé, no le iba en zaga en arre-
batos de impetuosidad, pues el acaso habia reunido en aque-
lla coyuntura a los dos terribles procónsules de la revolución
del sud, que, en esta vez, si no vinieron a mayores, fué sin
duda porque el uno lenia en su locuacidad una válbula de
escape que aplacaba su exaltación, i el otro encontraba en
su sordera un muro que contuviese los desbordes de su ín-
dole voracísima.
Mas no fué poca la sorpresa de Pradel cuando, al ponerse
en marcha al amanecer del día 21, conforme al plan con-
venido, le dieron aviso que Alemparte se dirijia hacia el sud
con la caballería (1). Lleno de ira, resolvió entonces Pradel
(1) Heñios hablado posteriormente con el señor Alemparte so-
bre estas operaciones, i segan su esposicion, era su plan retro-
ceder mas allá del Itata para reunirse a Cruz por la coja de la
montana. A fin de ejecutar este movimiento, tenia que hacer jin
inmenso rodeo; pero en su concepto, Búlnes le acechaba de cerca
para atacarlo, i a este efecto, habia encontrado en Lartjui comu-
nicaciones de aquel jefe, en que pedia noticias exactas de los
movimientos i fuerzas de su división. Estaba pues resuelto a con-
tramarchar i lo habría hecho, para salvar a toda costa su co-
lumna, si no hubiese recibido una carta de Cruz, anunciándole
DE LA AÜMItSISTRACION MONTT. 283
dirijirso a los Guindos a dar cuenta al jcnoral Cruz do aque-
llos eslrartos sucosos, lo quo ojcculó ánles del medio dia,
marchando por la orilla del Disuillin con un pelolon de 40
o 50 milicianos do caballería que quisieron seguirlo de la tro-
pa do Alemparle. Esle, entretanto, liabia repasado el Hala,
dando lugar con su desautorizado pánico, a que se allegaran
algunos soldados en la prisa de aquella operación, i siendo
causa del desaliento de sus fuerzas, del cansancio inútil que
les iraponia, i mas que lodo, do la fatal paralización en que
obligaba a permanecer al ejército revolucionario.
V.
En eslremo disgustado el jeneral Cruz con el atolondra-
miento de su intendente de ejército, vióse en la necesidad do
levantar su campo de los Guindos, lo que desbarataba sus
mas acertadas combinaciones, pues tenia ahora que dirijirse
que se movía sobre el rio Chillan para protejer su incorpora-
ción.
Según el señor Alemparte, su idea favorita era obrar indepen.
dientemeiitecoíi su división, marchando por el camino llamado c?eí
medio, que corre por los declives orientales de las colinas de la
costa, hacia Cauquenes i el Maule; pero este pian, que si/i duda
habría sido exelente con tropas bien organizadas, encontróuna
terca resistencia en el jeneral Cruz, quien le ordenó perentoria-
mente se le reuniese a toda prisa. Prometíase Alemparte obrar
con tal celeridad que contaba llegar a Santiago con sus fuerzas
en los primeros días de diciembre; pero nosotros nos pregunta-
mos ¿cómo habría sido posible ejecutar tamaña proeza, retroce-
diendo hacia el sud por el mero amago de una sorpresa? Sin
embargo, en cumplimiento del deber de lealtad que nos impone
nuestro propósito de justicia í verdad a toda prueba, estampa-
mos aquí las anteriores reíl^ciones.
284 HISTORIA DR LOS DIEZ AÑOS
a) sur, en lugar de tenlar un movimienlo sobre el Maule,
que de seguro habría traído, en la síUiacion respecliva en
que se encontraban los belijerantes, el pronto i feliz desen-
lace de la revolución. — «El jeneral Cruz, dice uno de sus con-
fidentes íntimos (1), estaba muí incómodo ¡ me dijo que Alem-
parle lo había embarazado mucho en sus operaciones con su
tardanza, puesé! hubiera obrado con la fuerza que tenia ; pero
que la prudencia de un lado ¡ la necesidad de quitar todo pro-
testo para que no lo culpasen sí algún mal resultado lo
acompañaba, le había hecho esperar aquel refuerzo.'»
Como militar, el jeneral Cruz obraba cuerdamente, al em-
prender aquel movimiento retrógrado; mas no, en manera
alguna, como revolucionario. Retroceder, hemos dicho ya otra
vez, al hablar de las rebeliones armadas de los pueblos, es
ir en derechura a la perdición de las causas que aquellas
sostienen i que solo viven del entusiasmo 1 de la audacia.
Avanzar, al contrario, es perseguir al triunfo, porque siem-
pre salen al paso de las lejíoues populares todos los hom-
bres que aguardan el éxito o sus apariencias para alistarse
en las empresas riesgosas. Fué el olvido de estos principios
lo que al fin perdió al jeneral Cruz, pues siempre postergó
su misión de caudillo popular a su deberes, por nimios que
estos fuesen, de jeneral en jefe; í en esto, mas que en nin-
gún otro accidente, se diseñó la contraposición de los ca-
racteres í roles diversos que cupo desempeñar a los caudillos
de las armas en 18.^1. El jeneral Cruz obró siempre como
si revistiera el ministerio i la responsabilidad del gobierno ¡
del partido «de! orden». Eúines, al contrario, que era el
campeón del último, se manifestó, en todas partes, revolucio-
nario, audaz, e irresponsable. El ejército del sud, con este
(1) Don Pedro Félix Vicaua en su diario de canipaua.
DF, LA ADMIMSTRACION MOM T. 285
jüfo a la cabcz;i. Iiahiia vonido a formar en la plaza do San-
tiago la parada de la victoria. Cou el jenoral Cruz, dcbia ca-
pitular en Purapol (I).
Poro o! joncral Cruz, aun sin comproniclor en lo menor
sus |)lancs mililares, podía niui bien dejar la división do
Alemparlo del olro lado del Hala para prolejcr la provincia
de Concepción, ¡ pasar él mismo con su ejército el Nuble,
mientras el enemigo se encontraba en Chillan, puesto asi
entre dos fuegos, i habiéndose cambiado lolalmente el papel
que con la sublevación de Zúñiga quiso hacer jugar el jene-
rai Búlnes al ejército revolucionario. Mas, aun no es tiempo
de anticiparse a los acontecimientos ni a los cargos que ellos
envuelven para los que asumieron la responsabilidad de
aquellos ante la historia.
VI.
A las tres de la larde dci dia 5!l, después de haber dejado
pasar una jijera llovisna, emprendió su marcha el jeneral
Cruz hacia el rio Chillan, pasó esta rio, que en el verano no
arrastra mas aguas que las que lleva, por lo común, un me-
diano estero, i so situó en las casas de la hacienda de Boyen,
propiedad de un señor Acuña, fiierlisima posición rodeada do
arboledas! defendida por la alta barranca del rio Chillan.
(I) «El plan de un hombre de esperiencla, vuelve a decir el
secretario jeneral Vicuña, aludiendo al carácter puramente estra-
téjico de las operaciones del jeneral Cruz, debe ser el de Fabio
contra Aníbal, Este buscaba los combates, contando con la orga-
nización i el valor desús soldados; mas aquel los evitaba, repro-
duciéndose en cuantos puntos le fuera posible, con lo que busca-
ba el apoyo de la opinión i el patriotismo de sus lejiones, con las
que al ün venció a aquel terrible guerrero,»
286 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS •
Mantúvose el ejército revolucionario ahí acampado ¡ comple-
tamento inactivo durante los días 22 i 23, mientras una morti-
ficante inquietud trabajaba la mente de su caudillo por la
inespücable tardanza que Alamparle ponia en reunírsele.
Solo a las oraciones del último dia, se anunció al fin su apro-
ximación i luego entró al campamento en medio del entu-
siasmo de los soldados, que saludaban con alegres músicas
la llegada do sus compañeros. El Lautaro recibió aquella
noche los honores de su corla pero feliz campaña delaArau-
canía, siendo colocado en primera fila, con preferencia a
lodos los demás cuerpos del ejército.
Venia la tropa que conduela Alemparte en estremo fatiga-
da por sus marchas i contramarchas, i fué preciso perder
todo el siguienle dia, concediéndolo a su reposo i a su orga-
nización. Confióse su mando al coronel Martínez, a quien se
habia destituido del mando del Alcázar por la exesiva cruel-
dad que empleaba con los soldados, agregándolo al estado
mayor, i se nombró en calidad de segundo jefe al mayor
Rojas, con retención del mando de la columna de cazadores
que se le habia confiado en el campamento délos Guindos.
Solo al amanecer del 23 de noviembre, fué dueño olravez
el jeneral Cruz de emprender su marcha con todas las condi-
ciones do orden i segundad que son propias del carácler do
este antiguo militar. Pero, antes de moverse, envió a su in-
cansable emisario Pradel a acelerar la marcha de los indios
que conduela el coronel Barnachea, encargándole también
organizara partidas de guerrillas (1] en toda la línea del
(1) He aquí la autorización suprema, en cuya virtud procedió
Pradí'l a organizar sus partidas.
Noviembre 24 de 18.5J.
«Teniendo presente los graves perjuicios que se orijinan al
pais de las partidas dciiominadas Montoneras, i siendo necesario
I)K LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 487
Hala, a cuyo fin dccroló la organización do un escuadrón di3
caballería dcnomiiiailo ¡os Libres, al cargo del subdelcf,'ado
del piioblo do Bíilncs don José Alaria Conclia, antiguo oficial
IVcirino, retirado desdo í.ircay, i fino liabia entrado en la re-
volución conel mas decidido entusiasmo, segundando en todo
los esfuerzos do Pradel, de quien era íntimo amigo (1).
tomar las medidas del caso para estirparlas, se autoriza al ciuda-
dano don Bernardino Pradel para quo disponga la organización
de partidas en las subdelegaciones o distritos que lo considere
necesario, bien bajo las órdenes de los respectivos subdelegados
e inspectores, o de oficiales de los escuadrones o ciudadanos que
crea mas aparentes para conservar el orden i perseguirá los mal-
becbores ¡ desertores. Esta autorización se esfenderá a los dos
curatos de Pemuco i Yungai i los subdelegados i demás jueces le
facilitarán todos los recursos que de ellos pretendiese, pues se lo
faculta a mas de lo espresado para que dé a cada jefe de partida
las instrucciones sobre que deben obrar, como asi mismo para
que saquen animales para el sustento de ellas, dejando a los inte-
resados el recibo competente, espresando su clase, calidad i valor.
Les dará también para tomar cabalgaduras para el servicio a que
son destinados, devolviéndolas a sus dueños, lufgo que encuen-
tren como relevarlas, cuidando cada jefe de partida de su con-
servación en el mejor estado de servicio. Anótese i transcríbase
al intendente de la provincia.
CrttS. »
(1) Publicamos en seguida una carta inédita del jeneral
Crnz al Intendente de Concepción, en que da algunos detallos so-
bre sus operaciones i que se ha conservado orijínal entre los
papeles de don José Luis Claro.
«Señor don Nicolás Tibapegüi.
Boyen, noviembre 24 de 1851.
«Mi apreciado amigo:
«Con motivo del retardo de la unión de la división de don José
Antonio Alemparte i el riesgo en qne se veía de poder ser cortada,
una vez situada la fuerza enemiga en Chillan (pues podia despren-
derse de fuerzas, sin esponerse a ser cortado por tal desprendi-
miento), mudé de campamento de enfrente de Chillan a este
punto, para prolejorlo. Este cambio no lo habría realizado si no
288 IIISTORA DE LOS DEZ AÑOS
Adoptóse (amblen en el campamenlo ile Boyen la inipor-
tanle medida de nombrar inlendenle do la indefensa i casi
acéfala provincia del Maulo al ¡nfluyenle vecino don Juan
hubiese sido necesario el no comprometer acción, cuando es-
peraba ser reforzado.
« Hoi recibí la suya fecha 20, en el momento de estar preparado
el ejército para volver a Chillan a tomar posesión nuevamente
de los Guindos, o pasar de este punto, si los movimientos del ene-
migo lo hacian necesario. Paso hoi, sin dar mas que un día de
descanso a la infanteria traída por Alemparte, porque anoche
recibí noticia de Chillan, venia con precipitación de Talca un
escuadrón de Granaderos (criado nuevamente en Santiago) en
r*^fuerzo de Búlnes, por si me fuera posible cortarlo, aunque a
la verdad, me es difícil, por lo trabajado de los caballos de la ca-
ballería.
«Gomo el enemigo tiene solo fundada su confianza en la infan-
teria, creo no se desprenderá de las inmediaciones del pueblo,
i, por lo tanto, si no lo hace, quedará por algunos dias en sitio,
pues a mí tampoco me conviene concederle ventaja.
o Con el fin de mantener espedlta la correspondencia con las
fronteras i esa, he colocado desde ayer partidas volantes entre
Larqui í el rio de Chillan, i hoi ha salido Bernardino para arre-
glarlas en los curatos de Pemuco i Yungai.
a Si mi campamento lo trasladase a las Cruces o Maipon, enton-
ces, en lugar de dirijirle mis comunicaciones por el caminólo
haré por abajo, por las balsas de Quinchamali o Cuca.
«No tengo, hasta esta hora (que son las nueve i media), noticia
de los indios que deben venir con Barnachea, cuyo retardo siento,
no solo por lo que se aumenta el inconveniente de su reunión,
con mi adelanto al otro lado del rio Chillan, sino también porque
ello me impide desprenderme de un escuadrón con algunos pocos
indios para lomar posesión de los pueblos del Maule.
«A mi casa, que me hallo sin novedad, i que deseo a ella como
a Vd., la gozen mejor.
Su afectísimo i amigo.
José María Je la Ctmzm
«El enemigo tiene en el hospital ciento sesenta enfermo?, i de
ellos la mayor parte heridos en la acción del 19. Kn el nuestro
solo tenemos veinte i ocho, i entre ellos trece del enemigo,
nueve heridos íiuestros i los restantes de enfermedades naturales. >)
DE LA ADMlMSTRAClOrJ MONTT. 289
Anloiiio Pando, quien se liabia incorporado a la división dol
coronel Irrulia, desde que oslo levanió armas en el Panal, a
mediados do sclionibre íl).
VIL
A las nueve de aquella misma mafiana del 25 do noviem-
bre, pasaba el ejércilo revolucionario en compactas colum-
nas por el paraje llamado Monte BadÜlo, dislante solo media
milla de los suburbios de Chillan, sin que el jeneral Búlnes
hiciese ningun amago de ataque. La situación respectiva de
ambos ejércitos estaba ahora completamente cambiada, i
Cruz hacia, en presencia del jeneral Búlnes, la misma mar-
cha de flanco que este habia emprendido al pasar frente a
los Guindos.
En la larde de aquel mismo dia, el ejército revolucionario
volvió a ocupar sus posiciones en aquella hacienda, cuyo
vasto caserio i arboledas estaban infestados por la putrefac-
ción de los animales que habían servido para el sustento de
la tropa i cuyos restos no se habia tenido cuidado de cubrir
convenientemente.
Una semana completa habia transcurrido desde el martes
19 de noviembre en que tuvo lugar el combate de Monte de
Urra, hasta el martes 2o, en que el ejército regresó a su
campamento de los Guindos. La causa única de la casi com-
pleta inacción de aquellos dias, tan lastimosamente perdidos
para dar brios ala revolución, aprovechando el éxito parcial
del combale del 19, habia sido la estraña tardanza del in-
(1) Véase pn el núm. 12 del Apéndice el nombramienlo de
esta autoridad i las amplias facultades que se le concedieron.
37
290 HISTORIA DE LOS DIEZ aSOS
tendente de ejército Ale ñiparle, demora lanto mas osliaña
cuanto que una actividad creadora i una rapidez eslraordí-
nariade tiocho i de concepto eran las dotes que habian carac-
terizado desde su juventud a este hombre noíabic.
VIII.
Con la imporíanle aunque tardía reunión de Alemparle, el
ejército rebelde ¡ la causa que sostenían sus bayonelas al-
canzaron el apojeode su poderlo. El jeneral Cruz conlaba, al
regresar a los Guindos, mas de 4 mil soldados (I), mientras
el ejército del gobierno habia quedado reducido, después del
combale de Monte de ürra, por el destrozo desús escuadro-
nes veteranos i la dispersión de sus milicias, a menos do 3
mil hombres, que era el número con que habia parlido desde
el Maule.
Porolra parte, veíase esle encerrado dentro de los murosde
Chillan, mientras el jeneral rebelde paseaba sus banderas al
derredor de la ciudad i enviaba sus guerrillas a disputar a
los jinetes enemigos hasta el forraje que segaban para sus
caballos. La provincia de Concepción, pacificada hasta los
últimos limites de la Araucania, ofrecía ahora la fuerza de
su reposo i de su patriotismo a su ufano caudillo, que conser-
vaba intacta su línea de comunicaciones con aquellos centros.
Sucedía todo lo contrario al enemigo, que veía, sin poder-
Jo reparar, completamente cortada i con un caudaloso rio
do por medio, su vasta línea de operaciones, hasta mas allá
del Maule, centro de sus recursos ; i tan grave era la silua-
(i) Segnn un estado que en esa época manifestó al coronel
Zañartu el ayudante de estado mayor don Ceferino Vargas, el
número total de las tropas de Cruz era de 4052 plazas.
ÜB LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 291
cion dolos dofonsorcsdü la autoridad en esln parlo del territo-
rio que, por osos mismos dias, dirijiéndosc al Maule el inlcndcn-
lo recién nombrado don Juan Antonio Pando, habia sorpren-
dido, con sus solos sirvientes i unos cuantos cantores, entro
los que se señaló el patriota Uiquelme, una compañía del
batallón Rancagua qiio venia a incorporarse al ejército, a
las órdenes del gobernador de aquel departamento don José
líerraójenos do los Alamos, quo cayó lambien en la celada.
Al mismo tiempo, la revolución cobraba alientos en todas
direcciones, una vez pasado el abalimiento de los pueblos
por los fracasos sucesivos de Pelorca i Valparaíso. El mismo
dia en que Cruz pasaba al frente de Chillan (2o de noviem-
bre), se habia sublevado en el estero de Huaquillo un escua-
dren cívico de Curicó, que conducía al cantón militar de Talca
el coronel Porras, i la desobediencia i fuga de aquellos mi-
licianos ponían de manifiesto cuan poco le seria ya dado es-
perar al gobierno de la adhesión de los habitantes de las
provincias que dominaban sus armas (1).
Pocos dias mas larde, un hecho mas grave habia venido a
confirmar el estado vacilante de los espíritus en presencia de
los progresos de la revolución í las turbulencias a que se
entregaban los soldados, tan luego como podían sobreponerse
a la violencia que les mantenía en las lilas del gobierno. En
la noche del 27 de noviembre, la compañía de granaderos!
la primera de fusileros del batallón Curicó habían dado el grito
(t) Este pscnadron, compuesto de f 18 plazas, salió de San Fer-
nando el dia 20 de noviembre i el 2o, a las pocas horas de haberse
puesto en marcha desde Curicó, 57 de ellos se echaron sobre un
convoi de armas que enconfrarotí en el camino i se piisieron en
fuga hacia sus hogares, arrastrando a la mayor parle de sus com-
pañeros. (Oficio del intendente de Colchagua, en que da cuenta al
ministro de la guerra de este íuceso.-'San Fernando, noviembre
■SI de tSof).
292 HISTORIA DE LOS DIEZ Af«03
de rebelión on el cuartel de Sanio Domingo de Talca, donde
estaban acantonadas, sirviendo de base a la división de re-
serva que organizaba con grandes tropiezos el coronel Lc-
lelier (i).
Al mismo tiempo, habían aparecido en armas los guerri-
lleros Ravanales ¡ Nazario Silva, el primero en las montanas
de Cumpeo, al oriente de Talca, i el último en los llanos do
Chimbarongo; de manera que podia decirse que la linea de
operaciones del ejército del gobierno estaba corlada en toda
su ostensión, desde el Nublo hasta el Tinguiririca, i aun hasta
(f) El suceso había tenitlo lugar de esta manera. A las siete
(le la noche, las dos compañías mencionadas lomaron las ar-
mas en el cuartel i prorrumpieron en vivas al joneral Cruz.
Pusiéronse a tocar a degüello los tambores ¡ ya iban a forzar la
puerta que defendía, mas con ruegos que con la fuerza, el oficial
de guardia don Andrés Merino, cuando, en tan apurado momento,
se presentó el resuelto coronel Lotolier con 8 liombres que había
tomado de la guardia de la cárcel, i sin trepidar, mandó hacer
fuego sobre los amotinados, de cuyas consecuencias murieron 2,
sometiéndose los demás, pues algunos estaban ebrios, según se lia
dicho. En el acto mismo, i con una violencia injustificable, Lete-
lier hizo pasar por las armas a tres de los que se le designaron como
promotores del alzamiento. Aquel jefe da, sin embargo, la razón
de esta severidad en un oficio dirijido al ministerio de la guerra
con fecha 28 de noviembre, en que dice estas palabras, e Como los
sublevados no quisiesen deponer las armas, fué preciso hacer uso
de todo el rigor militar, para contenerlos en sus avances hostiles,
haciendo ejecutar a tres individuos de tropa, que habían sido los
cabezas de motin. El peligro, añade, en que estuvo esta ciudad
fué estremo. »
Distinguéronse en este conflicto, sin quesean llamados a res-
ponder por la sangre que en él se vertió, los oficiales del gobierno
Vega ¡Hiiidobro, siendo este último un bizarro alférez de Grana-
deros a cabailo, que habia dejado recientemente el claustro de U
Academia militar para hacer la campaña del sur.
El batallón Curicó fué dísuelto, en consecuencia de este motín,
incorporándose su tropa útil al batallón Rancagua.
DE LA ADUlMbíKAt.lO.N MONTT. 291i
la capilal misma, donde so maquinaban Icnebrosos asaltos,
mientras la guarnición quo prulujia a la autoridad no con-
taba u¡ cieQ hombros capaces de soslcoer el fuego de uu
combale.
JVo ora menos difícil la situación do! jencral Búlncs dentro
do su propio ejército. Ai llegar a Chillan, notaron con es-
panto los empleados dül parque quo, a consecuencia de haber-
se mojado las municiones en el paso del Nuble i del cañoneo
do Monte do Urra, solo quedaban 4 paquetes por plaza, siendo
aun mas escasos los cariuchos de la artillería (1). Tan grave
era la dilicultad que el jcnoral en jefe resolvió despachar a
la capital a su propio secretario don Antonio García Reyes,
a fm de que, poniendo tanto secreto como dilíjencia en su
misión, solicilase del gobierno el inmediato envió de pertre-
chos. Aquel emisariií debió salir furtivamente de Chillan el
23 o 24 de noviembre, mientras Cruz se mantenía en Boyen,
pues llegó a la capital, en medio de la sorpresa de lodos sus
habitantes, que no hallaban a que atribuir el misterio de
aquel viaje, en la noche del 28 de noviembre. Formaba tam-
bién parle esencial de sus encargos secreíos el exijir que se
(1) Esle hecho importantísimo i sobre el que lian recaído tan-
tas disputas está plenamente confirmado en el parte detallado de
sus operaciones, que el jeneral Búines envió al gobierno con fe-
cha 19 de enero de 1832. De él aparece que cada soldado no te-
nia mas de 40 tiros de que disponer. Remedióse este mal, en
cuanto fué posible, secando las municiones averiadas i constru-
yendo algunos miles de tiros con dos barriles de pólvora qua
liabia remitido el intendente Tirapegui al ejército revoluciona-
rio i que a la salida de este quedaron olvidados en Chillan.
Para ejecutar cslos trabajos, tan sijilosos como delicados, se
comisionó al capitán de artilleria don José Timoteo González,
quien se encerró en uno de los claustros del convento de San
Francisco, con varios soldados de toda su conGanza que le ayu-
daron en su tarea.
294' HISTORIA DE LOS UlCZ AÑOS
organizase a loda prisa una fuerte división de reserva en Tal-
ca, remitiendo desde luego ai sud las fuerzas de aquel cantón,
i se tratase a loda costa de enviar por mar una fuerza que
obrase sobre la retaguardia de los sublevados, pues éstos, por
aquella parte, se encontraban fuera de todo riesgo desde la
desaparición de Zúüiga.
Tal era \a. situación que babia alcanzado el osado jeneral
Bülnes una semana después de baberse arrojado temeraria-
mente mas allá del Nuble, en demanda de un enemigo cuyas
verdaderas fuerzas le habla ocultado el patriotismo i el sijilo
de todos los b abitantes del sud.
Los mismos peligros que amenazaban al ejército del go-
bierno trabajaban con la reacción del desalient^, el espí-
ritu de los soldados I aun de los jefes caracterizados.
Circulaban en la tropa rumores siniestros. Con la suspica-
cia habitual del criollo chileno, decíanse unos a otros que
aquella guerra era de parientes i acabaría como cosa de fa-
milia, pues /a iban libres!, según la espresiondelos bivaques,
i aun hubo un soldado de cazadores que se atrevió a recordar,
en presencia de uno de sus oficiales (el capitán Villalon) i
con una amarga ironía, el nombre de Paucarpaia... El mismo
jefe de aquel cuerpo, que era el lujo del ejército invasor, el co-
mandante Venegas, se retiró en estos mismos dias del servicio,
preleslando enfermedad, i dando muestras de un profundo
clesalienlo.
IX.
En tal estado de las cosas, la idea de dejar abandonado al
enemigo casi a su propia impotencia dentro del cstenso con-
vento de Sao Francisco de Chillan, donde el jeneral Bülnes
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 20!)
lenia aeuarlolada en masa su ¡iifanlcria, venia casi por si
misma a la mcnlo do lodos los hombres quo rodeaban al ¡o-
neral Cruz i le prestaban su espada o suj consejos. Desdo
quo Pando habia cojido casi con la mano, como se dice vul-
garmente, un destacamento enemigo, mientras este almor-
zaba en las casas de la hacienda de Virgnin, casi sobre el
camino de Chillan a la capital, diseñábase ésta ya en el ho-
rizonte como la fácil presa de las armas rebeldes; I sus en-
tusiastas oficiales creian ver flotar al airo las banderas de la
victoria en las encumbradas torres que se reflejan sobre el
Mapocho. — «Marchemos sobro Santiago, (cuenta el secreta-
rio Vicnüa que dijo al jeneral Cruz, con el acento de la ins-
piración, a la vista de lo quo pasaba, al siguiente dia de ha-
ber regresado a los Guindos). Vamos a levantar cuatro pro-
vincias que nos esperan con los brazos abiertos. Bülnes no
puede seguirnos, o si tal temeridad tiene, se perderá infali-
blemente, siendo dueños nosotros de lomar la posición que
mas nos acomode. El jeneral Cruz pareció impresionado por
mi ¡dea i mis razones, añade el secretario, guardando silencio un
largo rato, como quien medita arrastrado por una convicción o
un fuerte presentimiento, i me dijo que mi modo de ver podía
traer resultados brillantes ; pero que, abandonándola provincia
de Concepción, entregábamos nuestros amigos i hadamos la
guerra eterna, lo que no entraba en su política. «Búlnes
añadió, sabe hacer esla clase de guerra, i seria una desgra-
cia pública envolvernos en ella» (1).
Aquella negativa del jeneral Cruz (que acusaba, mas que
un egoismo de provincia, la ausencia de jenio revolucionario
en aquel caudillo), no desalentó, sin embargo, a sus amigos
i aun a sus subalternos. El jeneral Urrutia, sostenido pnr
(1) Diario de campaña citado.
296 HISTORIA DE LOS DIEZ A.ÑOS
SU compadre ¡ araigo íülímo Alemparle, le pedia con ¡nslan-
cia pusiese a sus órdenes una pequeña división de caballería,
con algunos infaules a la grupa, para ocupar todos los pue-
blos de las llanuras del Maulo, hasta dominar los vados de
este rio. — Baquedauo le hacia iguales insinuaciones para pa-
sar el Nublo con una fuerte división de caballeria i dejar
corlado al eneQi¡¿o. El mismo secretario Vicuña hizo valer
los ofrecimientos de Ensebio Ruiz i del ardoroso comandante
Lara, a fin marchar hacia Talca, llevando con sus escuadro-
nes i en calidad do procónsul a aquel ciudadano tan entu-
siasta como resuello que veía en esta medida el triunfo deci-
sivo de la causa porque taulosaños habia combalido sin fruto.
La voz misma de la mujer hfabia llegado hasta el corazón
del jeneral Cruz por el labio de una animosa matrona, seña-
lándole el cauce de pacificas victorias por que debia lanzar
la revolución. «Diga V. a mi nombre a nuestro amigo jene-
ral {escribía la patriota esposa de don Manuel Zerrano al se-
cretario Vicuña, con fecha 28 de noviembre desde Concep-
ción) que soi de parecer que inmediatamente se ponga en
marcha para Santiago a tomarse aquellas provincias, centro
de lodos los recursos; que no lema que Concepción sea presa
del enemigo; bástanles hombres nos quedan con que defen-
derla i en caso que sus fuerzas no sean suficientes, con mu-
jeres nos presentaremos al fíente. Cuando bai patriotismo
se aumenta el valor» (1).
Pero, a todos aquellos esfuerzos, el jeneral Cruz oponía la
(1) E?ta carta fué tomada orijinal en la carpeta del secretario
Vicuña sobre el campo de Loiigoinilla. Devolvióla después a su
autora el jeneral don Manuel García, cuando aquella era su hués-
ped en la capital, por el mes de setiembre de 1852, i al po-
nerla en sus maiio>, le dijo. estas palabras que, dentro de la
brusquedad de un soldado, coiiletiian la Sülucíou de la época de
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. ¿97
inorcia de sus vacilaciones I argumenlos Jo ia cslraU'jia mi-'
lilar quo le aconsejaba nodesíuembrar su ejército on j)icsencia
del enemigo. I sin embargo, uno do los mismos jefes de
éslo, veulajosamcnlo conocido por sus conocimientos eslra-
téjicos, decia a esta sazón. «El jenoral Cruz podía habernos
tomado dos jornadas con dirección a Santiago sin que nosotros
lo bubiésemas sabido» (1).
X.
Así fracaso la ocasión mas propicia que se presentó a la
revolución del sud de coronar su obra de redención. Cupo
la culpado aquella falla únicamente a su caudillo, quien pagó
por ella demasiado aprisa, con la desafección de sus soldados,
la amarga censura de sus suballernos ¡ las discordias a que,
que nos ocupamos. — «Toma diablo tu papel, que si hubieran se-
gui(]o tus consejos, otro gallo nos cantara!»
El mismo gobierno de la capital llegó a tener por cosa segura
aquel movimiento del «jército revolucionario sobre el Maule,
tan natural i lójico era que lo emprendiese. Bajo esla convicción,
el ministro Varas escribía, con fecha' 2 de diciembre, al coronel
Lelelier, comandante del cantón de Talca i jefe de la reserva,
que hiciese cuantos esfuerzos estuvieran a su alcance para de-
fender la línea del Maule i disputar su paso al enemigo. Para e.«-
te mismo efecto, le prometía enviarle ausiiios por mar a Consti-
tución í principalmente cañones, con el objeto de montar baterías
en los vados de aquel río.
Sin embargo del profundo ¡ justísimo temor que estos aspec-
tos revelaban en el ánimo del ministro, decia este, en las comu-
nicaciones citadas, a las autoridades de Talca, las siguientes pa-
labras características. — «Le repilo que Cruz será perdido si se
dejase perseguir por la retaguardia i que no temo este movi-
miento». — Letelier, sin embargo, habia declarado al intendente
Cruzat que le era imposible contener al jeneral Cruz en el paso
del Maule.
(1) El comandante Silva Chaves en so diario citado.
38
298 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOíi
por enconliados pareceres, se entregaron los principales je-
fes que fe acompañaban como leales amigos, ¡ que, desde en-
tonces, se hicieron suspicases ¡ desconfiados. Pero lo mas
cruel de aquella espiacion, cuyo último trago debia aquel
infortunado caudillo ir a apurar a orillas del estero de Pura-
pel, seria el camino de la traición que dejó abierto con su ina-
movilidad asu enemigo, para que, envuelto en las sombras do
la noche, viniera, por medio de ocultos emisarios, a poner a pre-
cio de oro o de grados militares la defección de sus tropas.
XI.
El jeneral Cruz, en efecto, perdió lastimosamente los dias
que se sucedieron entre su regreso de Boyen i la escapada
del jeneral Bülnes de Chillan (1). Todo lo que hizo con su
(1) Solo el 28 consintió el jeneral Cruz en que Urrutia se di-
rijiese a la provincia del Maule para sostener a Pando, dándole
por única fuerza, para apoderarse de los pueblos fortificados del
Parral i Linares, los escuadrones mal armados de Souper i Arce,
el último de los que se ccmponia principalmente de huesos
de la hacienda de Virguiu, propiedad de su comandante. Dijese
que ÍJrrutia había solicitado, i con sobrada razón, qno se le fran-
quease una compañía del Carampangue para la consecución de
los planes que se le encomendaban, pero que el jeneral Cruz le
había dado por respuesta, si hemos de atenernos a io que dice Za-
ñartu en sus anotaciones citadas, estas únicas ¡ tercas palabras.
Haga V, lo que se le manda!
El 27 se había incorporado al ejército la compañía del batallón
Rancagua hecha prisionera por Pando, pues los 44 soldados de
que se componía, se alistaron voluntariamente i fueron agrega-
dos al batallón Lautaro, que era el mas reducido en número de
plazas. Junto con este pequeño refuerzo, se entregaron al inten-
dente Alemparte varias cajas con vestuario que aquella tropa
conducía para el ejército del jeneral Búlnes.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 2ü9
üjórcilo (luranío los dias íáG, 27 ¡ 28 de noviembre, fué ve-
nir a siluarse en Jinca a ¡nmciüafiones de! pueblo, en una
llanura abrasada por el calor de la cslacion ¡ donde, era
mas que probable, el jeneral Húlnos babria renovado la es-
cena de Cancbarayada en 1818 (pues el ejército revolu-
cionario no ofrecía reparo alguno por sus flancos contra una
sorpresa nocturna], si no lo aconteciera que su feliz estrella
le alumbraba en las tinieblas que le rodeaban una senda mas
segura que le encaminarla a sus fines: esta senda era la del
oro, cien veces mas poderoso que el acero en las contiendas
civiles.
XII.
No haríamos este grave cargo al ¡lustre jeneral que se
liabia abnegado hasta hacerse el delegado del pretendiente, a
quien un compromiso de bando, no su voluntad de hombre
ni sus votos de ciudadano, habian elevado a la primera
majislratura de la Ilcpúbüca, sino se lo hubiese hecho el
misaioen sus propias comunicacion-es oficiales. «Este tiempo
(le forzosa inacción para el ejército, dice en efecto el jeneral
en jcfo de éste, en el parte de sus operaciones que varias
veces hornos citado, fué ocupado por mí en promover acti-
vamente en algunos lugares de la fronteras 1 pueblos de la
provincia del Nuble, una reacción en favor de la causa del
orden.»
I tan lejos estaba, en verdad, el jeneral Búlnes de haber
contradicho con ios hechos sus palabras, que uno de los
propios jefes de cuerpo del ejército revolucionario, el sárjenlo
mayor Molina, comandante del batallón Alcázar, llevaba ya
en sus bolsillos el despacho deteniente coronel de ejército?
300 HHTORIA Df- LOS DIEZ AÑOS
firmado por el jeneral Dúliics, bajo cuyo gobierno aquel era
solo un'siiuple capitán (le! Carampangue.
Por olra parle, uuo de los propios ayudantes del jeneral
Cruz, don José Maria de la Maza, habia sido despedido del ejér-
cito por sospechas do connivencia con el jeneral Ruines, do
quien era amigo personal ¡ vecino en sus propiedades de las
Canteras, mienlrasel mayor Labarca, otro ayudante de campo
del jeneral en jefe, era sometido ajuicio a virtud de iguales
desconfianzas, confirmadas mas tarde en el campo de Lon-
gomilla; decíase también que el capitán Gonzalos, sárjenlo
mayor del Carampangue, daba muestras de visible desafección,
i solo le abonaba en su fidelidad la palabra del jeneral Ba- .
quedano, de quien era pariente la mujer de aquel oficial ; i
circulábase, por último, en el campamento revolucionario la
voz de que en la caja militar del jeneral Bülnes venianSO mil
pesos on cóndores «para comprar jefes», según las palabras
que usaban los soldados, i en efecto, se hablan visto algunas
(le aquellas monedas, que entonces se sellaban en Chile por
la primera vez, i que no podian venir al campo rebelde sino
por manos escendidas i con siniestros propósilos.
Por olra parte, el descontento de los jefes superiores era
evidente, ¡ de aqui orijinábanse celos de lal carácter que
amenazaron luego convertir el casorio de los Guindos en un
campo de Agramante. El susceptible jeneral Baquedano so
manifestaba quejoso de ciertas reconvenciones por el servicio
que le habia hecho el jeneral Cruz, i fué preciso la amistosa
intervención de Vicuña para calmarle, ürrutia, nombrado
oomandanle jeneral de caballeria, encontraba frecuentes
ocasiones do ponerse en pugna con Baquedano, que, aunque
desempeñaba el cargo de jefe de estado mayor, retenia el
mando de aquella arma ; i por úüimo, el mismo intendente de
ejército ponia a prueba su índole inquieta, tomando partido,
PE LA ADMINISTRACIÓN MOMT. 301
ya por eslos o los oíros desús amigos, en estas ííncrcllas, que
no nacían ilc malas paáioues, sino do la inercia i do las cou-
trariodadcs de la campaña. Si el joneral Cruz hubiera seña-
lado a cada uno ?u puesto i lomado él el suyo, a fin de lan-
zarse a buscar la gloria i la libertad en el fuego de las
batallas, una sola voluntad les habria reunido a lodos en la
empresa. Error inmenso fué aquel de dejar ociosos lodos
aquellos espíritus do suyo desasosegados que habían buscado
en la revolución pábulo al ardor do sus caracteres, no mo-
nos que la ardua realización de sus ambiciones jcnerosas
o mosquinas !
Doscendiendo a lo? jefes mas suballernos, se nolaba idén-
tico desabrimiento en los ánimos. El indómito Eusebio Ruiz
no hacia caso alguno do las órdenes de su inmediato jefe el
jeneral Baqucdano, de quien, en su juventud, había sido ca-
marada. Alejo Zañartu se asociaba a su hermano en su tene-
brosa reserva, 1 llevaba ademas en su pecho el baldón do
una palabra afrentosa quo le había dirijido cierto día el je-
neral Cruz, llamándole éste cobarde, una mañana que trazaba
sobre un plano la posición que debía ocupar el ejército, i
señalábale Zañartu un punto que era de muí fácil defensa.
En cuanto al coronel Puga, el otro jefe superior de caballe-
ría que aun no hemos nombrado, sabido es que, desde 1822,
cuando a traición prendió en Quechereguas al jeneral Cruz
(entonces comandante de su cuerpo), una honda enemistad
los dividía, i que, apenas, a viilud de influjos mal aconsejados
delinlendenlc Vicuña, obtuvo aquel un puesto en el ejército
revolucionario.
Solo resplandecía una fúijida lealtad, un caloroso entu-
siasmo, una fcjcnerosa encaminada al sacrilicio i a la gloria,
en el pecho de aquellos nobles jóvenes, columnas inconlras-
tables do la revolución, que derribó el plomo en Longomilla
302 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS ■
O cubrió después como un sudario de vergüenza el pació de
Purapor. Conspicuos entre estos nombres, la historia rejistrará
los do Souper i Saavedra, Videla ¡ Lara, Urriola i Benaventc,
Robles i Tenorio, Gaspar i Apolonio, Zúniga i ürizar (1).
(1) La fosa de este valiente soldado, abierta en Longomiila a
los primeros disparos de la artilleria enemiga, sepultó, sin duda,
muchos secretos. Veíasele siempre preocupado en el ejército i
continuamente manifestaba a sus amigos, que él escojia éntrelos
jóvenes, temores mas o menos descubiertos sobre el carácter
de ciertos jefes, i las consecuencias que el oro i las intrigas del
enemigo podian acarrear sobre los leales. Al siguiente dia del
encuentro de Monte de Urra, él habia suplicado al secretario
Vicuña, cou las mayores instancias, que consiguiese de Cruz el
emprender en el acto mismo, i antes que Búlnes entrara a
Chillan, una batalla decisiva, manifestándole que tenia motivos
para esta exijencia. Dos dias después, ocurrió el siguiente lance
que vamos a dejar referir al mismo Zañartu con sus propias
palabras. Estas envuelven, no solo indicios, sino una prueba
de la sorda fermentación de descontento que cundia en el ejército
revolucionario. Dicen asi: — «El 22 se presentó en mi alojamiento
el teniente coronel don Pedro José Urizar, i me dijo: « el jeneral
Cruz anda bien enfermo, señor; si tenemos la desgracia de perder-
lo, todo se volverá un desórdefi; i para evitarlo, preciso es que
nos fijemos en un jefe, que aunque carezca de conocimientos
militares, tenga algún prestijio; i yo estoi por el jeneral Urrutia
para que tome el mando del ejército, pues yo no sirvo a las
órdenes de Baquedano. Díjele que asentia en su pensamiento
porque el jeneral que me indicaba era un sujeto a quien respe-
taba como jefe i amaba como amigo. Este acuerdo seguramente
se lo trasmitió luego Urizar al jeneral en jefe, quien entendién-
dolo de diverso modo, entró en recelos, pues en la tarde se me
aseguró que, hallándose éste con el jeneral Urrutia i otros sujetos,
habia dicho: «Si tuviera dos hombres como don Bernardino
Pradeí, la patria seria ft-liz.» E?ta noticia me hizo inferir la cansa
que diólugar para que el jeneral Cruz se espresara en esos tér-
minos, en presencia de uno de sus principales jefes i de quien
no tenia el menor motivo de desconfianza, pues era sn íiel i
verdadero amigo; pero no quise decirle al señor Urrutia mis
sospechas, i por consiguiente, ignoro Ja conversación confidencial
a que me provocó Urizar, haliándose presente el comandante
del batallón Alcázar don Fra/icisco.Molina.
l)K LA ADMINISÍRACION MüNTT.
30:^
XIII.
Pero, como hemos ya dicho, cu el cjércüo de! gobierno
aparecían los mismos sin lomas do dcsconlenlo que acabamos
(le observar entre ios rebeldes, salvo que en aquellos era el
abalimienlo i en los úllimos el aguijón del despecho lo que
daba jérmon a la simiente de la discordia. Era demasiado
.sabida la antigua enemistad de los jefes mas importantes que
.sostenían al gobierno, el uno como jeneral en jefe, como co-
mandante jcneral de la infantería el otro. El coronel García
no cuidaba tampoco de ocultar su poca sumisión al ministro
de la guerra Gana, quien, a su vez, tenia desazonado al jene-
ral Rondizzoni, pues, habiendo este recibido el título de jefe
de estado mayor, llenaba aquel sus veces, dándole solo a
firmar los pliegos que contenían sus órdenes. El comandante
jeneral de caballería, coronel don José Ignacio García, a su
turno, se manifestaba desconcertado por el mal éxito de sus
operaciones el día 19 de noviembre, i de tal manera era
grave la situación de losespíritus,apesar de la inmensa ven-
taja de disciplina, que contaba a su favor el jeneral Bíilnes
en la organización de su ejército, que era preciso todo su
prestíjio personal, a fin de no dar lugar a diarios rompimicn-
los entre sus jefes mas acreditados.
XIV.
Con su sagacidad acostumbrada, comprendió al fin aquel
caudillo lo critico de su posición en Chillan, pues la única
304 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
■ventaja que ahí alcanzaba de fomentar la reacción en el eno-
niigo por medio de sus numerosas relaciones en aquel pue-
blo, solo podia dar sus frutos a la larga. I cuando llegaron
a sus oidos las quejas de los soldados, junto con la abierta
declaración que hacia el comandante Venegas de no volver
a desenvainar su espada en pro de los intereses del gobierno
de la capital, i supo, por otra parte, que el jeneral Urrulia se
dirijia hacia el Maule con fuerzas de caballería, resolvióse
en el acto a poner fin a tan apurada situación. El pensamiento
salvador de acometer el repaso del Nuble i seguir a marchas
forzadas hasta encontrar sus reservas en el Maule, le alum-
bró en sus conflictos, i pocas horas después, aquella inspira-
ción atrevida era un hecho mas atrevido todavía.
Sucedía esto en el cuartel jeneral de ChillaQ en la noche
del viernes 28 de noviembre.
XV.
«A las diez í media de la mañana siguiente (29 de no-
viembre), cuenta Vicuña en su diario de campaña, fui a ver
al jeneral Cruz a su tienda i me dijo : — Tenemos novedad !
Búlnes va a salir de Chillan. Acabo de tener aviso; pero
debo recibir luego otro mas positivo.»
Una hora después, la noticia de que el enemigo abando-
naba a Chillan confirmóse por varios conductos, pero sin que
ninguno de los emisarios que llegaba al campamento de Calo,
donde aquella mañana se encontraba el ejército revolucio-
nario, piuliese dar cuenta del rumbo que iba a lomar en su
marcha. Sospechó un instante el jeneral Cruz que el intento
de su despechado contendor era dírijirse a la provincia de
l)i: LA ADMIMSínACION MONTT. 30o
Cíinccpcion (1), resuello a casli^jar su alzamicnlo; i en su
primera alarma, dijo a Vicuña cscrihicso en el aclo al inlcn-
(ionlo Tirapegui> para que, sin pérdida do mümenlos, pa-
sase el Bio-biu con todas las fuerzas que pudiese reunir,
llrívándose consiga a los principales partidarios decididos del
gobierno i despojando de su velamen a los buques surlos en la
bahía de Talcahuano, afín de que el invasor no se aprove-
chase de aquel elcmenlo de movilidad. Mas, luego que el
viejo caudillo do Penco supo que el enemigo no lorcia su
rumbo hacia su predilecla provincia natal, sino que se apro-
ximaba a los vados del Nuble llamados de abajo, dijo las
siguientes palabras que manifestaban su confianza en el
nuevo aspecto que tomábala campaña— Z^í^íyí aBúlnesdos
mil pesos de mi bolsillo si este movimiento fuera efectivo.
I luego, como herido de una inspiración grata a su pa-
triotismo, esclamó — «Este movimiento del enemigo ahorra
600 víctimas a la República, pues este será el número de
muertos en una batalla». I un momento mas tarde volvió a
decir, confirmando sus lisonjeras impresiones ¡ dirijiéndosea
su secretario que le interpelaba — (.(Señor don Pedro, al enemi-
go que huye, puente de plata!)).
En este axioma de eslratejia militar estaba escrita oirá
vez la ruina de la revoluciog.
El jeneral Eúines, en efecto, no huia. A! contrario, iba en
busca de su centro natural, recobraba su propia linea de
(1) Pudo inducir al jeneral Cruz a esta suposición la circuns-
tancia de haber salido en la tarde o en la noche de la víspera una
columna de Cazadores a caballo en dirección hacia el Itata. Pero
el verdadero objeto de este movimiento fué sorprender las parti-
das armadas que el subdelegado de Búliies tenia en aquella aldea
i las que fueron efectivamente desbaratadas con alguna levo
P'jrdida. pues los Cazadores caycro.n sobre cilos de sorpresa.
39
306 , HISTOniA DE LOS DIEZ ASOS
operaciones í marchaba en demanda de poderosos recursos,
de que solo la distancia le lenia privado. Estaba, por consi-
guiente, su operación tan lejos de ser una fuga que podía
considerársele mas bien como su reorganización. Dcslumbrá-
base pues el jeneral Cruz con una fatal quimera, que no
tardaría en acarrearle su completa ruina, i eslo tan aprisa
que, una se.mana mas larde, el fatal cañón de Longomilla
anunciarla a los chilenos los próximos funerales de la re-
volución.
XVI.
xVjuslü pues el mal aconsejado jeneral de las tropas de la
revolución todas sus operaciones de aquel dia ¡ de los subsi-
guientes a su idea favorita de que la retirada del enemigo
era una fuga; de manera que, en vez de emprender su mar-
cha a las diez del dia, para picar activamente la retaguardia
de aquel i hoslilizarie en el paso del rio, movió su campo
solo a las dos de la larde, perdiendo cuatro horas, preciosas
en aquella coyuntura.
Como para reagravar error de tanta trascendencia, verificó
el ejército revolucionario su tardia marcha, describiendo una
curva hacia el pueblo de Chillan, en lugar de dirijirse por
la márjen del Nuble, pues era conocido el intento del enemigo
de pasar el rio por uno de los vados situados al poniente de
aquella ciudad.
Eran estos pasos, sin contar con el de Cocharcas que in-
tercepta el camino real, los llamados de Dadinco, la Alai el
Guapí, o los Maquis, hacia el occidente.
Dividíase el rio, en el último de estos vados, en cuatro o seis
eslensos brazos, por la interposición de varios islotes que cor-
DE LA AüMIMSTUACION MONTT. .'i07
laban las coirionlüs. El |)aso del Ala era al^o mas cslrcclio,
i por úllimo, el do Uailinco ofrecía la comodidad do |)oder
ulilizar una lancha qiio ahí habla, aunque la rapidez de la
comento era en esla parle mui viólenla.
El jcncral Búlncs había llegado, al caerla tarde, al vado del
Ala en los moinenlos que el ejército revolucionario pasaba
írenlo al vado do Dadinco. Mas, como el jeneral Baquedano
se hubiese adelantado con la caballería, furmó aquel su linea
do batalla en la alta barranca del río ; i resuello a aceptar el
combate, si el enemigo veíia a provocarlo en su casi deses-
perada situación, destacó sus guerrillas al mando del esforzado
Vallejos sobre las descubiertas de carabineros que conducía
en persona el comandante Alejo Zañartu. Pero, como elcjér-
cilo revolucionario viniera mui a retaguardia, empeñóse solo
un breve tiroteo del que resultaron seis muertos de ambas
partes.
Cuando yaiba a oscurecerse, el jenerál Búlnes, maniobran-
do con ostraordinaria habilidad, se trasladó al. vado del Gua-
pi, mientras el ejército revolucionario ocupaba lentamente
las posiciones que había abandonado aquel, frente al paso
del Ala.
En esla situación respectiva se acamparon ambos ejércitos
a una distancia de cuarenta a cincuenta cuadras entre si, en
la noche del 29 de noviembre.
XVII.
A cualquiera hombre de guerra, le habría parecido impo-
sible que, en aquellas circunstancias i en la oscuridad de
la noche, un jeneral de mediana intelijencia se atreviese a
emprender cl paso de un rio caudaloso, casi a la vista de
308 HISTORIA DE LOS DIEZ A^OS
un enemigo mucho mas poderoso, que venia en su scgui-
mienlo, Pero si aquel intenlo era a todas luces temerario,
habia en su propia audacia una razón suficiente para que un
jefe del carácter del jcneral Búlncs lo acometiese; i así
sucedió en efecto.
En las primeras horas de la noche i cuando la clara luna
de noviembre alumbraba la campiña casi en la plenitud do
su primer cuarto, ordenó el jeneral Búlnes el paso del rio,
a cuyo efecto, dispuso que la caballería montase ios infantes
a la grupa i fuese pasando un cuerdo tras otro, hasla qu3 ni
un solo soldado hubiese quedado en la ribera meridional del
Nuble (1).
Desde las siete u ocho de la noche, comenzó el ejército del
gobierno a entrar al rio, i solo a la siguiente mañana hablan
concluido de pasar los últimos cuerpos. Jamas, empero, se
vio en ejército alguno una escena de mayor confusión. Todos
se apresuraban a pasar i se esponian a ser arrebatados por
las corrientes, a trueque de no quedar aislados en la raárjen
opuesta del rio que ocupaba el enemigo. La luna alumbraba
aquella escena de profundo desaliento i el murmullo de las
corrientes apagábalos ecos de los que a media voz comuni-
(1) Al referir esta operación militar, que será una de las hazañas
deque mas deba enorgullecerse el jeneral Búlnes, he aquí como
se espresa el comandante Silva Chaves en su diario de campaña.
«El jeneral, dice, estuvo indeciso sobre si pasaria o nó; me llamó
i me pidió mi parecer, yo le contesté lo siguiente: «Que roe pare-
cia indispensable pasar el Nuble: i." porque necesitábamos res-
tablecer nuestra comunicación con Santiago: 2." porque Ja batalla
debíamos darla al norte del Nuble: que asi el enemigo no poJria
rehacerse en la derrota, niiéntras al sur de Nuble tomarla con
facilidad las fronteras i nosotros no teníamos tropas con que seguir
adelante por ser cívicos, que estaban violentos por el término
déla campaña.» Al jeneral le parecieron bien mis observaciüiics
¡se mandó vadear el rio.»
DE LA ADMINISTRAnON MONTT. 309
cabaii las órdcuos a los diforcntes ¡ desordenados grupos eo
qiio so habia fraccionado ia Iropa cnlromesclándose las Ircs
armas. La caballería iba i venia de una ribera a otra, cou-
diiciendo a los infantes i estos estaban disominados en árnbas
márjcnos o en los islotes que dividían el rio en varios i des-
parramados raudales. «El ejército, dice un testigo de vista, se
dispersó complotaincnle : la infantería en la ribera del rio,
i la arlillcria atollada en el agua. En esa noche, a cualquier
amago de ataque, nos habriamos fusilados unos con otros;
pero el enemigo andaba despacio i lo mismo hicimos nosotros
a su vez» (1).
XVIII.
Entre tanto, ¿qué sucedía en el vecino campamento del
ejército rebelde? He aquí lo que nos refiere, sobre las eslra-
fias anomalías de aquella noche memorable, otro testigo pre-
sencial. «A las nueve de la noche, dice uno de los ayudantes
del eslado mayor (2), llegó un hombre a la tienda del jene-
ral Baquedano i le avisó que el enemigo comenzaba a pasar
el rio. ^Este es un precioso momento, dijo Baquedano, para
concluirlos » , i me ordenó lo acompañase donde el jeneral
Cruz. Le puso en conocimiento del paso del enemigo, i le pidió
dosescuadrones de caballería con infantesa la grupa, diciéndo-
lequese comprometía a dispersar todo el ejército con nada
mas que una descarga. Quedó Cruz un momento pensativo i
parecía daba asentimiento a lo que le pedia Baquedano r*l)ero
(1) Silva Chaves. Diario de campaña.
(2) Don Bernardo Vicuua. Apantes citados.
íilO niSTOHiA DE LOS DIEZ AÑOS
luego le contestó. — No,jencral\ Nopoleon decia, al enemigo
(jue huye-, puente de plata. Baquedaiio no ¡nsislió».
No habíamos pues padecido error al decir, en una de las
pajinas anteriores de este libro, que aquella máxima militar,
citada tan fuera de propósito por el jeneral Cruz,iba a servir
de epitafio a la revolución. Perdida aquella coyuntura de
desbaratar cotí la presencia de una sola compañía de tiradores
todo el ejército enemigo, el jeneral Cruz iba solo a buscar
su tumba a orillas del Maule (1).
Cuando amaneció el dia 30 de noviembre, i se anunció en
el ejército rebelde que el enemigo habia pasado el Nuble sin
que un solo disparo le hubiese molestado en aquella difici-
lísima operación, el estupor aparecía pintado en lodos los
semblantes. Los jefes, los subalternos, los soldados mismos,
lio podían imajinarse que aquello hubiera tenido lugar como
se les contaba. Una violenta reacción comenzó a operarse
desde aquel instante en los espíritus. El preslíjio del jeneral
Cruz descendió desde el solio en que le habia colocado el
(1) Parece en verdad inconcebible que un jeneral tan vijilante
i tan esperimentado como el jeneral Cruz permaneciese toda
aquella noche en la mas completa inacción. Permitiéndonos no-
sotros hacerle cargo por esta circunstancia, i con aquella fran-
queza que la hidalguía de su liospitalidad autoi izaba, nos res-
pondió que él mismo habia formado una columna escojida do
tiradores que habia puesto a las órdenes del comandante Drizar
i se preparaba para dirijirse a atacar a Búlnes, cuando, burlado
por los espías que tenia a su servicio, vino a saber que ya todo
el ejército enemigo estaba del otro lado. Pero, a nuestro entender,
lio será jamas una razón que ponga a salvo la responsabilidad
de nn jeneral en jefe el engaño de un espía. Mas presumible es
que el jeneral revolucionario no se resolviera aquella noche a
emprender ningún movimiento hostil en fuerza de su arraigado
error de que debia dejar espedíta la fuga del enemigo, o talvez
porque le parecía imposible que el jeneral Búlnes, por muí osado
que fuese, no s? atrevería a acometer tan temeraria empresa,
DÉLA ADMINISTRACIÓN MONTT. .Jll
aura popular liasla las chanzas, ya malignas, ya iracundas
(le los bivaqucs. — «Qué le importará a cslo tai.... tlecian los
solilailos, haciendo uso do una ¡nlerjeccion erainentemenle
soldadezca, que mueran en la guerra, si él no ha de ponerse
donde lo maten! Otros decían. — «La revolución sigue con la
saliva del íricau.n Y otros, en fin. — «Esta es la guerra délos
primos, i nosotros andamos siguiendo de tontos» (1).
XIX.
La admirable maniobra del paso del Nuble, por el ejército
del gobierno, cambió totalmente la faz de la campaña. To-
(1) ((Frase inclía, que quiere decir papagayo, de que los solda-
dos hacen uso cuando, sin tener dinero, juegan i le ganan al que lo
tiene, i como no les daban diarios ni sueldos, creían que andaban
sin plata.» { A^oía del coi'onel Zañartu.)
Por lo demás, todos los jefes estaban de acuerdo en desaprobar
la inacción del jeneral Cruz en aquella coyuntura decisiva de
la campaña. «Si el jeneral hubiese atacado esa noche, dice el mis-
mo Zañartu en los apuntes citados, i que nos ha remitido como
complemento de su diario de campaña, es mui probable que hu-
biera logrado hacer una gran dispersión dejos cuerpos veteranos
que aun quedaban en la playa sur del rio Nuble, i un desaliento
en los cívicos que estaban en la parte norte del mismo rio, sin
pérdida de mucha tropa, pues esta tenía lugar de colocarse en la
orilla de la barranca, mientras el enemigo ocupaba el bajo donde
se hallaba espuesto a ser desordenado i disperso en los primeros
fuegos; pero creo que ni espías se mandaron. »
El jeneral Baquedano, que, como hemos visto, se había ofrecido
a dirijir él mismo el ataque aquella noche, reasumiendo todas
las operaciones de este dia memorable, se espresa en los tér-
minos siguientes, en una carta que ha tenido a bien dírijirnos,
con fechade 29 de abril último, i que ya hemos citado. ((Ence-
rrado Búlnes en Chillan, dice, conoció sin duda que sus fuer-
zas no eran suficientes para vencer el nuestro, i salió precipita-
312 HlSrORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(las las ventajas ailqiiiiiilas por el jciieral rebelde so perdie-
ron en aquolla falal jornaJa, que equivalia en sus resultados
a una espléndida victoria del eneíaigo. Dirijíase éste, en
efecto, al centro de sus copiosos elementos de acción (1), i
el ejército del sud se alejaba de los suyos. El jeneral Búl-
nes huía en apariencias i, en realidad, atraía a un teatro
propio, en que lodo le seria favorable, a su alusinado rival.
La línea del Maule iba a ser suya, después de haberla te-
nido perdida casi sin remedio i por tantos días. Por otra
parte, corapueslo su ejército de jenle colectada en las pro-
vincias centrales, venia aquel de tal manera compacto que
según las propias palabras del jeneral que lo mandaba «no
dnmente de aquella ciudad en busca de aasilio. Entonces se nos
presentó otra ocasión de hacer pedazos al ejército de Montt, pero,
estando a distancia nuestra infantería del lugar en que Búlnes
pasó el Nuble, no fué posible conseguirlo. Yo propuse aCruzíjue
me diera un batallón de infantería i tres o cuatro escuadrones de
caballeria, i me prometía sorprender ei ejército enemigo, como
sin duda habría sucedido; pero Cruz creyó dudosa la empresa i
quiso pensarlo, sin resolverse hasta el día siguiente, cuando ya
el ejército do Búlnes habia pasado el Nuble. Desde este momento,
nuestro ejército fué perdiendo el entusiasmo, ¡ como era forma-
do de voluntarios, la mayor parte con familia, no tenían mucha
voluntad de alejarse de sust;erra'?, así es que, al pasar el Nuble,
notamos que habia desurcion. I hasta ios indios, en sa mayor,
parte se volvieron.»
En cuanto a la idea que se liabia formado el jeneral Búlnes de
su niovinuento sobre el Nuble, he aquí sus propias palabras,
copiadas del parte jeneral de su campaña que ya hemos citado.
«Cualquiera indecisión, dice, habría frustrado una operación tan
difícil. Para llevarla a efecto, era necesario olvidar eompieta-
menle los peligros i obrar con una prontitud de que no haj
t'jemplo.»
(1) Parte jeneral d^ la campana ya citado.
DC LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 313
perdió en su rcliraíJa ni una prenda del vesluajio» (I). Suco-
dia, cntrélanlo, loih) lo conlrario al ejércilo rebelde, cuyas (ro-
pas volunlarias i sin disciplina veian prolongarse sin fruto la
campaña ¡ se alojaban cada dia do sus Logares; de suerle que ¡a
ruta de los llanos, entro el Nuble i el .Alaulc, iba a quedar
sembrada de dispersos.
(1) El gobierno de la capital se lisonjeaba, por estos mismos (lias,
con la esperanza de formar un segundo ejércilo con (jue reforzar
al jeneral Biiínes, o socorrerlo en caso de fracaso. Según una co-
municación del ministro Varas al intendente de Talca, que ori-
jinal tenemos a la vista, el gobierno podia ecbar mano, al nié-
nos, de4mil soldados, en todas las provincias que aun estaban
sometidas a su autoridad.
Según el cómputo que Iiacia el ministro, aquellas fuerzas po-
dían reunirse en un punto dado en el término de un mes, i a la
fecha de la comunicación (24 de noviejnbrc), se contaba con que
podian organizarse de la manera siguiente.
La provincia de Coquimbo tenia 800 infantes, de los que 400
eran disciplinados i 25 artilleros, ocupados en sitiar a la Serena,
i a mas un escuadrón de cazadores a caballo. La de Aconcagtta
contaba con un destacamento del batallón Yungay i 40 soldados
de caballería de la policia de Santiago. Podia dar ademas 400
milicianos de esta última arma. En la de Valparaíso, se encon-
traba el batallón 3.° de Unea con 4-^0 plazas; habia ademas un
destacamento de granaderos a caballo i se creía que podia con-
tribuir con 600 guardias nacionales.
En la capital, existian el batallen Santiago, con 800 hombres,
100 artilleros, 262 granaderos de nueva formación i se pondrian
sobre las armas 500 cívicos capaces de tomar el campo.
I por último, en Colchagna, ademas del batallón de San Fer-
nando que constaba de 200 plazas, podrian salir a campana oOO
milicianos de caballeria.
Haciendo la abultada cuenta de estos recursos, ci ministro de-
cía. — «Si hubiese un revés, podríamos poner sobre las armas, en
el espacio de un mes, cuatro mil hombres, quedarían el triunfo
de la causa del orden a las orillas del Maule.»
Olvidaba solamente el señor Varas lo que dirían los pueblos
i ese mismo ejército con que él contaba, después del revés que
presentía.
40
314 UISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
En aqjiiella marcha do los dos ejércitos hacia el Maule, que
hace recordar la que, encircunslancias casi análogas, empren-
dieron los jenerales O'Higgins i Gainza en 1814, solo habia
en verdad una engañosa apariencia do venlajas para el jene-
ral Cruz, mientras el enemigo iba a recojer lodos sus frutos,
como en seguida vamos a verlo, siguiendo a ambos en su rá-
pida marcha por los llanos.
XX.
El dia 30 de noviembre, el jeneral Búlnes se adelantó solo
hasta la hacienda de Changaral, dos leguas al norte del Nuble,
habiendo sido retardado, por las dificultades que encontró su
artillería en el paso del Guapi. El ejército rebelde, al con-
trario, permaneció en la opuesta orilla, sin darse mucha
prisa. Aunque el santo i seña de la orden del dia había sido
— los enemigos huyen despavoridos, i se prescribía en aque-
lla, antes de amanecer, que los cuerpos estuviesen listos a
marchar en el término de dos horas, éstos se detuvieron
para asistir a la misa, pues era dia domingo, cosa que por
cierto no hacia ni pensaba hacer el jeneral del gobierno.
Solo a la una del dia 30 emprendió su marcha el ejército
revolucionario del campamento del Ala al vado de Dadinco,
situado una legua hacia el oriente. Cerca de las tres de la
tarde pasó la primera lanchada de tropa, no pudiendo en-
trar en la embarcación a la vez mas de 50 infantes, ¡ habién-
dose ahogado 6 u 8 desgraciados en el paso de la caballe-
ria (1).
El jeneral Cruz en persona asistió, durante 24 horas con-
(1) El primer jinete que entró al rio fué un cazador que se
habia pasado de! enemigo i que pereció arrastrado por la corrien-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 3líJ
seciiüvas, n la jjiolija itporacíon de! embarque do los solda-
dos i süio 011 la niodia noche del dia W tomó alguii reposo,
eeliáiidoso vestido, sobro un almofrez. «La corriente rápi-
da del Nuble, dice el secretario Vicuña, describiendo aquella
escena, la luna que nos alumbraba i el silencio que iiabia
en lodo el camj)o, interrumpido solo cuando la lancha vol-
vía, daban a aquella escena una majestad que nuestra si-
tuación i nuestro patriotismo realzaban. El jencral Cruz, rico,
enfermo, de una edad algo avanzada i gozando del mas
alto puesto militar en su patria, se bailaba allí, como yo, su-
friendo toda clase de incomodidades.»
Solo a las 12 del siguiente dia 1.^ de diciembre, encontrá-
base en la márjen selentrional del Nuble todo el ejército,
con la escepcion de los indios que se habían alzado por los
secretos influjos del jeneral Biilnes sobre los lenguaraces, i
habían vuelto a sus tolderías sin hacer mas daño en la marcha
que el saqueo de una hacienda a orillas del Nuble, pues, en
los primeros momentos de su desobediencia, se embriagaron.
Solo unos pocos mocelones siguieron al lenguaraz Pedro Cid
hasla Lonsomílla fl].
'o^
tp. Sucedió también un lance lastimoso con un joven sárjenlo
del (iiiia llamado Saldivia, quien, viendo a su mujer, que pasaba
en ancas del caballo de un miliciano, espuesta a perecer, arras-
trada por la corriente, se arrojó al rio para salvarla. «La casuali-
dad, dice uri testigo que presenció aquella escena doloroso,
bat)ia salvado la mujer, que pudo enredarse en el caballo i su
esposo se había ahogado. Cuando volvió en sí i supo la desa-
parición de su marido, trataba de hacerse pedazos i proferia las
esclamaciones masíristes i dolorosas»!....
(1) Antes de pasar el rio, se desertó toda la guardia de preven-
ción del batallón Lautaro con el ofíciai que la mandaba i al si-
guiente dia, al amanecer, se fugó también la mayor parte de la
^j.» compañía del batallón Alcázar que se componía de cívicos de
í^tiirihüe. (fJiario de campaHa del coronel Zañatu.)
3IG HISTOHIA ÜE LOS DIF.Z AÑOS
El ejército se acampó aquella tarde eu el molino de Da-
dinco, inmcdialo al fértil valle de Cocharcas, donde está si-
tuado el vado de este nombre. El jeneral Búlnes liabia llega-
do aquella misma tarde a la hacienda de Ñiquen, propiedad
de un señor Azocar, i entrado aquí en el camino real, pues
desdo el Guapi, venia par una senda de travieso.
Sabedor' en este punto el jeneral del gobierno de que Urru-
lia amagaba al Parral con las fuerzas de caballería que ha-
bla desprendido el dia 28 del ejército de Cruz, destacó al
comandante Yañes con su escuadrón de lanceros i 100 in-
fantes a la grupa, a las órdenes del capitán don Mauricia
Barbosa, con el objeto de prolejer los pueblos de ia ruta.
El jeneral Cruz luvo, por su parte, oportuno aviso de la
posición que ocupaba el enemigo sobre el camino carretero
déla capital; meditó, en consecuencia, darle alcance, antes de
que hubiese pasado el Perquilauquen, i a este efecto impartió
órdenes para que el ejercite emprendiese su maj'cha a las once
de aquella misma noche (1.° de diciembre). Mas, ignórase
porque no se llevó a cabo tan acertado intento.
XXI.
Fuslrada aquella primera tentativa de caer sobre el
enemigo, fué preciso resignarse a marchar sobre sus pasos,
casi sin molestarlo i teniendo siempre a la vista su retaguar-
dia. El jeneral Búlnes iba adelante una jornada cabal, de
manera que el ejército rebelde se acampaba casi siempre en
los sitios en que los soldados de aquel habían encendido el fo-
gón de sus vivaques matinales. Por lo demás, la marcha de
ambas divisiones no iba a ofrecer nada de notable.
La caballería, al mando de Baquedano, se adelantaba dos o
I)K LA ADMIMSTnAClON MOMT. 317
Ires leguas a vanguardia del grueso delejércilo i el ¡nlcüjonlo
oficial Ciomez Garfias cenaba la relaguardía del enemigo con
cl cuerpo de Cazadores a caballo ¡ las partidas de guernliii
quo mandaban Vallejos, un antiguo cabo do Piíicheira llamado
Joldes, un Alvarez, de Linares, i particularmente, el presfiílero
Toledo, cura de Yerbas-buenas, quü se ccúia las solanas
con el cinturon del sable i daba ejemplos increíbles de fiereza
i de actividad. El coronel Zañartu ocupaba el mismo puesto
con el Carampangue en la marcha delejércilo revolucionario,-
cerrando su retaguardia.
El (Jia 2 de diciembre, la caballería de Baquedano pasaba,
a las once de la mañana, frente al pueblo de San Carlos,
mientras la descubierta, al mando deGrandon, avistaba, a esa
misma hora, al ejército enemigo quo pasaba el rioPerquüau-
quen, cubierto de espesos chircales. Búlnes se adelantaba
rápidamente hacia el Parral, ¡aquella mañana sus coman-
dantes de retaguardia recibieron una esquela del jeneral de
la vanguardia rebelde en que les decía estas palabras. — «Con-
vido a los jefes ¡ oficiales que están al frente, a darnos uq
abrazo el día de mañana i a almorzar juntos en los Cardos» (1),
rasgo de buen humor que fué celebrado en ambos ejércilos
como una ocurrencia peregrina. Almorzar con ios oficiales
enemigos, decían en efecto aigun-os chuscos, era tan difícil
como dar en aquellas llanuras una batalla naval....
El jeneral Cruz senló su campo aquella tarde en la hacien-
da de Ñiquen, de donde se había alejado el enemigo a las
seis de la mañana.
(1) Hacienda del coronel Urrutia, situada una legua al sud del
Parral. Díjose que el mayordomo de este fundo hat)ia mandado al
jeneral Cruz el santo, seña i contra-seña del ejército enemigo en
aquella noche, i que, en consecuencia, se preparaba aquel |>ara
atacarlo, de sorpresa, al amanecer. Pero no hemos enconliado
dalos posilivos que autorizen este rumor.
318 niSiOftlA DE LOS DIEZ AÑOS
Ilcuniósele aquí, en la noche, el jeneral Urrulia con los
escuadrones de Souper i Arce, después de haber hecho una
iufrncluosa lenlaliva para apoderarse del Parral el día 30.
IJabia tenido dos muertos en la refriega i Iraia gravemenlo
herido a don José Miguel He tamal, oficial enemigo que cui-
daba unas caballadas en la vecindad de aquella villa. Lo
inadecuado, de las fuerzas de cahalleria para asaltar un pueblo
defendido por infantes, habia sido la causa de aquel descalabro
que lodos preveían. El jeneral Urrulia vióseaun en peligro de
ser cortado por las fuerzas destacadas al mando del coman-
dante Yañes desde Ñiquen, i solo pudo salvarse contramar-
chando por la ceja de la montaña para reunirse a! ejército.
El dia 3, el jeneral Bülnes acampó en la márjen setenlrional
del pintoresco Longavi, i tanta prisa llevaba, que cuando
hubo vadeado el rio, ordenó que sus propios caballos i los
del estado mayor se empleasen en pasar el batallón Talca, a
cuyo cuerpo prestaba especiales atenciones. El ejército re-
volucionario cruzó aquel dia por las fangosas calles de la Irisli-
sima villa del Parral, i continuando su marcha hasta una
hora mui avanzada de la noche, se acampó en la hacienda
de la Rinconada, dos leguas mas al norte. El ejército habia
podido llegar, mui cerca del amanecer, a la orilla sud del
Longavi, pero los prácticos estraviaron el camino, ¡ntencio-
nalmenle, según so dijoaquella noche, afirmándolo algunos
con tal certidumbre que el irritado intendente Aleraparte
estuvo a punto de hacer fusilar a uno de aquellos comedidos
«cantores».
El dia 4, el ejército del gobierno marchó con lanío esfuerzo
que en una sola jornada pasó el caudaloso Achibueno i el
Pulagan, lomando posiciones en el molino de Cliocoa, a la
cabecera del valle de Longomilla. fíeuniósele este dia gran
parle do la reserva organizada en Talca i que el jeneral en
di: la ADMIMSIRACION MONIT. 319
jefe había ordenado so moviese sobro Cliillan, cuando despa-
clió su sccrclario a la capital. En el vado dol Achibucno so
lo incorporó el capilan ducrrero con un escuadrón do Gra-
naderos a caballo i en olio luiirnr, mas hacia el norte, llama-
do Batuco, ciicünlró al batallón Ilancagua que venia a las
órdenes del comandante (íonzalez. E\ jeneral Cruz, al con-
trario, se movió aquel dia con una incsplicable lentitud. Pasó
temprano el Longavi, i dejó que sus tropas so reposasen
todo el dia entro las arboledas que pueblan aquellas amenas
riberas.
Los oficiales se pusieron, con esta ocasión, a charlar bajo
los árboles, reposándose del cansancio de la marcha i del
intenso calor del dia. En uno de estos grupos, que se recreaba
sobre una jigantezca cazuela de seis gallinas, que la oficia
lidad de uno de los cuerpos del ejército enemigo habia de-
jado a medio coser i sin pagar, se veía al secretario Vicuña
i a su hijo, a los comandantes Souper i Lara, al capitán Las-
lleras, comandante de la escolta del jeneral en jefe i al joven
i brillante poeta don Ensebio Lillo, que, a fuer de bardo, mere-
cía el título del primer cantor entre los numerosos agregados
del ejército del sud. Acertó a pasar, en circunstancia que aque-
llos jóvenes iban a disfrutar alegremente de su opíparo
banquete, el comandante ürízar, cuya marcial figura era
conspicua en todas partes, pues vestía siempre traje militar,
al contrario de la mayor parle de sus camaradas, a quienes
disfrazaba el pintoresco poncho. Convidáronle a la mesa, i
como notaran en su rostro un ceño sombrío ¡ rehusase comer,
díjoles aquel solamente — Hacen bien muchachos de cuidarme,
porque si yo muero, todo se lo lleva el diablo! i en seguida
pasó. Era la sombra de Purapel que desfilaba la víspera
de Longomilla, donde una bala iba a sellar eternamente los
labios de aquel hombre esforzado en quien la revolución ha-
320 HISTORIA DE LOS Dli:Z AÑOS
bia encoulraclo no líolo un brazo sino un magnánimo co-
razón! (f).
XXII.
El dia 5 xle diciembre, a las dos de la tarde, pasó el grueso
del ejército revolucionario el caudaloso Achibueno, mientras
la cabalieria vadeaba el Putagan, que confluyendo con aquel
i el Longavi, va a formar, a mui corta distancia, el Longorai-
lia. Pasó el ejército aquella noche en la ribera de aquel rio i
formó su línea de batalla entro espesas arboledas, pues es-
taban ya mui próximos ambos ejércitos.
A la siguiente jornada, el jeneral Cruz se acampó en las
casas de Reyes, que es el nombre de una de las haciendas
de la férlil comarca que se estiende entre el Longomiüa i el
Maule. El jeneral Bülnes, que ocupaba, desde el dia antes,
esta misma posición, con cuyos accidentes se hablan familia-
rizado tanto él como sus jefes, pues habia sido el campo
de instrucción de su ejército, en la tarde de la víspera, ha-
bia trasladado su campo una legua i media hacia el Mau-
le, situando su línea en una inminencia llamada Bobadilla,
especie de cerrillo aislado que bañan las aguas de aquel rio.
En las casas de Reyes, se incorporó al ejército el batallón
Santiago i se hablan recibido, ademas, algunos centenares do
(1) Ya hemos dicho que la tumba de Urízar encerró muchos
secretos de la campaña del sud en 1851. Acostumbraba este jefe
llevar a la cintura un afilado puñal americano, i mas de una vez
dijo a su sobrino don Juan Antonio Pando que destinaba aque-
lla arma para los traidores. — Quienes eran éstos? — La tumba de
aquel valeroso soldado, volvemos a decirlo, oculto sus nombres,
mas no su colectiva responsabilidad i la infamia imperecedera ñ
ella anexa.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 321
caballos de rcpucslo ¡ un parque completo de municiones.
Esla úllima Iropa hacia subir a GOO o 700 hombros los auxl'
líos quo Cuines habia recibido en su fiKja, i ésle probable-
mente era el número do las plazas que había perdido Cruz
en su persecución, por los desastres í resagados.
XXllI.
Los dos ejércitos volvían a encontrarse, como en la ribera
sud del Nuble, a pocas cuadras de distancia i en actitud de
acometerse. Al dia siguiente de haber tomado aquellas po-
siciones, avistáronse, en efecto, sus avanzadas en el valle,
pero no se veia síntoma alguno de una próxima batalla. Pare-
cía, siu embargo, estraño que el jeneral Búlnes no pasase el
iMaule, pues era la creencia jeneral en el ejército revolu-
cionario que su movimiento desde el Nuble era con el objeto
de disputarle el paso de aquel río; í por otra parle, notá-
base también con estrañeza la inacción completa del jeneral
Cruz en un punto que ofrecía pocas ventajas militares i cuyo
terreno era conocido a palmos por los jefes enemigos que
habían organizado ahí el ejército del gobierno.
Nadie, ni el mismo jeneral Búlnes, se imajínaba que la ho-
ra del desenlace iba a llegar. A lo menos, asi lo manifesta-
ban sus palabras, en una nota oficial escrita por aquel jefe
desde el campamento de Longomílla, con fecha 3 de diciem-
bre. «Mi permanencia en este punto, dice, dependerá de los
movimientos del enemigo. Dispuesto a batirlo donde se pre-
sente, no abrigo temores por el éxito de una acción, tanto
mas favorable en las actuales circunstancias, cuanto que
haria mas decisivos los resultados por la larga distancia que
41
322 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
separa ahora a los sublevados del teatro de sus primitivas
operaciones, de sus recursos etc.» (1)
Dos dias después, este plan de campaña, que manifeslaba
el ánimo decidido de mantenerse a la defensiva, era del lodo
cambiado. El jeneral Bülnes iba a tomar la iniciativa del ata-
que. La hora horrenda do Longomilla iba a sonar en los
deslinos de Hhilo!
(1) Véase en el documento número 13 el parte oücial del que
copiamos estas palabras. Esta curiosa pieza, en que el jeneral
Búlnes detalla todas sus operaciones desde su salida de Chillan,
se ha conservado inédita liasta hoi dia.
CAPITULO XI.
BATALLA DE LONGOMILLA.
El jeneral Búlnes resuelve repentinamente atacar al ejército re-
volucionario. — Tiene noticia el jeneral Cruz de aquel intento,
pero no adopta ningún plan definitivo. — insinuaciones oportu-
nas de Baquedano i Aleraparte. — El jeneral Búlnes se muevo
antes de amanecer de su campamento de Bobadiila. — El valle
de Longomilla. — Posiciones del jeneral Cruz en las casas de
Reyes. — Se anuncia de improviso la presencia del enemigo. —
El jeneral Búlnes desplega su ejército, pero vacila, reúne un
consejo de guerra sobre el campo, i emprende de nuevo su
marcha. — Los rebeldes forman su línea de batalla. — Errores
capitales que comete el jeneral Cruz en sus disposiciones es-
tratéjicas. — El jeneral Búlnes dispone su plan de ataque. —
Aspecto solemne del campo en esa hora. — Apariencia personal
del jeneral Cruz en Longomilla. — Eusebio Ruiz. — Heroicas pa-
labras del jeneral Cruz, — Falso aviso que recibe el jeneral Búl-
nes en el momento de empeñar la batalla. — Ordena, en conse-
cuencia, que el batallón Buin marche en columna sobre las
casas de Reyes. — El mayor Peña i Lilio. — Su heroica muerte,
su carácter i carrera. — Trábase la batalla. — El mayor Videla
carga a la bayoneta con dos compañías del Guia i es herido. —
El comandante Saaveilra lo sostiene con una constancia he-
roica, — Muerte del capitán Tenorio. — El comandante ürízar
3'2Í HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
se erapena con el 2.o Carampangue i es muerto a los primeros
tiros. — ^Apuraila situación de los rebeldes. — Da cuenla de ella
al jeneral Cruz el intendente Alemparte. — Ordena aquel a la
caballería cargar en masa. — El jeneral Baquedano emprende
la carga con el rejimiento de Eusebio í^uiz. — Alemparte i
Urrutia se retiran del campo de batalla. — El jeneral Búlnes se
pone a la cabeza de los Cazadores i coloca en una situación
ventajosa dos obuses, al mando del mayor Gonzaleá, para ame-
trallar los escuadrones enemigos. — Baquedano es herido, en
consecuencia, ¡ muerto Eusebio Ruiz. — Desaliento de la ca-
ballería rebelde i su dispersión. — Cobarde fuga del coronel
Puga i desaparicionde Alejo Zañarlu.— Los comandantes Souper
i Lara intentan rehacerse i son hechos prisionero?. — Muerte
dei mayor Grandon i del capitán Condesa. — El comandanta
Urriola se arroja al Longomilla con la mayor parte de su es-
cuadrón i mas de doscientos dispersos. — Horrible espectáculo
(jue ofrece el rio. — ¡Muerte del capitán Guerrero. — Aventuras
del mayor Aivarez Condarco. — Movimiento de flanco del co-
mandante Silva Chaves. — Muerte del comandante Campos i
del ayudante Herrera. — El capitán Valdivieso es hecho pri-
sionero con una compañía de Carampangue. — Aspecto de la
batalla a las diez del dia. — Terrible encarnizamiento con que
pelean las infanterias. — Entra al fuego el coronel Martínez
i es muerto en el acto. — Reflexiones sobre este estraño
lance, que se atribuyó a traición. — Los capitanes Vega i Ar-
tigas son muertos entre otros muchos subalternos. — José
Romero o «Lena Verde ». — El coronel García es cortado por
un destacamento del 2.» Carampangue, pereciendo su ayudante
Rojas i perdiendo su caballo el ayudante Pradel. — Muere en
el Guia un hermano de este oficial. — Heroica conducta del te-
niente Ruiz, del último cuerpo i es ascendido en ti campo de
batalla. — La Monchi.— Una jenialidad del jeneral Baquedano.
— Heroísmo del capitán Robles durante toda la batalla. — El
comandante Zúñiga es gravemente herido al pie de sus caño-
nes.— Eusebio Lillo.-'-El coronel Zañartu se bate con un fusil
desde el tejado de las casas de Reyes.— Siniestras patrañas que
«ircularon a este respecto. — El coronel García da cuenta al
jeneral Búlnes de las insuperables dificultades que encontraba
para apoderarse de las casas. — El jeneral en jefe ordena al
mayor Escala incendiar o demoler aquellas. — Carga infructuosa
defcapitan Villalon.— E! mayor Rubíes solicita del jeneral
Cruz dos compi«ñía5 de la reserva para decidir la batalla.—
DR LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 32.")
Vuelve el coronel Garoia a declarar la ¡mposibüidad do desa-
lojar al enemigo, i el jciieral liúliies ordena, en consecuencia,
(jue su infantería ie retire fuera de tiro de fusil, formando su
línea en una loma a vanguardia de las casas de Reyes. — Los
bravos oíiciales Kscaia i Pardo son heridos al terminar el
combate. — Solemne pausa de la refriega i aspecto terrible que
ofrece el campo de bulalla. — El mayor Gaspar i el teniente
Contreras disparan el último cañonazo sobre la línea enemigs
i matan tres soldados del Buin. — El jvfe de estado niayoa
Rondizzoni es aturdido por el roce de la bala, i a una voz des-
conocida, comienza la dispersión. — El capitán Villalon vuelve
a cargar, pero es rechazado, — El comandante Saavodra i el
mayor Robles persiguen al enemigo. — A las tres de la tarde,
el jeneral Cruz dirije a Concepción el parte de su victoria. —
Reflecciones sobre la batalla deLongomilla. — Un símil espiritual
de Souper, — Estado jeneral de las fuerzas del ejército revolu-
cionario en Longomilla.— Número de heridos i muertos que
hubo en esta sangrienta batalla. — Nómina de los oficiales re-
beldes que perecieron o fueron heridos en ella. — Estado jene-
ral de las bajas que tuvo el ejército chileno en la crisis de
1831. — Resultados militares i políticos de la batalla de Lon-
gomilla.
Era el 7 de diciembre del año infauslo de I Sol, i reinaba
en el campo de Bobadilla la caima que suele suceder a los
dias de fatigas i ansiedad. El ejército del gobierno so repo-
saba de su presurosa marcha de mas de CO leguas por los
Llanos, ¡ nada hacia presentir que ocurriera una mudanza
en la actitud puramente defensiva que liabia traído en su
retirada desde el Nuble. Parecía, al contrario, que en las
fuertes posiciones que ocupaba sobre el Maule, habia encon-
trado la valla de su seguridad i de su victoria.
Solo eu el ceño del espresivo i marcial rostro del jeneral
en jefe, se notaba uu linle sombrío. Estaba el jeneral Biil-
32G HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
ncs, aquel día, en eslrerao silencioso, contra su costumbre;
i los que reliabian visto de cércala vísperade Yunga!, podían
descubrir en su aspeólo las hondas señales de una fluctuación
profunda quo trabajaba su espíritu. De improviso, al caer la
tarde, llamó a su presencia a los principales jefes del ejér-
cito i les ordenó quo alistasen sus cuerpos para emprender
a media noche la marcha sobre el enemigo. Al mismo tiem-
po, dio orden al intendente de Talca para que a toda prisa
aparejase un hospital de sangre, capaz de contener de ocho-
cientos a rail heridos.
Qué oslraña i oculta causa daba lugar a lan repentina
resolución? Nadie lo supo entonces i nadie podria afirmarlo
todavía. Hai arcanos, delante do los que la historia misma
apaga su antorcha de luz i cierra sus ojos escrutadores, como
si temiera, al descubrirlos, hacer mas horrendas las catás-
trofes que narra. Dijese por algunos que había venido al
jeneral en jefe, por un espreso de la capital, orden peren-
toria para atacar ai enemigo en donde le encontrase; por
otros contábase que habían llegado á oidos de aquel impre-
sionable caudillo rumores siniestros sobre la fidelidad de sus
oficiales mas caracterizados, que acusaban su inacción como
un complot de familia. Mas, sea como quiera, era evidente
que el plan i la ejecución de la batalla habían sido la ins-
piración (lo un momento dado, como había sucedido en la no-
che que precedió al famoso hecho de armas de Yungaí.
lí.
Knlre lanío, ol campo del ejército rebelde dormía envuelto
en el doble manto del silencio ¡ de la noche. Solo el jeneral
Cruz í algunos jefes estaban de pié. Conversaban tranquila-
DE LA AOMINISTRACION MONTT. 327
monte sobro ciialos serian los planes del enemigo en aquellos
momenlos, o ¡nclinábanso lodos los pareceres en el sentido
do quo aquellos no podían sor oíros sino repasar el Maulo
para disputar su paso, dosdo la raárjen del norte, al ejército
revolucionario.
Sin embargo, serian las once do la noche cuando un ofi-
cial condujo a la presencia del jeneral a un paisano quo ha-
bitaba en aquellas vecindades. Dio este aviso que el enemigo
se movia, pues hablan visto los preparativos de la marcha
dos hermanas suyas que acababan de volver del campo do
Bobadílla. En el instante, i obrando bajo el concepto pura-
mente defensivo que el jeneral Cruz atribula al enemigo
desde que so encerró en Chillan, supuso que en caso de ser
cierto el movimiento quo emprendía aquel, no podia ser sino
una operación estratéjica con el objeto verdadero de esgua-
zar el Maule, sirviéndose de !as pocas lanchas do que podia
disponer en el vado del Naranjo, sobre el camino roa! do
Talca al sud.
El cauto jeneral acordó, sin embargo, algunas medidas
para el caso que el enemigo, cuya audacia conocía, viniera
temerariamente a atacarlo en la formidable posición que ocu-
paba su ejército. Ordenó, en consecuencia, al intendente do
ejército Alemparto fuera al balseadero inmediato del Longo-
milla, donde el enemigo habia dejado abandonadas catorce
lanchas, a suraerjir éstas en el agua, abriéndolos taladros,
a fin de evitar que en el caso de un ataque por ese lado,
cayesen en manos de aquel. Encargó, al mismo tiempo, al
coronel Zañartu hiciese construir a lo largo de la muralla
do la ramada de matanza que dá frente al norte, una tila
de andamies para cubrir de fuegos aquel punto, quo era
difícil protejer de otra manera, i por último, hizo llamar al
jeneral Baquedano i la encargó mantuviese una especial viji-
328 HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
lancia aquella noche i que biciese recorrer las avanzadas i
grandes guardias que eslaban apostadas en dirección al
campo del enemigo.
Baquedanoi Alemparle aprovecharon aquel momento para
insinuar al jeneral en jefe la posibilidad de una sorpresa,
teniendo en mira la difícil posición del enemigo i la conocida
temeridad dfil jeneral Búlnes en lomar la iniciativa; pues
toda la eslra tejía de este caudillo puede reasumirse con acierto
en aquel bellísimo refrán que tiene, si es licita la espresion,
el sabor del poncho chileno i que dice solo estas dos sentencias
tan sencillas como verídicas — El que pega primerOy pega dos
veces I
Proponíanle, en consecuencia, aquellos jefes, o bien citar
a consejo para combinar un plan jeneral de batalla, o bien
mudar el campo hacia las cerrilladas de Chocoa, un poco a
retaguardia de las casas de Reyes, pues éstas, aunque en si
mismas eran una verdadera fortaleza para la infantería, no
ofrecían reparo alguno a los numerosos escuadrones del ejér-
cito. Alempartc insistía mas especialmente en esta última me-
dida ; pero negóse a todo acuerdo el jeneral Cruz, pues nada
era bastante a destruir su ¡dea fija de que el enemigo no le
daba batalla sino del otro lado del Maule (I).
(t) «El 7 de diciembre de 1851 se supo que Búlnes pensaba
atacarnos al dia siguiente. Cruz quizá no creyó la noticia, porque
no quiso combinar aquella noche ningún plan de batalla o talvez
no le gustó lo que yo le proponía ; ni quiso que hubiese consejo
para tratar sobre esto, pues nada resolvió hasta el dia siguiente,
8 dp diciembie, en que se dio la batalla.» (Carta citada del jene-
ral Jiaqi'edano al autor, fecha 29 de ahril de 1862.)
DE LA ADMIMSTRACION' llONTT. 329
III.
íleliróse^el jcnoral Baquedano, un lanío desazonado, a loa
potreros en que oslaba acampada h caballori;i, a relaguar-
d¡a de las casas; poro ánles dio orden ai jefe de servicio, que
lo era aquella noche el mayor Videla, para (¡ue se adelantase
por el camino rea! con un escuadrón de caballería a lomar
lenguas del enemigo. Ilizolo asi aquel bizarro oficial, i lle-
vando consigo uno de los dos escuadrones que mandaba el
mayor Padilla, anduvo hacia el norte cerca de una legua,
hasta que unos chacareros que dormían en una ramada,
cuidando sus cosechas, le noticiaron que no apercibían ningún
movimiento del enemigo. Con esla seguridad i la que oíre-
cia la fuga a que se entregaban las guardias avanzadas del
campo de Bobadilla, a la aproximación de Videla, volvió éste
alcuarteljeneral i dio el parle acostumbrado en tales casos —
Sin novedad I
IV
Serian a estas horas las tres de la mañana, i en ese mo-
mento mismo el ejército enemigo, que había estado en movi-
miento desde la media noche, en su campo, se ponía en
marcha hacia las casas de Reyes,
V.
Solemne i casi tan terrible como la batalla misma era
aquel momento en que los soldados despertaban a la voz do
42
330 HI5T0R1A DE LOS DIEZ AÑOS
SUS cabos e iban a formar en silencio sus columnas de raar-
ciía. Para cuántos aquel sueño era el úllimo de la vida! La
luna llena iluminaba con su pálido resplandor el callado
movimiento de las armas. Guardaban las filas el mas pro-
fundo silencio, i los oficiales conversaban a media voz, quié-
nes para alentarse en la prueba de aquel dia, quiénes para
darse un adiós eterno.
Iba el ojército, entre tanto, por el centro del camino real
en columnas por batallón, llevando el veterano Buin la cabeza
déla marcha. El coronel de este cuerpo, don Manuel García,
mandaba en jefe loda la infantería. Por ambos costados de
la senda, marchábala caballería en dos divisiones, bajo el
mando superior del coronel don José Ignacio García, i la des-
cubierta era formada por los Lanceros de Colchagua conlOO
infantes a la grupa que mandaba el capitán don Pedro Pardo.
El ayudante de estado mayor don Nicolás José Prieto precedía
esta columna lijera, adelantándose con una pequefla partida
de esploradores(1], algunas cuadras sobre el grueso del ejér-
cito.
En esta disposición se presentaba el ejército del gobierno
sobre el campo de Longomilla, al romper el alba del memo-
rable dia 8 de diciembre, dia de la Concepción, patrona del
pueblo cuya gloria i cuyo holocausto iba a^consumarse en
aquel sitio (2).
(1) En el documento núm. 13 bis del apéndice publicamos la
correspondencia sostenida por los comandantes Silva Chaves i
Yañes sobre el mando de la columna del capitán Pardo.
(2) En los momentos en que se presentó el enemigo, se prepa-
raba un altar en fl patio de las casas de Reyes para celebrar una
misa en honor de la Purísima Concepción, patrona del pueblo de
este nombre.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 331
Vf.
Conócese propiauíenle '^on el nombre Jeneral de Longo-
milla una comarca íórlil i amena que so esliende por el es-
pacio de dos o Iros leguas enlie los rios Maule i Longomilla,
i forma el della de estos dos raudales, los que, por sus rum-
bos opuestos, se corlan allí mismo en ángulo recto, Exislian
en aquel valle varias haciendas, cuyos campos eriazos co-
menzaban a cubrirse de mieses i de plantaciones, mediante
la irrigación que recientemente se les aplicaba. Entre las
diversas propiedades en que aquellas están subdivididos, se-
ñalábase la del subdelegado del lugar don Manuel García,
llamada propiamente Cbocoa, pues está al pié de una cerri-
llada baja de este nombre que cierra el valle por el sud,
corlando con un portezuelo la senda del camino carretero
del sud a la capital. A continuación, se estiende la hacien-
da conocida entre los habitantes del lugar con el nombre de
Barros negros, por el color de la tierra en ciertas manchas
del camino, i siguen después, hacia la ribera del Longomilla,
los célebres molinos que llevan el nombre del mismo rio, i
son propiedad del industrioso agricultor don Juan Antonio
Pando, mientras en la opuesta dirección, sobre la márjen
meridional del Maule, se dilata otra hacienda de cultivo, do
que era dueño en aquel tiempo un señor Baltierra, adido al
bando popular.
Las casas de Reyes, o de Urzua, (pues se les daban estos
dos nombres por los de los propietarios que las hablan poseí-
do) están situadas en el centro de la hacienda de Barros
negros, sobre el camino real del sud i son en su construcción
como las demás de su jéiiero, tan sólidas como toscas, con
332 HISTORIA DE LOS DIRZ AÑOS
paredes de adobes desnudos I techos de leja encarnada. Una
espaciosa^ ramada de matanza ¡ una viña se estendran por
uno de ios costados de la casa entre ci camino carretero i
los cerros de Chocoa.
En esta parte, el valle de Longomüla, comprimido entre
el rio i aquella cadena de ásperas lomas, no tiene sino la es-
lensíon de unas diez o doce cuadras, i el camino real lo
parte por mitad. El terreno es pesado i arenusco, intercep-
tado por matorrales bajos i esposos, con algunas hondas
grietas i ondulaciones mas o menos profundas, formadas al
parecer por las arenas movedizas de aquella ensenada, quo
en tiempos remotos ha servido sin duda de lecho a uno de
los dos rios que hoi la fecundizan. Una de estas eminencias
del terreno loma la forma de una loma baja i dilatada que
so estiende cuatro cuadras al norte de las casas, i a la que
nosotros daremos convencionalmenle, para mayor claridad,
el nombre de Loma de vanguardia.
Tal era el teatro en que iba a representarse en aquel dia
)a mas sangrienta Irajcdia de nuestros anales (I).
(1) El jeneral Cruz no había elejitlo de buen grado la posición
que ocupaba en las casas de Reyes, porque sabia que aquel te-
rreno era sobradamenle conocido por el enemigo. Enfadóse so-
bre manera, en consecuencia, cuando los prácticos le condujeron
hasta aquel paraje, pues su intención era situarse mas a reta-
guardia en el portezuelo que corta los cerros de Chocoa, posición
verdaderamente inespugnablo. Perdida esta ventajosa situación,
el jeneral Urrutia i el intendente Pando, que eran conocedores
de aquellas vecindades, le indicaron una posición militar a orillas
del Maule, en el centro de los potreros que hemos dicho perte-
necian aun señor Baltierra. He aqui en efecto lo que a este
propósito dice el coronel Zañartu en su diario de campaña. «El
jeneral Urrutia me ha dicho que antes de marchar, el dia 6 de
diciembre, le sujirió al jeneral en jefe la idea de hacerla marcha
por el flanco derecho de nuestra posición i diiijirnos ala ha-
nE LA AnMIMSTRACIOPi MONTT. 333
\IL
El jencral Cruz, como hemos visto, no había cuidado de for-
mar su linea do balaila desde que luvo anuncios de la pro-
bable aproximación del enemigo; i así era que los diferentes
cuerpos conservaban aquella noche la posición que habían
elejido al aramparse en las casas de Keyes el día C por la
larde. Kl Guia i el 2/' Carampangue estaban tendidos en lí-
nea frente a las casas, el primero hacía la derecha del ca-
mino ¡ el último en el coslado opuesto, haciendo frente a
la muralla de la ramada de matanza. Dentro del espacioso
recinto de ésta, se encontraban los batallones Alcázar, Lau-
taro i el viejo Carampangue, que componían la reserva. La
artillería había sido apostada en el patío eslerior de la casa
i los once escuadrones de que constaba la brillante caballe-
ría del ejcicito rebelde forrajeaban en los campos de alfalfa
de las pequeñas propiedades que subdividen el valle de Lon-
gomilia, mas conocido en aquella parte con el nombre da
Chocoa.
ciencia del señor Baltierra, que está a la orilla del Manle, indicán-
dole que era un punto militar que solo distaba poco mas de ana
legua di I cerro deBobadilia, ocupado por el enemigo, a quien lo-
mábamos por el flanco izquierdo, poniéndolo asi en apuros para
cambiar de frente; pero que se le contestó con un — «lo pensaré.»
El mismo señor Pando nos ha confirmado posteriormente en
la veracidad de esta oportuna indicación hecha al jeneral Cruz.
En cuanto a nosotros, apenas tuvimos lugar de hacer una ti-
jera inspección del campo de batalla en el rápido viaje que hici-»
mus al .'iud en octubre de 1861.
334 HISTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
VIH.
DorDiia el campo rebelde en aquella forma, en gran ma-
nera descuidada i anli-miiitar, sumerjido en la profunda cal-
ma que es peculiar a las altas horas de la noche, cuando al
amanecer oyéronse de improviso, desde la loma que hemos
llamado de vanguardia, por distar tres o cuatro cuadras al
frente de las casas, los gritos atropellados de un jinete que
repetía a lodo reventar las voces de — el enemigo! el enemigo!
Era el lenguaraz Pedro Cid, conocido después en la capital
por percances judiciales, que habiendo salido a caballo al
campo aquella noche, fué informado por unos labriegos que
el ejército contrario se movia de su campamento de Bobadi-
lla, situado solo a legua i media de las casas de Reyes, i se
encontraba distante de éstas solo unas pocas cuadras.
IX.
En el acto, se d¡6 la voz de alarma al ejército revolucionario.
Los tambores de todos los cuerpos tocaron tropa, el Guia i
el 2.° Carampangue formaron en línea en las posiciones en
que habían dormido i en la que deberían ai! reposarse tantos
de sus bravos con el eterno descanso de la nada, mientras
que los soldados de caballería corrían a poner la brida a sus
caballos, dispersos en los potreros.
El jeneral Cruz, entretanto, apenas había tenido tiempo
para montar en su favorito tordillo, pedir su anteojo de bata-
lla i dirijirse apresuradamente a la loma de vanguardia a
reconocer al enemigo.
DK LA ADMINISIIUCIOiN MONTT. 335
Tonia la presencia do éslo en aquel momento muchos de
los accidentes do una sorpresa ; pero el jeneral Cruz, en cu-
yo cerebro loda idea parece transformarse en una obstina-
ción, dudaba aun do la acomelida en masa que iba a hacer
el enemigo, i volvió a persuadirse que aquel movimiento
era solo una falsa maniobra para ocultar el paso del Maule,
en que aquel debia buscar su salvación. Mas, no adver-
tía esta vez el viejo i esperto soldado que su émulo no ne-
cesitaba aquel ardid para intentar el paso de un rio, a la
distancia de mas de una legua de su campo, i mucho mas,
desde que el último habia vadeado el Nuble casi debajo de
sus pestañas.
Acompañaban al jeneral en jefe sobre el perfil de la loma,
en el instante en que tendia su anteojo sobre el enemigo, el
jeneral Urrutia i su secretario Vicuña con su hijo; i tan cer-
canas estaban ya las columnas enemigas, que aquel hizo se-
ñas a los circunstantes para que se dispersasen, pues en grupo
podian servir de blanco a una descarga de la fusilería que
avanzaba.
X.
Reinaba, en eseiuslanle, un profundo silencio en el campo
en que el enemigo eslendia como sobre un terreno de para-
da su linea de batalla, mientras que en las posiciones de los
rebeldes todo se hacia con la algazara propia de tropas in-
disciplinadas i entusiastas. El jeneral Biilnes dilataba sus
filas, desplegando en batalla cinco de sus batallones, mien-
tras el favorito Buin se conservaba en columna sobre el ca-
mino real, i el Rancagua ¡ Santiago formaban, tras la loma
de vanguardia^ como división de reserva. La caballería se
336 HlSTOniA DE LOS DIEZ AÑOS
s
desplegaba en eso momenlo por escuadrones en dirección a
la ribera del Longomilla, i la arlilleria, dividida en tres bale-
rías, lomaba posiciones en el cenlro i ambos flancos de la
linea.
No se oi3 un solo disparo de armas de fuego. Las guerri-
llas se habian ahuyentado de aquel campo en que las esca-
ramuzas iban a ser inúliles. Solo inlerrumpian la linea del
horizonte, como un muro de acero levantado de improviso,
los batallones que venían al asalto, cuyos brillanles unifor-
mes i cuyas armas escojidas lucian en aquel momenlo a los
rayos del sol que aparecía por el órlenle.
XI.
El jeneral Cruz observaba, sin embargo, que las lincas del
enemigo habian paralizado su marcha i se mantenían inmóvi-
les sobre las armas — Qué sucedía? — Una ráfaga de vacila-
ción había pasado por la osada menle del caudillo que con-
ducía a aquellas: tan grande era la responsabilidad de la
empresa i tan visibles los presajíos de la catástrofe! «Llamó
en esto lance a los jefes de los cuerpos, dice uno de los mis-
mos capitanes que figuraban en aquel estraño consejo (1), i
una vez reunidos, les dijo el jeneral: el enemigo se ha aper-
cibido de nuestro movimiento; nosotros no sabemos la posi-
ción que ocupa, ni la que debemos tomar; i me parece mas
conveniente volvernos al campamento, ocuparnos iodo el dia
en reconocimientos i emprender la marcha mañana mas tem-
prano. Como había jefes mas caracterizados que yo, guardé
silencio, añade el narrador, poro no contestando nadie, el
(í) El comandante Silva Chaves— Diario citado.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 337
jcncrul se dirijió a mí i me prcgiinió ciúónccs— Diga Ud! —
Yüconicsté: qiio no cslabamos en el caso de volver i quo
rao parecía dchíamos ir en busca del enemigo, l'rzúa i no sé
quien Giro aprobó niiconleslacion, i el jencral dijo entonces —
Adelante!»
A la voz de avancen! que se repitió en todos los cuerpos por
las órdenes de los ayudanles, rompieron todas las músicas
sus liimnos de guerra i los soldados atronaron el aire con sus
terríficos chivateos, poniéndose todo el ejército en presurosa
marcha bacía las posiciones que ocupaba el enemigo. Igua-
les ecos se hacían oír en las filas de los «Libres», cuyas
bandas locaban la canción de de Chile, pareciendo quo aquel
preludio del entusiasma fuera un saludo digno de los héroes,
cuando, en realidad, no era sino el sangriento sarcasmo do
una guerra de hermanos.
La batalla no tardaría sino minutos en comenzar con un
fragor tremendo, i es pues llegado el tiempo de entrar en el
detalle de las maniobras que la precedieron, i quo, en verdad,
fueron bien pocas, pues en el campo de Longomílla no se
practicó mas regla de estraícjia, que la de malar.
XII.
El jencral Cruz tenia que cubrir un frente de diez o doce
cuadras, como hemos visto, con su lineado batalla, entre la
márjen del profundo i escarpado Longomílla i el boscoso de-
clive de las colinas de Chocoa, hacia el oriente. Tendiendo
en este espacio sus cinco batallones, con la artillería en los
claros de los cuerpos i la caballería en los flancos, su po-
sición se hacia casi inexpugnable, porque tenia por punto
de apoyo las casas de Revés, a manera de una fortaleza, i
43
338 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
conservaba espcdito el camino del sud que aquellas dominan,
mientras que ambos costados de su línea estaban protejidos,
a la izquierda, por un rio sin vados, ¡ a la derecha, por la
fragosidad del terreno cubierto de espesos pataguales e in-
terceptado, ademas, por los cercados de algunas sementeras
de trigo en plena madurez.
Pero sea' que la sorpresa no le diese tiempo de concebir
un plan jeneral ni de ponerlo en obra; sea que, conforme a
su sistema favorito de estratejia, quisiese mantenerse solo a
la defensiva, el jeneral rebelde acordó concentrar la defensa
al derredor de las casas, abandonando el resto del campo,
con funesta ceguedad, a la pujanza i a las hábiles maniobras
del enemigo. El jeneral Cruz sostuvo la batalla dcLongomilla
con el fuego de compañías aisladas, mientras el enemigo car-
gaba con todas sus masas, adquiriendo asi la inmensa su-
perioridad que da en los combates la organización compacta
de la tropa i la simultaneidad de los ataques.
En consecuencia, el jeneral del sud formó al frente de las
casas, ¡ a la derecha del camino la mitad del 2.** Carampan-
gue, al mando de Urízar i las cuatro corapañias de fusi-
leros del Guia hacia la izquierda, en las mismas posiciones
que ocupaba antes del combate. Los granaderos del viejo Ca-
rampangue, al mando del bizarro capitán Robles, el héroe
verdadero de aquella memorable jornada, i la primera com-
paüia de aquel cuerpo, a las órdenes de su teniente don An-
tonio Catalán, formaban también en la línea de Urízar, mien-
tras el Guia se encontraba sin sus dos compañias de prefe-
rencia, pues los granaderos estaban en la reserva, alas
órdenes del capitán don Eleulerio Baquedano i los cazadores
seguían a Pedro Benavenle, en la columna lijera que man-
daba el mayor Rojas.
Los batallones Lautaro i Alcázar, a las órdenes do sus
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 33Í)
respectivos comandanlcs Marlincz i Molina, cslal)an londiilos
en batalla a lo largo do las uiuiailas do la ramada de ma-
tanza i el Carampanguo, agrupado en columna cerrada, for-
maba la reserva a las órdenes de Zañarlu, de manera que,
en realidad, formaban en la linca solo i1 compañías, mien-
tras que en la reserva exislia casi el doble número de tio-
pas, eslo es, 19 compañías, lo que conslituia un singular
orden de batalla, pues se invertían en él complelamcnle las
reglas mas vulgares de la táctica (I).
La artillería se había colocado convenientemente al frente
de la línea. El comandante Zúñíga con dos piezas harria el
camino carretero desde el palio de las casas i en el claro
que dejaban los batallones de Urízar i Saavedra. Gaspar se
Labia situado a la derecha con dos cañones, prolejido por los
fuegos del 2.° Cararapangue i los de la tropa que se coloca-
ría luego en los andamies por la parte interior de la ramada de
matanza, mientras que en el flanco izquierdo estaban situadas
sobre una pequeña eminencia arenosa tres piezas, a las ór-
denes de los oliciales Padilla, Aguayo i Antonio Contreras,
(antiguo cabo de la Escuela militar i esforzadísimo mancebo)
i los voluntarios americanos. La columna de cazadores del
mayor Rojas había sido despachada en protección de estas
piezas, que se encontraban casi completamente aisladas i a
una distancia considerable de la línea; pero luego se le dio
(I) Las compañías que formaban en la línea eran Jas si-
guientes. 4 del Guia, 3 del 2.° Carampangue, 2 del Carampan-
gue veterano i las dos de la columna de cazadores, 11 en todas.
Las que formaban en el patio de las casas i en el corral de matanza
eran las doce companias de los dos batallones Alcázar i Lautaro,
i la reserva que se componía de 6 compañías del nuevo i viejo
Carampangue i de los granaderos del Guia. Estos datos pstan
tomados del diario de carupaña del coronel Zañartu, que en esta
partees sumamente prolijo e interesante.
3Í0 HISTORIA DÉ LOS DIEZ áfíOS
conlra-órden ¡ pasó a situarse a la derecha, haciendo frente
a la vina.
En cuanlo a la poderosa caballería del ejército rebelde,
una malhadada estrella la acompañó en aquel infausto día,
desde sus primeras maniobras. Uabia padecido el jeneral
(juz, i mas particularmente el jefe de estado mayor Baque-
dano, a quien incumbía de cerca practicar aquella operación,
el injuslíficable olvido de no reconocer el campo en que aque-
lla debía trabajar. Era ésta la áspera i arenosa márjen del
Longomilla, que hemos descrito como un terreno intercep-
tado de grietas i cubierto de espesos matorrales formando,
enconsecuencía, el sitio mas inadecuado para las operaciones
de aquella arma, i ahi, sin embargo, se formaron en columna
jeneral por escuadrones los cuatro rejimicntos que habían
atropellado con sus lanzas a los mejores jinetes del enemigo
en el campo llano de Monte de ürra.
Aquclía formación era fatal. No había donde desplegar un
Tejimiento en linca; faltaba el espacio para tomar en la car-
ga los aires do la táctica; el terreno atajaba, ademas, la
marcha délos caballos que no podían galopar sobre la arena.
Pero, mas que lodo, era inconcebible que en un recinto tan
estrecho se formasen en pelotón cerca de mil jinetes a la vez,
en lugar de haber colocado al menos un rejimiento en el
flanco derecho de la línea de batalla, i dejado de reserva,
tras de los muros de la casa, uno o dos escuadrones esco-
jidos (!).
(1) Militarmente hablando, cl jeneral Cruz cometió errores
de tanto bullo en la organización de su línea de batalla en Lon-
gomilla que a no ser la disculpa de la sorpresa, se habría hecho
digtio de la mas amarga censura entre los hombres de guerra.
En primer lugar, dejó descubiertos, o por lo menos, débilmente
ap lyados sus dos flancos por el costado de la viña i por la mar-
DK I.A ADMINISTRACIÓN MONTT. 3i!
XI 11
El jencral Búlncs comprendió, delanle de aquel ¡mperfeclo
sisleina de defensa, cuyas ¡negulandados mutilaban en trozos
la linea de batalla de ios rebeldes, que le iban a ser precisos
tres ataques simulláneos por el fronte i ambos flancos, de-
biendo ser aquel el mas recio, pues tendría que estrellar sus
columnas contra las murallas de las casas de Reyes, a cuyo
pió estaba tendida la línea enemiga. En cuanto a sus dos
alas, veía que por la derecha se empeñaría el combate de
las caballerías, mientras que, a su izquierda, tenia un campo
libre para maniobrar sobre el flanco derecho de los rebeldes,
que habían olvidado cubrir su linea por aquel costado, en-
tre la viña i el cerro.
En conformidad con estos accidentes, el jeneralísimo del go-
bierno dispuso su orden de batal/a.
Los batallones Chillan civico (comandante del Canto), Talca
jen del Longomilla. Eii segundo lugar, agrupó en masa toda su
caballería, sin dejar un solo escuadren de reserva. En tercer lugar,
inutilizó durante el primer tercio de la batalla, al menos, el es-
fuerzo de dos batallones que no necesitaba rezagar desde que te-
nia una competente reserva. En cuarto lugar, dejó aisladas i sin
protección las piezas de la izquierda, que estando bien defendi-
das por infantería, habrían apoyado a la caballería en su carga,
i contrarrestado las fuerzas de las piezas con que el enemigo arro-
lló aquella.
En resumen, el jeneralCruz no combinó estratéjicamente las
operaciones de sus tres armas, i las dejó obrar aisladamente,
mientras él se limitaba a la defensa de las casas. Esto fué causa
principal del horrendo estrago de aquel hecho de armas i de la
nulidad de sus resultados militares para ambos ejércitos beli-
jtrantes.
- 342 niSTORlA DE LOS DIEZ AÑOS
(comandante Urzúa) i Colchagua (coraaudanle Torres), apo-
yados por el veterano Buin, marcharían de frente sobre las
casas, dirijiéndose el último en columna cerrada por el ca-
mino carretero i los otros por los potreros recien puestos en
cultivo que se eslendian a ambos costados de aquel.
Los batallones Chillan de linea (comandante Campos) i 2.°
Cuin formarían a la Izquierda una división independiente, a
las órdenes del jefe del último cuerpo don José Maria Silva
Chaves. Los lanceros de Colchagua (comandante Yañez) i la
columna de cazadores que aquellos habían conducido a la
grupa a las órdenes del capitán Pardo, apoyarían los movi-
mientos de esta columna estraléjica, que no estaba llamada
por esta combinación a tomar la parte activa que le cupo
luego en el combate. Debia solo adelantarse por el bosque
que se estendia entre la viña i el cerro de Chocoa, dominar
el flanco derecho del enemigo, ¡ luego que la batalla es-
tuviera trabada en todo el frente, sostener el ataque en aque-
lla dirección, que se suponía enteramente indefensa.
Los batallones Santiago (comandante Amengual) i Ranca-
gua (comandante González) habían sido destinados a la re-
serva, ¡ con este objeto, se les hacia lomar posiciones tras
la loma que se interponía a la vanguardia de las casas.
La artillería, distribuida en tres baterías, a las órdenes de
los sárjenlos mayores Escala i González i el ayudante Ravest,
trabajarían indistintamente en los flancos o en el centro do
la linea, según los accidentes de la jornada; pero, desde lue-
go, colocáronse los cañones de Escala hacia la Izquierda, en-
cargando su protección a la división de Silva Chaves i parti-
cularmente a la columna de cazadores del capitán Pardo.
González se situó en el camino real con su balería de obuses.
Entre tanto, la escasa i mutilada caballería del ejérci-
to del gobierno se formaba a la derecha, bajólas ansiosas
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 343
miradas dol joneral Húliies, qiio conloraplaba con Irisleza ¡
casi avergonzado el as()eclo do sus jinetes i su diniinulo nú-
mero. Como joneral de caballería, i lan diestro como atre-
vido en oi manejo do esa arma, asaltábale oí prcsenliraicnlo
do que los cuatro escuadrones veteranos quo formaban los
Cazadores i Granaderos, apenas podrían resistir el empuje de
uno solo do los poderosos rejimientos enemigos, i en conse-
cuencia, toda su preocupación estaba fija en aquella parle
de su línea. Había colocado a los Cazadores en batalla. Iras
una ondulación que los cubría de los fuegos enemigos, i en
pos de aquellos valientes i fatigados veteranos, seguían los
Granaderos a caballo, tan escarmentados en los campos de
Urra, i ademas reclutas en su mayor número. Los jinetes
del gobierno solo tenían en su favor la pujanza de sus caba-
llos de refresco i la bondad de sus armas.
El primer escuadrón de Cazadores, que fué mandado en
jefe durante la batalla por el capitán Villalon, iba armado
de bruñidas corazas, lanza ¡ pistola, mientras el tercero, a
las órdenes del mayor Las Casas, vestía una cota de cuero
¡ cargaba, como los Granaderos, sable i carabina. En cuanto
a las numerosas milicias que acompañaban al ejército, dis-
tinguíanse solo en el horizonte las mantas coloradas del rcji-
míento de Caupolican, que no tardó en ejecular la maniobra
de la fuga, que, como es sabido, es seguida, después do
la victoria o la derrota, de la maniobra del saqueo entre los
vencidos, sean amigos o enemigos.
XIV.
En este orden de batalla (I), el jeneral Búlnes dio la señal
(1) El plano que se aoompaña en el Icslo representa aproxima-
tivamenle las posiciones de arabos ejércitos en los momentos en
344 ÜISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(le — Adelante! a la dislancía de ocho o tii(^z cuadras do la
casa de Royos, por el camino que viene del Maule.
XV.
En ese momento, regresaba el jcneral Cruz de la loma en
que habia estado observando aquellos movimientos. Iba al
lento paso del caballo, sereno hasta la frialdad, pero triste i
meditabundo. Montaba su pequeño caballo blanco i se habia
vestido con su uniforme de parada compuesto sencillamente
de un palelot gris claro, gorra galoneada ¡ sus charreteras
de jeneral de división sobre los hombros. Cuando entraba al
palio de las casas, la tropa le aclamó con Víctores, i como en
ese instante desfilase la caballería que se habia avanzado
bástala loma de vanguardia i volvía ahora a lomar posiciones
a la izquierda de la línea, prorrumpió ésta ¡ particularmente
el bisoño Guia, compuesto exclusivamente de jóvenes volun-
tarios, en un tremendo «chivateo» i en gritos de entusiasmo,
animando a los jinetes {]].
que iban a embestirse. Ha sido trabajarlo sobre un imporfi'Cto
croquis que hizo en 1851 el injeniero del ejército rebelde Eucher
Henry, i sin tener a la vista aquel sino un calco mas mediocre
todavía. Asi es que carece de proporciones, distancias, i exacti-
tud en la nomenclatura i colocación de los cuerpos : pero, de todas
maneras, nos lia pareci:to que seria útil ai lector tenerlo a la visla
ai leer la descripción de este heclio de armas tan terrible como
complicado.
Se nos liahia informado que en el archivo del iMInislerio de la
(luerra existia un plano exacto de la batalla de Longomilla, tra-
bajado por el oficial de injenieros Walíon; pero aunque le hemos
t)UíCaílo con prolijidad, no ncs ha sido posible encontrarlo.
(1} «Cuando la caballería se replegaba a la izquierda, la infan-
tería, que tocaba sus músicas, prorrumpió en gritos entusiastas,
como el saludo de la victoria, que mas tarde debía obtener por la
sola fuerza de su heroísmo.» B. \ [c\iñdi. -^Apuntes citados*
J)E LA ADHIMSTiUCION MONTT. ^\
XVI
Filé aquel acaso el mnraeiilo mas solemne del d¡a, el mas
solemne de niieslca historia milílar. Todos los roslros esta-
ban pálidos. Dábanse las voces de mando con ese acento ca-
vernoso de las grandes emociones, i las armas se mocia»
levemente en los convulsos brazos de la (ropa. El hombre,
ánies de ser soldado, es padre, es esposo, es la frájil cria-
tura, en presencia déla frájil naturaleza, i antes que la pól-
vora atruene el aire i la vista de la sangre, desencadene las
iras que arrebatan el espíritu, hai en todos los pechos una
honda fluctuación, nacida a la vez del doble impulso de la
sensibilidad i del deber. Cuántas lágrimas ocullas caen dentro
del alma en aquella hora de la prueba! Cuántos pensamien-
tos de ternura o de horror vuelan hacia el hogar, buscando el
labio tembloroso de la esposa ausente, el regazo de la madre,
las caricias del hijo que arrullan en la cuna el sueño i la ino-
cencia ! I ai ! todo eso no es miedo, ni vergüenza, ni dolor.
Es la naturaleza toda empapada en sus santos misterios;
es Dios que detiene todavía el brazo del hombre, como el
brazo de Abraham, ¡ le recuerda su misión sublime de paz i
de ventura, en la hora misma de duda ¡ de angustia que prece-
de al cruento sacrificio!
I sin embargo, si una voz hubiera ¡do a decir a aquellas
filas, a cada soldado, uno en pos de otro, que volviera la
espalda hacia el peligro, habrian levantado lodo sus fusiles
para matar al mensajero que les recordara el alhago de sus
dichas de hombre, para apagar sus brios de soldado; tan
cierto es que el hombre mismo es un misterio que vive solo
entre las sombras de oíros arcanos mas elevados a que se ha
44
-34G HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(lado los nombres do vida i eternidad: dos mísleríoa tam-
bién!
XVII.
Ofrecía alli mismo un ejemplo eslraño de aquella situación
peculiar do los espíritus, el mas famoso de los capitanes de
guerra que formaban aquel día al frente de las mitades re-
beldes. Veíase a Ensebio Ruíz a la cabeza de su escuadrón,
con el rostro pálido i desecho, pero sosteniendo en alto una
colosal tizona que le había obsequiado en Chillan el intendente
Zañartu, quien la guardaba como una curiosa presea de los
tiempos antiguos de caballeros i palenques. Al verle tan de-
mudado, acercósele el secretario Vicuña, su amigo desde
muchos años, i abordándolo con emoción le dijo: — Parece que
U. tiene miedo! — Sonrióse Ruiz amargamente, i le repuso
que sufría dolores físicos agudísimos, añadiendo: — Solo el ho-
nor i el deber me tienen eneste dia a caballo. — «Tales fueron,
esclama Vicuña, refiriendo este lance que la muerte iba a so-
lemnizaren breve, tales fueron las últimas palabras que habló
conmigo aquel Aquiles de nuestras batallas que, siempre
luchando por la libertad i la justicia, era el terror de nuestros
tiranos i la espada mas brillante de nuestra revolución» (1).
XVIII.
En aquellos mismos momentos, ocurría también en el palio
de las casas una incidencia que tenia la sencillez del herois-
(1) Diario citado.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 347
mo anlíguo. Interpelaba el ¡iilciuicnto Alcmpailo al jcneral
(]ruz con la vivaciJad qiio le es habilua!, suplicámlolo que
sacara micvos batallónos a la línea, porque, si se concen-
traba la defensa al circuito do las casas, la batalla iba a ser
horrenda i espantosa la carniceria. Detuvo el jeneral la brida
de su caballo ai verso asi apostrofado, ¡ fijando en su inter-
pelante una profunda mirada, con un eco que recordaba el
grito de las Termopilas, dijo estas solas palabras por respues-
ta: — / para qué somos los soldados, sino para morir!
XIX.
En estos momentos eran las siete de la mañana i la linea
enemiga, avanzando lentamente, coronaba la loma que domi-
na el campo al frente de las casas, mientras la caballería de
los rebeldes formaba su espesa columna en los bajos de Lon-
go mi Ha.
Vióse en este instante, i cuando ya las filas estaban a tiro
de fusil e iban ambas a romper sus fuegos en el orden acos-
lunibrado, que llegaba un jinete a lodo escape al sitio que
ocupaba el jeneral en jefe del ejército asaltante. Era el gue-
rrillero Jeldes que, observando el movimiento retrógrado de
toda la caballería rebelde en dirección al Longomilla, venia
dando voces que el enemigo estaba pasando aquel rio para
huir la batalla.
Al oir aquella noticia, el jeneral Bülnes galopó sorpren-
dido al frente, hasta encontrar al comandante jeneral de
infantería i dándole aviso que el enemigo se escapaba, lo
ordenó cargar con todas sus fuerzas sobre las casas que su-
ponía desalojaban en ese momento las últimas mitades de la
infantería rebelde.
>• 2Í8 HISTORIA Dr. LOS DIEZ AÑOS
El valeroso coronel García obedeció en el acto, i como el
batallón que mandaba mas ¡nmcdiatamenle se mantuviese
formado en columna en el camino real, pregunto solamente
a su jefe superior si marcharla al asalto de las casas en aquel
orden. El jeneral en jefe pareció vacilar; mas adelantóse, a
esta sazón,' el jefe del estado mayor Rondizzoni, i le previno
que avanzase en la misma formación que tenia en aquellos
críticos momentos: Señor, repuso García, una bala de canon
me va a llevar una fila entera si entro en columna. — «En co-
lumna! señor», le replicó el jeneral en jefe con cierto acento
de impaciencia. — Pues entonces, adelante! esclamó García,
i entró por el callejón que desemboca sobre las casas balien-
do marcha, el arma al brazo i paso redoblado.
XX.
Iba a la cabeza del intrépido Buin, su jovon sárjente mayor
don Cesarlo Peña i Lulo, la mas lucida figura de paladín quo
militaba bajo las banderas del presidente Monlt, a quien
acababa de ofrecer los laureles de Pelorca, donde se había
balido con tanta bravera como humanidad. Vestía un paletot
de abrigo i llevaba su manta de lana terciada sobre el pecho,
reposando el nudo que la cenia sobre el sitio del corazón. Al
verle con aquella armadura, que mas que una coraza parecía
el blanco ofrecido a los fuegos enemigas, habíase acercado Gar-
cía al joven héroe, de quien era pariente inmediato, i recordá-
dole on chanza, que el capitán Matías Aguirre, primo hermano
de Peña i Líllo, habia escapado ileso en el combale del puen-
te de Buín en 1838, porque llevando su manta en aquella
misma forma i estando el tejido húmedo con la lluvia, una
bala había tocado el nudo que la alaba al pecho de aquel,
I
DE LA ADMIMSTRAClOr? MÜNTT. 3Í9
liiátuiolo (le espaldas con la fuerza del golpe, pero sin ma-
la il o.
Una melancólica sonrisa desplegó los labios del joven cam-
peón, que se adolanlaba con aire resuello pero profundamcnlo
preocupado, como si un negro presenliniicnlo oscureciera su
frente. AI partir de Valparaíso, liabia hecho su teslamcnto,
dejando lodo lo que poscia a una hija, fruto do un temprano
i vedado amor, i decíase que en la víspera misma de la ha-
talli, envió una tierna carta al comandante Saavedra, su an-
tiguo camarada i amigo desde la infancia, rocomendándüie que
si perecía en la demanda del deber, cuidara de aquella huér-
fana de su desdicha ¡ de su gloria. Ai ! Iba ahora con la espada
fuera de la vaina a alropellar la jenle que mandaba aquel man-
cebo, lan heroico como él, i moriría por los primeros fuegos
que la voz de su intimo confidente ordenó disparar a sus
filas!... Tremendos lances de !as impías guerras entre her-
manos!
XXI.
Entre lanío, adelantábase la columna del Buin sobre la
escasa fila de los batallones enemigos con paso tan acelerado,
que ya so encontraba a tiro de pistola de las casas de Oevos,
sin que aquella se hubiese apercibido, a! parecer, de la for-
mación de la linea de los rebeldes, pues el 2." Carampangue
oslaba oculto tras de una cerca, a la derecha del camino, i
el Guia no era observado, porque encubría sus filas una ala-
meda recien plantada que corraba ambos costados del cami-
no carretero. No se había disparado, hasta ese momento, una
sola arma de fuego, no se había sentido el choque de ningu-
na arma blanca, ni siquiera se escuchaba el tropel de los ca-
350 niSlOlUA DE LOS DIEZ AÑOS
¿allos en los combates de guerrillas que suelen preceder a las
grandes batallas. Pero, de reponte, el jeneral Cruz, que ob-
servaba desde el palio de la casa la aproximación de la
columna del Buin, se adelantó sobre los cañones que mandaba
Zúñiga i dio en persona la orden de fuego !
Un súbito trueno no habría sido mas aterrante que el eslré-
pido que siguió a aquella voz. El Guia i el 2.° Carampanguo
hicieron simullánearaenle una descarga cerrada, mientras los
siete cañones que estaban situado en la línea, vomitaron una
lluvia de metrallas sobre los asaltantes.
Casi todos los fuegos converjieron, como era de esperarse,
sobre la. compacta columna del Buin, i viéronse caer treinta i
seis soldados, por entre el humo de aquella inesperada des-
carga, a que éstos no podían responder. Peña i Lillo habia sido
el primero en venir a tierra. Una bala le habia atravezado el
corazón, junto al nudo de la manta que lo protejia, i al irse
de bruces, hecho ya cadáver, no habia tenido mas tiempo quo
para decir — Ábranse!, haciendo a la tropa el ademan de des-
plegar la columna.
Tal fué la manera como pereció aquel noble capitán, lustre
i prez del ejército chileno. Fué el primero en señalar a sus
camaradas la senda de la gloria, i su cadáver, tendido desde
que se rompió el fuego en el sitio mas avanzado de la línea
de batalla, estuvo sirviendo de punto de mira a lodos los que
llevaban en su pecho la magnánima resolución de perseguir los
pendones de la victoria, aunque se divisasen aquellos mas allá
de la mucrle fl).
(1) Tan cerca a las casas de Reyes habia llegado el valeroso
mayor del Biiin con su columna, que ai siguiente dia, se encontró
su cadáver solo a media cuadra de distancia de aquellas. «Poco
mas tarde, dice el ayudante de Estado mayor Vicuña, en sus.
apuntes citados, recorrí el campo, i a mis primeros pasos, a media
1>K LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 351
XXII.
La lerriblo baliilla dcLoRgomilla comenzaba en aquel mo-
mento ¡ de una manera que anunciaba cuan horrendos se-
rian sus estragos. Semejantes a esas nubes sordas que, em-
pujadas del aquilón, corren en los dias de verano por las
gargantas do los Andes i a! íin so estrellan en las sinuosida-
des do los valles, sembrando el espacio del fraííor del trueno
i de los mil lampos del rayo, asi se embestían las dos lineas
cuadra de las casas, encontré un cadáver que por su blancura pa-
recía ser de algún jefe. Estaba enteramente desnudo í boca aba-
jo, i no se veía en él lesión alguna. Le vuelvo la cabeza i le veo
una cara que me era conocida, pero que el polvo, la barba i la
palidez de la muerte desfiguraban. Me detuve un momento para
traer a la memoria quien podría ser, i no pude saberlo. Llamé,
entonces a un soldado, que por su uniforme parecía ser del ene-
migo, ¡ le pregunté sí le conocía. — Es mi mayor Peña i Lillo!, me
contestó.»
El sárjente mayor de infantería don Cesario Peña i Lillo había
nacido en Santiago por el ano 1820,' siendo sus padres don San-
tiago Peña i Lillo, comerciante de profesión i doña Carmen Agui-
rre. Desde muí niño, alirazó la carrera de las armas, entrando a la
Academia militar en calidad de alumno supernumerario, bajo la
solícita protección de su pariente el comandante don Manuel Gar-
cía, quien le profesó hasta su muerte una ardiente afección. Este
mismo jefe le incorporó en el batallón Portales, que mandó du-
rante la segunda campaña del Perú, cuyo cuerpo se cubrió de
gloría ^n el puente de Bnin, razón por la que se había dado este
nombre al batallón que ahora mandaba. Peña i Lulo se distinguió
tantbien eti la quebrada de Chiquian, al lado del conocido i malo-
grado capitán Araneda que mandaba la compañía de que aquel
era teniente, i por último, en Yungaí.
De regreso a Chile, volvió a su claustro de la Academia, donde
luego alcanzó la graduación de ayudante, junto con los distinguí-
352 nisToniA de los díez AiNos
enemigas, de improviso, i sin que ninguu signo hubiera anun-
ciado su terrible choque.
Por un inslanle, los batallones que llegaban al asalto vacila-
ron en su marcha, como aturdidos de verse envueltos en una
celada, cuando venian con pasos tan resuellos a la sorpresa.
Mas, a la voz del coronel García, la columna delBuin se des-
plegó en desorden, sallando la zanja que cerraba el camino
por la derecha i atropellando los jóvenes álamos que obstruían
el paso, mientras los demás cuerpo?, reclutas en su mayor parte,
so desorganizaban, perdiendo su formación en línea, para
agruparse en confusos pelotones, como sucede siempre al
soldado chileno en los combales.
En esta crítica situación, el mayor del Guia, Benjamín Vi-
dela, dá orden a su tambor de locar la carga i se adelanta,
en medio de un fuego espantoso, a la bayoneta calada con-
tra los cuatro batallones que le asaltaban de frente.
Desde el principio de la campaña, aquel animoso oficial
dos oficiales Saavedra, Villagran ¡ Plaza, que tuvieron aquella
colocación antes de pertenecer al ejército de línea. Peña i Lillo
ensenó varios ramos científicos en aquel establecimiento i se reci-
bió de agrimensor jeneral en 1847.
Poco después, deseando retirarse del servicio, se dirijió a Cali-
fornia en busca de fortuna i solo regresó a Santiago en 1851, la
víspera del 20 de abril, en cuya función de armas tomó parte,
eomo ayudante del coronel García. Esta inesperada circunstancia
le impuso el compromiso de continuar en el servicio durante
aíjueila crisis, aunque su resolución i su deseo eran establecerse
eu Copiapó, donde, con el ejercicio de su profesión i algunos recur-
sos que habia traído de California, esperaba labrarse un porvenir
tranquilo.
Si hubiera sobrevi\¡do a la guerra civil., este distinguido oficial
habría llegado a ser un honor para su patria, porque era tan va-
liente como instruido, tan pundonoroso como patriota ; pero el cíe*
go destino le llevó a su fin en alas de su propio presentimiento, »
fué la primera víctima inmolada en el campo de la matanza.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 353
Icnla celübrado un compromiso con su compañero el coman-
dante Saavedra (atendiendo a la mala calidad do las armas
do su cuerpo ¡ al entusiasmo juvenil de los soldados), para dar
una arremetida a la bayoneta, tan luego como hubiesen hecho
la primera descarga, i habiendo llegado ya la hora de la ejecu-
ción, lanzóse Vidola cun las dos compafíias que mandaba a
la izquierda, mientras Saavedra, a quien el humo ocultó esto
movimiento, permanccia de firme con el resto de aquella
tropa tan brava como bisoña.
Vidcla, entretanto, se adelantaba, ganando terreno con la
mayor bizarría. Una bala de fusil, estrellándose contra los
bolones de su casaca, le trajo al suelo mientras se adelantaba,
pero recobrándose al instante i no sintiendo mas lesión que
la fuerza del golpe, continuó avanzando hasta verse comple-
tamente rodeado del enemigo con el puñado de bravos que
le scguia. Envió entonces un ayudante llamado Vargas, pri-
mo suyo, a pedir socorro a Saavedra, pero el joven oficial,
espaulado de la temeridad de su jefe, huyó del campo; i co-
mo nadie viniese en su auxilio i cayeran sus soldados en es-
traordinario número, dio al ün Yidela la orden de replegarse,
recibiendo en aquel mismo momento un balazo en un muslo
que le tronchó la pierna derecha, haciéndole perder su uso
para siempre, pues no ha sido posible estraer nunca la
bala.
Hacia solo unos pocos minutos a que habia comenzado el
fuego, i por una coincidencia singular, los dos oficiales, que
de arabas filas hablan caido primero, fueron los sárjenlos
mayores de los cuerpos que desplegaban mas ardor en el
ataque.
Entretanto, Saavedra, notando el conOiclo de los suyos,
se adelanta denodadamente con las dos compañías que tenia
a sus órdenes, i mientras los soldados de Videla, que llegan
4o
^35Í HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
con SU jofe en hombros, se reorganizan junto a las murallas
de las casas ¡ vuelven al combate conducidos por el vale-
roso ayudante Smith, entusiasta mancebo de 19 años, sos-
tiene aquel el empuje victorioso de todas las masas de ene-
migos que vienen en perseguimiento de Vidola.
Fué este el mas hermoso momento en que el comandante
Saavedra desplegó la cslraordinaria serenidad que le es pro-
pia en los combates. A diferencia de su impetuoso segundo,
mantúvose impertubable durante muchas horas, animando a
los soldados aun de que no perdieran una pulgada de terre-
no. Durante el primer tercio del dia, sostuvo asi casi solo la
pelea en aquella dirección, hasta que, abrumado por el número
i no queriendo aun retroceder sin hacer un nuevo esfuerzo, dio
orden a aquel valiente capitán Tenorio que mandaba la 1."
compañia de fusileros de cargar a la bayoneta; obedeció el
temerario oficial, pero, apenas se habia adelantado unos pocos
pasos, cuando su cadáver i el de una gran parte de sus sol-
dados median el campo de la matanza.
£1 valeroso Guia, arrollado en todas direcciones, pues so-
bre él cargaba todo el peso de la batalla en aquel instante,
se replegó entonces en tropeles sobre las casas, pidiendo a
gritos salieran a sostenerlos las numerosas corapaQias de re-
zago que estaban formadas con el arma al brazo en el patio
de las casas de Reyes. Saavedra habia salido ileso del con-
flicto, pero el caballo que montaba i que era de estradicion
arjentina, estaba cubierto de heridas.
XXIII.
El jeneral Cruz observaba todas estas peripecias desde el
techo de las casas, donde su figura servia de conspicuo blan-
co a todos los fuegos, pero, apesar de su asombrosa serení-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 355
dad i de la impavidez con quo arrostraba la muerte, no daba
aun la orden salvadora do sostener con fusileros de rt'frcsco
su reducida i despedazada línea.
Mas,liizolo por él el certero cuanto denodado comandanlo
Drizar. Sallamlo la cerca que tenia a su frente con las com-
panias del rejimicnlo Carampanguo que mandaba, so ade-
lantó a sostener, o mas bien, a reemplazar a Saavedra i
cuando ganaba terreno, haciendo un fuego mortífero, un casco
de metralla le taladró la frente, arrojándole de espaldas
sobre una zanja. Cuéntase que el asistente de este infortu-
nado jefe le vio incorporarse un instante, i mientras con mano
incierta se restregaba sobre la herida un puñado de tierra,
esclamaba con voz ronca — No hai que rendirse Carain-
pangue! (I).
Así sucumbió el hombre cuyo atrevimiento habia salvado
la revolución en su azarosa iniciativa, cuya espada la habia
sostenido mas tarde en los conflictos de la campaña i cuya
incontrastable lealtad la habría llevado al tín a sus desti-r
nos, imponiendo con su ejemplo a los cobardes i corlando
con su rara enerjia la red de la traición, cuyos hilos él solo
tenia cojidos, ocultando, empero; sus alarmas en su sijiloso
pecho. Antes del alzamiento de los pueblos del sud, fué este
jefe un hombre oscuro i medianamente conceptuado. Pero ea
la revolución encontraron teatro sus ocultas i no probadas
prendas do soldado, i a no dudarlo, habrían alcanzado éstas
su apojeo en la derrota o en la victoria de los suyos, í^i la
fatalidad no hubiera atajado tan fuera de tiempo sus auda-
ces miras.
(1) Carta de don Fernando ürízar GarGas al autor, fecha 6 de
mayo de 1861. — El comandante Urízar no espiró sino a las 10 déla
noche del dia 8, pero desde que fué herido, perdió completanieiite
el sefítido i la palabra.
2o5 HISTORIA DE LOS DIEZ ASOS
XXIV.
ApGsar (le la temprana perdida de Urízar, el 2.* Caram-
pangiie babia restablecido el combate por el frente de las
posiciones del ejército rebelde. Mas, el flanco izquierdo de la
linea estaba abandonado, i las tres piezas que se hablan co-
locado en aquella dirección corrían inminente riesgo de caer
en manos del enemigo, pues, como ya dijimos, la columna
de Cazadores de Rojas, que fué destinada a protejerlas ai prin-
cipio de la acción, se habla replegado hacia la derecha, a
inmediaciones do la viña.
En tal conflicto, corrió el intendente de ejército Alemparte
a dar aviso al jeneral Cruz, i a pedirle que enviara una columna
a protejcr aquellos cañones ya mui de cerca amenazados.
Pero, al subir al techo de la casa, para ponerse al habla con
aquel, observó Alemparte que un peligro mas grave com-
prometía la batalla en opuesta dirección. Veíase, en efecto,
en aquel momento, que la división flanqueadora de Silva
Chaves venia por el costado derecho de las casas, tratando
de envolver las posiciones que, con tanta bravura i en núme-
ro tan desigua!, defendían los rebeldes por su frente. — Se-
ñor, nos rodean! esclamó Alemparte, dirijiendo su anteojo
hacia la viña i los trigales que se estendian hacia el oriento
de las casas.
Repúsole entóneos el jeneral Cruz ordenándole fuera en
persona a colocar en un terreno conveniente para la defensa
la bizarra columna de cazadores del Guia i del viejo Caram-
paugiie que mandaban el mayor Hojas i el valeroso joven Be-
navenle, que, esedia, como durante toda la campaña, vestía
el traje de scMaJo, al igual de su tropa, a la que daba así el
ejemplo de la abnegación i del entusiasmo.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 3o7
Bizulo asi ti ¡nleiulente do ejército, i tlespucs do haber
señalado su puoslo a atiiiellos bravos, qiio supieron defon-
derlo con un señalado denuedo en aquel dia, en que el lie-
roisnio se hizo cosa vulgar, volvió a dar cuenta al jeneral
en jefe de que la fuerza con que cargaba el enemigo en
aquella dirección era Ires veces superior a la que iban a opo-
nerle Rojas i Bonavente.
Solo en ese instante pareció el jeneral Cruz darse cuenta
del falso plan de batalla que liabia acordado, fraccionando
su ejército en dos mitades, de las que la una era asaltada
por triplo número, mientras el resto, que era casi los dos
tercios de la fuerza, se manlenia impasiblií en el recinto de
las casas.
£1 resultado de tan funesto engaño era que la batalla es-
tuviese en realidad perdida raui poco después de comenzado
el fuego, dando así brios i confianza al enemigo, que de otra
suerte, pudo ser desbaratado por la impericia de sus jefes,
en las primeras maniobras de la acción.
El Guia, en efecto, estaba roto; el 2.° Cararapangue se
veía comprometido por el frente contra fuerzas superiores ;
los cañones de la izquierda iban a caer en manos del enemi-
go, iva, en verdad, era éste dueño de dos de aquellas piezas,
habiendo salvado la otra un esforzado oficial cuyo nombre
se ha perdido, repl3gándose a las casas ; i lodo esto sucedía
por el frente i el costado izquierdo, mientras por el flanco
opuesto venia una división de refresco, haciendo un movimien-
to de circunvalación que amagaba, no solo la estremidad de
la línea en aquella dirección, sino que comprometía ya la re-
taguardia misma de los rebeldes.
En tan apurada situación ocurrióse al jeneral Cruz la ¡dea,
que probó ser tan funesta, de hacer cargar a la caballería
para restablecer el combate por el flanco izquierdo i por ei
^5S EISTOQIA DE LOS DIEZ ÁÍÍOS
freulo, arrollando los desorganizados batallones enemigos,
raiéalras enviaba por la viña algunas columnas de fusileros
a contener el avance de Silva Chaves.
En consecuencia, envió inmediatamente orden al jeneral
Faquedano con un ayudante que seguia a Alemparte, llamado
Bastidas, animoso joven natural de la Florida, a fin de que
en el acto cargase en masa i por escuadrones en escalón
sobre la caballeria enemiga, arrollando la débil resistencia
que podian oponerles los abatidos rejimientos de cazadores i
granaderos que se veían en línea tras unos médanos, a orillas
de Longomilla.
Eran las nueve de la mañana en este momento en que co-
menzaba la segunda parte de la famosa batalla de Lon-
gomilla.
XXV.
El jefe de estado mayor, que en la ausencia del jeneral
Urrulia, era comandante jeneral de caballeria, había agru-
pado ios once escuadrones de que constaba aquella en una
ondulación del terreno, dos o tres cuadras a retaguardia de
la linea de infantería, i vecina a la márjen del Longomilla.
Eusebio Ruiz formaba a la cabeza con el primer escuadrón
lie su rejiraiento i seguían en pos los de Zañartu, Puga ¡ Pa-
dilla, cerrando la retaguardia el escuadrón de lanceros del
bravo mayor Grandon con su destacamento de indios a las
órdenes de los lenguaraces Cid i Panlaleon Sánchez (1).
(1) En la relación del comandante Lara, que publicamos bajo
el número 14^ aparecen algunas modificaciones sustanciales en
las operaciones de la caballeria del snd^ particularmente en la
DE IX ADMINISTRACIÓN ftIUNTT. 359
El joueral Daquedaiio, arrogante i oiilusiasla como en los
mejores días de su gloriosa vida de soldado, acojió, sin em-
bargo, la órdcu do cargar con cierla vacilación, fuese por-
que no conocía el terreno donde iba a lanzar sus bisoñes
escuadrones, fuese porque no veia a su frente los del ene-
migo i sí solo los pelotones do sus infantes, que se estendian
ya casi hasta tocar la ribera del rio, o fuese, acaso, porque
no reconocía autoridad suficiente a una orden comunicada
por un ayudante desconocido.
Pasaban así momentos juzgados preciosos por el jeueral
Cruz, sin que la caballería (a Ja que atribuía tanta ornas
importancia que el jeneralísimo del gobierno, pues ambos ha-
bían sido oficiales de aquella arma) emprendiese ningún mo-
vimiento, ¡al contrario, divisábase, desde el tejado de la casa,
al ayudante Bastidas (señalado por un ancho sombrero blan-
co que llevaba) conversando con el jeneral Baquedauo, sin
que éste diese órdenes para verificar la carga. Ofrecióse en-
tonces Alemparle para ir en persona, lo que ejecutó en el
acto, i aunque Baquedano le opuso algunas objeciones sobre
el terreno, pues no le era posible desplegar en línea mas de
un escuadrón, resolvió, al fin, marchar de frente con el re-
jimiento de Ruiz, encargando aAlemparte de alistar los escua-
drones que quedaban a su espalda, para que siguiesen si-
multáneamente sus pasos.
Púsolo por obra, en efecto, el verboso intendente de ejército,
deteniéndose al frente de cada escuadrón i arengándolos do
una manera apropiada, hasta llegar al que mandaba Grandon,
colocación de los cuerpos; pero nosotros hemos seguido e» esta
parte los detalles comunicados por el jeueral Baquedano i otros
jefes de graduación inclusos los jenerales Búlnes i Cruz. Ademas,
en el plano del injeniero Henry, los cuerpos eslan colocados
eu la forma en que nosotros ios demarcamos.
^360 HISTORIA DE LOS DIEZ a5íOS
a quien recomendó no comprometer su jeule sino en el ül li-
mo caso, pues observaba que no habla un solo caballo de
reserva. Dirijióse, en seguida, a reunir algunos indios que se
hablan dispersado a retaguardia para robar animales en los
potreros vecinos, i no pudiendo ser obedecido ni volver al
campo, por las peripecias del día, encaminóse a Linares, en
compañía del consternado jeneral Urrulia, que se habia pues-
to en salvo, antes de que se rompiese el fuego.
XXVI.
El jeneral Bülnes, enlrelanlo, que como antiguo jefe de la
caballería, no apartaba su anteojo de la imponente columna
del jeneral Baquedano, al verla moverse de frente, compren-
dió que el instante decisivo de la batalla iba a llegar, i dio
a la vez orden al coronel García de adelantarse con los Ca-
zadores i Granaderos al encuentro de los Dragones de Ruiz,
que venían a paso acelerado i lanza en ristre. Vióse a éstos,
sin embargo, detenerse de improviso, bajar un barranco que
les cortaba el paso i luego salir en pelotones a la opuesta
orilla, tomando de nuevo su formación de batalla.
Marchaba medrosa i vacilante la débil caballería del je-
neral Búlnes. Formaban su columna solo 4 escuadrones que
iban a estrellarse contra triples enemigos, pujantes con la
confianza que les habia inspirado la jornada de Monte de
Tlrra i el valor reconocido de sus jefes. El mismo jeneral
Búlnes contemplaba su avance por el pesado terreno en que
iba a trabarse la pelea, con una inquietud visible, i fluctua-
ba entre contenerlos o cargar con ellos en persona, para
suplir, coa su presencia, el brío decaído de sus ánimos.
DE LA ADMINISTRACIÓN MOKTT. 3G1
cuauílo una Inspiración feüz vino a alumbrar lo. DIú órJen a
su ayudanlc Viilola Guzman ilo ¡r a loJo escapo a sujelar los
Cazadores qiio, tomando los aires do laclica, iban ya al
Irole sobre el enemigo, i se dirijió en persona a la balería
que mandaba a su derecha el mayor González i le ordenó
que se adelantase con dos cafiones en protección de su ama-
gada caballería.
Dióse cumplimiento aceleradamente a esta disposición que
salvó al ejército del gobierno de un rápido e ¡nstanláneo
fracaso, i cuando ya los obuses de González, repletos de
metralla, dominaban la planicie en que iban a chocarse las
caballerías, el jeneral Búlnes se dirijió a su columna de
jinetes ¡ so puso a su cabeza.
El valeroso i feliz caudillo que, si no venció en Longomilla
por su pericia, cumplió al fin su ardua misión pacificadora
por los solos esfuerzos de su denuedo i de su sagacidad po-
lítica, montaba en aquel dia memorable un poderoso caballo
de pelo tordillo negro, i vestía, a diferencia de su émulo, un
modesto traje de campaña cubierto por un espeso poncho
burdo que le bajaba hasta las rodillas, del que se despojó en
breve por el calor del dia, dejando a descubierto su espacioso
pecho que cefiia airosamente un frac azul con botonadura de
metal. No se distinguía en su persona ninguna insignia mi-
litar; pero llevaba en alto su espada, i esta era para sus
soldados una enseña mas querida i conspicua que las plumas
i galones que solo lucen i fascinan en los días de parada : era
la espada de Yungai, i lodos los ojos buscaban en ella el
reflejo déla victoria!
46
'362 HISTORIA DF. LOS DIEZ A^OS
XXVII.
El jeneral Búlues dio en persona la voz de cargar, í galo-
paba ya resueltamente al frente de los Cazadores, cuando
González abrió su mortífero fuego sobre los escuadrones de
Ruiz, que, al ver el avance de los jinetes enemigos, se habia
quedado de pié firme.
Nunca en batalla alguna hubo un fuego mas certero, ni
una lluvia mas copiosa de proyectiles bañó jamás el campo
de un encuentro al arma blanca. La metralla abrió de un
solo golpe cien claros en las lilas de Ruiz, trayendo al suelo
caballos i jinetes, sin que éstos, en la confusión de los pri-
meros momentos, acertaran a cargar sobre el enemigo, fuera
para atrepellar de frente su caballería, fuera para irse sobre
los cañones que tan súbitamente los atacaban por un flanco.
El denodado Huiz i el jeneral Baquedano, que venían ade-
lante de las mitades, dieron, sin embargo, la orden de cargar;
i se movían resueltamente en demanda de Jos escuadrones
que ya estaban a tiro de carabina. Mas, en estos mismos
críticos momentos, al disparo de un melrallazo, cayeron de
sus caballos, casi sin diferencia de segundos, aquellos dos
bravos soldados, cuyas espadas eran el lustre i la confianza
(le los numerosos, pero indisciplinados escuadrones rebeldes.
El jeneral Baquedano recibió en la pierna derecha un casco
que le derribó al suelo, de donde le levantó su ayudante
Alvarez Condarco, vendándolo en el acto la herida i hacién-
dole subir do nuevo a su montura, en la que logró esca-
par (1).
(1) «Luego después se estrecharon las caballerías, i como a las
diez de la mañana, fui yo tierido gravemente en una pierna con
lina bala de metralla, que me dejó fuera de combate. En este
estado, di orden al teniente coronel don Eusebio Ruiz, el jefe
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 302
lliiiz, a SU vez, cayó do bruces, rolo el pecho con un casco,
i aunque no espiró en el aclo, pues le vieron algunos do sus
enmaradas revolcarse en los anchos pliegues do su manta,
sin soltar la brida del caballo, acabáronlo luego los fierros
de cien lanzas, pues los jinetes enemigos tuvieron a lujo
empapar sus armas en la sangre do aquel hombre que impo-
nía aun con su cadáver i al que en vida nunca acometieran.
Al ver por tierra a los dos jefes que arrastraban en los
escuadrones rebeldes toda la nombradla del valor i del pres-
tijio de viejas victorias, i sintiéndose, por otra parte, ata-
cados con tan cruda carnicería, por un enemigo invisible,
cual eran los obuses de González, apostados como en celada
a la distancia, los aterrados fronterizos flaqueron de ánimo,
¡ volvieron las espaldas a los Cazadores, que llegaban en ese
momento, sable en mano i en compacta fila por escuadrones.
La bala que habia derribado a Eusebio Euiz dio la victoria
al jeneral I^úines (1).
mas bravo i arrojado de mi caballería, cargara al enemigo, como
lo hizo con denuedo admirable, pero luego tuve el sentimiento
de verle caer. Desde este momento,, la caballería, compuesta la
mayor parte de luiasos sin disciplina, se desordenó i comenzó a
dis[)orsarse, espantada del fuego que la artillería enemiga le ha-
cia. Entonces me retiré como pude con mi grave herida i pasé
e! Longomilla, a donde me siguió una parte de la caballería.»
(Carta citada del jeneral Baquedano al autor).
(I) El jeneral Baquedano atribuye principalmente los malos
resultados de la batalla de Longomilla a la muerte do ürízar i
de Ruiz, que eran las columnas de sus respectivas armas. «A la
verdad, dice en la carta citada que nos ha dirijido i con una mo-
destia que le honra, el batallón Carampaiigue. que se elevó a
rejimiento, no habría dejado de coronar la victoria, si el valiente
don Pedro José Urízar sobrevive, como también la caballería no
se habría dejado de reunir o rehacer si no fallece el bravo don
Eusebio Ruiz o yo no soi tan gravemente herido, porque Ruiz i
Urízar, ademas de ser valientes a toda prueba, habrían infun-
didotal respeto a sus soldados que éstos habrían preferido morir
untes que desobedecer sus órdenes.»
304 HISTORIA DE LOS DIEZ AÍSOS
XXVÍII.
En aquellos mismos momentos, el rejimienlo de Zañarlu,
que venia en pos del de Ruiz, pasaba el zanjón que corría
desde el camino carretero hasta el Longomiila i como fuera
difícil su acceso por lo escarpado de sus bordes, sucedió que
los que iban i llegaban se entremezclaron do lal manera,
que era casi imposible retroceder ni avanzar.
El bizarro Lara había conseguido, sin embargo, formar en
líaea una mitad de sus veteranos carabineros, i cargando
con ellos por un flanco que cubrían los Granaderos a caba-
llo, fué envuelto i hecho prisionero. Otro tanto sucedía a
Souper, bien que este, haciendo prodijíos de valor personal,
conseguía mantener a su derredor un grupo de los suyos,
con el que se abría camino en todas direcciones.
Los últimos en llegar eran los escuadrones que mandaban
a retaguardia el animoso joven don 3lartiníano Urriola i el
veterano Grandon (pues el coronel Puga había fugado del
campo antes de la carga], mas, el último de aquellos cayó
luego en la vorájine de los sables, peleando como un león (1),
mientras Urriola se esforzaba en reorganizar con su tropa do
refresco los disueltos escuadrones de los comandantes que le
habían precedido. Muerto Ruiz, herido Baquedano, prófugo
miserablemente el coronel Puga, i sin que se viera en el
campo un solo jefe de rejimiento, pues Zañartu había desa-
(i) «Era corpulento i bien formado, dice hablando de este
valiente el jeneral Baquedano, que bien le conocía. Habla mili-
tado a mis órdenes desde la clase de teniente en el rejimiento de
Cazadores. Era un bravo militar i falleció como Ruiz en Loügo-
milla, coa heroísmo.»
DE LA ADMIMSTn ACIÓN MO>'TT. 305
pnrpcido en el combato (1), no quedaban ya sobre el lomo
do los fatigados caballos sino algunos suballeinos. a cuya
cabeza se puso Urriola i so retiró hacia el Longomilla en un
confuso tropel, arrastrando en el torbellino de la derrota a
mas de 300 jinetes.
XXIX.
El jeneral Baquedano, entretanto, acompañado de los bien
reputados oficiales Alarcon i Zapata, cuya fama de bravura
fué, empero, eclipsada en este dia, se dirijia a pasar el Lon-
gomilla por un vado mas al sur, seguido de cerca por una
partida de Cazadores, a cuya cabeza iba el valiente e imberbo
alférez don Fidel Vargas, que tan lucida figura hizo en la
revuelta de 1859 como oficial de caballería en las huestes
revolucionarias de Concepción.
En este aciago momento— las diez del dia— la derrota de
la caballería rebelde era completa.
XXX.
Por una parle, los Cazadores i Granaderos se dirijian hacia
el sur, acuchillando cuanto encontraban a su paso, i por la
(1) Encontré, en una tarde del mes de octubre de 1861, a esta
viejo soldado, ya próximo a morir, tornando el sol en uno de los
ángulos de la plaza de Chillan viejo, i habiéndole sido presentado
por el joven don Eleuterio Baquedano que me acompañaba, le
interrogué sobre su conducta en aquel dia, no ocultándole que
tenia informes desfavorables sobre su persona, lo que me parecia
tanto mas estraño, díjele, cuánto tenia en toda la comarca gran
fama de valiente. Disculpóse Zefiartu con la mala calidad de su
tropa i el ataque imprevisto de la artillería; pero me aseguró que
él habia pasado el zanjón casi solo, i que aun habia muerto ron
su sable un soldado enemigo. La imparcialidad de nuestro pro-
pósito nos obliga a hacer esta declaración.
36G HISTORIA DE LOS DIEZ ANOS
otra, se había aparecido sobro el campo en que se chocaban
las caballerías, un enjambre de tiradores enemigos, quo
venían por la retaguardia de las casas de lleves i que so
avanzaban hacia el Longomilla, haciendo un morlifero fuego
sobre los rotos jinetes del jeneral Cruz.
Estrechados éstos, al fin, en todas direcciones, se arrojaron
al profundo cauce del Longomilla, haciendo saltar sus ca-
ballos desde las arenosas barrancas que cierran aquel rio ¡
sin poner atención a quo del opuesto costado se alzaba a
pico un muro de roca casi inaccesible.
Presentóse entonces el cuadro mas desgarrador de aquella
jornada de horrores. Trescientos o cuatrocientos hombres
nadaban en el estrecho cauce del rio, asidos de sus caballos
i esforzándose por ganar la opuesta ribera. Mas, cuando
observaban que aquella no tenia sino una angosta salida en
que se atropellaban los primeros llegados, retrocedían, dando
gritos espantosos de desesperación, mientras los implacables
tiradores enemigos descargaban sus armas a quema ropa
sobre aquellos hombres indefensos que no podían ni rendirse
ni pelear. Ün cuarto de hora después, las márjcnes del
Longomilla estaban silenciosas, i su sorda corriente arras-
traba, hacía el turbio raudal del Maule, algunos centenares
de cadáveres que, durante muchas semanas, iban a ser pas-
to de los buitres que pueblan aquellas selvas, a medida quo
el turbión los arrojara sobre la arena (1). No quedaban en
(1) Se asegura que de ios 300 o mas jinetes rebeldes queso
precipitaron en el Longomilla, no escaparon sino poco mas de 50.
ün viajero que navegó el Longomilla i el Maule, quince días
después de la batalla, contó 24 cadáveres en las márjenes de
ambos rios, desde el balseadero de Prado hasta Constitución. El
comandante Yañes nos ha referido también que, por via de prue-
ba, echaron mas tarde en aquel paso del rio un pifio de yeguas,
i que todas las que no volvieron a la orilla por donde hablan
sido arrojadas, se ahogaron.
DE LA Administración momt. 307
eso ¡nslanlo sobre el campo de batalla, de la caballería
del sud, sino algunos grupos de hombres despechados que
lio querían huir ni hallaban tampoco enemigos contra quie-
nes enristrar sus lanzas. Al avistar uno de esos pcloloncs,
quo recorría la orilla del Longomílla, metió espuelas a
su caballo para atacarlo el temerario capilan don Narciso
Guerrero, que tenia el ciego valor de la sangre, si no el del
espíritu, i aunque al acometer de cerca a diez o doce jinetes
que le aguardaban de pié firme con sus lanzas en ristre, vol-
vió la cara i vio que nadie le seguía, no se detuvo por eslo I
fué a perecer, tan aturdido como bravo, entre los fierros do
aquellos (I).
Casi al mismo tiempo, volvían los Cazadores, cuvos dos
escuadrones se habían dirijido en lineas paralelas, persiguiendo
al enemigo, i hacían rendirse ahora a todos los dispersos que
recorrían el campo. Uno de estos fué el bravo Souper, quien
entregó su espada al capitán Yillalon, no sin haber hecho
morder el polvo a mas de uno desús adversarios (2). A su lado,
(1) El capitán Guerrero habla nacido en 1817 i hecho sus pri-
meras armas de soldado distinguido en el batallón Valparaíso,
después de haber sido condenado a servir durante diez años de
soldado raso, por su participación en el motin de Quillota en
1837. En 1838, recibió la jineta de cabo del Tejimiento de Caza-
dores a caballo i ascendió gradualmente en el cuerpo de Grana-
deros. Tenia una de las mas bellas figuras militares del ejército i
murió cuando contaba ?olo 34 años de edad.
(2) Al hablar de Roberto Souper, en el primer capítulo del
presente volumen, padecimos algunos errores de lugares i feciias
que rectificamos aquí, habiendo encontrado el apunte que se nos
habia estraviado, según entonces dijimos.
Souper nació, no en Canterbury, sino en Harwick, condado de
Essex, en la inmediación de Londres, el 9 de setiembre de 18Í8»
En la primera de aquellas ciudades hizo sus primeras letras, lo
que nos indujo al error de creer que habia nacido en ella. Llamá-
base su padre Guillermo Souper, quien falleció trájicamente en
3C8 HISTORIA DE LOS DIEZ a50S
liabia mueilo el esforzado capitán Condesa que mandaba
una de las mitades do su escuadrón í varios otros de sus
subaíternos.
De estos últimos, perecieron muchos en el campo de ba-
talla o en el cauce del Longomilla, sin que la historia haya
conservado sus nombres. Sábese solo del ayudante Vargas,
hijo del cqronel de este nombre, que servia en el Estado
mayor i quien, menos animoso que su vastago, se habia retirado
ántos del combate. El mayor Alvarcz Condarco cayó de su
caballo, como en los Guindos, en la confusión del encuentro,
i tan recio fué el golpe de la caida, que estuvo lodo el dia de
1835 i su madre Emelina Howard, que ha muerto hace poco de
nna edad mui avanzada. De los siete hermanos varones de Sou-
per, cinco han perecido violentamente como su padre. Guillermo,
que era el primojénito, en un combate en la isla de Santa Lucía,
(Antillas inglesas). Juan, en otra acción de guerra en aquellas
mismas islas. Moubery, en el sitio de Oporto en 1832 — Carlos,
mordido de un perro loco, i por último, Jorje, de la fiebre amari-
lla. De los dos que sobrevivían en 1859, Luis residía en San
Luis en las Antillas i Eduardo en la Colonia de Swam lUver en
Australia.
Su primer viaje a Australia tuvo lugar en 1830, establecién-
dose en la colonia de Swam River, bajo la dirección de un hacen-
dado llamado Frimmer, de una de cuyas hijas se enamoró Souper
con el curso de los años. Pero, contrariado por el padre en sus
inclinaciones, se dirijió a la India, donde, como hemos referido,
tomó parte en la intentona contra el fuerte ¿e Serrampore.
En 1841, volvió, por la via del cabo de Buena Esperanza i la
isla de Santa Elena, a Inglaterra, donde, encontrándose sin padre,
intentó tomar servicio en la Guardia real, pero no pudo lograrlo
por falta de dinero para comprar un grado.
En estas circunstancias vino a Chile, por la primera vez, re-
comendado por su primo don Edmundo White, rico comerciante
ingles de Valparaíso, que se encontraba en aquella sazou en
Londres.
En cuanto a su vida en Chile, los detalles que hemos dado
antes nos parecen completamente csactos.
DE LA ADMlN'ISTnACION MONTT. 3G9
ospalilas, comjilolaincnlo (lesniído en el campo ¡ prlvaílo de
sonlido, hasla que el fresco de la noche lo reanimo I pudo
salvar con oslrañas avenluiaá (1).
XXXI.
A las diez ¡ cuarto i\o la mañana, el cómbale de la caba-
lleria estaba complelamenle terminado, i el joneral Búlncs,
con el rostro radioso por una victoria que se debía mas al
acierto de sus disposiciones que a la pujanza de sus armas, ha-
cia pasar a galope, por todo el frente de la línea, al coman-
dante Yañez, que acompañaba la división de Silva Chaves,
por la izquierda, i señalándole el camino carretero por don-
de huían los últimos restos de los escuadrones enemigos,
le encargaba completase en aquella dirección la victoria,
dando alcance a los prófugos con sus caballos de refresco.
Dióle también orden de protejer los dos batallones de Silva
Chaves que se consideraban cortados i- acaso prisioneros,
pues no se tenia ninguna noticia de ellos, desde que hablan
pasado por el flanco derecho del enemigo. De esla mauera,
el jeneral Búlues recojió el fruto de su acertada disposición
(1) Cuando volvió en sf el mayor Alvarez, se dirijió al molino
de Pando, t como hablase perfectamente irgles, uno de los em-
pleados de este establecimiento le \ist¡ó con su ropa. En seguida,
marchóse a Constitución i se alistó de marinero en un buque que
salió para Valparaíso, mas, habiendo naufragado este en la Barra
del Maule, fué obligado a regresar. Aunque gnardaba ei mas ri-
goroso incügnifo, le reconoció al fin un antiguo amigo suyo lla-
mado Echeverría, i con su auxilio, pudo trasladarse a Valparaíso.
Poco tiempo después, este ¡ntelijente oficial se marchó a las pro-
■vincías arjentinas, de donde era oriunda su familia, i hace pocos
años, se encontraba en una posición ventajosa, desempeñando la
oficialía mayor del Ministerio de la Guerra en el Paraná.
47
, 370 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
de colocar la caballería en ambas alas de su línea, pues Ya-
liez llegó a la izquierda en los momentos en que los escua-
drones de la derecha estaban extraordinariamente desorga-
nizados en la confusión de su propia victoria i no podían
perseguir al enemigo. ¡Cuan distante habria sido la suerte del
dia si el jcncral Cruz procede con igual cordura, haciendo
valer de ac/uella manera su caballería, tres veces mas fuer-
te que la del enemigo!
Mas, ¿cómo había acontecido que los tiradores de Silva
Chaves, a quienes dejamos sobro el flanco derecho de las casas
de Reyes, habían llegado por la retaguardia, a tiempo de
tomar parlo en la derrota de la caballería rebelde?
Esta incidencia no$ obliga a retroceder algunos íostanles
en el desarrollo de las operaciones de la batalla.
Una vez situado Silva Chaves, con su división, sobre el
flanco de las posiciones del jeneral Cruz, formó en linea de
batalla sus dos batallones, i desplegando en guerrilla la co-
lumna lijera del capitán Pardo, emprendió el ataque con vi-
gor. Mas, tan grande i tan constante fué el esfuerzo con que
hicieron la resistencia los bravos cazadores del Guia i del
veterano Carampangue, dispersos en la viña, que, al fin, res-
forzados por algunas compañías del bisoñe pero entusiasta
batallón Lautaro, los obligaron, si no a retroceder, a conti-
nuar, al menos, su marcha, en dirección a la retaguardia de
las casas.
A los primerias tiros de esta refriega, había caído de parte
do los asaltantes el bizarro comandante del Chillan de línea
don José Campos, i pocos minutos mas tarde, cupo igual des-
tino al joven oficial del Chacabuco don Rafael Herrera, que
servía de ayudante a Silva Chaves. Campos venia a caballo
i varías veces le había insinuado su jefe superior se desmon-
tase, por el peligro que corría al atravesar por un desfila-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONIT. 371
(loro ¡ por el frcnlo do un oucraigo parapeladü, pero ól re-
plicóle quo una (iolencia tjo los pies no lo porinilia andar, i
así, por ahorrarse un íaslidio momentáneo, se cspnso a una
muerto quo fué llorada de lodos los que amaban en él la
modestia, el valor ¡ la lealtad.
Sías, como una compensación de estas laraenlablcs pérdi-
das, Silva Cliaves hizo prisionera una compañía del Caram-
pangue (la 3/ de fusileros) mandada por el capitán don Sa-
muel Valdivieso, oficial que se habia conquistado gran
popularidad en la capital, mientras estuvo en ella como ayu-
dante del jcneral Cruz. Padeció entonces la fama de este
joven militar por aquel lance, pues dijese que, fuera impe-
ricia, fuera sobresalto, se dejó rodear de triples fuerzas, i
aun el jefo superior de las últimas insinúa una acusación
harto mas grave, pues dice que la compañia que aquel man-
daba «se vino» hacia su tropa ^1).
(1) «Pasé, dice Silva Chaves en su diario citado, me interné
en el monte, me formé en batalla sobre la derecha, i me fui de
frente sobre las casas de Reyes, por la parte deí oriente de ellas.
Aquí encontré el Lautaro ¡ la compañia del Carampangue, man-
dada por Valdivieso. Esta fuerza, añade^ fué rechazada, cayendo
prisionero Valdivieso i la compañia del Carampangue, que se vi-'
no donde el capitán don Manuel Lastra, que antes habia perte-
necido ai Carampangue i venia en mi columna.»
Mas, aparece de otras relaciones que Valdivieso fué completa-
mente envnelto i puesto entredós fuegos, por lo que tuvo que
rendirse, no sin haber sido antes herido i con mayor pérdida de
los suyos. Atribuyese su captura a la destreza i serenidad del
capitán Núñez que mandaba la compañía de cazadores del bata-
llón Chillan do línea {que era la misma veterana del Yungay que
habia servido de base a este cuerpo) i su conducta debió ser mui
distinguida, porque aquel oficial fué el único que recibió un gra-
do sobre el campo de batalla.
En cuanto al mismo Valdivieso, publicamos, en seguida, las
satisfactorias es^jlicaciones que él da sobre su desgracia, esplica-
cioucsque en si mismas, tienen un carácter evidente de veracidad
' 372 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
A pesar de esla venlaja. Silva Chaves peidió lan conside-
rable uúraero do sus tropas ea la augoslura por donde fué
obligado a pasar entre la viña i los boscosos declives del cerro
de Chocoa, que la mayor parle de sus soldados se subieron
a esla eminencia, poniéndose fuera do tiro de fusil, mien-
tras oíros, en completa desorganización, se dirijian hacia el
camino rea!, a las órdenes del mayor don Basilio Urrulia,
hombre arrojadísimo.
Fueron estos últimos los que babian llegado sobre el cam-
po en que se batían las caballerías, í los (jue habiau obligado
i que confirma la conducta militar de su autor en épocas poste-
riores, pues se asegura que se condujo bizarramente en el famoso
sitio de Arequipa en 1836, como ayudante del jeneral Vivaiico i
después recibió una herida en la cara, en el combate que tuvo
lugar en Valparaíso el 28 de febrero de l8o9.
He aqui pues lo que nos dice aquel oficial en carta fechada en
Valparaiso el 12 de agosto del presente año (1862), contestando
otra nuestra en que le pedíamos algunos detalles sobre aqucj
suceso.
«([laría una hora i media, dice Valdivieso, que se había empe-
ñado la batalla, cuando recibí orden de salir con mi compañía,
que constaba de un teniente, un alférez i 7a hombres de tropa;
i al tiempo de llegar a la puerta principal, se me ordenó fuese
a ocupar el ángulo sur de las mencionadas casas, frente a la vi-
ña; tomó posesión eu línea diagonal i comenzó a batirme con una
tropa que venia del norte, que por el vestuario que llevaban
eran Buines. Una hora después de sostener dicha posición, vi
venir a engrosar mis tilas a la 2.» compañía del mismo cuerpo
al mando del teniente López, ordenándoseme hiciese flanco de-
recho í me internase al norte, donde habían fuerzas que recha-
zar, cuyo camino lo hice al trote para dar ejemplo a mis solda-
dos, llegando estos a 42 hombres, inclusas las clases i oficiales;
habiendo dejado en el primer lugar que ocupaba al subteniente
Riquelme, herido de muerte ¡ como a 20 o 23 soldados en el
mismo estado.
«Habiendo principiado a reconocer dicho monte, no encontra-
ba enemigos en ól, pero, por cumplir la orden, los busquó en
todas direcciones, basta que me encontré con triple fuerza a la
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 371^
a los restos do los rcjiínionlos de Iliiiz i de Z.iflarlii a ecliaise
al roDgomílla (!].
Kraii las once de la maúana. La batalla habia durado cua-
tro horas. La victoria era del jeneral Búlnes.
Oerrolada, en efoclo, i por completo, la formidable caballe-
ría de los rebeldes; circunvaladas sus posiciones por el movi-
miento de Silva Cliavcs; ocupada su retaguardia por los
que llevaba i pertenecían al batallón Chacabuco. Comenzó el
cómbale, perdiendo en los primeros tiros al sárjenlo 2." Arria-
gada, soldados Mateo Altamirano, José Gutierres, i otros que en
este momento no recuerdo. Después de tres cuartos de hora, mis
soldados me dieron parte que por retaguardia nos cortaban i no-
té como dos compañías de unos soldados da uniforme blanco, que
después (jue caí prisionero supe eran «Ghillanes de línea». In-
mediatamente traté de replegarme a las casas; pero viendo la im-
posibilidad de poderlo verificar, por haber comenzado a hacerme
fuego por la retaguardia, i los del frente a avanzar sobre mí.
En este gran conflicto, se me dispersó la mayor parte de la tropa
que comandaba, tomando distintas direcciones i solo quedé con
cuatro o seis soldados i el teniente de la compañía don Eujenio
Morales, con los que me tomaron prisionero con dos heridas de
bayoneta que me hicieron antes de rendirme: la una en la mano
¡2quierda i la otra en el brazo derecho.
«Los oliciales que mandaban las fuerzas que me atacaron, los
de vanguardia, eran los capitanes Lastra i Cnlderon, el primero
se encuentra en Santiago i el segundo en el Tomé; ios de reta-
guardia fueron el capitán Campos que falleció i otros que por
ahora no recuerdo. Los dos primeros fueron ios que me conduje-
ron al hospital de sangre del enemigo.»
(!) Héaquí como el mismo Silva Chaves cuenta suscinfamente
una parte de sus operaciones durante aquel dia, en su diario do
campaña.
«Como el fuego principiase i una compañía de Cazadores ene-
miga se disponía a tomarnos el flanco izquierdo, formé mi co-
lumna en la iz(juíerda; i a la cabeza, la compañía del Buin del ca-
pitán Pardo, que estaba a mis órdenes; le maiulé fuego ganando
lern^no i a la compañia de Cazadores del capitán Núñez, fuego por
el flanco. La ArtiJJeria enemiga dirijió sus fuegos sobre mi co-
lumna que no dejó de hacerme algunos males. Pasé ele».
, 374 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
lanceros de Colchagua, que ¡nlerceptaban a la vez sus co-
municacionos por la única saüda que tenían hacia el sud;
conquistados los cañones que protejian el ala izquierda do
la linea, i por último, encerrada toda la ¡nfaúleria en los
palios i tejados do las casas de Reyes, podía decirse que el
hecho de armas estaba terminado í que la victoria coronaba
otra vez las" sienes del vencedor do Yungaí.
Parecía, en tal coyuntura, que hubiera bastado a éste retirar
su ejército fuera de tiro de fusil, para consumar, por el solo
desaliento de los vencidos, lo que faltaba aun por hacer al
plomo i al fuego.
Pero no sucedería así, sin embargo. En un sentido eslra-
léjíco, aquella situación era exacta i lodo jeneral cuerdo i
esperimentado no habría obrado de otra suerte. Mas, ahora
no se trataba ya de un combate de filas, sino de un pujilato
tremendo, en que los combatientes habían dejado de ser sol-
dados para medirse entre sí, cuerpo a cuerpo, como atletas.
El jeneral Búlnes había vencido en Longomilla como jeneral.
El jeneral Cruz lo vencería a su vez como héroe. La propia
obstinación de las tropas de aquel contribuirla, no menos
que oliadomable denuedo de los soldados del último, a cam-
biar el aspecto, si no el desenlace del día.
Cuando la caballería del jeneral Cruz huia en lodas di-
recciones i se ahogaba un tercio de ella en el Longomilla,
su heroica infantería hacia, al rededor de las casas de Reyes,
pro(iijÍT)s de valor, batiéndose los mas bisónos soldados como
leones. El vapor de la sangre, el calor sofocante del día, el
humo de la pólvora que embriaga en la pelea, la rabia que
enciende en los pechos jenerosos la inmolación de los amigos
segado* por el plomo enemigo i, mas que todo, el ejom|)!o
de constancia i de heroísmo de los jefes, habían dado al cam-
po de batalla de Longomilla el aspecto de una arena degla-
DE LA ADMlNISTRACIOtí MOMT. 37ü
diailores, en quo no eran ya las armas, sino los brazos, los
que docidian do las ventajas del eucuenlro.
Luchaban los hombres cuerpo a cuerpo. No so haciau
prisioneros, ¡nlcrponiéndosc las fuerzas cnlre si para desar-
marse, sino derribándose unos a oíros, para mejor aseslarso
el golpe de la mnerle. Ya no se empicaba el plomo ni el fie-
rro de la bayonela. Brazos crispados levantaban por todas
partes la culata de los fusiles i se acometían con sordos gol-
pes, hasta romper las armas o quedar examines en el cam-
po (1).
Como la sofocación déla atmósfera fuese intolerable, ios sol-
dados se agolpaban de preferencia a orillas de una acequia que
atravesaba la viña por un costado de la casa, i al siguiente
dia, notóse que aquel sitio estaba cuajado de cadáveres,
encontrándose muchos en el fondo mismo del cauce. Era
que, como los tigres quo se disputan los escasos bebederos
del desierto, los combatientes de Longomilla se acechaban
al llegar a humedecer sus fauces, i reconociéndose enemigos,
se acometían i se revolcaban muchas veces en el agua con
el furor de las fieras... I lo que lastima i causa mas
grande horror en este inmenso estrago, no es el áacriíicio
del hombre por el hombre, la inmolación del chileno a manos
del chileno, sino que aquella sangre jenerosa fuese vertida a
raudales en nombre de un déspota pigmeo, a quien aquella
sangre de héroes i esas mismas batallas de titanes, barian,
a la postre, jigantezco.
(1) Se observó que la mayor parte de los fusiles que se recojíe-
rou en el campo de batalla i al dia siguiente i que pasaban de
700, estaban quebrados por la culata.
37G BlíTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
XXXÍI.
La matanza era, de esla suerte, c?panlosa, i no se hacia
sin embargo, progreso alguno que prometiese el desenlace
de aquella tremenda jornada.
Por una parle, el jeneral Cruz liabia heclio salir dos com-
paüias del batallón Lautaro al mando del coronel Martínez i
dos del Alcázar, a las órdenes del entusiasta mayor Fuente-
Alba, con el objeto de sostener los restos del Guia i del 2."
Carampangue, que se batían en grupos en todos los alrede-
dores de las casas, i el jeneral Búlnes, a su vez, comprome-
tía toda su reserva, sosteniendo con el Rancagua i el Santiago
sus desorganizados batallones. Mas, no por esto, el fin de la ba-
talla parecía acercarse. A los primeros tiros cambiados por
las tropas que venían de refresco, había caído muerto i díjose
que por una bala de sus propíos soldados, el coronel Marli-
uez (I), míéülras que de los contrarios era inmolado tam-
(1) ftSerian las once de la mañana, dice el coronel Zanartu on
unas anotaciones en que comenta su diario de campaña, cuando
la casa fué incendiada, i en estas circunstancias, entró el jeneral
en jefe al corralón a fin de eslinguir el fuego, i viéndo/o abrazado
de calor, le estaba pasando yo una botella de agua que m^ sir-
viente andaba trayendo, cuando se presentó allí el capitán del
batallón Lautaro don Tiburcio Villagra, i dirijiéndoíe al jeneral,
le dijo: — Al coronel Martínez lo han muerto nuestros soldados, por
que quería traicionar, pues los hacia desarmarse para que se en-
tregasen al enemigo.^
A esta circunstancia se añade la de haberse encontrado el ca-
dáver de Martínez destrozado a bayonetazos ¡ traspasado de mu-
chos tiros de bala, hecho que confirmaba^el conato de traición
que se atribuía a aquel jefe, pues aun llegó a decirse que e|
incendio délas casas había comenzado por la pieza que él mismo
habitaba.
Mas, el mismo Zañartu contradice este rumor tan jeneral, con
DE LA ADMIMsTRACION MONTT. 377
bien el comandanlo del Haii-aiiua don Malia^ González, liomhro
ya anciano ¡ que dejaba en la horfandad una numerosa fami-
lia, recibientlo una ba!a do fusil en el eslómago, Asi era que
los progresos del combale se contaban, no por los niovjraicn-
los estraléjícos, sino por el número de las viclimas de una i
olra parle. «El fuego de la ¡nfanleria, dice el mismo jeneral
Búiues en su parle jeneral, mientras lanío, se manlcnia con
increible tesón ; los batallones avanzaban i se replegaban
allernalivamenle, causándose estragos terribles i habían caido
por una i otra parlo gran número de soldados, jefes i ofi-
ciales.
razones que no carecen de fundamento. En primer lugar, según
l;is observaciones de aquel jefe, el teniente del Carampangue don
Mariano Hidalgo, que se encontraba a pocos pasos de distancia de
Murtinez, le vio caer del caballo en los momentos en que entraba
al fuego, atacando de frente al batallón Chillan cívico que peleaba
a las órdenes del comandante del Canto. En seguodo lugar, un
asistente de este honorable jefe, llamado Beiiavides, conservó
algún tiempo una de las charreteras de Martínez, lo que prueba
que su cadáver estuvo en poder de los enemigos. En tercer lugatt
hai la constancia de que el comandante del Canto ha declarado qua
Martínez murió como valiente en leal pelea, i aun, por su con-
ducto, entregaron a la familia de aquel desgraciado militar algunos
papeles que se encontraron en su cartera, hechos que nos ha re-
ferido el comandante Yañez. Parece también que el mismo capi-
tán Villagra, que dio la primera voz de aquella traición en el campo
de batalla, se retractó después, diciendo en presencia del coman-
dante Zañartu que nada recordaba ; i aun podria citarse como
una razón, mas convincente todavía, la deque el presidente Montt
se negó en años posteriores a conceder una pensión a su viuda.
Eü nuestro concepto, Martínez fué víctima de sos propios sol-
dados; imposible seria esplicarse de otra manera el destrozo com-
pleto de sus miembros, puts una persona que vio su cadáver nos ha
dicho que estaba hecho un amero; pero, a nuestro leal entender,
i por mas que vayamos contra la afición del vulgo, no fué el
intento de una traición, tan infame como difícil, lo que le atrajo
a aquel lastimoso Un, sino su crueldad excesi', a con la tropa, por
-378 niSTORIA DE LOS DIEZ ANOS
xxxm.
A. esa hora, cerca ya del medio dia, los tres batallones re-
beldes que habían entrado al fuego tenían, en efecto, sus
jefes fuera de combale. Drizar en el 2.° Carampangue, Videla
en el Guia, Martínez en el Lautaro, i otro tanto sucedía i
aun con mayor estrago, en las filas del gobierno, habiendo
perecido Peña i Lillo en el Buin, Campos en el Chillan de
que, ya hemos referido, se le destituyó antes del mando del Al-
cazar por este motivo.
Martínez era un viejo oficial que había hecho la segunda cam-
paña del Perú como sarjento mayor del batallón Valparaíso, sin
haber logrado distinguirse por ningún hecho digno de nota. An-
tes había mandado la guarnición del presidio de Juan Fernandez,
i los presos políticos que estuvieron bajo su custodia en 1835 i
36, recordaban con indignación su conducta mezquina i abusiva.
La revolución le,encontró de gobernador de Quirihüe, con el gra-
do de teniente coronel retirado, i como no fuera popular en ma-
nera alguna en el ejército, líabia tenido en él una posición precaria,
siendo colocado ya en el estado mayor o ya en el mando de los
cuerpos de infantería. Murió, empero, en el campo de batalla i si
sus defectos de hombre no pueden cubrirse con la mortaja del
soldado, al menos, como tal, no se hizo indigno de la historia: por-
que esta, en la duda del deshonor i la gloria, salva el nombre
de los que han perecido en el campo de honor. «¡Pobre Martínez!,
esclama Zañartu refiriéndose a este lance. Murió deshonrado en
esta malhadada batalla, como sus veteranos compañeros que logra-
ron sobrevívirle existen sin honra en el concepto de los que hablan
sin haber visto nada.» A este mismo propósito i para no contra-
decir una sola vez nuestro espíritu de rigorosa imparcialidad, re-
producimos, en el documento núm. 14 bis, dos notables cartas que
nos han sido dirijídas por los señores Jaureguí i Riquelme sobre la
muerte del desgraciado Martínez, de quien aquellos eran estre-
chos amigos. Ambas se han publicado en la Voz de Chile en e]
mes de noviembre de 1862.
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 370
linea, Gonzalos en oí Cancagua, ¡ siendo heridos, Torrns on
ol Colchagua, Caupolican Plaza en o! Talca i ol capilan Oli-
varoz en el Sanliago.
Hablan perecido, ademas, enlio imichos subalternos dos
de los capilancs dei 2.° Carampangue (1] ¡ el Guia icnia.acsa
llora, 13 oficiales fnera de combale (2). Del enemigo, habían
caido, en ese mismo licmpo, numerosos oüciales de segunda
(1) Don José Jlignel Artigas, capitán de la 2.» compañía de
fusileros i don Josó María V'cgas capitán de la 3.". Habíase visto al
primero salir resueltamente al combate con capa i suecos, pues
era ya algo entrado en años i aciíacoso de salud, i habia muerto
a los primeros tiros.
(2) Fué también mortalmente herido en las filas del Guia el fa-
moso José Romero, mas conocido con el nombre de Leña Verde, i quo
€ra en ti ejército revolucionario una especie de Tirteo popular, pues
cantaba en décimas i tonadas las glorias de los rebeldes, a medida
que esplotaba a los incautos con los ardides de su profesioD de
jugador.
En la Taróntuln áe] 18 de junio 1862, periódico que, con tanto
patriotismo como lucidez, publica actualmente en Concepción el
hábil escritor don Pedro Ruiz Aldea, se rojistra una injeniosa
biografía de aquel célebre personaje, debida a la pluma del entu-
siasta joven don Tomas Smith, i que creemos oportuno reprodu-
cir, mas como el recuerdo de un hombre del pueblo que como u/i
timbre honroso del soldado que la inspiró. Dice así:
«José Romero, alias Leña Verde o Cochenclw^ era de estatura
regular, rechonco, ojos azules, nariz aguileña, fácil en el decir i de
un talento amenísimo. En su esfera, difícilmente puede encon-
trarse un hombre mas adornado de las estraordinarias cualidades
que él poseía. Errando siempre, buscando ilusos a quienes desplu-
mar, introduciéndose en todas partes, habiendo llegado a adqui-
rir un renombre inmortal en todas las clases de la sociedad. ¿Qué
magnate, qué labriego no conoció a Leña Verde? ¿Quién do per-
dió, jugando con él a las cascaritas? ¿Quién no oyó con gusto
aquellos refranes que manaban de sus labios al tiempo de empezar
la partida? De una en una, a la treinta i una, el que no tiene cama,
duerme a la luna. Los padres de San Francisco plantaron una hi~
Quera, que demontres de padres, que de brevas no comerán! Todo
esto i mucho mas decia Leña Verde para fascinara su auditorio,
^80 HISTORIA DE LOS DIEZ a5.0S
Orden. Solo el batallón Talco, que peleaba con eslraordinaria
bravura, perdió a los capitanes San Cristóbal ¡ Bravo, al pri-
mero de los cuales llevó al hospital de sangre el coniandanto
ürzúa, por delante de su caballo.
mientras meneaba las cascaritas con ana destreza admirable,
«La familia de Romero se componía de su esposa í cuatro liijos,
8 quienes amó tiernamente hasta su muerte; durante su ambu-
lante vida, jamas les faltó el alimento, que el llamaba la gran-
deza de la Providencia. Muclias veces se le preguntó si sus hijos
heredarían los vicios de sus padres; él respondía quejamos corrom-
pería el corazón de nivguno de ellos con los muchos vicios que él
poseía, i esto lo probó un día en que, estando ejercitando su in-
dustria, se presentó uno de sus hijos a observarlo; Homero, que
se apercibió de ello, suspendió su juego i lo castigó,
«Apesar deque Romero era holgazán, petardista I aun ratero,
no por eso dejaba de tener un corazón compasivo; siempre se ia
víó compartir con el mendigo el dinero que ganaba al pobre o
al rico. En las iglesias, oía misa con una cristiana abnegación,
sin esa falacia tan común en los hombres enccnegados en los vi-
cios.
«Oriundo de Concepción, como todos los hijos de Sur, tenia un
entrañable amor a su patria; desde el año 26 basta el 31, no
hubo asonada, motín o revolución en que él no tomase una parte
activa. I ¡cosa rara!, este hombre pobre, sin mas entradas que
Jas que le proporcionaban las cascaritas, no se enrolaba en las
filas de la libertad por el aliciente del sueldo, pues nunca quiso
admitirlo; ta.mpoco hacia el servicio del soldado, porque él de-
cía que no habia nacido para ser subordinado. Pero en la pelea i
en lo mas encarnizado de ella, se batía, no solo como simple sol-
dado, sino como un jefe; su voz estentórea resonaba entonces
animando a los combatientes, entre el estampido del cañón i las
descargas de fusilería.
«El ano ol se alistó en la compañía de granaderos del Guía i
marchó a Longomilla; durante todo el tiempo que duró la cam-
paña, jamás quiso jugar a las cascaritas, porque, como él decía,
le que jugaba en esa jornada no era el dinero, sino su patria i la
de sus hijos.
«Romero era uno de esos héroes del pueblo que aman la glo-
ria, que desean hallarse eo cieu batallas i sacar otras tantas
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 381
XXXIV.
Pero la imicilc no alajaba el brazo de los soldados ni po-
nía tampoco remedio a la ¡ncesanlo carnicena la caulela de
los pocos jefes que sobrevivían.
En uno de los mas reñidos encuenlios de la balalla, observó,
en efeclo, el coronel García que un grupo de 10 a 12 solda-
dos del 2.° Carampanguo, notables por sus morriones i pola-
cas de brín blanco, arrastraba prisionera, hacia las casas,
una compañía entera del batallón Chillan cívico (1), que era
heridas, para mostrarlas como un testimonio honroso de su valor
i de su patriotismo. En cada vivac, después de arreglar i lim(iar
su fusil, lo primero que hacia era dirijirse al jefe de su compa-
ñía para suplicarle que si d<^jaba de existir en algún encuentro,
su nombre figurase en la lista de los soldados que morían por
la libertad; único legado que quería dejar a sus hijos.
«En Longomilla, después de haber peleado con denuedo i
bizarría, rindió la vida al impulso de una bala, i ;ii caer, i mori-
bundo todavía, le encargaba a su jefe i a cuantos le rodeaban que
su nombre no quedase en la oscuridad. La Tarántula cumple
ahora con ese encargo, por si acaso el nombre de Romero no figu-
rase en la lista de los soldados que pelearon i murieron en
Longomilla.
«Hai también otra razón para recordar su nombre, ¡ es que
este nombre, a pesar de su prostitución, reunía en un grado
eminente el amor a la patria, a la relijion i a su familia; orador
i héroe, a la vez, era un resorte poderoso para remover las masas.
Fuera del juego de las cascaritas, su vicio mas capital, era todo
un hombre honrado, admirable por su injenio i por sus bellos
sentimientos. Bajo este aspecto, José Romero Leña Verde bien
merece que se le consagren estas pobres líneas.»
(1) Díjosc que el sarjento mayor del 2.° Carampangue, don
Buenaventura González, hizo prisionero al ayudante del Buin
Cabezas, a quien encerró en un cuarto, golpeándolo con su es-
pada i amenazándole fusilarlo : pero aquel intrépido oficial se
escapó durante la refriega ¡ yclvió a incorporarse a su batallón.
2&% HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
uno de los mas flojos en el ataque, sin duda por las innatas
simpalias del soldado arribano hacia su causa; i no pudiendo
aquel jefe consentir lamafia mengua, arrimó las espuelas al
caballo, i seguido de sus dos ayudanlus Avelino Rojas i Emi-
lioPradel, se interpuso enlre los prisioneros i sus captores, lla-
mando a aquellos a sus filas. Mas, los úllimos le hicieron pagar
hien pronto su temeraria pretensión de rescatar con amenazas
el trofeo que ellos llevaban en sus bayonetas tintas ya de san-
gre. El ayudante Rojas, joven entusiasta, que habia cerrado
sus libros de derecho para buscar la gloria de las armas en
ingrata contienda de hermanos, fué muerto sobre el sitio, mien-
tras que una bala derribaba el caballo de Pradel, arrojándolo
por tierra, i a no dudarlo, habría corrido la suerte de su ca-
marada, si el coronel García no le hubiese salvado a la grupa
de su montura.
Quizás en los momentos mismos en que este desgraciado
lance tenia lugar entro los ayudantes del coronel del Buin,
una bala arrebataba de las filas del Giiia al bizarro hermano
de uno de aqneüos oficiales, el joven don Raimundo Pradel,
que, siguiendo las convicciones do su familia, militaba bajo el
estandarte del jeneral Cruz, mientras su joven hermano, obe-
deciendo a los principios del honor militar, servia bajo la
enseña del gobierno.
No fueron raros, en aquel tremendo dia, lances como el pre-
sente. SabiJo es que un hijo del jeneral Raquedano servia de
ayudante al jeneral Ruines (1), í que habían de una parte i
. (1) Militaba también en el ejército revolucionario otro herma-
no del ayudante de campo del jeneral Búlnes. Era este el bizarro
joven den Elouterio Baquedatio, capitán de la compañía de gra-
naderos del Guio, que entró al fuego cuando la batalla estaba ya
algo avanzada, i tuvo lugar de di^tingllirse particularmente en
la persecución que el comandante Saavedra hizo al enemigo.
A propósito de las relaciones de parentezco que mediaban en
DE LA AUMINISTRACION MONTT. 383
Olía (sin oscopluar a los jonerales on jefe) antiguos ainigos ¡
parientes inmedialos que se batían con un selvático encaini-
zaraíonto.
Acaso, por una lastimera compensación de estos horrores,
ocurrió en las filas del Guia un lance patélico que brilla como
un rayo de luz en medio de esa vorájinc de sangre que so
ha llamado batalla de Longomilla. Servían en aquel cuerpo,
en calidad de subtenientes, dos jóveues hermanos (Juan i Felipe)
del apellido de I^uiz, parientes del jefe de este nombre i dig-
nos do su raza. Cayó uno do ellos atravesado de una bala en
la refriega, i notándolo su hermano, cargólo en hombros í
después de haberle dado piadosa sepultura en un sitio apar-
tado del campo, volvió a la pelea a vengar la inmolación do
su sangre, vertiendo la de sus enemigos. El jeneral Cruz as-
cendió, sobre el campo de batalla, a este heroico mancebo,
quo no tenia sino 1G a 17 años de edad. Habíale ayudado a
sepultar a su heraiano una mujer del pueblo llamada Rosario
Orliz, moderna Janequeo, a quien los soldados del Bio-bio
llamaban «laMonchí» i de la que, en épocas posteriores, habla-
remos con mas detención, por sus extraordinarios actos de
bravura i abnegación.
uno I otro campo, ocurrió un lance, un si os no es cómico, con el
jeneral Baquedano, algunos dias antes de la batalla de Longomi-
lla. Presentóse, en efecto, a aquel jefe un antiguo sarjetjto, a
nombre de su tiijo Manuel, que acompañaba al jeneral Búlnes,
llevándole palabras de éste tan lisonjeras para el jeneral re!)el(ie,
que no pudo menos de sonreírse al oírlos espresivos recuerdos
que de él hacia su antiguo camarada. Mas, por desgracia, el co-
misario llegó al punto de decir, haciendo referencia a los respetos
del jeneral Búlnes para con el jeneral Baquedano «que aquel
consideraba al último como su padre». Protestó en el acto contra
este cumplido el jeneral rebelde, a quien de hecho se llamaba
octojenario, despidiendo con un jesto desabrido al incauto sár-
jente, pues era suííciente que los jenerales en jefe de ambos
ejércitos fuesen primos hermanos para que necesitas¡e uno de ellos
tener un padre putativo en el campo contrario.
384 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑ03
XXXV.
Recibió también los honores tltl dia, alcanzando un gra. lo
sobre el campo, el denodado oíicial Robles, capitán do los
granaderos dol viejo Carampangue, que, como hemos visto,
estuvo incorporado, desde el principio de la batalla, a la línea
que mandaba Urizar. Vióse a aquel heroico joven no descan-
sar un solo instante, durante las siete horas que duró la re-
friega, alentando su tropa i haciendo repartir municiones a
los demás cuerpos quo formaban la linea. Vestia su traje do
parada, i por un lujo de bravura, que tenia algo de la edad
de los paladines, llevaba ceñida al pecho, a la manera de ban-
da, una corbata de punto de lana, color claro, que le
hablan obsequiado, como prenda de amistad, las señoritas
Zerrano en Concepción. Prometióles. el héroe tener aquel
recuerdo sobre su corazón el dia de la batalla i cumplía aho-
ra su promesa, sin cuidarse de que su pecho era el blanco
de los fu.sileros enemigos. Muchos oficiales del ejército con-
trario declararon, en verdad, que le hablan equivocado con
el mismo jeneral Cruz, por el uso de aquella banda, ¡ que, por
lo tanto, recomendaban a los soldados el apuntarle con fijeza;
mas, por una singular coincidencia, Robles no recibió en la
batalla, sino dos balas, de las que una melló su espada, i la
olra le arrebató un trozo de la vaina.
XXXVI.
No había desempeñado un rol inferior al mayor Rubíes,
el comandante de arl¡i]Gria,Zíiñiga. No cesó este hombre, tan
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 38S
niodcslo como esforzado, de Ir i venir do los cafioncs de la
linca al parque de los porlrcclios, para hacer la dislribucioii
accrlada de las municiones. Monlado en un soberbio caballo
blanco ¡ vestido de gran uniformo, lo oinios comparar muchas
veces al poeta nacional Kusebio L'illo (que presenció todas
las peripecias del dia, do pié sobro el dintel de una puerta,
dando muestras de un estoico valor] (1) con el retrato ecues-
tre del belicoso apóstol Santiago, tal cual lerepresenlan en los
milagros do nuestras leyendas; ¡majen que no es del toda
caprichosa, porque Zuñiga era tan insigne creyente como va-
liente soldado, i muchas veces, mientras vivió, le oimos con-
tar milagros i apariciones de ánimas que él habia presencia-
do i en cuya realidad creía como en dogma del ciclo. En una
de las onlra las que Zíiñiga hacia a la casa, recibió dos
balazos ene! hombro derecho i aunque la sangre le inundaba,
haciéndole desfallecer casi por minutos, no abandonaba poreslo
su batería ¡ no consintió en retirarse, sino cuando el jeneral
Cruz le envió una orden terminante para hacerlo.
XXXVII.
Entretanto, era la una del dia i el campo estaba empa-
pado de sangre, sin que la batalla tuviese visos de conc luir.
Despechado el comandante jeneral de la infantería ene-
miga de sus infructuosos esfuerzos para asaltar las casas quo
sirven de reparo a los rebeldes, galopa al fin hacia el punto
(I) «Aunque era paisano, dice de este entusiasta bardo, el aya-
(laiile del Guia Smitti, en los apuntes citarlos, yo le he visto c|
8 de ()icien)bre despreciar la? balas enemigas; i advirtiéndole a lo
i|ue se espotiia, contestarme que quería estar mas cerca, para de
ese modo cantar mrjor la batalla.»
49
386 HISTORIA DE LOS DIEZ a5Í0S
donde se divisa al jéneral en jefe 1 lo anuncia que es imposi-
ble seguir el combate en aquella forma, porque esas posi-
ciones, defendidas de aquella suerte, son un castillo inespug-
uable. Mucha parle de la tropa de la reserva del jeneral
Cruz habia subido, en efecto, a los lechos de la casa, por
orden del coronel Zañartu, i mantenía un vivo fuego sobre
los grupos enemigos, dántloles aquel mismo jefe el ejemplo
con un fusil que disparaba él mismo, como cualquiera otro
soldado.
XXXVIII.
El combalo habia llegado ya a su crisis.
El jeneral Búlnes, al recibir el último parle del jefe de su
¡nfanleria, comprendiólo, al menos, así, i en consecuencia,
dio orden al mayor Escala para que demoliese o incendiase
las casas de Reyes, colocándose a tiro' do fusil con dos obu-
ses i disparando granadas sobre sus techos i, al mismo tiem-
po, ordenó al capitán Villalon, que era en la caballeria el
jefe de mas graduación, pues el coronel Garcia se habia re-
tirado contuso del campo, a fin de que cargase por un flanco
a los tiradores enemigos.
Villalon no se hizo repetir dos veces aquella orden; mas,
seguido apenas de seis o siete soldados, entre los que iban
sus dos ordenanzas, fué obligado a retroceder, escapando, a
fuerzas de espuelas, de ser muerto o hecho prisionero.
En cuanto a la ejecución del mayor Escala, vióse pronto
que el lecho de las casas ardia con violencia en una de las
estremidades del edificio. Pero logró cortar este mal el co-
ronel Zañartu, segundado del injeniero Henry, pues la mis-
ma chicha i mostos que existían en la bodega, les sirvieron
para estínguir, en parle, el incendio.
DE LA ADMlMSTIlACltiN MOMl. 1^87
XXXIX.
Era lambicn aquel momenlo preciso el que el jencral Cruz,
por su parle, debió Icncr como decisivo para sus armas.
Desdo el lecho de la casa, donde so manlcnia con una cons-
tancia heroica, espuesto a todos los fuegos i aun a los do
sus propios soldados (1), sin mas compañero que su asistente
un animoso mancebo llamado Jil, que recibió a su lado una
(grave herida], pudo observar el espantoso desorden que rei-
naba en el campo de batalla, donde el enemigo no tenia un
solo soldado de reserva, mientras su débil caballería se man-
tenía amedrentada ¡ lejana, apesar del triunfo que le habia
(1) Es un hecho averiguado que, estando el jeneral encen-
diendo un cigarro (pues en Longomilla, como en Yunga!, no dejó
de fumar un instante, según un hábito inveterade), una bala de
fusil atravesó la manta de un señor Soto que le pasaba fuego en
aquel instante i se clavó en el pilar en que se apoyaba. Este he-
cho casual, pues varias bombas reventaron dentro del patio de
las casas, fué comentado después por la maledicencia del vulgo,
quien lo atribuyó al coronel Zañarlu^ así como se dijo, sin mejo-
res fundamentos, que este jefe habia muerto de un balazo al
comandante Urízar, porque se le habia visto disparando un fusil,
encima de la muralla a cuyo frente habia formado aquel su bata-
llón. El mismo candoroso mayor Zúñiga nos aseguraba, en 1832,
con una buena fé de la que nopodia dudarse, que el balazo que
le habia herido en el hombro habia partido del fusil de Zañartu,
pues decía que el tiro habia veniJo de arriba a abajo, i anadia
ademas que tenia «dos testigos» (i los nombraba!) que vieron a aquel
jefe haciéndole la puntería. «..
Pero todas estas patrañas, que tan fáoil acceso encuentran en
el ánimo del vulgo, se desvanecen por su pmpio absurdo, dejando
a los críticos la provechosa lección de cuan aventurado camino si-
guen los que trazan la historia solo por las conversaciones de los
estrados i los chismes de los corrillos.
388 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
(lado la metralla , mas que el filo de sus sables, en las pri-
meras horas del combate.
S¡, en ese momento,el irresoluto caudillo de la revolución
del sur, a quien vemos siempre vacilante en los lances su-
premos, se determina a hacer obrar en masa su reserva, en
lugar de mutilarla, llevando al fuego i al esterminio una
compañía tras' otra, ¿quién habria resistido a una columna
compacta, en la que formaran dos o Ires compaúias del Ca-
rampangne, que aun no hablan disparado un solo liro , i cu-
yos soldados ardían de coraje i de rubor, til verse condenados
a oslar con el arma al brazo, mientras los ecos de sus her-
manos saludaban la victoria después de sus descargas? (1)
Mas, como hemos ya dicho, los jenerales que mandaban
los ejércitos de Longomílla no se dieron una batalla según
el arle de la guerra. Llevaron sus huestes a la matanza, i
ésta solo cesó cuando ya los brazos no tenían fuerzas para
asestar los golpes del esterminio.
(1) Díjose qup en estas misma? circnnstáticías se habla presen-
lado al jeneral Cruz el valeroso capitán Robles, solicitanrlo que
se le franqueasen solo dos compañías de la reServa para decidir
la batalla, marchando de frente sobre el enemigo. Pero parece
que el jeneral Cruz desatendió aquel reclamo tan heroico como
oportuno, pues estaba siempre preocupado de su sistema de man-
tenerse a la defensiva, i mucho mas decididamente desde que
haliia perdido toda su caballería.
El mismo coronel Zañartu sé éspréSa a éslé propósito en los
términos siguientes en su diario de campana- oEn este estado,
me persuadí que era llegado el caso de hacer uso de la reserva,
i me preparé para salir con el resto de mi columna por la puerta
del Este, que a prevención tenia abierta, para tomar al batallón
Buin por el flanco izquierdo i batirlo, sin darle lugar a que sn
columna variase de dirección; pero, añade en seguida, no se dio
urden algún.»
DE LA ADMINISTRACIÓN UONTT. 389
XL.
Después de la úllima ¡nfriicluosa tenia li va para arrollar
lüs pelolones do fusileros que defendían las casas, volvió el
coronel García a hacer présenlo al jeneral en jefe lo Icrae-
rarío ¡ lo inúlíl de la obslínacíon de aquel alaque, pues el
enemigo sacaba a cada niomenlo nuevas liopas de refresco
que abrumaban a las ya fatigadas columnas que embestían
las casas.
Insiiuióie aquel, en consecuencia, la ventaja de retirar la
linea de ¡nlanleria fuera del alcance del fusil, a lo que, no
sin dar señales de despecho, accedió el jeneral Bíilnes, dando
en el acto orden a sus ayudantes para que previniesen a los
jefes de los cuerpos el replegarse a retaguardia.
IXL.
Fué en este momento cuando el ayudante de campo Videla
Guzman adelantóse a galope a hacer marchar un cuerpo que
le parecía de los suyos, i apesar de que muchos lo grilaban
que eran enemigos, se acercó, hasta que, reconociéndole
aquellos, le hicieron una descarga, derribándole al suelo
cubierto de heridas tan graves que le acarrearon en breve
la muerte. Así pereció a los 33 años de su edad aquel des-
venturado joven que, hasta aquella úllima hora de su vida,
no había tenido uorabradia de valiente sino de afortunado en
su carrera. Una propicia estrella 1) había alumbrado a los
principios, hasta verse a los 20 años de edad jefe de un ba-
390 HISTOUIA DE LOS DIEZ AÑOS
talloQ ¡ en la guarnición de Sanliago. Pero la crisis de 1831
vino a dar un cruel desmentido a su destino. Acusado de «Irai-
doD) por sus propios amigos, después del 20 de abril, pren-
diéronlo después sus subalternos con mengua de su preslijio
i de su responsabilidad; de manera que él fué a la guerra,
no en basca dé la gloria, sino do la reparación de su empa-
ñada honra. Encontróla esta por completo con su muerte,
i su heroísmo fué tanto mas digno de respeto cuanto que no
era hijo del entusiasmo ni de la ambición, sino del lustre
del honor que la fatalidad o la impostura le hablan arreba-
tado; i si se loma en cuenta que aquel sacrificio hecho a su
nombre le arrancaba para siempre a las dulzuras de un ho-
gar recien creado, su acción se hace sublime, ifuélo en efec-
to, porque para él su turaba fué su gloria, como para su
noble viuda fué en seguida el claustro.,,,
VIIIL.
Por lo domas, era ya tiempo de emprender la retirada.
El denodado mayor Escala, batiéndose casi a tiro de pis-
tola de las casas de Reyes, tenia casi todos sus artilleros
fuera de combate, i después de haber recibido dos balazos
en la ropa, uno de los que le derribó el kepi rosándole el
pelo, perdió el uso de su brazo derecho herido de otra bala.
Desfallecido i cubierto de sangre, le colocaron sus soldados
en uno de los armones de la batería i le arrastraron hasta
donde reorganizaba su linea el jeneral Bülnes. Iban también
heridos a su lado los oficiales Goazales i Pardo, que se ha-
blan distinguido eslraordinariamcnleen aquel dia, el primero
contribuyendo como el que mas a derrotar la caballería con
sus cañones, i haciendo el segundo señaladas hazañas con la
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 391
columna lijera que mandaba ¡ con la cual sjü balia por el
frenle, relaguardia ¡ ambos flancos do la» casas, en quo s(5
hablan oncaslillado los rebeldes. Era do notarse la coinci-
dencia singular de que, siendo Pardo i Escala losúllinios ofi-
ciales heridos, perdiesen ambos un brazo, casi en el mismo
momento.
VIIL.
Hubo entonces una pausa al terrífico fragor de la batalla
que no habia cesado durante siete horas consecutivas.
Era ya pasada la una de la larde i el jeneral Búlncs so
esforzaba por reunir los fatigados restos de su línea en la
loma que se estiende al frente de las casas de Reyes, mien-
tras los rebeldes se concentraban en éstas, mas para reorga-
nizarse i volver de nuevo al ataque, que para descansar de
su heroica fatiga. Fué aquella la hora mas solemne i mas
lúgubre del aciago dia de Longomilla. Un silencio, mas te-
rrífico aun que el estruendo do las armas, reinó en el campo
de improviso. Los combatientes de una i otra parte formaban
su línea delante de la muerte, sombríos e irritados, como si
hicieran los funerales de su recíproca matanza, porque no
habia victoria decidida ni de los unos ni de los otros. Todos
los rostros estaban demudados, los labios ennegrecidos por
la pólvora, las fauces secas, las frentes cubiertas de sudor,
los vestidos desgarrados en sangrientos jirones, i mientras
los oficiales daban sus órdenes de mando con voces roncas i
casi siniestras, los soldados levantaban sus armas en los bra-
zos crispados, descubriendo en su fatiga la misma sed de
sangre que les habla acometido en el calor de la refriega.
I entre las dos líneas que formaban ahora los restos mu-
392 UISTOUIA DE LOS DIEZ AÑOS
tüados de los briosos ejércitos que se Labiao acomeliilo en
)a mañana, dilatábase por lodo el lioiizonlo un campo de san-
gre, cuyos charcos evaporaba el intenso calor del dia, mien-
tras ios moribundos exhalaban sus laslinieros aves, sin que
una mano piadosa aliviara su agonía, pues hasta las muje-
res de uno i otro campo se hablan desparramado por entro
los cadáveres, a la manera de las hembras del chaca!, des-
pojando a los muertos de sus últimos atavíos.
I cuando la brisa del medio dia comenzó a disipar la es-
pesa nube que el humo i el polvo hablan acumulado en aquel
recinto de horror, vióse que las casas de Reyes ardían con
violencia, como si fueran la pira espiatoria de aquella espan-
tosa hecatombe....
Debió ser aquel momento el designado por el ánjel o el de-
monio de la batalla para tender sus negras alas sobre el cam-
po del horror, i jilegáiidolas en seguida, ir a calmar los pa-
vores del déspota sangriento que se albergaba en la Moneda
i que habia encontrado altín una ofrenda digna desús votos,
i un pedestal apropiado a su trono de usurpador ¡ de tirano!
VIL.
Mas, no tardó mucho sin que la batalla volviese a comenzar,
bien que con el desmayo que traian a los combatientes la fa-
tiga I el horror.
El valeroso capitán Gaspar, ayudado del no menos esforzado
Contreras i de unas mujeres, entre las que se distinguía la
«Monchi», habia preparado dos olrestirosa bala rasa, i ade-
lantándose con un cañón, hizo sobre las filas enemigas tan
certero disparo, que la bala arrebató tres soldados de! bata-
llón Buin, salpicando con los sesos del cráneo de uno deé¿los
el rostro del jefe de estado mayor Roudizzoni^ que se encon-
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 393
traba a corla tüslancla, atiirdiéndolo, al mismo Üenipo, con
el sordo i ardioiilc zumbido do la ba'a.
Aquel tiro do cañón cambió la sucrlc del día. Fué la repro-
salia de la molralla quo había mucrlo al principio del cóm-
bale a Ruiz i a Urizar, columnas de la victoria en las filas re-
beldes. '
VL.
Yióudosc espucslos a aquellos fuegos, los soldados que co-
ronaban la loma comenzaron a grilar — Vamos a formar
abajo! i en efcclo, toda la íila se fué deshaciendo i replegán-
dose tras de aquella ondulación. Pero una vez vuelta la es-
palda, es casi imposible poner alajo al pánico que se apodera
del soldado chileno, que, así como no cede a tropa alguna
para marchar de frente, jamas ha sabido retirarse, según las
reglas de la estralcjia.
Comenzó pues, en el acto mismo, una completa dispersión
do lodos los cuerpos enemigos, que se dirijian en masa hacia
el Maule, arrojando sus armas i vestuario. Irritado el jeneral
Búlnes por aqutl escándalo, quiso dar aliento a los fujilivos,
ordenando una carga a los Cazadores i Granaderos, que aca-
baban de montar caballos de refresco, pero el desaliento era
ya jeneral, i aunque unos pocos de aquellos valientes carga-
ron sable en mano sobre un pelotón de infantes que so encon-
traba aislado sobre el campo, volvieron luego la espalda, pues
aquellos los recibieron en la punta de las bayonetas (1).
(I) «El capitán don Vicente VilIalor> intentó organizarse i em-
prender una carga; pero la tropa se le dispersó. También pro-
curamos reunir alguna fuerza de infantería i entender *n el
arreglo de ella, cuando un tiro fué dirijido con bala de canon del
enemigo, llevándose tres hombres de la línea, i ya esta tropa se
dispersó.»
(Silva Chaves, diario citado).
50
394 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
Esle nuevo incidenle puso el colmo al desorden do la reli-
rada del ejército del gobierno, í la convirlió en una verda-
dera derrota. La caballería comenzó a desbandarse sin pres-
tar ninguna obediencia a las órdenes que se le daban do
llevar a la grupa a los oQciales heridos, sacándolos del hos-
pital de sangre, ni cubrir tampoco la retaguardia de los
suerpos fujilivos que se presentaban por el camino carretero
en una confusión indescribible. El coronel García solamente
habia podido organizar, haciéndose obedecer, pistola en mano,
una columna de 150 fusileros, único resto de su lucido reji-
mienlo, i aunque se esforzaba por obligarlos a detener el paso
i cubrir la retirada del ejército, los soldados, por única res-
puesta a sus amonestaciones, le presentaban sus fusiles cal-
deados por el fuego de siete horas, i le decían que los hiciese
fusilar en el sitio, porque ya no tenían fuerzas para pelear.
IVL.
Entretanto, algunos oficiales del ejército rebelde se habían
apercibido en las casas de Reyes de aquel movimiento, retró-
grado del enemigo, i el mayor Robles, dando la voz i el ejem-
plo, seguido del comandante Saavedra, a cuyas órdenes se
puso, se habia lanzado en persecución de los fujitívos con
una columna de 200 hombres I un cañón, pero sin llevar
un solo soldado de caballería, cuando habría bastado un
escuadrón bien maulado para hacer prisionera la mitad, al
menos, si no todo el ejército del jeneral Búlnes.
Mientras Saavedra i Robles, los dos paladines afortunados
de aquel día de heroísmo, avanzaban cerca de una legua tras
los acelerados pasos de los enemigos, el jeneral Cruz, avisado
de lo que sucedía, montaba a caballo ¡ salía hacía el Maule,
IlE lA ADMINISTUACION MONfT. 395
diciendo ai cüionel Zafiarlu— }'ü me voi hasta Talca i Ud.
quédese aquí reuniendo dispersos.
IIIL.
Un cuarto hora después, el vencedor de Longomüla se reu-
nía a la columna que iba a vanguardia i cerciorado do la fuga
del enemigo, escribía, sobre el mismo campo de batalla, el
siguiente parle de su victoria.
Chocoa, diciembre 8 de 1851. (A las 3 de la tarde).
«El ejército enemigo ha venido a atacarnos en nuestro cam-
pamento i ha sido derrotado, después de haberle tomado su
artillería, que queda en nuestro campo de batalla, con un
número considerable de muertos, heridos i prisioneros.
aTeniendo que seguir eu su persecución, no puedo eslen-
derme en mas detalles. Debemos lamentar el duro trance,
en que un hombre, olvidado do lo que debe al país i a sí mis-
mo, ha colocado a la República, para reivindicar sus dere-
chos.
«Entre las caras víctimas que nos cuesta la victoria,
lamentamos la del coronel Martínez, teniente coronel don
Ensebio Ruiz i el jeneral don Fernando Baquedano, herido.
Después pasaré a U. S. el parte detallado de la acción.
Dios guarde a ü. S.
José María de la Cruz»,
IIL.
Tal fué la batalla de Longomilla, la mas famosai a mas
'396 BISTORIi DE LOS DIEZ AÑOS
terrible caláslrofe de los fastos chilenos. Ilásc llamado impro-
piamente una batalla, título, a todas luces, inadecuado, por
que solo fué una hecatombe de víctimas humanas, ¡ porque
su desenlace no acarreó ninguna de las consecuencias que
son inherentes a las armas, siendo solo el cansancio de la
muerte lo que puso fin a la tarea de carnicería, a que, en ese
infausto día, se entregaron los chi-bnos.
Como hecho de armas, la batalla de Longomilla es única
en nuestra historia. Delante de su magnitud como de su
liorror, i aun en presencia de su propia esterilidad, Maipo
fué solo un feliz i rápido movimiento de estraléjía, Chacabuco
una carga a la bayoneta i el mismo Lircai, de sangrienta
memoria, una simple escaramusa.
No hubo en esta batalla ninguno de los accidentes comu-
nes a los ejércitos que se baten. No hubo preliminares, como
no hubo resultado militar definitivo. No so dio órdenes, —
no se ejecutó movimientos, — no se combinó ningún plan. Los
jenerales no dieron prueba alguna señalada de pericia mili-
tar, pues tuvieron solo ocasión de poner en evidencia sus
dotes mas esclarecidas de soldados. — Cruz, su magnánima im-
pasibilidad en la resistencia. — Búlnes, su heroico arrojo en la
acometida. Todas las armas se chocaron indistintamente; la
caballería fué batida a cañonazos; los infantes pelearon sin
reconocer cuerpo, desparramados por lodo el campo i a rela-
guardia misma de las posiciones que asaltaban, i por último,
los mismos cañones estuvieron, la mayor parle del día, a tiro
de fusil del enemigo í a veces mas inmediatos, todavía. Fué
aquella refriega de siete horas, no Interrumpidas por la tre-
gua do un solo minuto, como sucede de ordinario en los
combates en que se chocan i repelen las masas, una vorájíne de
sangre, que, creciendo como un turbión- al reventar de los
Iruenoe, que remedaba con propiedad el fragor de las armas.
DE LA ADMINISmAClON MONTT. 397
nrrasó lodo cuando alojaba su curso en la plauicic del cora-
balo (I).
Délos 7 mil hombres, en cfeclo, que lomaron parle cu la
jornada, al menos, la milad quedó fuera de combale, sin
contar en es!c número unos pocos cenlenarcs que se hic¡«-
ron prisioneros de una parlo i otra (2).
(I) Sígun una espresion del jencral Garcia, quedó el campo de
Longüinilla como el círculo de un reñidero de gallos, cuando, en
la última prueb.i, ponen los apostadores en el tambor a los dns
combationtes ya moribundos i sacuden todavia estos el cuello
para picarse, sin que por esto se declare a ni uno ni otro venco-
dor. Esta comparación no dejaba de ser exacta, pues se nos ha
asegurado que en el hospitar militar de Talca, cuando se reco-
nocían dos enfermos de los ejércitos contendientes, se acometían
todavia con gol[)es i denuestos.
El espiritual Souper tuvo una ocurrencia aun mas peregrina
para calificar la batalla de Longomilla, pues dijo que habia sido
una pelea de gatos ingleses, en la que no habían quedado de aquc
líos sino las colas...
(i) E! ejército del jeneral Búlnes que se batió en Longomilla
constaba, según la memoria de la guerra de 1852, de 3,582 plazas I
el de Cruz, según un estado que tenemos a la \ista i que publi-
camos en el apéndice bajo el núm. 19, de 3,411, de modo que el
total de combatientes era de 6,993.
En cuanto a las pérdidas de una i otra parte, es difícil estable-
cer un número exacto, porque, sin temor de exajeracion, puede
decirse que el número de heridos fué de 1,500 i el de muertos
alcanzó a 'i, 000, pues es uno de los fenómenos mas asombrosos da
esta batalla el que el número de los que perecieron fuese mayor
que el de los heridos, circunstancia que se esplica por la manera
como se trabó la lucha, cuasi cuerpo a cuerpo, por el singular
encarnizamiento de los soldados, i mas que todo, por la estraor-
dinaria duración del combate, pues se prolongó por mas de sieto
lloras.
Verdad es que el número de heridos que entraron al hospital
militar de Talca, desde el 8 de diciembre al 23 de enero, según
los Estados que existen en la Contaduría mayor de esta capital,
fué solo de 616. Pero debe tenerse presente que solo fueron asis-
tidos en aquel establecimiento los heridos de gravedad, siendo
398 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
IL.
La bravura desplegada por los combatienles de una i olra
parle no ha tenido nada de comparable en nuestros anales,
i esto mismo esplica los estragos de que damos cuenta.
mal pocos de estos pertenecientes a los cuerpos revolucionarios,
al punto de que del Carampangue habla solo 9, 5 del Alcázar, G
del Lautaro i 22 del Guia. Esto hace comprender, en la oscuridad
que reina en esta parte de los acontecimientos militares de 1851»
que en el hospital de Talca solo se curó poco mas de una tercera
parte de los heridos, i asi resulta que de 79 heridos que aparecen
en el batallón Talca por las listas de comisario de 15 de diciem-
bre de 1851, solo existían 26 en el hospital. Consuela, sin embar-
go, saber que la gran mayoría de los enfermos salvó, a pesar de
la gravedad de las heridas, pues muchas de estas eran, a la vez,
de sable, bala i a veces de metralla juntamente. A principios de
febrero de 1852, solo csistian 112 pacientes i habian muerto 61.
Debióse este resultado al celo desplegado por el gobierno, que se
apresuró a nombrar un exelente cuerpo de cirujanos presidido
por el humanitario Dr. Tocornal i por las filantrópicas señoras
de Santiago, algunas de las cuales se trasladaron en persona a
Talca,
En cuanto a los muertos sobre el campo, no hai una cifra ni
aproximadamente exacta; pero en lo que todos los jefes i oficiales
están de acuerdo, sin discrepancia de ninguno, es en que aque-
llos fueron en mayor número que los heridos. Según el jeneral
García, a quien como jefe de la infantería incumbió hacer ente-
rrar los cadáveres que se encontraron en el campo, después qu«
lo ocupó el ejército del gobierno, el número de víctimas no podía
bajar de 2,000, sin contar ¡os ahogados en el Longomilia.
Las listas de tropa que pasaron, al siguiente día, algunos de los
cuerpos confirma esta estraordinaria matanza. El batallón Guia,
de 620 plaza>, formó el dia 9,segun su propio comandante Saave-
dra.solo 180, esto os, menos de una tercera parte. El Carampangue
perdió 349 hombres de 776 que contaba la víspera del combate,
según el diario dei coronel Zañarlu, i por último, el diminuto
DE LA ADMINISTRACIÓN MONTT. 399
Hemos ya vislo que casi todos los cuerpos de ambos ejér-
citos tuvieron sus jefes fuera de combale, lo que pone mas
en evidencia el denuedo del soldado, pues es sabido que el
batallón Rancagua, qtio sirvió en la reserva i se comprometió
cuando ya estaba avanzada la batalla, tuvo entre muertos i heri-
dos 138 liombres de los 300 de que se componía, cuyo dato puede
verse corroborado en el Mercurio de Valparaíso núm. 7,412. Por
último, los 7,000 hombres que formaron de los belijerantes el día
8, estaban reducido» a 2,700 escasamente, en la mañana del í),
pues el jeneral Biílnes no contaba sino con 900 infantes ¡ Cruz
con 1,400 i la caballería de ambos no pasaba de 300 hon)bres.
A propósito de la íilantropia desplegada por el vecindario de
Talca para con los heridos de sus hospitales, nos complacemos en
reproducir en seguida la carta que, sobre aquel particular, nos di-
rij ió en la Voz de Chile del 27 de octubre 18G2, el señor don Ignacio
L. Gana. Hela aqui :
Señor. DON Benjamín Vicuña Mackbnna.
Valparaíso, octubre 17 de 1862.
Mui señor mió:
El valor demostrado por Ud. para escribir la historia del último
período administrativo, sobre el calor palpitante de hechos llanos
de enconos i peripecias ardientes e inaveriguadas, me persuaden
de la sinceridad con que U. se ha envuelto en el augusto manto
de la justicia para abrir el campo a la verdad de los aconteci-
mientos ¡ establecer, por decirlo así, concurso histórico entre los
testigos ¡actores del drama que la motivaron. Bajo esta prueba,
entro seguro a reclamar la consignación de un hecho importan-
tísimo en las pajinas mas bellas e imparciales de su exelente
historia.
Después de la horrenda carniceria de Longomilla, Talca se
convirtió en un vasto hospital de sangre de lodos los heridos de
ambos ejércitos. Los preparativos hechos por la autoridad local,
resultaron pequeños para contener el sin número de víctimas
que produjo esa sin igual jornada, i Ins enfermos fueron pedidos
por los vecinos para curarlos en sus prepias habitaciones. Así se
vieron algunas familias asistir hasta tres heridos, aparte de los
auxilios que prestaban en los hospitales en unión de las virtuosas
señoras de Santiago.
Testigo soi yo de los cuidados que se prodigaron con tanto
400 HISTORIA DE LOS DIEZ a5'0S
chileno jamas vuelve la espaliia a los peligros, cuando ve
Incir a su frente la espada de los capitanes que lo acaudillan.
Do esta suerte, no menos do sesenta de los jefes i oficia-
enfusiasmo, sin distinción de colores políticos, a los oficiales i sol-
dados de esas valientes divisiones i del tierno agradecimiento
que reflejal)an en sus spmbiantes restablecidos los liéroes que
resellaron ctmsu sangre el valor chileno, al despedirse del hogar
solícito i hospitalario que les dio talvez la vida. Testigo soi yo
también del caloroso verano de ese año de desastres, en que las
manos de todo un pueblo eran pocas para abastecer de hilas a los
pacientes i las de las distinguidas señoras para evitar con la nie-
ve la gangrena í\o las hondas heridas. A esas atenciones, a esa
solicitud ejemplar se debió la sorprendente cifra de convalecien-
tes que pudo en breve darse de alta, Testigo, pues, de esa abne-
gación sublime que mereció las simpatías de ios corazones i los
t'lojios de la prensa i que acreditó en el mas mayor grado el prr-
cioso timbre de caritativo i bondadoso que llevaba con orgullo
el pueblo de Talca; me es mui grato testificar mas abajo, con
algunas de las mismas señoras que acompañaron al cirujano en
las recias amputaciones, que velaron sin descanso el lecho del do-
lor, que sufrieron con el doliente i que fueron los ánjeles de la
Providencia para el triste enfermo, lo que dejo espuesto.
Señora doña Sinfurosa Vargas de Lois.
» » Maria M. Bascuñan de Bascuñan.
Rosario Cañas de Cruz.
Zoila Díaz de Cruz.
Mercedes Cruz de Cruz.
» Marta Cienfuegos de Rojas.
Dolores V^argas de Opaso.
Natalia Vargas de Astaburuaga,
Josefa Urzúa de Concha.
Petronila Antúncz de Concha.
Micaela Cañas de Armas,
Francisca Cruz de Castro.
Rosa Guzman de Cruz.
Malea Cruz de Letelier.
Jesús Lirón de Velazco.
"vlargarila Lirón de Besodin.
Mjria Castro de Cruz.
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Di: L\ AI.MlMSTnvr.lON MONTl. 401
les (1) lie uno ¡ olrocj«';rcito fuoroii niiierlos o hcrilos en la
balalla, luiinero asombroso, en j)n)|)orcion do las lro])as qiio
vso balian.
Scnoia clona Cata lina Cruz de Urzúa.
» » Maria de los A. C. de Azúcar.
» to Justina Cruz de Silva.
» » Dofores Versara de Cruz.
» » Lucia Wittaker de Silva.
» » Jesús Sepúlveda de Suva,
líl noble suceso que vengo esponiendo empefia la gratitud de la
historia, como empeñó la del pais entero. Hechos de esta natu*-
raleza son los mejores frutos que el santuario de la historia puede
ofrecer a las jeneraciones, los ejemplos mas espléndidos de la
cristiana civilización de un pueblo. Abogo, señor Vicuña, por
este acontecimiento histórico i os pido un rasgo de vuestra justa
elocuencia para estamparlo en vuestro hermoso libro»
Vuestro A. S. S.
Ignacio L. Gana.
(1) De éstos, el ejército del gobierno tuvo 12 muertos i 15 he-
ridos (total 27), según aparece de la relación que hemos hecho,
i del estado jeneral de las bajas que tuvo el ejército en 185J, i
que nosotros reproducimos ahora en el apéndice, bajo el núin. lo
bis, tomándolo de la memoria del Ministerio de la Guerra en 1852.
El número de jefes i oficiales muertos del ejército rebelde, en
cuanto hemos alcanzado a comprobar con exactitud los nombres,
es de 15 muertos i 18 heridos (total 35), es decir, una cuarta
parte mas que el jeneral Búlnes, que solo perdió 27, aunque esta
diferencia debió ser mucho mayor. Según el mismo eslado jene-
ral que acabamos de citar, el ejército del gobierno tuvo, durante
la crisis revolucionaria de 1851, entre jefes i oficiales, 19 muertos
i 29 heridos, total 48. Haciendo ahora un cómputo aproximativo
de las pérdidas de los rebeldes, aparece un número casi igual, con-
tando 35 en Longomilla, 3 en Petorca, 1 en Illapel, 3 en la Se-
rena, 1 en el Monte de Urra, i por último, 3 en el combate del
20 de abril, 46 en todo, lo que hace un total de 95 oficiales
muertos o heridos durante la guerra civil, número que solo pue-
de compararse aproximativamente al de los que fueron ajusticia-
dos por causas políticas durante el decenio que siguió a aquella
crisis.
Como un complemento de estos detalles, publicamos, en seguida,
51
402 HISTORIA DE LOS DIEZ AÑOS
En cuanto a sus resultados militares, materias tic tantas
controversias de bandos encontrados, la batalla de Longonií-
11a no ofreció sino confusión o ¡ncertidumbre, pues, en defini-
tiva, si trajo en pos la eslincion de la guerra civil, dobioso
esto, no a las ventajas alcanzadas por los uñoso los otros, sino
por el agotamiento do ambos en la lucha. Verdad es que el
campo quedó por los rebeldes con lodos sus trofeos (!) i que,
la lista de los jefes ¡ oficiales del ejército revolucionario muer-
tos i heridos en Longomilla, lo mas completa que nos ha siilo
posible formarla, después de prolijas investigacicnes. Hólaaqui:
Rcjimiento Carampan'jne (Muertos).— Teniente coronel, Pedro
José Drizar: capitanes, José María Artigas i José Manuel Vegas;
alféreces, Francisco Jara, Tomas Roa i Gregorio Uiquelme.
(Heridos). — Capitán, José Leonor Santapao; subtenientes. Pas-
tor Mesa, Adolfo Solano, Nicolás López.
Batallón Guia (Muertos). — Capitán, Domingo Tenorio, tenien-
te, Raimundo Pradel; subtenientes, Juan Ruiz, N. Reyes, Jorje
Patino i Miguel Lillo.
(Heridos). — Sárjenlo mayor, Benjamín Videla: tenientes, Gui-
llermo Truje, N. Cornou; subtenientes, Felipe Ruiz, Antonio
Roa, José Contreras, Francisco Carrera i Salvador ürrutia.
Batallón Lautaro (Muerto). — Coronel, don Manuel Tomas Mar-
tínez,
Batallón Alcázar (Herido). — Capitán, Bernabé Anguila.
Artilleria (Herido). — Teniente coronel, Bernardo Zúñiga.
Caballería (Muertos). — Teniente coronel, Eusebio Ruiz; sárjen-
lo mayor, José Antonio Grandon; Capitán, N. Condesa; ayudante,
N. Vargas.
(Heridos). — Jeneral, Fernando Baquedano: sárjenlo mayor, Al-
varez Gondarco (contuso): capitán, N. Sanhueza; ayudante, N.
Varas; subtenientes, N, Méndez i N. Gruzat.
(1) En los documentos del tomo 2,<' de esta iiistoria, hemos
publicado el parte detallado de la batalla, enviado en forma de
circulara las autoridades revolucionarias, por el secritario jene-
ral Vicuña, el dia U. Según este documento, quedaron en poder
del jeneral Cruz, 700 fusiles, 2 obuses, 200 prisioneros i los ¡ns-
truraentos de 5 bandas de música, ademas del hospital militar
del enemigo i de la mayor parte de sus heridos.
nr: la administuacion momt. 403
mililarmonlo Iiubliindo, csla c¡rcunslanc¡a alriijuyc a los
íilliinos el éxilo del (lia; pero los que (üslribuycn asi los láme-
les, sin mas justicia quo el Irislc egoísmo do la discordia, olvi-
dan quoya oso mismo campo Labia sido lodo de las tropas del
gobierno, que lo hablan barrido, haciéndose dueños de lodo
el lerreno, csccpto el rociólo forlilicado do las casas de Hc-
yos, ¡ que, por úllimo, al relirarsc, dejaban entregada a las
llamas osla misma fortaleza, en que los rebeldes, a su lurno,
vencedores, se habían defendido con lan indomable porfía.
Había, pues, una compensación en las ventajas, como la había
en los horrores del dia, í puede decirse, en resumen, i como
para poner ya un apropiado epílaüo sobre csla inmensa fosa
repleta de cadáveres chilenos, que Longomiila no fué «na
victoria ni una derrota : fué solo el holocausto ofrecido a la
patria por el valor do sus hijos que sabían morir dignos do sus
empeños, los unos en pro de la libertad, que habían jurado
sostener con las armas, cu abono de sus deberes públicos o
do sus compromisos de lealtad, los oíros.
L.
De lodas maneras, la guerra civil iba a tener término,
desde aquel dia, que las jencraciones de Chile, a la manera
de los antiguos, inscribirán en sus anales como uefaslo; i si
el cañón de Longomiila no tronó como la última palabra de
la guerra fratricida, fué al menos aquella tremenda jornada
el sangriento sudario en que la revolución del sud iba a ser
sepultada, una semana mas larde, en las márjenes del Pu-
rapel !
FIN DEL TOMO CUARTO.
APÉNDICE.
Los documentos que corresponden al presente volumen,
se publicarán en el tomo V., por la exesiva estension de
aquellos.
I
i
índice.
CAPITULO I.
LAS ESCARAMUZAS DE LA GUERRA CIVIL.
Don Joaquín Riquelmo amaga con una montonera la población de
Linares i se insurrecciona el mismo dia la villa de Molina. —
Don Nemecio Antunez iel cura Méndez.— Roberto Souper.— Su
vida, carácter i aventuras. — Prisión de estos ciudadanos i su
envió a la capital desde Talca. — Souper subleva la guardia que
los conducia en Quechereguas.— El mayor Banderas. — Cómico
combate de Lontué.— Souper pasa el Maule con una partida
de veinte i cinco hombres para reunirse al coronel don Domin-
go Urrutia. — Ataca éste el pueblo del Parral i es rechazado. —
Importancia de sus operaciones en el Maule. — El intendente del
Nuble es obligado a abandonar a Chillan i replegarse al Lod-
gaví. — Fuerzas de que se componía la división del coronel
Garcia
CAPÍTULO n.
ORGANIZACIÓN DEL EJERCITO DEL GOBIERNO.
Se pone en marcha para el sud el jeneral Búlnes. — Accidentes de
su viaje hasta Talca. — Aspecto de las poblaciones del tránsito
en presencia de la revolución i medidas políticas que se adop-
Pii.
40G ÍNDICE.
Páj.
tiin.— Diario de campaüa del secreLirio dol joneral «3» Jefa don
Antonio Garcia Reyes.— Recümcndaciones honrosas quo hace
el presidente de la República a esto personaje i al auditor de
guerra Tocorna!, — Recursos militares de la provincia de Col-
chagua. — El jcneral en jefe se dirije a Longaví, pero regresa
desde el camino a Talca, para pedir refuerzos al gobierno. —
Solicita la presencia del Ministro de la Guerra en el cuartel
jeneral i se pone aquel en marcha.— El jeneral Búlnes se tras-
lada a la división de vanguardia. — Aspecto formidable que
presentaba la rerolucion en aquellos momentos. — Palabras de
Garcia Reyes.— Llega al cuartel jeneral el juez de letras do
Concepción Sotomayor con las primeras noticias fidedignas de
los acontecimientos del sud. — Se retírala división do vanguar-
dia a Longomilla, i se teme no poder organizar el ejército en
la márjen sud del Maule.— Comienzan a llorar a Talca i al
campamento de Chocoa los cuerpos del ejército. — Desconfian-
zas que se abrigan sobro la fidelidad del batallón Chacabuco. —
Se traslada el cuartel jeneral a Chocoa.— Se recibe la notica
del triunfo do Petorca i es celebrada con salvas de arliileria. —
Proclama que con esto motivo dirije el jeneral Búlnes al ejér-
cito.— Revista jeneral del ejército que tiene lugar el 22 de oc-
tubre. — Proclama del jeneral Búlnes en esta ocasión. — Precipi-
tado viaje que hace a la capital el coronel Gana con el fin de
solicitar refuerzos para los cuerpos de caballería i artillería. —
Organización de las tres armas del ejército. — El comandante
donSanlíagoUrzua.— Muévese el ejército liácia el Nuble. ... 25
CAPITULO in.
APRESTOS MILITARES DE LA REVOLUCIÓN.
Decrétase cu Concepción la formación de dos batallones de infan-
tcria i un escuadrón lijero, antes de la llegada del jeneral
Cruz. — Aprestos militares en las fronteras. — Eusebio Ruiz. —
Su carrera de soldado, su carácter i sus operaciones tan luego
como estalla la revolución.— El comandante don Manuel Za-
ñartu.— Sus servicios i su rol revolucionario en 185I. — Su día-
rio de campaña i caria que escribe al autor en 1856.— Su
conducta en presencia de la revolución i esfuerzos que hace
para sofocarla.— Carácter de este jefe.— El comandante Lara
ÍNDICE. 407
oriipn a Ouirilmo i so reúno i\\ curonol Urnilia en las siorraá
del iNinliuo.— Dosaccrlado onviotlcl vapor /< ronco, conduciondo
a la comisión do la Serena al puerlo do Coquimbo, i saiulu-
cion que ésla dirijió al pueblo do Concepción.— Cómbalo del
Anitico i del Meteoro en la boca do la (Juiriquina.— Progresos
de la insurrección hasla fines del mes do seliembro.— Enfermo-
dad del jencral Cruz , 49
CAPÍTULO IV.
LA ARA.UCANIA.
El jencral Cruz, restablecido de sus achaques, se dirijo a los Anje-
les. — Error de esta resolución i sus funestas consecuencias. —
Prisión i fuga del comisario jenoral de indijonas don José An-
tonio Zúñiga.— Guerra i carácter de este caudillojo.— La
Araucania en 1851. — Zona de la Cosío.— Zona de los Llanos. —
Los caciques Colipí i Calrileo. — Los Huilichcs.—Magml bue-
no.— Carácter estraordinario de este bárbaro. — Llega el jeneral
Cruz a los Anjeles i entusiasta acojida que le hace el pueblo. —
Nota del gobernador Molina con esto motivo i respuesta del
joneral Cruz.— Cartas impacientes por la acción que escriben
el mismo Molina ¡ el gobernador de Santa Juana al intendente
Vicuña. — Sábese en Concepción i en los Anjeles la noticia de
que Zúñiga trataba de sublevar los indios do la costa i medi-
das que se loman en consecuencia. -^-El jeneral Cruz se resuelve
a sacar rehenes de las tribus araucanas para asegurar la tran-
quilidad de las Fronteras i celebra, al efecto, un parlamento
en los Anjeles. — Funesta tardanza de estas operaciones. — Co-
mo l)S Araucanos enlendian la política de los chilenos ¡ las
causas de la guerra en 1851. — Análogas esplicaciones del vul-
go.— El jeneral Cruz eleva a rejimiento el batallón Carainpan-
gue i decreta la formación del batallón Alcázar 75
CAPITULO V.
EL G0BIER.N0 CIVIL DE CONCEPCIÓN.
El coronel Urrulia ocupa a Chillan con la vanguardia del ejercito
revolucionario.— Acta de adhesión a la revolución que firman
408 ivoicK.
ráj.
los vecinos de aquella ciudad.— El intendenle del Nuble don
Mariano Ramón Zañartu.— La vanguardia entra a San Carlos. —
Proclama que el coronel Urrulia dirije a los habitantes de ia
provincia del Maule.— Pronunciamiento en Cauquenes.— Me-
didas flnancieras adoptadas por la intendencia revolucionaria
de Concepción. — Delicados procedimientos del intendente Vi- "
cuña. — Recursos rentísticos de la provincia de Concepción. —
El Estanco. — Deudas fiscales. — Comparación de los gastos
hechos por el'gobierno jeneral de la República i los revolucio-
narios de Concepción i Coquimbo. — Caja de la comisaria del
ejército del sud. — Maestranza.— Envió de Rabanales i Claro
Cruz para organizar montoneras en Colchagua. — Visita de cár-
cel estraordinaria que hace Vicuña. — El Boletín del sud, — Es-
travagantes decretos del intendente Vicuña declarando nulos
todos los pactos del gobierno jeneral.— Relaciones internacio-
nales de fci provincia sublevada. — Aviso de su promoción a la
intendencia revolucionaria que dirijió Vicuña a los ajenies con-
sulares, i reconocimiento que hacen estos de aquel hecho. —
E! gobierno declara cerrados los puertos del territorio rebel-
de. — Patente de navegación del vapor Arauco. — Captura de
este buque por los ingleses.— Furor del populacho de Talca-
huano. — Heroísmo de una «rabona». — Insolente nota del coman-
dante Paynter.— Funestas consecuencias que trajo para la
revolución el apresamiento del Arauco. — Protesta del inten-
dente Vicuña.— El vice-cónsul ingles en Talcahuano teme que
se atente contra su vida. — Notas cambiadas, con este motivo,
por aquel funcionario i el intendente Alemparte 103
CAPÍTULO VI.
EL EJÉnClTO REVOLl'CIO.NAHIO.
Situación respectiva de los dos ejércitos belijerantes en los pri-
meros dias de octubre. — Muévese la división de los Anjeles
hacia la hacienda de las Peñueles. — Rasgos ^e patriotismo en
IjS fronteras.— El jeneral Baquedano se dirije al Itata con la
división de Concepción i despedida que dirije a este pueblo. —
Parte el intendente Vicuña, nombrado secretario jeneral del
ejército, sus adioses i sus sentimientos íntimos al entrar en
campaña.— Llega el jeneral Cruz a Peñuelas, i recibe a orillas
ÍNDICE. 409
del Itata la noticia de la derrota do Petorca i, en consecuencia,
su da la orden do avanz.ir sobre Cliillan.— Se presenta en Pc-
ñiiülas ol coronel Urrulia i reuiiiiiscencias polilicas qno lieneu
lugar con eslo motivo.— Gran Feslin (jue el pueblo de Larqui
prepara (por decreto) al jeneral Baquedano i antipatias frailes-
cas de este jefe.— Ueúneso en Chillan el ejército revoluciona-
rio.— Proclama del jeneral Cruz a los habitantes del Nuble.—
Manera como trataba a este caudillo la prensa de la capital.—
Organización militar del ejército.— Plana mayor.— Compañia
de voluntarios norte-americanos.— Notables capitanes del reji-
miento Carampan^^ue, Robles, Rojas i Artigas.— Oficiales mas
distinguidos do los batallones Guía i Alcázar.— E\ capitán Te-
norio.— El mayor Molina.— Organización de los cuerpos de
caballeria.— Enrique Padilla i el capilan Grandon.— El jeneral
en jefe resuelve abrir la campaña en los primeros dias de no-
viembre. — Proclama que dirije al ejército i a la guardia nacio-
nal de la República con aquel motivo. — Carta exhortatoria que
escribe a los partidarios de la capital.— Gran temporal de pri-
mavera que sobreviene, i paralización completa de las opera-
ciones. — Llegan al cuartel jeneral de Chillan las noticias del
levantamiento de Valparaíso, i de la muerte del mayor Zúñiga
en la Araucanía , ' .- 133
CAPITULO VIL
LA REVOLUCIÓN EN LA CAPITAL I EN LAS PROVINCIAS CENTRALES.
Postración de los ánimos en la capital. — El intendente Ramirez. —
Enganche de voluntarios. — Las mujeres de la capital en 1 851 . —
Proclamas incendiarias que circulaban en la población. — Pá-
nico del gobierno, a consecuencia de creerse invadido el valle
(le Aconcagua por la división de Coquimbo.— Detalles sobre la
asonada de San Felipe. — Situación de Valparaíso en 1851. —
Elementos revolucionarios que encierra aquella ciudad. — Don
José Manuel Figueroa. — El capitán Niño trama una conspira-
ción i es denunciado. — Descubrimiento de un depósito de mu-
niciones que hace la policía i prisión de varios ciudadanos. —
El jeneral Blanco asume de nuevo el mando de la provincia. —
Se resuelve llevar adelante la insurrección. — Plan jeneral de
esta, ^El padre Pascual.— Rudecindo Rojas. — Don Rafael Bil-
52
"410 ÍNDICE.
Pái.
bao.— Señálase el día 3 de ocUtbrc para la asonada i se fuslra
el intento. — Persecución en masa de lodo el gremio do sas-
tres. — El comandante Riquelme reorganiza los elementos de la
revolución.— Fijase la mañana del 28 de octubre para ejecu-
tarla i es aplazada por segunda vez.— Un grupo de 17 aOliados
se reúne en la Cajilla i resuelve hacer la revolución por su
cuenta.— Cómico incidente que ocurre, en consecuencia, con
un espía.— Asaltan aquellos el cuartel del núm. 2 de guardias
cívicas i se apoderan de las armas.— Combate del 28 de octu-
bre.— Consecuencias que tuvo para los revolucionarios do
Valparaíso. . , » 1C3
CAPÍTULO vni.
LA REBEUON DE zOSlGA.
Don José Antonio Alemparte se hace cargo interinamente de Ib
intendencia de Concepción.— Su sistema gubernativo i medidas
que toma en consecuencia.— Elección de los plenipotenciarios
de Concepción, que debían hacer la convocatoria de la Asam-
blea constituyente.— Intrigas de Alemparte para evitar su reu-
nión. — Reaparece en armas el comisario Zúñiga entre las
reducciones de la costa. — Perfidias de este capitanejo al reci-
bir comunicaciones amistosas del jeneral Cruz.— Prevenciones
acortadas que hace éste al gobernador de Arauco, quien no U'S
dá cumplimiento. — Zúñiga envía un emisario secreto al jeneral
Búlnes, poniéndose a sus órdenes. — Acepta este sus servicios
i le envía auxilios. — Carta autógrafa e instrucciones que le
dirije para que hostilizela retaguardia del ejército revoluciona-
rio. — Juicio sobre la conducta de los jenerales Cruz í Búlnes,
al buscar aliados para sus ejércitos entre los bárbaros.— Inti-
ma Zúñiga rendición a la plaza de^ Arauco. — Alemparte sale a
campaña i ordena al gobernador de la Laja que use de los
animales de las haciendas del jeneral Búlnes. — El cacique Ca-
tríleo se ofrece para sorprender a Zúñiga por su retaguardia. —
Sorpresa de Cupaño i desastroso fin de Zúñiga i sus tres hi-
jos.— Bárbara venganza de Alemparte. — Pacificación de las
fronteras. — Alemparte es nombrado intendente de ejercito i
funesta tardanza que pone para reunirse al jeneral Cruz en
Cliillan 199
ir.' DICE. 41
CAiniULO IX.
EL CUAIDATE DE MONTE DE UnHA.
Páj.
IMarclia del cjórcilü dol gobierno desde ol campamenlo de Longo-
milla hasta San Garlos.— Revista do comisario que lieno lugar
en este pueblo i comparación do las comisarias de ambos
ejércitos belijeraiites.—Nota en que el jcncral Búines detalla
sus operaciones militares.— Falso amago quo hace con la ca-
ballería sobre el vado do Cocbarcas para pasar el Nublo por
la montaña. — El jeneral Cruz so sitúa en Cuchareas i proclama
que dirije a sus soldados.— El ejército del gobierno pasa el
Nublo por Niblinto.— Juicio sobre esto atrevido movimiento. —
Párrafo do carta escrita por Garcia Reyes sobre esta opera-
ción.— El jeneral Cruz traslada su ejército a los Guindos.— To-
pografía del terreno que ocupan los belijerantes.— Ambos
ejércitos se ponen a la vista en la hacienda de los Guindos. —
Atrevida marcha de flanco que emprende el jeneral Búines. —
Cruz, a instancias de su secretario jeneral, envia un parla-
mentario ai enemigo con una invitación para hacer la paz. —
Las guerrillas no paralizan sus fuegos i el jeneral Búines con-
tinua su marcha. — Arengan Cruz i Vicuña al ejército rebelde
i se mueve ésto sobre Chillan, a retaguardia del jeneral Búines.
—El «Monto de Urra ».— Fórmanse arabas líneas de batalla
i se rompe el fuego de cañón. — Falso movimiento que hace el
coronel Puga para poner a cubierto, su caballería en la ala iz-
quierda, contra la artillería enemiga. — El jeneral Búines or-
dena que su caballería pase a su flanco izquierdo.— Manera
como el coronel Garcia ejecuta esta operación. -Emprende este
jefe sin orden superior el ataque de la caballería. — Combale
de Monte de Urra. — Oficiales que se distinguen en ambos ejér-
citos ¡rasgos señalados de valor. — Pérdida de los ejércitos en
este hecho de armas. — El jeneral Búines ocupa a Chillan i Cruz
regresa a su campamento de los Guindos. — Respuesta tardía
quo aquel da, negándose a entrar en convenios de paz con el
caudillo revolucionario. , : 235
412 índice.
CAPÍTULO X.
LA RETIRADA DEL JENERAL ECLNES.
Operaciones de la división Alemparte i su estraña tardanza para
reunirse al ejército. — Esplicaciones sobre este particular dadas
por aquel jefe. — El jeneral Cruz traslada su campo a la orilla
sud del rio GliHIan para protejer la incorporación do aquella. —
Juicio sobre este movimiento retrógado.— Organización de par-
tidas disciplinadas sobre el Itata.— Don Juan Antonio Pando es
nombrado intendente de la provincia del Maule.— Carta del je-
neral Cruz al intendente Tirapegui en que detalla sus operacio-
nes. — El ejército revolucionario ocupa de nuevo su campamento
de los Guindos.— Se subleva en Huaquillo un escuadrón de mi-
licias.— Motin del batallón Curicó en Talca.— Montoneras en
Colchagua. — Difícil posición del ejército del gobierno en Chillan.
— Don Pedro Félix Vicuña ofrece marchar a Talca con una
división de caballería lijera.— Empeños de Alemparte, Urrutia
i Baquedano en el mismo sentido.— El gobierno de la capital
teme aquel movimiento i ordena al jefe del cantón militar de
Talca defender el Maule a toda costa. — Resistencia del jeneral
Cruz a aquellos planes. — Desazón que produce ésta entre los
jefes revolucionarios.— El jeneral Urrutia se dirijo con algunas
fuerzas a ocupar los pueblos de la provincia del Maule. — El
ejército rebelde pone cerco a Chillan. — El jeneral Búlnes fomen-
ta la reacción entre los oficiales veteranos de aquel. — El co-
mandante Molina recibe secretamente despachos de teniente
coronel del enemigo. — Dos ayudantes del jeneral Cruz son
encausados por sospechas. — Rumores siniestros que circulan
entre los soldados.— Discordias de los jefe rebeldes entre sí. —
Revelaciones del comandante Urízar al coronel Zañartu.— Si-
tuación análoga del ejército de Búlnes. — El comandante Venegas
se retira del servicio. — Refranes característicos de los soldados
enemigos.— El jeneral Búlnes resuelve contramarchar al Mau-
le. — Espresiones del jeneral Cruz al tener noticias de este
movimiento. — Tardanza que pone en la persecución del enemi-
go. — Tiroteo de las descubiertas.— El ejército del gobierno re-
pasa el Nuble.— El jeneral Baquedano se ofrece para atacarlo
en aquella operación, pero se niega el jeneral Cruz. — Disgusto
del ejército al saber que el enemigo ha pasado el rio sin ser
atacado.— Sarcasmos peculiares de los soldados rebeldes.— Los
i'áj.
i.NDICF. 4IS
I'áJ.
indios SO descrían en masa, i so fugan varios dcatacamentos del
ojército. — Consecuencias funodlas a la revolución del repaso dol
Nublo por el jeneral Biilncs.— Klcmentos quo aguardan a ésto
i ejército do reserva (¡uc se propone organizar el gobierno. — El
ejército revolucionario atraviesa el vado de Dadinco. — Marcha
de los dos ejércitos hasta el Maule. — Revelaciones del coman-
dante Urízar en el campamento do Longavi. — Ataque infruc-
tuoso dol Parral.— El jeneral Búlncs sitúa su campo en el corro
de Bobadilla i el ejército revolucionario ocupa las casas de
Reyes en el valle do Longomilla.— Proximidad de una batalla
decisiva ■ • • 27
capítulo XI.
BATALLA DE LONGOMILLA.
El jeneral Búlnes resuelve repentinamente atacar al ejército revo-
lucionario. — Tiene noticia el jeneral Cruz de aquel intento, pero
no adopta ningún plan definitivo.— Insinuaciones oportunas de
Baquedano i Alemparte.— El jeneral Búlnes se mueve antes de
amanecer de su campamento de Bobadilla.— El valle de Longo-
milla. — Posiciones del jeneral Cruz en las casas de Reyes. —
Se anuncia de improviso la presencia del enemigo.— El jeneral
Búlnes desplega su ejército, pero vacila, reúne un consejo de
guerra sobre el campo, 1 emprende de nuevo su marcha.— Los
rebeldes forman su línea de batalla. —Errores capitales que co-
mete el jeneral Cruz en sus disposiciones estraléjicas.— El je-
neral Búlnes dispone su plan de ataque.— Aspecto solemne del
campo en esa hora.— Apariencia personal del jeneral Cruz en
Longomilla.— Ensebio Ruiz. -Heroicas palabras del jeneral
Cruz.— Falso aviso que recibe el jeneral Búlnes en el momento
de empeñar la batalla.— Ordena, en consecuencia, que el ba-
tallón Buin marche en columna sobre las casas de Reyes.— El
mavor Peña i Lillo.— Su heroica muerte, su carácter i carre-
ra.-Trábase la batalla. —El mayor Videla carga a la bayoneta
con dos compañías del Guia i es herido.— El comandante Saa-
vedra lo sostiene con una constancia heroica.— Muerte del ca-
pitán Tenorio.— El comandante Urízar se empeña con el 2.»
Carampangue i es muerto a los primeros tiros.— Apurada situa-
ción de los rebeldcs.-Da cuenta do ella al jeneral Cruz el
4t4 ÍNDICE.
Páj.
intendente Alamparte.— Ordena aquel a la caballería cargar en
masa.— El jeneral Baquedano emprende la carga con el reji-
miento de Eusebio Riiiz.— Alemparte i Urrutia so retiran del
campo do batalla.— El jeneral Búlnes se pone a la cabeza de los
Cazadores i coloca en una situación ventajosa dos obuses, al
mando del mayor Gonzalos, para ametrallar los escuadrones
enemigos.— Baquedano es herido, en consecueucia, i muerto
Eusebio Ruiz.— Desaliento de la caballería rebelde i su disper-
sión.— Cobarde fuga del coronel Puga i desaparición de Alejo
Ziñartu.— Los comandantes Souper i Lara intentan rehacerse i
son hechos prisioneros.— Muerte del mayor Grandon ¡ del ca-
pitán Condesa.— El comandante Urriola se arroja al Longomilla
con la mayor parte de su escuadrón i mas do doscientos dis-
persos.— Horrible espectáculo que ofrece el rio.— Muertedel ca-
pitán Guerrero.— Aventuras del mayor Alvarez Condarco.—
Movimiento de flanco del comandante Silva Chavos.— Muerte
del comandante Campos i del ayudante Herrera.— El capitán
Valdivieso es hecho prisionero con una compañía del Caram-
pangae.— Aspecto de la batalla a las diez del dia.— Terrible
encarnizamiento con que pelean las infanterías.— Entra al fuego
el coronel Martínez i es muerto en el acto.— Refecciones sobre
este estraño lance, que se atribuyó a traición,— Los capitanes
Ve'^a í Artigas son muertos entres otros muchos subalternos. —
José Romero o «Leña Verde». — El coronel García es cortado
por un destacamento del 2." Carampangue, pereciendo sn ayu-
dante Rojas i perdiendo su caballo el ayudante Pradel. —
Muere en el Guia un hermano de este oficial.— Heroica
conducta de teniente Ruiz, del último cuerpo i es ascen-
dido en el campo de batalla.— La Monchi.— Una jeníalidad del
jeneral Baquedano. — Heroísmo del capitán Robles durante toda
la batalla. — El comandante Zúñiga es gravemente herido al pié
de sus cañones. — Eusebio Lillo. — El coronel Zañartu se bate
con su fusil desde el tejado de las casas de Reyes. — Siniestras
patrañas que circularon a este respecto.— El coronel García da
cuenta al jeneral Búlnes de las insuperables dificultades que
encontraba para apoderarse de las casas. — El jeneral en jefe
ordena al mayor Escala incendiar o demoler aquellas.— Carga
infructuosa del capitán Víllalon.— El mayor Robles solicita del
jeneral Cruz dos compañías de la reserva para decidir la bata-
lla.— Vuelve el coronel García a declarar la imposibilidad de
desalojar al enemigo, i el jeneral Búlnes ordena, en consccuen-
¡Ncici:. 41o
ci.i, qiio SU iiifunlería se retiro fuera do tiro tic fusil, formando
su línoa en unn loma a vanguardia do las casas do Reyes. — Los
bravos ofiriales Escala i Pardo son heridos al terminar el com-
bate. — Solemno pausa de la refriega i aspecto terrible qiio
ofrece el campo do batalla.— El mayor Gaspar i el teniente
Conlreras dlsp.iran el último cañona/o sobre la linea enemiga
i mala a tres soldados del Buin.— El jefe de estado mayor Ron-
dizzoni es aturdido por el roce de la bala, i a una voz desco-
nocida, comienza la dispersión. — El capitán Villalon vuelve a
cargar, pero os rechazado. — El comandante Saavedrai el mayor
Robles persiguen al enemigo. — A las tres de la larde, el jeneral
Cruz dirije a Concepción el parte de su victoria. — Reflccciones
sobre la batalla de Longomilla.— Un símil espiritua ide Souper. —
Estado jeneral de las fuerzas del ejército revolucionario de Lon-
gomilla. — Número do heridos i muertos que hubo en esta san-
grienta batalla. — Nómina de los oficiales rebeldes que perecie-
ron o fueron heridos en ella. — Estado jeneral de las bajas que
tuvo el ejército chileno en la crisis de 1831.— Resultados mili-
tares i políticos de la batalla do Longomillu 323
Apéndice ; , . . 40 i
F
3095
t.4
Vicuña Madcenna, Benjamín
Historia de los diez
años de la administración
de don Manuel Montt
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